martes, 21 de noviembre de 2017

Octubre y la guerra de las interpretaciones



Octubre y la guerra de las interpretaciones

1. Introducción. Estas notas se inscriben en el espacio de la “gran derrota” del “desafío soviético”, pero también en el inicio de una nueva coyuntura en la que el “pensamiento único” sobre Octubre del 17 está siendo contestado, de una réplica que se está manifestando en la propia amplitud que el centenario está logrando en muchas partes. De alguna manera, este combate por la historia está resultando como una reedición de otras “resurrecciones”, solamente que esta vez el pozo de la derrota ha sido infinitamente mator. También sucede que después de todo lo que ha caído, la explicación del siglo ha perdido en homogeneidad y ha ganado si acaso en matiz, ahora ya solamente hay debate entre las escuelas, es que cada escuela representa puntos de mira bastante diversificados.
Tanto fue así que en 1989 pareció que el mundo había cambiado de base aunque en el sentido inverso al expresado por la letra de La Internacional. Esta “derrota final” requiere una explicación aunque sea telegráfica. La URSS nació con una Guerra mundial y pareció consolidado definitivamente después de la Segunda, o sea tres décadas después. Todavía en 1967, con ocasión del 50 aniversario de Octubre, era contemplada con buenos ojos por la opinión mayoritaria. Aunque ya “no es nuestra vanguardia, sí seguía siendo nuestra retaguardia” (Sacristán). 1/ Por entonces ya se había abierto una crisis de largo alcance perfilada desde datos como la muerte de Josef Stalin, llamado con propiedad el “Zar rojo”; huelga general en Alemania del Este (1953); Informe Kruschev sobre los crímenes de Stalin y caída de Beria y otros; revolución de los consejos obreros en Hungría (1956); cisma chinosoviético y emergencia del “policentrismo” en Italia; revolución cubana ajena a la tradición comunista oficial; inhibición soviética en la defensa del pueblo del Vietnam; mayos del 68 que cuestionan el papel de los partidos comunistas; “primavera de Praga” que expresa la última tentativa “reformista” del llamado “socialismo real”.
Pero por ese mismo tiempo, el “comunismo” ya había padecido una derrota en la
“guerra fría cultural” en la que el Imperio supo tomar la iniciativa oponiendo democracia a dictadura. 2/
Esta decadencia culminaría con la simbólica “caída del Muro de Berlín” y todo lo demás. A pesar de sus logros económicos y sociales la “nomenclatura” (extraña osmósis entre la vieja y la nueva burocracia) había ahuyentado cualquier soporte de las masas trabajadoras hasta el punto que, en el momento de la descomposición, lejos de encontrar el apoyo de los trabajadores, los tuvo más bien a la contra. Resultó que, mientras que eventos históricos como la guerra española demostraron la existencia de una resistencia popular, capaz de enfrentarse a un golpe de Estado despiadado, en este caso los movimientos más importantes fueron de rechazo, baste mencionar los ejemplos de Solidarność o de la Plaza de Tiananmen. Otro detalle determinante fue que el modelo de seducción fue el del “Estado del Bienestar” de los sesenta, un espejismo no muy diferente al que sufrieron los trabajadores que creyeron en el “socialismo” de la URSS…
Una consecuencia de esta “desastre geoestratégico”, fue que el capitalismo democrático-liberal vendió la idea del final de la vieja historia de la lucha de clases por el simple hecho de que…la habían ganado. Fuera de este no había otra puerta que la propia del infierno del Dante de Lasciate ogni speranza, voi ch'entrate”. Una premisa que llegó a imponerse en la izquierda tradicional incluyendo la de filiación comunista como ilustra perfectamente el suicidio del PCI, y que por supuesto acondicionó radicalmente cualquier debate histórico.

2. Después del 68. Esta nueva situación se impuso –paradójicamente- a continuación de un ciclo “radical” expresada los diversos “mayos” (Francia, Italia, México…), así como en el movimiento contra la guerra del Vietnam, en una oleada radical internacional que demostró a las élites que “la revolución había muerto” como se había vaticinado como consecuencia de los logros del “Estado del Bienestar”. En su mayor parte este movimiento comprendió un fuerte rechazo a los regímenes del “socialismo real” así como de los partidos comunistas burocratizados. Significó una recomposición desde lo que se llamó genéricamente la “nueva izquierda”, la misma que desarrolló grandes aportaciones culturales y teóricas en todos los terrenos sin excepción, incluyendo la recuperación de los herejes “congelados” por el estalinismo (Rosa
Luxemburgo, Gramsci, Trotsky, Victor Serge, Arthur Rosenberg, etcétera), la recuperación de obras como la de John Reed que había sido prohibida o manipulada, así como la emergencia de una nueva hornada de historiadores críticos con el historial soviético. Autores tan diversos como rigurosos que, entre otras cosas, conquistaron “el mercado” y a las “nuevas izquierdas” como Edward H. Carr, Eric J. Hobsbawn, Moshe Lewin, Marcel Liebman, Christopher Hill, Stephen F. Cohen, Ernest Mandel, Paul Avrich, Pierre Broué, con nombres como los de Manuel Sacristán y Francisco Fernández Buey entre nosotros, partes de un largo etcétera que reflejaban una revitalización singular que llegó hasta el seno de los partidos comunistas hasta entonces encerrados en su oficialismo, 5/ sobre todo en los casos del británico y el italiano. Esto significó la dinamitazación de los patrones oficialistas que comenzaron a ser, dando lugar a una variante historiográfica que se ha querido enterrar, pero que resulta de un valor incuestionable.
Con sus numerosos matices, abrieron una vía de conocimiento y debate en oposición
radical de las historias establecidas. Se oponía tanto al canon oficialista producido por la “escuela de falsificación” estalinista o la “revisionista ulterior” (y no digamos en su versión maoísta ya archivada) como al de los “cold warrior” a la manera de Robert Conquest reafirmada por François Furet, dos arrepentidos cuya metodología radicaba en obviar todo lo referente a la historia del capitalismo amén de establecer las características de la URSS a través de los desmanes del estalinismo unilateralmente. Estableciendo una comparación con la privilegiada “democracia americana”, apoyados desde universidades y fundaciones destinadas a justificar el derecho del Imperio a defenderse frente a la “amenaza soviética” aunque fuese en Chile o España. Estaban sostenidos por un entramado propagandístico que abarcaba desde la más modesta hoja parroquial hasta las grandes producciones de Hollywood. Fueron los antecesores de los “especialistas” que actualmente trabajan en el “frente cultural” desde la prepotencia como la mostrada con los gritos de desprecio del “comunismo” que habían sido característicos del franquismo.
En El siglo soviético (Crítica, Barcelona, 2005), Moshe Lewin detalla en su introducción los desenfoques sobre la realidad soviética producidos por las universidades norteamericanas para la CIA. El método denigratorio se basaba primordialmente en la comparación de “modelos” cuando en 1922, el ingreso de un ciudadano soviético era 33 veces inferior al de un estadounidense. A pesar del abismo suscitado por las guerras la espantosa devastación, del cero y los 27 millones de muertos de una II Segunda Guerra Mundial que enriqueció a Estados Unidos y reafirmó su dominación planetaria, de la carrera armamentística imperial, de los enormes gastos derivados de la gestión burocrática, en 1990 la diferencia ya sólo era de uno a cuatro o cinco. Lo que nos viene a decir Lewin con su obra es que la gran paradoja del “siglo americano” es que este fuese replicado por el “siglo soviético”. Un “siglo” sostenido por la potencia que humilló Japón en la guerra de 1904-1905, y que actuó al servicio de los intereses británicos en la del 14. De una revolución que sufrió guerras devastadoras y un cerco internacional cuya mayor pero no única expresión, fue la ocupación nazi. Cierto: semejante contraste jamás habría existido sin el apoyo del movimiento obrero que mantuvo una “ilusión” que, entre otras cosas, advertía a los poderosos que la revolución era posible, al tiempo que señalaba a los países coloniales o semicoloniales las posibles vías de un desarrollo industrial acelerado.

