jueves, 21 de abril de 2016

Jack London y El talón de hierro



Pepe Gutiérrez-álvarez
Jack London y El talón de hierro


 
En uno de los momentos (1908) más creativos de su fulgurante trayectoria de émulo de  Peter Pan, Jack London (1876-1916) aborda una historia de amor cargada de amores trágicos y revolución social en El talón de hierro, con un formato que le sirve para denunciar la conformación de un cruel y sangriento sistema capitalista que siembra de muerte y miseria a los trabajadores de todo el mundo y en especial a los norteamericanos en unos tiempos en el que la “guerra de clases” podía verse como un enfrentamiento entre huelguistas irreductibles y  sicarios del capital, una estampa que nos remite a los primeros tiempos de la socialdemocracia y el anarquismo en los Estados Unidos, un historia marcado para la historia con historias como la de los mártires de Chicago, el incendio patronal de la fábrica de camisas Triangle con sus obreras dentro, del caso Sacco-Vanzetti, el de Tom Money y tantos otros que jalonan el fascismo subyacente de la oligarquía en el que alguien ha llamado “el país de la gran mentira”.
Esta obra es la más conocida del Jack London como escritor-militante socialista, o como le denominó su hija Joan en una biografía memorable: el primer escritor proletario de América (de edición prevista en Renacimiento, Sevilla). London fue un socialista plenamente convencido pero con numerosas y graves  contradicciones, de ahí que  Orwell pudiera escribir que London había escrito un formidable alegato antifascista porque él mismo era un poco fascista, y no le faltaba razón, y los ejemplos abundan. No solamente en sus conocidos pronunciamientos racistas, sino también en momentos como el que le llevó a huir asustado como reportero de una revolución mexicana que había defendido con fervor, todo un detalle sobre todo considerando que Ambroce Bierce,  que la había denostado como el conservador que era, al final acabó muriendo en 1913 acompañando las tropas de Pancho Villa, hecho paradójico que le valió a Carlos Fuentes para escribir antes de su primera muerte una de sus obras más conocidas, Gringo viejo (1985).
No obstante, dichas contradicciones no deben solapar su trayectoria de “escritor proletario” inmortalizado en Martín Eden que concluía todas su cartas con un “Con usted por la revolución”, que militó fielmente en el socialismo de la línea de Eugene V. Debs, al autor de obras como Gente del abismo o La huelga, alguna de las cuales se están volviendo a editar (ahí está entre otras, Tiempos de ira. Textos anticapitalistas, aparecida en Libros de la Frontera), y en la que se inscribe especialmente esta esforzada novela de anticipación que suscitó el entusiasmo de Anatole France (cuyos comentarios sirvieron de prólogo en la edición de Ayuso de 1976), del último León Trotsky que escribió una famosa carta sobre ella a su hija Joan,  a la sazón militante del partido trotskista norteamericano, y cuya penúltima edición sería prologada por Howard Zinn…Sobre su impacto en la literatura norteamericana queda ilustrado por la tentativa de “remake” efectuada por Sinclair Lewis en It Can´t Happen Here (1935), en la que el autor de Elmer Gantry y Babbitt, examina las consecuencias del triunfo de un dictador norteamericano, una sugerencia que más tarde visitaría el cine en películas como siete días de mayo y más recientemente con In times.
En El talón de hierro, London describe una dictadura en el Chicago propio de La jungla, de Upton Sinclair,  el manuscrito de Avis Everhard. Atraído por el relato que esta revolucionaria socialista hace de los acontecimientos vividos en los años en los que imperó el tiránico gobierno del Talón de Hierro hasta 1984, cuando se interrumpe abruptamente, decide transcribirlo y anotarlo. En su momento, esta anticipación resultó desconcertante, y no se le prestó demasiada atención. Sería en los años treinta cuando la obra fue justamente considerada tanto por lo que advertía en lo que luego resultó ser el fascismo como por su airada denuncia del papel de los “lugartenientes obreros del capitalismo”, o sea de una burocracia que London vislumbraba en su momento a través de la AFL (American Federation of Labour), y en otras situaciones de crisis revolucionaria se presentó como “la última barricada” del sistema.
Escrita de una manera un tanto atropellada, y repleta de descripciones un tanto simplista, la novela se mantiene por su vigor narrativo y por todo lo que huele a una verdad conocida décadas después de su redacción.


 
(*)ed. Akal, Madrid, 2012, 304 págs

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