3. ¿No hay alternativa? El establecimiento de un “pensamiento único” en relación al legado de Octubre encaja como un guante en la premisa según la cual el “There Is No Alternative” al decir célebre de Margaret Thatcher, en una dogmática liberal omnipresente en toda clase de medios: diarios, revistas, libros, películas o documentales “colgados” en el youtube después de ser emitido por los más diversos canales de TV. Una verdadera avalancha denigratoria que los peatones de la historia han recibido por tierra, mar y aire.
Estamos hablando obviamente del mayor y más persistente ataque que haya sufrido el
legado obrerista-socialista obviamente englobado bajo la maldición del Octubre ruso. Un ataque que implicaba la condena al ostracismo de la disidencia desarrollada mediante una adaptación “blanda” de los métodos estalinistas. Una metodología que queda perfectamente representada por la reacción vociferante de los maruendas, que tratan de liquidar a gritos cualquier interpelación sobre el “socialismo” (¡o sobre la defensa de la República española condenada como mera cómplice del “comunismo”¡)
Los ejemplos de la imposición del canon resultan ciertamente abrumadores. Se pueden encontrar simplemente abriendo cualquier diario, cualquier manual escolar. Entre la legión de historiadores que no han dudado en enterrar la revolución rusa bajo una montaña de perros muertos me permito el detalle (nada inocente) de citar al un autor de aquí. A Eduard Puigventós Lopez, responsable de un retrato exhaustivo de Ramón Mercader, sin duda uno de los personajes más emblemáticos de la parte oscura del ideal de muchas novelas y películas. 6/
Como cualquier tribunalista que se precie, Puigventós asume sin discusión la  sentencia de Dmitri Volkogonov: “Stalin sencillamente aprovechó el momento y recogió el testigo de un bolchevismo autoritario desde la raíz, habituado a la violencia y a la imposición de unas ideas que les parecían justas, pero que aplicaban sin arrepentimiento”. El autor no puede por menos que reconocer el caudal de idealismo militante, sí bien este ideal “quedó sepultado bajo un estatismo autoritario que dio resultados tan aterradores como las purgas soviéticas de los años treinta y el totalitarismo y terrorismo de Estado de Stalin”.
No estará de más anotar que el tal Dmitri Volkogónov (1926-1995) se convirtió en el historiador comodín del régimen soviético en sus diversas fases, hasta acabar al servicio de Yeltsin y elevado a los altares por el neoliberalismo. Como militar llegó a general, historiador y político ruso a pesar de que su padre fue fusilado en 1937 como "enemigo del pueblo", y su madre murió en 1949 en Siberia, en el destierro. Esto no le impidió ser un leal servidor del régimen, logrando ser jefe del departamento de guerra psicológica de la Dirección General Política del Ejército. Siguió el compás de los cambios de manera que, en su libro Guerra psicológica (1983), llamó "renegado" y "emigrante interior" al premio Nobel y defensor de los derechos humanos Andréi Sájarov, y "traidores a la patria", "desecho moral y basura social" a disidentes como el escritor Alexandr Solzhenitsin, lo que le impidió más tarde “arrepentirse” para caer de pie nuevamente:. Sus cambios le llevaron a ser una de las voces de la perestroika,
y cuando esta fue desechada, empezó a encontrar problemas con el régimen soviético que no había tenido antes. Al parecer En 1987 propuso reformar los órganos políticos del Ejército y de inmediato fue destituido y enviado al Instituto de Historia Militar. Allí quiso incluir una serie de verdades amargas en la historia de la Segunda Guerra Mundial que estaban preparando, por lo que en 1990 perdió su puesto de director del instituto. En 1991 Volkogónov entro en el equipo del presidente Borís Yeltsin como asesor militar y al año siguiente fue nombrado jefe de la comisión parlamentaria que recibió los archivos del PCUS y del KGB. Como historiador se hizo famoso en 1988, cuando publicó la biografía del dictador lósif Stalin en la que “descubría” una realidad que ya habían descrito décadas antes autores como Borís souvarine, Victor Serge, León Trotsky o Isaac Deutscher.
Dado su éxito,  Dmitri proyectó una trilogía Líderes, completada con León Trotski y, finalmente, de Vladímir Lenin siguiendo las tendencias dominantes: “El comunismo era culpable”. Así confesaba "Yo era leninista", pero después de descubrir 3.724 documentos antes guardados en secreto "sufrí la más grande conmoción de toda mi vida". Entonces Lenin se convirtió en la encarnación del demonio. Con esta capacidad
de estar al lado del poder, Volkogónov fue diputado en las últimas tres legislaturas rusas. Antes de morir dejó concluida Siete jefes, sobre los dirigentes soviéticos desde Lenin a Mijaíl Gorbachov, y ha quedado como un portavoz del negacionismo oficialista, como un reconocido “desenmascarador” de los crímenes cometidos por los dirigentes bolcheviques en un una Rusia que abandona a Dios (el Zar)
Ya está dicho todo. No existe necesidad de nada más como es ya tradición. Sin embargo, quizás no esté de más anotar que el tal Dimitri fue un longevo oficial del ejército ruso que en su faceta de historiador fue ajustando sus enfoques históricos desde los tiempos de Breznev hasta los de Putin sin dejar de figurar nunca entre los consagrados. Con Putin, Stalin es un personaje de la “historia patria”, en tanto que en las escuelas del país, el dilema Stalin/Trotsky resulta explicado por la teoría de los “dos osos”. Por supuesto, cualquier labor investigadora queda fuera de los ámbitos oficiales y se enfrenta toda clase de dificultades. La historia ha podido avanzar y desde luego retroceder, lo que no ha hecho nunca es detenerse.

4. Entre dos tiempos. Se pretende echar siete llaves sobre la tumba de una revolución
cuya trascendencia no fue inferior al de la francesa de 1789. La escuela neoliberal triunfante ha demostrado su “pasión objetiva” al enfocar esta como un precedente del Gulag, criterio amplificado por cierto a cualquier tentativa revolucionaria contraria a sus intereses globales.
Con semejante regla de tres, por supuesto daría para condenar a la revolución americana de 1776 (o a cualquier otra que no cotice en Bolsa) a los infiernos. 7/
Octubre conmovió a un país que era casi un continente, acabó con la dinastía más longeva de Europa. Desde sobrepasó la agenda de la Comuna de París, dio un paso definitivo que ahora no se puede extraer como sí fuese una muela. Entre muchas otras cosas, resultó el acontecimiento más importante de “Gran Guerra”, una batalla ganada por los internacionalistas, ganada ante todo por los soldados que se negaban a seguir la guerra, que no que quisieron disparar contra las mujeres que salieron a la calle el 8 de marzo (febrero en Rusia) y provocaron la crisis que condujo a la abdicación del Zar. Era pues la victoria de los que habían abogado por hacer la guerra a la guerra. Algo “que salía de cuentas”, que obligaba a los poderes establecidos a recomponer sus alianzas y sus prioridades en un momento en el que ya no cabe el factor “sorpresa”, desde entonces las clases dominantes no subestimaron a sus bolcheviques, más bien lo contrario. La experiencia de Octubre tal cual se hizo entonces irreproducible…
Pero sí ya en 1848 “el fantasma del comunismo” recorrió Europa, ¿que no sería después de Octubre? Para el orden establecido todo estaba justificado. Se trató inequívocamente de acabar con la amenaza de la manera que fuese…Lo empezaron demostrando en el curso de las crisis revolucionarias de Hungría (1918) y Alemania, Austria (1918-1919), Italia (1920-1922) o España (1917-1923), países en los el “impasse” hizo que antes o después acabaran adoptando la vía de la “contrarrevolución preventiva” o sea del nazi-fascismo.
En Alemania en concreto, el aparato socialdemócrata fue utilizado como una suerte de
colchón. La socialdemocracia de Ebert y Noske no dudó en utilizar la soldadesca para reprimir la revolución espartakista y asesinar a Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht y Leo Jogiches (las tres L del primer comunismo germano), todo ello en nombre de una “república social”, la de Weimar ahogada por las potencias vencedoras. La consecuencia para la naciente republica rusa fue otra grave dificultad añadida: el aislamiento de una revolución que fue justificada como “prólogo” de la europea. La otra fue la puesta en escena de una “guerra civil” que se inició de hecho en 1919 para finalizar en 1922 con los últimos movimientos armados contra una revolución que tuvo que crear su propio ejército con los ladrillos viejos del régimen zarista. 8/
La guerra desgastó de manera irreversible la élite revolucionaria, y facilitó el regreso de la cultura burocrática zarista que tan magistralmente habían descrito los grandes novelistas rusos desde Nikolai Gogol.

5. Desarrollo a pesar de todo. Octubre ponía al día una “utopía” cuyos orígenes se perdían en la noche de los tiempos, en la historia de las agitaciones agrarias en Rusia. 9/
En su empeño de hacer la historia a su imagen y semejanza, el Tribunal de la historia neoliberal estructurado tratan de borrar esta fase bien escamoteando su existencia bien atribuyéndolo a los “nacionalismos”. Con ello, el canon neoliberal pretende asimilar sus complejidades en lo que a las confrontaciones de clases y de fracciones de clases trasladando el punto central al dilema democracia y totalitarismo, a una mera construcción de parti pris ideológico. Han pretendido desfigurar a conciencia las razones de la revolución, negar todas las cuestiones de estrategia política (y de poder), con todas sus inacabable bifurcaciones para aquellos que creen que otro mundo es posible y necesario. Reduce las crisis institucionales abiertas que. a pesar de su corta duración, nos dice que Octubre había roto “el eslabón más débil del imperialismo”. Esto explica otro aspecto de la URSS que fue apreciada como un modelo de desarrollo industrial en países atrasados. Tanto fue así que las diferencias sociales que existían entre USA y la URSS se aproximaron ostensiblemente entre 1917 y 1989.
Octubre también produjo un trauma sin precedentes en las sociedades capitalistas incluyendo los EEUU. Un efecto que golpeó de lleno a las clases trabajadoras, a las capas medias, al arte, y por lo contrario, a los militares y a la soldadesca que, en no poca medida, fueron la carne de cañón de los incipientes fascismos. La “Gran Guerra” contrariamente a lo previsto por el alto mando del ejército alemán, se prolongó en el tiempo causando un malestar tremendo entre las tropas y la mayoría de la gente que antes salía con sus banderas. Los componentes de una crisis general se fueron acumulando. A finales de 1915, las grietas en el movimiento obrero resultan plenamente detectables. Entran en abierta crisis los diversos “modelos gradualistas” establecidos desde las secciones de la socialdemocracia clásica que habían vertebrado los grandes partidos y sindicatos. Los puntos de mira del nacionalismo estrecha resultan cuestionados por la irrupción de una corriente internacionalista, muy crítica con los desastres de la guerra. Muchos se verán obligados a cambiar de expectativas, al menos durante una primera fase. En los años siguientes la II Internacional reconstruida evoluciona hacia la derecha, rechaza la revolución de Octubre al igual que se desentiende de la República española.
La revolución sigue viva, se manifiesta en lugares tan diversos como Gran Bretaña (1926-1927), China (1937), Francia (jornadas de julio del 36), España (1934-1937), pero el significado de Octubre se ha invertido: la camarilla burocrática –como la socialdemocracia alemana- tema más a la revolución que al pecado. Convertido en un partido-Estado liderado por una élite que reproduce bajo el lenguaje revolucionario las pautas de la “gran Rusia”, hacen que la Internacional Comunista invierta sus propósitos. Estos ya no son la revolución sino los intereses de la política exterior rusa, el socialismo en un solo país pasa a ser el socialismo en ningún otro país. Los desastres se suceden: en Alemania el partido comunista estalinizado asegura que la mejor manera de luchar contra los nazis era ajustar las cuentas contra la socialdemocracia, en Francia y en España, Stalin antepone sus acuerdos con los vencedores de la “Gran Guerra”, y combate cualquier tentativa revolucionaria.
La consecuencia de tales desastres acabaría siendo la II Guerra Mundial. El socialismo queda para una etapa lejana. Los partidos comunistas ocupan en buena medida el lugar de la socialdemocracia con un matiz, como esta se atiene a las reivindicaciones parciales al tiempo que consagra 1917 como el nacimiento de la URSS “la patria del proletariado”. La iniciativa recae en los Estados Unidos como guardianes del orden internacional.

6. La principal batalla. Aquella “maldita guerra”, la que había causado la mayor crisis
humanitaria jamás conocida, fue ante todo una “guerra interimperialista” (Lenin), una crisis de civilización que ve crecer las riquezas al tiempo que las guerras y las miserias extremas en el planeta. Una colisión que situó la humanidad ante el dilema del socialismo o la barbarie.
Una nueva realidad que se traduce por la emergencia de desafíos totales. De crisis sociales que situaron al movimiento obrero internacional ante la necesidad de una revisión drástica de los criterios emancipadores tales como:
a) el esquema del fatalismo determinista –con sus presuntas leyes naturales- alrededor de una creciente “maduración socialista” a la manera de Bernstein o los fabianos británicos que aseguraban que el socialismo llegaría gradualmente en los países que expoliaban a sus colonias, tema sobre el que apenas sí se hablaba más allá de algunas declaraciones;
b) el modelo de la socialdemocracia clásica en su esplendor teorizada por el “centro ortodoxo” representado por el longevo Karl Kautsky, el sueño de un “Partido“ que guía al  pueblo atrasado con su labor educativa y orgánica, construido con todas sus redes sociales (cooperativas, sindicatos, prensa, etc.) que se convierten en una finalidad en sí misma;
c) la ruina de la concepción abstracta del internacionalismo, olvidando la existencia del colonialismo y de los conflictos interimperialistas. También se el pretexto del “realismo”, que llevó a muchos “padres” de la internacional a un realineamiento chauvinista nacional en agosto de 1914 (votando los créditos de guerra): esta conversión chauvinista entra en contradicción con las resistencias de una amplia franja del movimiento obrero y popular…
Es el momento de los soviets o consejos obreros como instrumentos de una democracia directa: sufragio universal, debate público, pluralismo político y toma de decisiones contrastadas entre mayorías y minorías. Los soviets actúan como vínculo de aprendizaje y ejercicio de una democracia desde abajo jamás antes conocida. Instrumentos de un doble poder instituido, donde obreros, campesinos, soldados insurrectos, veían -antes que en los programas de los partidos que daban apoyo al gobierno provisional o en la Asamblea Constituyente– “la solución a sus problemas”. A pesar de las deficiencias organizativas o en materia de representación, las masas consideraron a los soviets como “sus órganos” naturales de asamblea y resolución.
El nuevo “poder soviético” tiene la virtud de “plantear” que la revolución es posible (Rosa Luxemburgo), sí bien los errores y horrores del estalinismo hayan permitido ocultar todo lo demás.

7. Dinámica sustituísta. En medio de este proceso épico pero repleto de dificultades, la dinámica soviética acabara perdiendo aliento, se deteriora. Entre la multiplicidad de factores que intervienen en su curva descendente del impulso inicial, es importante registrar algunas decisiones político-institucionales, que se manifiesta a través de la polémica disolución de la Asamblea Constituyente que aparta a sectores en desacuerdo; de la creciente integración de los soviets al sistema de gestión administrativa (estatal) del Consejo de Comisarios del Pueblo (Sovnarkom) que afectan a su carácter de “democracia directa”; de la centralización de estos en el Comité Ejecutivo Pan-Ruso (VTsIK), y particularmente sus modalidades de gestión desde abril-mayo de 1918; del cisma de los eseristas (populistas) de izquierda amén de los mencheviques de izquierda, de los órganos soviéticos centrales, en junio de 1918 lo que significó una ruptura con un planteamiento unitario que había estado muy presente desde los soviets en 1917; del control sobre los soviets que, desde julio de 1918, pasa a asumir el Ministerio del Interior provinciales acrecentando la centralización, así como de los decretos y ordenanzas sobre las “cortes de justicia” o sobre la controvertida “Cheka” (Comisión Extraordinaria para la Seguridad del Estado) en noviembre de 1918, que reflejan la carencia de una conciencia del peso autónomo de este organismo en una revolución que resulta cada vez más identificada con el Estado.
Todas estas y otras decisiones con sus secuelas de efectos prácticos, dejaron de manifiesto “los peligros profesionales del poder” (Christián Rakovski) desarrollados entre la imposición de medidas para defender la revolución y las derivaciones autoritarias y arbitrarias en nombre de dicha revolución. Es un momento en el que la victoria militar revolucionaria hace creer a los líderes de la revolución (en especial a Trotsky que no tardó en rectificar) que la “militarización” era una fórmula garantizada cuando en realidad, los acontecimientos de marzo de 1921 en Kronstadt que más allá del debate sobre su viabilidad al final de la guerra, significó una brecha en la vanguardia revolucionaria. Ya no se trataba de combatir a los “blancos” que mataban y destruían cualquier vestigio de poder popular, sino de la propia base social de la revolución.
Se trataba de una dinámica que –de alguna manera- ya había sido profetizada por Trotsky en 1903. Según éste el centralismo leninista produciría un proceso de sustitución al final del cual todo quedaba en manos del secretario general se cumple. No a través sino a pesar del partido del bolchevismo de 1917, sin como consecuencia del trágico desgaste de la guerra.
Buena parte de los mejores mueren en la lucha, y en su lugar emerge una coalición entre los viejos funcionarios y de un aparato que acabará dominando los pasillos del poder. La lógica fue criticada desde el propio bolchevismo (Oposición obrera), por Rosa Luxemburgo así como por los anarquistas que lo vieron como una negación de los criterios expresados por Lenin en “El Estado y la revolución”…Desde dentro, los bolcheviques (en especial el Trotsky del momento), entiende que esta era la única vía posible de victoria.
Con el tiempo se verificará que –intenciones aparte- no tenía razón.

8. La tentación del abismo. Las dificultades de la alianza obrero-campesina planteado en buena medida por conveniencia y siempre fluctuante, un pacto que abarcaba amplias capas campesinas con el partido bolchevique, acabó siendo un elemento explicativo para entender los sucesos político-militares de esta guerra a vida o muerte que culminó con la victoria del campo revolucionario. Los jefes blancos de la reacción burguesa-imperialista nunca pudieron estabilizar las relaciones con el campesinado, para los que justamente representaban el pasado de los terratenientes zaristas, con todas sus secuelas explotación, opresión y una interminable cadena de humillaciones para el campesino pobre sobre cuya realidad dejó cumplido testimonio la literatura. Los “blancos” significaban el regreso al oscurantismo y el látigo.
No obstante, la guerra civil también aceleró otros problemas, concreto como lo fueron
la fractura del “tejido” social amplio de apoyo revolucionario. La crisis económica que tiene la amplitud de una catástrofe humanitaria, tanto es así que el gobierno se ve obligado a echar mano a la ayuda internacional. A esto se le añade el desarrollo de una desurbanización acelerada que acentúa la drástica reducción de los “polos obreros” fabriles en los que se asentaba “la vanguardia de clase”. Este proceso va acompañado por la absorción de miles de miembros del partido bolchevique (y de otros partidos), en las tareas militares del Ejército Rojo o en funciones administrativas, con pérdidas humanas cuantiosas y “reconversiones” profesionales masivas.
De todo esto resulta que el personal político, administrativo y de “seguridad”, seleccionado en (y para) la guerra civil, pasa a ocupar cargos en el partido, el Ejército Rojo y el Estado. El PCUS se “militariza” y cambia su base de composición. Al finalizar la guerra civil, quedan muy pocos de los 25 mil miembros de febrero de 1917. Habría que remontarse a los años 1903-1912, para encontrar una mutación tan significativa. Este cambio en la membresía del partido es una ruptura de la continuidad y de la experiencia acumulada, de la formación y la tradición política del partido. De ahí las graves dificultades para comprender la “transición” de los años 1923-1928 y la escasez de reflejos inicial ante un proceso de burocratización que cuando comienza a ser denunciado ya ha tomado vida propia.
Al final solamente quedará una minoría de los bolcheviques de 1917…10/

9. NEP. Pese a los inconmensurables estragos sociales, económicos y humanitarios de la “guerra civil”, el partido socialdemócrata que había pasado a llamarse comunista
(bolchevique) dispuso de ciertas capacidades tanto para operar cambios como para una elaboración táctica y estratégica. Y fueron aprovechadas. Prueba de ello es la instrucción de la Nueva Política Económica (NEP) y los debates políticos que tuvieron lugar que contribuyó a mejorar ostensiblemente la situación pero que no pudo garantizar un proceso de crecimiento que permitiera al país salir de las condiciones de bloqueo y de amenaza constante.
En este proceso se incluyen la clausura de la democracia interna en 1921 (prohibición de las tendencias y fracciones en el seno del partido), constituyeron un paso atrás que condujo al fracaso del intento de restituir una dialéctica de regeneración de la sociedad y de una removilización política conciente que siempre provenían de las voces discrepantes. Semejante error (justificado como transitorio en medio del cerco) terminó creando las condiciones que facilitaron la introducción de más medidas autoritarias y represivas. Primero contra las fuerzas políticas de la izquierda no-bolchevique, que apoyaban críticamente la revolución. Igualmente impidió el desarrollo de instrumentos democráticos para debatir, públicamente, las diferentes opciones que se abrían en el nuevo escenario político, económico y social, y para restablecer las relaciones con el campesinado permitiendo que el partido acabara confundiéndose con un aparato cada vez más ligado al Estado.
En este contexto se sitúa la sangrienta represión contra la “comuna de Kronstadt”(marzo de 1921), con el consiguiente aplastamiento de los insurrectos en una situación bastante caótica. Es cierto que la base social ya no era la misma, también que los blancos trataban de sostener la propuesta de “soviet sin bolcheviques”, y el miedo a un recrudecimiento de la guerra convención incluso hasta a los delegados de la “Oposición Obrera”, pero fue la “información” proveniente de la Cheka, un instrumento que se estaba mostrando especialmente ambivalente, la que en última instancia determinó la reopresión. Por lo demás, el hecho demostraba que la fortaleza considerada “orgullo y gloria” de la revolución, pasaría a simboliza el cariz trágico que estaba tomando un “poder soviético” en el que los “soviets” carecían de potencia y de autonomía. 11/
En una sociedad postrada por las penurias y la destrucción de una guerra civil alimentada por los gobiernos imperialistas, el curso hacia un partido monolítico y administrativo se aceleró. Los nuevos miembros “seleccionados” en los años 1919-1922, serán absorbidos por el aparato del Partido-Estado en base a sus “atributos” burocráticos. Se iniciaba -con todas las ventajas objetivas- el camino de la contrarrevolución estalinista.

10. Un soviet en Londres. Entre los trabajadores y el personal idealistas del mundo, el
ejemplo soviético suscitó una ilusión desmesurada, incluso en las grandes metrópolis. De ahí que el laborista de derecha Ernest Bevin justificó el distanciamiento británico argumentado que de otra manera se arriesgaban a que se creara "un soviet en Londres”. El caso del anarcosindicalismo hispano fue especialmente emblemático. En un principio la vieron como “su revolución”, como el inicio de la anarquía, después de las consecuencias de la guerra civil, la desilusión fue igualmente concluyente. En realidad, el régimen surgido de este período (1917-1922), extensible cuanto menos hasta 1928 que marca un punto de inflexión en el ascenso de la burocracia, no puede ser caracterizado como “socialista”, como “el reino de la libertad” que hablaba Engels. Ni tan siquiera era un “Estado obrero” como lo pudo ser la comuna. Las ideas de los clásicos en cualquiera de sus variantes, permiten llegar a una conclusión que ya había aventurado Lenin al definirlo como “Estado obrero burocráticamente degenerado”, con la particularidad de que los grados de degeneración alcanzan en la segunda mitad de los años treinta niveles absolutamente desquiciados. Su evolución recuerda en no poca medida la vivida por los “jacobinos negros” en Haití, un país que pagaría muy caro el triunfo de su revolución.
A lo largo del tiempo que sigue hasta 1989, Octubre 1917 se convirtió en el epicentro de un debate de ideas especialmente crispado en el que la ofensiva imperialista fue absolutamente determinante. Se hablaba de conceptos que se remitían a su génesis pero que - como la “dictadura del proletariado” poco tenía que ver el cúmulo de circunstancias adversas.
Un tiempo en que el que legitimidad revolucionaria se explica por su propia existencia, por unos apoyos excepcionales que explican sin ir más lejos la creación del Ejército rojo y la victoria final. Las diversas instituciones que presidieron la afirmación de la victoria del “poder soviético”; las contramarchas bolcheviques; el enfrentamiento revolución/contrarrevolución; las discusiones que marcaron cada una de las fases y de las distintas fuerzas sociales y políticas que componían el proceso. Será en tal sentido que una reflexión histórica sobre Octubre 1917, conecta obligatoriamente pasado con presente. Nos sitúa ante la temática propia de un proyecto de cambio radical de la sociedad: el sujeto social (“fuerza motriz”) de ese cambio; los instrumentos políticos que ese sujeto debe construir; el programa de ruptura anticapitalista; así como considerar muy seriamente la cuestión de la estrategia ligada a la “conquista del poder”; las relaciones entre clases sociales/partidos y auto-organización de las masas o sea de un poder que está dejando de serlo desde el primer momento.
En las condiciones presentes de la “contrarrevolución neoliberal” con sus dramática consecuencias en términos de crisis humanitarias, desastre ecológico, explotación exacerbada y opresión nos ha situado en el terreno contrario al que prometían. En el espacio de una creciente agudización de la lucha de clases. En esta nueva  perspectiva, Octubre 1917, sigue siendo un campo de batalla a pesar de la distancia histórica que nos separa de un “acontecimiento” que todavía conmueve el mundo y sobre el que contamos con un lecciones tanto sobre lo que se puede hacer como sobre lo que no. Por eso es tan importante el debate entre las escuelas que insisten en que la duda es necesaria, como lo es el imperativo categórico de estar al lado de la tierra, de los humillados y ofendidos de los que hablaba Feodor Dostoievski.

Notas
1/. La euforia que siguió a la victoria de Stalingrado fue tal que no pocos discrepantes de filiación anarquista y/o trotskista de entonces, llegaron a la conclusión de que, al final de cuentas, Stalin había acabado demostrando que sus métodos fueron los más “realistas”. Esto explica que pensadores de la altura de Sartre creyera que el estalinismo no debía de ser criticado porque eso significaría desanimar a la clase oprimidas representadas por los obreros de la Renault. Esa idea fue expresada aquí en la clandestinidad con el criterio de qué “había que dejar la crítica al estalinismo al Arriba” (diario del “Movimiento”)
2. El entramado de esta derrota está fraguado mediante un pacto con la socialdemocracia que apareció como un muro de contención en el movimiento obrero, un episodio harto revelador explicado en obras La CIA y la guerra fría cultural, Frances Stonor Saunders (Debate. Madrid, 2001) Encuentro revelador el ejemplo de Max Eastman, compañero de John Reed, cofundador USAPC, amigo de Lenin y Trotsky. Max se fue resistiendo a la presión medio ambiental sobre todo en lo referente al valor moral de estos, hasta que finalmente se sometió. Ver al respecto: Herejes  rrepentidos. La izquierda norteamericana de la primera mitad del siglo XX, de Susana García-Cereceda López (Centro de Estudios Políticos y constitucionales, Madrid, 2001). De experiencias como las suyas se desprende que en esta evolución influyeron tanto una posible tendencia acomodaticia como el rechazo causado por el horror estaliniano que Eastman, conoció de cerca y tempranamente.
3/. En la mitad de los años ochenta tuvo lugar una suerte de “congelación” de los libros de izquierdas y fueron numerosas las editoriales que se habían distinguido en el tardofranquismo que tuvieron que cerrar. La negación de Octubre se hizo ley con el felipismo, y en este sentido creo significativa las palabras de un viejo amigo que me respondió a una observación malévola sobre su cambio de bandera: “No te preocupes, sí volvéis a ganar volveremos a elogiar la revolución”.
4/ Para un estudio detallado de la recepción bibliográfica sobre Octubre y sus consecuencias me remito a los dos apartados propios incluidos en la obra colectiva La revolución rusa pasó por aquí, dirigida por Pelai Pagès y yo mismo y cuya edición repara Laertes, Barcelona.
5/ Resulta de interés las reflexiones de Perry Anderson, La historia de los partidos comunistas incluida en Historia popular y teoría socialista, editada por Raphael Samuel
(Crítica, Barcelona, 1984) Anderson estima como apasionante el ensayo de Fernando Claudín, La crisis del movimiento comunista (Ruedo Ibérico, París, 1970), seguramente el trabajo más concienzudo sobre esta historia realizado entre nosotros.
6/ El destino del personaje Ramón Mercader pasó desde el anonimato a convertirse en
la prueba del papel del aparato estalinista en la trama del asesinato de Trotsky, para acabar convertido (junto con su madre Caridad) a través de la novela, el cine (la mejor Asaltar los cielos) y cierta bibliografía en la abusiva representación de una militancia comunista fanática y embrutecida. También existen tentativas más complejas como la probada por Jorge Semprún en La segunda muerte de Ramón Mercader, que se puede entender en clave Dr. Jekyll y...El estalinismo causó trastornos múltiples, anotemos como ejemplo el caso de André Marty que se negó a obedecer el pacto nazi-soviético, y que luego comenzó a denunciar la “dolce vita” de los dirigentes del PCE. Fue expulsado y tratado como “trotskista” al final de su vida.
7/ La “maldición” de Octubre no ha sido muy diferente a la padecida por la República de Cromwell o por la toma de la Bastilla de 1789. En este último caso, con ocasión del
Bicentenario historiadores de la plantilla neoliberal insistían en que se trató de un antecedente del…Gulag.
8/ Dudo que existan reflexiones más lúcidas y elaboradas que las efectuadas sobre lo que luego se llamaría estalinismo, que los recogidos por Moshe Lewin en El último combate de Lenin (Lumen, Barcelona, 1970), disponible en
https://marxismocritico.files.wordpress.com/.../lewin-moshe-el-c3baltimo-combate-
9/ No hay que ir al Ensayo sobre las revoluciones del Vizconde de Chateaubriand para
encontrar un antecedente de un rechazo total y sistemático de las revoluciones antiguas, basta con obras como la del egiptólogo Nicholas Reeves autor de Akhenatón, el falso profeta de Egipto (2002) quien, en consonancia con la campaña denigratoria de las revoluciones hasta su última raíz, compara al herético faraón con…Hitler y Stalin, ambos amalgamados por más que representaran realidades socialmente diferenciadas, por ejemplo que Hitler invadiera media Europa y que el sueño de Stalin fuese el de quedarse con una “Gran Rusia” en la que ya no constaban ni Finlandia ni Polonia. Semejante fervor antirrevolucionario se atiene a la misma regla que la del “totalitario”: los que se oponen al Imperio lo son, pero los que pactan son a lo máximo “autoritarios”. Así Franco pasó de una cosa a la otra en virtud de los pactos con los EEUU.
10/ Kronstadt fecha lo que para los anarquistas sería el fin de la revolución. La aportación libertaria más cercana es la de Julián Vadillo, Por el pan, la tierra y la libertad. El anarquismo en la Revolución rusa (Volapük, 2017), y más recientemente el trabajo de Carlos Taibo, Anarquismo y revolución en Rusia (1917-1921, Libros de la Catarata, 2017)...Taibo es también el autor de La Unión Soviética. El espacio ruso-soviético en el siglo XX (Síntesis, 1999) en la que se insiste en responsabilizar a la “tentación autoritaria” de los bolcheviques como el factor determinante de todo lo que vendría después.
11/ En La lógica del terror. Stalin y la autodestrucción de los bolcheviques, 1932-1939, sus autores J. Arch Getty&Oleg V. Neumav, que han podido acceder a documentación desclasificada de fechas recientes, coinciden con un criterios ya expresado por Serge en su día, denunciando “un pensamiento causal sin matices y politizaron las conclusiones. Se popularizaron cadenas deterministas como Lenin igual a estalinismo/totalitarismo, a terror, “o que el estalinismo era un producto inevitable del leninismo. Sin embargo, como apuntó hace veinte años Stephen Cohen en su ensayo sumamente sugerente, las circunstancias que rodearon la revolución rusa y el bolchevismo podían propiciado resultados dispares.

lunes, 31 de julio de 2017

CINE Y GUERRA ESPAÑOLA. 1. EBRO, DE LA CUNA A LA BATALLA (Román Parrado, TV3, 2016) es una modesta película que cuanto menos demuestra que nuestra épica como país está en la revolución y en una resistencia antifascista interminable… Escrita por Eduard Sola, la trama incide en las diferencias entre republicanos y “nacionales”: El bando fascista dispone de la ayuda incondicional del armamento y los hombres facilitados por Hitler y Mussolini mientras el ejército republicano se ve ignorado por una Europa más preocupada por una posible Gran Guerra que por el destino de España. En este ambiente el cruce del Ebro parece la mejor táctica republicana para invocar las alianzas internacionales indispensables y demostrar, a la vez, la resistencia frente a los fascistas, que llevan impulso hacia la En mil novecientos treinta ocho muchos jóvenes de diecisiete y dieciocho años fueron reclutados para una de las batallas más conocidas y cruentas de la guerra civil española. Esta película para televisión nos narra la historia de varios de ellos, alternando los acontecimientos del frente con los del propio gobierno de la República e introduciendo algún que otro romance surgido en el fragor de la batalla. Todo ello sin dejar en muy buen lugar a ninguno de los dos bandos, y con una ambientación sucia y realista que consigue ponernos en situación. Apenas ochenta minutos de duración, unas interpretaciones serias y diferentes tramas entrecruzadas agilizan y hacen muy recomendable este drama bélico que constata las tensiones entre Azaña y Negrín, la traición de las democracias liberales y el inicio de una derrota de consecuencias incalculables.
EL CANON NEOLIBERAL SOBRE LA URSS: VOLKOGÓNOV. Dmitri Volkogónov (1926-1995) o como ser historiador oficialista. Este señor se convirtió en el historiador comodín del régimen soviético en sus diversas fases, hasta acabar al servicio de Yeltsin y elevado a los altares por el neoliberalismo. Como militar llegó a general, historiador y político ruso a pesar de que su padre fue fusilado en 1937 como "enemigo del pueblo", y su madre murió en 1949 en Siberia, en el destierro. Esto no le impidió ser un leal servidor del régimen, logrando ser jefe del departamento de guerra psicológica de la Dirección General Política del Ejército. Siguió el compás de los cambios de manera que, en su libro Guerra psicológica (1983), llamó "renegado" y "emigrante interior" al premio Nobel y defensor de los derechos humanos Andréi Sájarov, y "traidores a la patria", "desecho moral y basura social" a disidentes como el escritor Alexandr Solzhenitsin, lo que le impidió más tarde “arrepentirse” para caer de pie nuevamente:. Sus cambios le llevaron a ser una de las voces de la perestroika, y cuando esta fue desechada, empezó a encontrar problemas con el régimen soviético que no había tenido antes. Al parecer En 1987 propuso reformar los órganos políticos del Ejército y de inmediato fue destituido y enviado al Instituto de Historia Militar. Allí quiso incluir una serie de verdades amargas en la historia de la Segunda Guerra Mundial que estaban preparando, por lo que en 1990 perdió su puesto de director del instituto. En 1991 Volkogónov entro en el equipo del presidente Borís Yeltsin como asesor militar y al año siguiente fue nombrado jefe de la comisión parlamentaria que recibió los archivos del PCUS y del KGB. Como historiador se hizo famoso en 1988, cuando publicó la biografía del dictador lósif Stalin en la que “descubría” una realidad que ya habían descrito décadas antes autores como Borís souvarine, Victor Serge, León Trotsky o Isaac Deutscher. Dado su éxito proyectó una trilogía Líderes, completada con León Trotski y, finalmente, de Vladímir Lenin siguiendo las tendencias dominantes: “El comunismo era culpable”. Así confesaba "Yo era leninista", pero después de descubrir 3.724 documentos antes guardados en secreto "sufrí la más grande conmoción de toda mi vida". Entonces Lenin se convirtió en la encarnación del demonio. Con esta capacidad de estar al lado del poder, Volkogónov fue diputado en las últimas tres legislaturas rusas. Antes de morir dejó concluida Siete jefes, sobre los dirigentes soviéticos desde Lenin a Mijaíl Gorbachov, y ha quedado como un portavoz del negacionismo oficialista, como un reconocido “desenmascarador” de los crímenes cometidos por los dirigentes bolcheviques en un una Rusia que abandona a Dios (el Zar)
A pesar de estas credenciales, ello no es obstáculo para que sea citado como una autoridad como hace Eduard Puigventós Lopez, responsable de un retrato exhaustivo de Ramón Mercader. Puigventós cita como sí de un dogma papal se tratara el siguiente punto de mira: “Stalin sencillamente aprovechó el momento y recogió el testigo de un bolchevismo autoritario desde la raíz, habituado a la violencia y a la imposición de unas ideas que les parecían justas, pero que aplicaban sin arrepentimiento”. El autor no puede por menos que reconocer el caudal de idealismo militante, sí bien este ideal “quedó sepultado bajo un estatismo autoritario que dio resultados tan aterradores como las purgas soviéticas de los años treinta y el totalitarismo y terrorismo de Estado de Stalin”.
Con esto yaa está dicho todo. No existe necesidad de nada más como es ya tradición desde que se impuso el canon neoliberal.
1. DE LA DERECHA A LA IZQUIERDA (RADICAL) Sí existe un caso ejemplar de este evolución es la de Ignacio Fernández de Castro (Comillas, 1919 - Sant Joan de Mallorca, 17 de septiembre de 2011) que fue un joven soldado con las huestes franquistas pero que acabó siendo uno de los creadores de ese pequeño “milagro” de la izquierda español, vasca y catalana que fue el Frente de Liberación Popular, el FLP, el llamado Felipe, creado en 1958. Vino impulsado por el joven diplomático Julio Cerón Ayuso y cuyo ideólogo más valioso –junto al psiquiatra cordobés José Aumente y el sociólogo Jesús Ibáñez– fue Ignacio Fernández de Castro, que ejercía entonces de abogado laboralista en Santander. El FLP recibió con los brazos abiertos la revolución cubana y la argelina, se abrió a los movimientos de liberación del Tercer Mundo en una pista que nos lleva a un terreno poco conocido: la ingente labor editorial de sus componentes y simpatizantes, sobre todo en Cataluña (Nova Terra, Fontanella, Edició de Materials) Esta generación también resultó decisiva en la creación del Ruedo Ibérico. Fernández de Castro que se tuvo que exiliar en 1962 y vivió hasta 1970 en París, colaboró estrechamente con el increíble Pepe Martínez en y publicó su obra más importante, “La demagogia de los hechos”, que aún se tiene en pie comenzando por un título que es como una bofetada contra los cínicos. Se le achacaba haber tomado parte “como observador” en el famoso “Contubernio” de Munich, donde la izquierda liberal y proyanqui trató de crear un frente oposicionista contra Franco pero también contra el PCE.
Entre sus libros de entonces destaca una “Teoría de la revolución”, por la misma poca publicó igualmente un breve opúsculo (¿Unidad política de los cristianos?) en el que se distanciaba por la izquierda de la democracia cristiana. Ambos se publicaron en la editorial Taurus, entonces propiedad de Pancho Pérez González. Todas estas obras tenían un marcado influjo del filósofo católico francés Emmanuel Mounier y de las revistas Esprit y Témoignage Chrétien, según como situados a la izquierda del PCF. Con anterioridad, ya la revista catalana El Ciervo, dirigida por Lorenzo Gomis, había acogido posiciones semejantes aunque con un tono más templado y plural. Cerón, Fernández de Castro y Aumente eran mucho más radicales, eran revolucionarios, con posiciones a la izquierda del PCE aunque sin su pedigrí: los comunistas eran profesionales, los "felipes" aficionados. Por esa banda se recompuso el catolicismo político de izquierdas que ya había dado sus primeros pasos durante la República, cuyo mejor exponente por sería el Alfonso Carlos Comín de “La España del Sur”. Esta primera generación acabó apartado del último FLP, el más inquieto y combativo, el mismo que daría paso a la creación de la LCR.
Honesto hasta la exageración en lo personal y en lo intelectual, prefirió siempre ejercer una labor callada, en defensa de sus ideas que evolucionaron de una manera muy particular hacia una cierta ultraizquierda, tal como quedaría expresado en la revista “Teoría y práctica” que tuvo un cierto predicamento durante los agitados años de la Transición. La suya fue una figura clave y significativa de una cierta oposición radical al franquismo y al capitalismo, dos caras de una misma moneda. Representó perfectamente el relevo de la izquierda republicana del exilio interior, cuyos componentes vivían aterrorizados. Se trata de un personaje digno de mayor recuerdo, y sobre el que se puede ver Las palabras de Max (1978) una curiosa película dirigida por Emilio Martínez-Lázaro que consiguió el Oso de Oro, Premio OCIC del Festival de Berlín, un pretexto para volver a tratar sobre este héroe casi anónimo otro día.
LOS MARES DEL SUR EN EL CINE. 1.: RETORNO AL PARAÍSO O EL SUEÑO LOS MARES DEL SUR. Los pueblos de los mares del sur con sus playas de ensueño y sus formas de vida en la que la represión no pasaba de la condena al ostracismo y la libertad sexual era legendaria tal como las conoció el capitán Cook y la soñaron los insurrectos de la Bounty, siempre nos hicieron soñar. En el siglo XVIII fueron el componente central en la idea utópica del “buen salvaje” no contaminado por una civilización violenta y corrupta, y así lo plasmaron pintores, poetas, escritores y también cineastas como parte de una suerte de atractivo subgénero del cine de aventuras. Entre sus muchos ejemplos vale la pena registrar “Return to Paradise” una modesta una película dirigida por el mediocre Mark Robson (la mejor Más dura será la caída) con un Gary Cooper pletórico, el bíblico Barry Jones como un sacerdotes puritano y dictatorial (“un Mussolini” según el personaje de Coopere) que domina una pequeña isla de la Polinesia, y la nativa Roberta Haynes…La historia tiene su punto de interés, Morgan, el héroe individualista (hijo de un irlandés insurrecto que fue maltratado por la vida), da la cara por él, por su libertad, pero la consigue gracias al apoyo del pueblo sometido que se pone a su lado liderada por una nativa. Esta se convertirá en su amante, la dará una hija y ella morirá en el parto, y el individualista vuelve a lo suya hasta que al regresar acaba convirtiéndose en el apoyo de su hija ahora en una isla donde el sacerdote tiránica ha cambia…Mark Robson no aprovecha el paisaje bellísimo de la isla, y se centra más en una pequeña historia de la que tampoco sabe sacar partido. Con todo se trata de un film agradable que se puede encontrar en FILMIN, y cuya contenido liberador no resulta finalmente tan claro. No obstante se le puede considerar como una interesante alegoría a la ocupación imperial y del colonialismo religioso, dos temas que suelen aparecer sugeridos en el cine de los mares del Sur aunque raramente entran de pleno en la trágica destrucción moral y cultural de estas culturas que ahora se han convertido en negocios en la que los nativos han acabado siendo objetos del corruptor negocio turístico que ensucia todo lo que toca.

sábado, 24 de junio de 2017

Turismos y limpiadoras. Propuestas para debatir desde el cine.



Turismos y limpiadoras. Propuestas para debatir desde el cine.

Pepe Gutiérrez nos recomienda algunas películas para usar el cine como medio de educación sindical. Una selección de obras para debatir especialmente sobre turismos y trabajos de limpieza.

Crédito Fotografía: Vacaciones en Roma
Un sindicalismo que trate de desarrollar su mejor potencial debería de contar con una red de entidades y colaboraciones a su favor. Una de ellas, una sala de proyección que funcionara como cine-club, podría incidir seriamente en el impulso de la formación de sus afiliados, así como en la difusión de sus razones y propósitos. Después de un siglo largo de historia existe una cierta filmografía asimilable para actividades de difusión y reflexión. Como una ayuda que puede resultar inapreciable desde muchos puntos de miras. Desde visualizar los temas de derecho hasta suscitar debates y reflexiones colectivas, la colectiva-participativa es la mejor manera de relación con el arte más asequible jamás conocido.
Esta entidad no lo tendría fácil a la hora de registrar un material fílmico adecuado, pero, después de un siglo largo de historia del cine, no es poco lo que se puede encontrar sí nos referimos al tema del “servicio”, y una entidad activa puede encontrar un material valioso para conocer y debatir. Baste un apunte: el tema de las criadas negras en películas como Lo que el viento se llevó. No solamente por el papel de la emblemática “Mammy” Hattie MacDaniel (la primera actriz de color compensada con el Oscar a la Mejor Actriz de Reparto, una recompensa más que merecida), también por un momento en el que los “caballeros” del sur realizan una “razzia” contra los negros libertos, una gesta de Ku Klux Kan en la novela. O sea, contra el servicio que se había rebelado, una historia sobre la que existe una creciente filmografía. Éste podía ser uno de los numerosos apuntes sobre una temática desbordante, el mismo que nos lleva al gran tema de la lucha de clases en la pantalla.

Cine con componente feminista

Como se trata de buscar círculos de aproximaciones, tenemos que escoger un hilo que nos guía sobre un cierto laberinto. Esto nos debería llevar al redescubrimiento de una tradición de cine obrerista que tuvo su punto más alto en la segunda mitad de los años veinte en la URSS, sin olvidar capítulos como el que del cine realista francés del Renoir de los treinta, el cine anarquista en la zona republicana, el neorrealismo italiano y norteamericano…
En este apartado nos encontramos con un componente feminista como es notorio en un título tan importante por su contenido como por las condiciones de su realización: La sal de la tierra (Herbert J. Biberman, The Salt of the Earth, USA, 1954), con la mítica Rosaura Revueltas. La lista se puede ampliar con otras obras clásicas de carácter reivindicativo y además asequibles, no olvidemos que según Godard decir cine norteamericano es un pleonasmo. Así podemos citar entre otras: Norma Rae (Martin Ritt, USA, 1979); Silkwood (Mike Nichols, USA, 1983); Erin Brockovich (Steven Soderbergh', USA, 2000); Harlan County War (Tony Bill, USA, 2000), obras muy desiguales pero sin duda necesarias por más que fueron ante todo “encargos” para el lucimiento de las protagonistas (Sally Field, Mery Streep, Julia Roberts y Holly Hunter, respectivamente).
La sal de la tierra
Entre las producciones europeas hay que registrar no pocos títulos al menos parcialmente valiosos como Arroz amargo (Giuseppe De Santis, Italia, 1949), que fue vista más en clave erótica ya que convertía a Silvana Mangano en el oscuro objeto del deseo masculino en una España carpetovetónica; Noble gesta(Luigi Zampa, Italia, 1947), La vieja dama indigna y Ruda jornada para una reina(Rene Allió, Francia, 1965, 1973) con una inigualable Simone Signoret; Delito de amor (Luigi Comencini, Italia, 1974), que al igual Skilwood, implicaba una denuncia ecológica muy potente y además era mucho mejor.
Entre unas y otras podemos anotar una curiosidad: Yo creo en ti(Call Northside 777, Henry Hathaway, USA, 1949), un extraño policiaco basado en una historia real. En 1932, Frank Wiecek fue condenado a 99 años de prisión por un crimen que no cometió. Doce años después, su madre, que años tras años limpiando pisos ha ahorrado 5.000 dólares, centavo a centavo, publica un anuncio ofreciendo ese dinero como recompensa para quien le dé la información que permita descubrir al verdadero criminal. Un escéptico periodista inicia una investigación…Es la integridad de esta señora de la limpieza (Helen Walker) la que mantiene toda la trama. La que lleva al hijo a resistir y al periodista a no ceder antes las presiones. A añadir que en Cortina rasgada (USA, 1966) Alfred Hitchcock subraya el duro trabajo de las fregonas en las universidades para subrayar como los “comunistas” maltrataban el trabajo.
Un tramo más adelante nos encontramos con una maduración temática ligada a la filmografía de la “nouvelle vague” o al “free cinema” nos revelan una nueva mirada, amén de un cierto número de títulos dignos de revisión como Dos o tres cosas que yo sé de ella (Jean-Luc Godard, Francia, 1967) con una estupenda Marina Vlady que luego encarnará a una mujer del 68 en Le temps de vivre (Bernard Paul, Francia, 1969). Sin embargo, no será hasta más tarde, con títulos tan lúcidos como La encajera (La dentellière, Claude Goretta, Suiza, 1977) que incide sobre un punto neurálgico en toda opresión: el de la autoestima, que se puede hablar de un cine feminista y de clase con una conciencia clara de la magnitud de la cuestión. En esta lista se incluyen títulos duros y complejos como La ceremonia (Claude Chabrol, 1995) que refleje la dimensión más dramática de la diferencia de clases a través de un motivo criminal, como ese asesinato de una familia burguesa completa a disparos de su doncella y una marginada empleada de correos Otra de las manifestaciones de la conciencia feminista ha venido de la mano del interés por aquellas mujeres que han afrontado oficios supuestamente opuestos a la feminidad, bien sea por sus solicitaciones físicas, bien por su competitividad con los hombres resulta patente en La chica de la fábrica de cerillas (Aki Kaurismäki, Finlandia, 1990), una película indispensable cuya veracidad garantiza una buena discusión.

Mujeres en el cine español

El paisaje se convierte en desolador si pasamos por la filmografía franquista, no hay que olvidar que las mujeres fueron las principales derrotadas de la guerra. La mujer como “reposo del guerrero” resultaba omnipresente en la filmografía arribaespaña, en un listado que va desde Raza (J.L. Sáenz de Heredia, 1941) hasta La fiel infantería (Pedro Lazaga, 1960, con guión de Rafael García Serrano). Durante este tiempo hubo un grupo de actrices especializadas en cometidos de criadas, recordemos esa maravilla de Berlanga llamada Plácido (1961), siendo de lejos la más famosa y creativa Rafaela Aparicio que solía gastar doble filo.
Con la llegada del “desarrollismo” en los años sesenta aparecen las primeras mujeres que non esposas o criadas, mujeres representantes de “lo moderno” en títulos del nivel de Muchachas de azul (Pedro Lazaga, 1957), Las aeroguapas (Eduardo Manzanos, 1957), Las secretarias (Pedro Lazaga, 1968) por no hablar de “piezas” como Las mujeres un buen negocio (Valerio Lazarov, 1977) a la mayor gloria de Manolo Escobar, una franja que aparece ligada al llamado cine de destape entre cuyos componentes eran bastante habituales las criadas “verdes” a la manera de Zorrita Martínez (1975) filmada por el nacional-católico Vicente Escrivá que marca el “descubrimiento” de Nadiuska como mito erótico de andar por casa.
El turismo es un gran invento
Esta línea populachera con chicas de la limpieza, tan “salerosas” y deseosas de casarse con un fontanero, fue harto representativa del tardofranquismo presuntamente bonachón. Entre sus títulos más conocidos se incluyen: Las que tienen que servir (José Mª Forqué, 1967) en las que las componentes de la servidumbre castiza tratan de imitar el comportamiento y el estilo de las relaciones sentimentales de los norteamericanos o su casi “remake”, o ¡Cómo está el servicio! (Mariano Ozores, 1968), dos expresiones harto representativas de lo que algunos llamaron “fascismo de teléfono blanco”. El turismo es un gran invento (Lazaga, 1968), una comedia “gárrula” que deviene casi en un documental por cuanto refleja el desarrollo del sector turístico en España, muestra una mano de obra que se sobreentiende va a resultar beneficiada ya que ya entonces “los puestos de trabajo” aparecen como la gran excusa. Aparte de una considerable ración de canciones pegadizas y de suecas haciendo de suecas en bikini delante de “españolitos” patéticos, sigue siendo un buen ejemplo del “cine de barrio” que tanto entusiasma a “nuestro” ministro de cultura.
Por supuesto que dentro de este cine existieron excepciones. Quizás la más incisiva de todas fue la serie que Fernando Fernán-Gómez realizó “inocentemente” con Analía Gade, en particular Sola para hombres (1960), en la que los hombres son unos “panolis de cuidado y una chica seria y eficiente consigue convertirse en la primera mujer funcionaría de un Ministerio en la España de principios de siglo XX en la que solamente faltaba el letrero de “Vuelva usted mañana”. Una curiosidad: a los productores ligados entonces al PCE no les gustó la sátira del parlamentarismo.

El servicio en la gran pantalla

No existen muchas películas en las que las criadas/criados sean las protagonistas. Normalmente aparecen como personajes secundarios, personajes muy diversos normalmente “complementarios” –como detalles menores– de los héroes, así, por citar un ejemplo está el que se ofrece en El Álamo (USA, 1960), donde el personaje encarnado del legendario Jim Travis (Richard Widmark) cede la libertad a su esclavo que no la acepta, no en vano su director era John Wayne), como espejo de una secular tradición de menosprecio hacia los que tienen que vender su fuerza de trabajo a los de rango superior, un sentimiento de superioridad (a la que le corresponde otra de subestimación) que se pierde en los tiempos.
A parte de algún que otro título de excepción como Le journal d'une femme de chambre (aquí titulada Diario de una camarera, aunque “femme de chambre” se refiere al servicio en Francia) una adaptación de la novela del escritor anarquista francés Octave Mirbeau (1900) llevada al cine por Jean Renoir, pero sobre todo por Luis Buñuel y Buñuel, y que supuso un cruel e hilarante retrato de esa ridícula burguesía derechista de provincias. Existe otra versión más reciente, la de Benoît Jacquot (Francia, 2015), mucho más ajustada al original pero sin la mala uva de la que Jeanne Moreau y Michel Piccoli interpretaron para Buñuel. Otra variante que apunta igualmente sobre la decrepitud burguesa es The Servant (RU, 1963), escrita por Harold Pinter y realizada por Joseph Losey en su mejor momento y con interpretaciones de primer orden de Dirk Bogarde y James Fox. Se trata de dos de los títulos más penetrantes sobre la dialéctica amo-criado, descripciones logradas de unas relaciones condenadas de antemano.


Le journal d'une femme de chambre

Esta última película –un auténtico clásico– supuso en su momento una punzante metáfora sobre lo que esconde las situaciones de servidumbre, toda una institución que en Gran Bretaña se ha mantenido a través de los tiempos como expresión –ocultada- de los beneficios del Imperio, los mismos que permiten una cierta armonía entre amos y criados tal como resulta expresado en la tupida trama de una serie televisiva del prestigio de Upstairs, Downstairs (Arriba y abajo), emitida en la década de los ochenta, obra de Jean Marsh (creador) servida por un proverbial equipo de actores de la mejor escuela británica. El éxito y el modelo se reproduce con talento e incluso convicción con Downton Abbey de Julian Fellowes (creador), donde ambos estamentos vienen a representar como una colmena que funciona mientras cada cual cumple su función debidamente. Que nadie busque de donde procede las riquezas representadas por la lujosa mansión en la que unos amos aparecen tan arraigados y tan naturales como los árboles y las grandes casas en las que siguen siendo los señores por la gracia de Dios (y del Imperio).

La irrupción de un turismo masivo

Actualmente llama la atención las imágenes preturísticas de una Florencia de luz tenue bajo el fascismo retratada Giuseppe Rotunno en la magistral Cronica familiare (Valerio Zurlini, Italia, 1963) o la oscura Venecia de Luchino Visconti de Le notti bianche (Italia, 1957) que traslada a un Fedor Dostoievski de difícil traslación De hecho, desde los años cincuenta ese turismo masivo hará su irrupción como ya resulta ostensible en la encantadora Locura de verano (Summertim, RU, 1955), desde las que David Lean describe los sueños de una turista solterona (Katherine Hepburn) en un ambiente en el que todavía la vida de los de fuera y los dentro mantienen una dimensión humana, calurosa. Tendrían que pasar unas cuantas décadas hasta que los primeros comenzaran a protestar por la invasión de los segundos como también está sucediendo en ciudades hoy ya irreconocibles como Barcelona.
Siguiendo con la tradición británica nos encontramos de bruces con el descubrimiento del “turismo”, un invento consagrado por la literatura por obras como La vuelta al mundo en 80 días, una de las más populares (y de peores adaptaciones fílmicas) de Jules Verne cuyo protagonista es un flemático lord británico popularizado en la pantalla por David Niven (el sirviente era un Cantinflas irreconocible).
Siguiendo a escritores de la talla de E.M. Foster, Henry James y otros, el cine ha ofrecido brillantes (y bastante académicas) adaptaciones fílmicas, siendo seguramente la más reconocida Habitación con vistas (James Ivory, 1985), en las que se ofrece un detallado contraste entre las formas de vida de los burgueses británicos y la gente de a pie en la en Florencia del siglo XIX, antes de ser invadida por el turismo de masas…Un turismo que se convertía en uno de los espejos del neocapitalismo, lejos del “romántico” tan bien representado por Vacaciones en Roma (William Wyler, 1953). Películas como esta abusaron de la fama de romántica de la capital italiana. Pero no es lo mismo visitar la urbe de las siete colinas caminando detrás un guía formando parte de una masa ignorante (¡tantas veces ridiculizada desde el cine italiano!) armados con sus cámaras para luego presumir de las visitas como si se tratara de trofeos. Aquí habría anotar la existencia de unas complicidades, la de la industria cinematográfica que igualmente se beneficia, así como de la no visibilidad del personal de relleno que vive la historia desde unas condiciones laborables deplorables.
Cierto es que de tanto en tanto se cuelan algunas aportaciones críticas. Sin ser nada del otro jueves una de ellas fue quizás la representada por Si hoy es martes, esto es Bélgica (Mel Stuart, USA, 1969) con la encantadora Suzanne Pleshette más Ian McShane y la fordiana Mildred Natwick, entre otros, y en la que se nos describe a una tropa de viajeros made in USA dispuesto a devorar en un visto y no visto un acelerado recorrido turístico de Londres a Roma. Una muestra de consumismo de ciudades vistas y no vistas que se desarrolla en el entorno de la Europa post 68. Por entonces ya las agencias norteamericanas vendían esa idea de que no te puedes morir sin visitar París o Roma. Lo más atractivo de este pequeño film resulta el mensaje crítico implícito en el titulo que acabaría siendo evocado ante esos amigos o familiares empeñados en enseñarnos "todo lo que han visto". Ofertas de las agencias para un personal que quieren escapar de mediocridad y que, por lo general, hasta ignoran las joyas naturales o históricas que tienen al lado de casa. Un personal familiar que nos enseñan sus ristras de fotos, ajenos totalmente a realidades como la de las condiciones de trabajo de semiesclavistud, un tema que cada vez está adquiriendo mayor trascendencia y rechazo.
Si hoy es martes, esto es Bélgica
Un territorio ocupado por toda clase de viajes –incluyendo por supuestos los que atracción sexual como resulta patente en películas como las relacionadas con las aventuras de Emmanuelle que en los setenta causaron verdadero furor-, por no hablar de las siniestras conexiones con las emigraciones clandestinas y el submundo de los hoteles como el que contextualizan en Negocios ocultos (Dirty Pretty Things, RU, 2011), una de las obras más logradas y oscuras del Stephen Frears más cercano a del estilo desarrollado por Ken Loach que de las incursiones suyas, esta posee un halo siniestro: comienza cuando el protagonista encuentra que un corazón humano atasca un WC. El protagonista es negro, inmigrante ilegal y pluriempleado, para así ampliar un paisaje social que se extiende a través de otra emigrante turca y de un traficante ilegal de órganos humanos. Frears ubica esta galería humana entre las paredes de un hotel que podría ser el de los líos y con papeles que Vladimir Popp identificaría rápidamente con los de la fábula. Tautou y Ejiofor se reparten los atributos de Caperucita Roja bajo las garras de un lobo feroz encarnado por Sergi López, todo un arquetipo de empresario neoliberal. Aunque la trama resulta confusa y un tanto forzada, se trata de una aproximación al mundo de la noche londinense donde los peores son los policías en busca de gente sin papeles. Parte de este submundo hotelero aparece en Escondidos en Brujas (Martín McDonagh, RU, 2008)una película de acción bastante singular protagonizada por Colin Farrell y Brendan Gleeson. La cámara sigue a dos sicarios que deben abandonar Londres y tomarse un respiro de su ocupación, siendo Brujas el destino elegido para “desconectar” en medio de familias de turistas ajenos a cualquier situación que no sea “pasárselo bien”. Se la puede considerar complementaria de la de Frears.

«Amor»: la otra cara del paraíso turístico

El panorama se vuelve totalmente distinto desde la perspectiva de Amor, la primera entrega de la trilogía Paraíso, en la que el inclasificable cineastas austriaco Ulrich Seidl analiza tres de los aspectos/sentimientos más importantes en la vida de todo ser humano: el amor, la fe y la felicidad. Los tres se convierten en objeto de estudio para este singular director austriaco que no maquilla lo que quiere contar, no lo disfraza de artificios. Amor es una película cruda. Tanto que en algunos momentos resulta incomoda e, incluso, algo violenta. Teresa -una inmensa Margarete Tiesel- es una mujer instalada que pasa de los cincuenta que tiene una hija adolescente y está sola, sin pareja. Poco más se sabe de su vida. Lo que le interesa contar al director es cómo ella, como otras tantas mujeres, acuden a Kenia en busca de lo que llaman amor. La de los safaris es la cara más conocida para los turistas que acuden a un país africano que parece hecho a su medida, pero hay otra, la de las ‘sugar mamas’, que es la que se presenta en Amor.
Paraíso: Amor 
Mujeres maduras, como Teresa, que viajan a un hotel a pie de playa con la esperanza de encontrarse con su príncipe de ébano soñado. No es solo sexo. Como dice la protagonista en un momento de la película, lo que quieren es que las miren a los ojos, que vean a la persona más allá de sus miembros flácidos y sus kilos de más, que las amen y sentirse queridas. Eso es lo que busca la protagonista parece encontrar el amor en un joven que dice no estar con ella por su dinero. Se siente arropada, comprendida e ilusionada. Pero lo que comienza como una bonita historia pronto se descubre como lo que es, un intercambio de amor/sexo a cambio de dinero. Primero la hermana de él que necesita ayuda para pagar la factura del hospital, después su primo, su padre, la escuela del barrio…Teresa acaba dándose de bruces con la realidad, pero no desiste en su empeño. Y así comienza una espiral de degradación en la que pasa de un ‘beach boy’ a otro. Si uno falla, sale a la playa de pesca en busca de otro. Hasta que acaba por asumir que no va a encontrar lo que busca. Nada más allá de una transacción económica. Placer a cambio de dinero, los nativos tienen que sobrevivir. Por lo tanto, el amor no entra en la ecuación. Pensada como una única película que contaría la historia de tres mujeres de una misma familia, el proceso creativo hizo que Seidl decidiese dividirla finalmente en tres capítulos. Puede verse en la plataforma FILMIN, donde se estrenó al mismo tiempo que en salas. Un espejo descarnado situado en África pero que podría estarlo en cualquiera de esos “paraísos” prometidos por las agencias de viaje.

Sindicalismo en el sector servicios

Pero seguramente la película que mejor se acerca a la temática del sindicalismo de servicios (predominantemente femenino) sea Pan y rosas (Bread and Roses. Reino Unido, 2000), obra emblemática del equipo formado por Ken Loach y Paul Laverty con un reparto compuesto por Pilar Padilla, Adrien Brody y la ya veterana Elpidia Carrillo.
La trama nos sitúa en Los Ángeles, California, en el año 1982, a los inmigrantes limpiadores de edificios les pagaban 8,50 dólares la hora y tenían derecho a la atención en salud, pago por incapacidades y vacaciones. Diecisiete años después, en 1999, les están pagando ¡5,75 dólares la hora!... y han perdido los demás derechos. La proliferación de inmigrantes hacia los países ricos, despierta la avaricia de los empresarios que ven al alcance mano de obra barata, y de paso, mujeres a las cuales poder abusar sexualmente aprovechándose de su urgente necesidad y de paso, bajar el precio de la mano de obra local. Las grandes zonas turísticas se convierten de esta manera en lugares de infamia. Al momento de entrar a analizar las razones de una crisis, los economistas al servicio de quienes le pagan asesoran como extraer beneficios añadidos.
Pan y rosas
No es por casualidad que esta modesta pero apasionante película venga filmada por Ken Loach. Esta vez su mirada se ha posado sobre las limpiadoras de Los ángeles para quienes la explotación y el abuso son el pan nuestro de cada día. Ken no se olvida de comenzar por donde toca: por el empeño del departamento sindical “Justicia para los limpiadores” representado por Sam Shapiro (Adrien Brody) quien, con el apoyo de Maya (Pilar Padilla), una aguerrida inmigrante mexicana, iniciará el proceso de asociación sindical y luego creará las estrategias de lucha necesarias... mientras que los abusos y los despidos siguen su curso en aquella deplorable empresa. Maya será ejemplo de la mujer comprometida, dispuesta incluso a saltarse algunas normas, para hacerle justicia a los que ama y por quienes sufre... El autor de Riff Raff logra un filme político y un drama social que consigue sensibilizarnos ¡Y hay que ver a tantos luciendo sus corbatas y ostentando su calidad de vida con tanto orgullo, mientras que en sus corazones no circula sangre sino lodo! Pero todavía quedan sindicatos y sindicalistas capaces de demostrar que se puede.

Espacios turísticos como telón de fondo

En medio del contexto oscuro y acelerado imperante, piezas como El Gran Hotel Budapest (2014), un lugar descrito por Stefan Zweig durante el período de entreguerras que ha perdido todo su lustre, el robo de una obra de arte de incalculable valor, levantamientos políticos y militares todo servido por un magnífico reparto coral…El tono actual lo encontramos en Lost in Translation (Sofía Coppola, USA, 2003) ambientada en Japón, con turistas americanos completamente perdidos, como es propio entre la gente que más bien parece huir de su entorno inmediato que buscar lo que nunca encontrarán en ese mundo paralelo en el que todo se compra y se vende. Los hoteles y sus bares son el contexto en el que pasajeros llenan o buscan llenar un vacío existencial se van a convertir en una tónica común en este listado. ¿Todos los viajeros buscan eso? El que busca otras cosas –la gente, sus lugares– suele viajar por otros medios.
Lost in Translation
Es la huida hacia la juventud perdida lo que subyace en El exótico hotel Marigold (2011), una suerte de versión británica del Imserso a la británica, de un grupo de ancianos que se atreven a disfrutar de su jubilación en Bangalore de remembranzas coloniales. En este caso la inteligencia no se va por otra parte, se sabe de lo que se trata como lo sabe un reparto de peso y un destino de gran riqueza visual son dos buenas excusas para meditar que otro turismo es posible sin necesidad de que los negocios lo estropeen todo, comenzando por los derechos al trabajo y a la dignidad del personal que vive y trabaja en estos lugares.
Otra variante la tenemos en La Terminal (Steven Spielberg, USA, 2004) se postula como unapesadilla kafkiana para describir el limbo de un sin papeles pero que acaba siendo más bien lo contrario ya que se utiliza demasiado alegremente situaciones que revelan el absurdo y la arbitrariedad de las fronteras, de la existencia de muros que hacen que el de Berlín fuese a su lado una nadería. Tenemos el caso del Estrecho / que ha permitido una cierta producción testimonial en tanto en el caso del que separa México de los Estados Unidos ha dado lugar a todo un subgénero en el primero sirve de entrada para mano de obra esclava procedente de Centroamérica y claro está, del propio México.
El interés de un título tan convencional como Come, Reza, Ama (The Art of Travel, 2008) radica en la “alegría” ajena al infierno cercano con la que la sonriente Julia Roberts que la llevan a saborear la comida en Italia, aprender sobre la espiritualidad en la India, y descubrir el amor en Indonesia…Un cine para turistas banales que sustituyen el menor espíritu crítico por las tarjetas de fidelización. Esta se ha convertido en una obsesión que queda perfectamente retratada en Up in the air (2009) que describe la vida. Ryan (George Clooney) que viaja por todas partes a cuenta de su empresa. Una película que permite reflexionar sobre qué hace sentir cómodos a los viajeros y las diferencias entre los turistas y los viajeros bussiness.