León Trotsky y Anatole France escriben sobre El talón de hierro, de Jack London
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Talón de Hierro es la expresión enérgica con la que Jack London designa a la oligarquía. El libro que lleva este título fue publicado en 1907. Expone la lucha que algún día estallará entre la oligarquía y el pueblo, sí los hados, en su cólera, lo permiten. ¡Ay! Jack London tenía el genio que ve lo que permanece oculto a las muchedumbres y poseía una ciencia que le permitía anticiparse a los tiempos. Previó el conjunto de los acontecimientos que se desarrollan en nuestra época. El espantoso drama al que nos hace asistir en espíritu en El tolón de hierro, aún no se ha convertido en realidad, y no sabemos dónde y cuándo se cumplirá la profecía del discípulo americano de Marx.
Jack London era socialista, más aún, socialista revolucionario. El hombre que en su libro descubre la verdad, el sabio, el fuerte, el bueno, se llama Ernesto Everhard. Como el autor, fue obrero y trabajó con sus manos. Pues habéis de saber que aquel que escribió cincuenta volúmenes prodigios de vida y de inteligencia y murió joven era hijo de un obrero y comenzó su ilustre existencia en una fábrica. Ernesto Everhard es un hombre lleno de coraje y de sabiduría, lleno de fuerza y de dulzura, rasgos comunes a el y al escritor que le ha creado. Y para terminar con la semejanza que existe entre ambos, el autor atribuye a su criatura una mujer de alma grande y de espíritu inconmovible, de la que su marido había hecho una socialista. Y todos sabemos, por otra parte, que Mrs. Charmian abandonó, juntamente con su esposo Jack, el Partido Laborista cuando esta asociación dio señales de moderación.
Las dos insurrecciones que constituyen la materia del libro que presento al lector francés son tan sanguinarias, y suponen en el plan de los que las provocan tal perfidia y tanta ferocidad en la ejecución, que uno se pregunta sí serían posibles en América, en Europa; sí serían posibles en Francia. Yo no lo creería sí no tuviera el ejemplo de las jornadas de junio y la represión de la Comuna de 1870, que me recuerdan que todo está permitido contra los pobres. Todos los proletarios de Europa han sentido, como los de América, el talón de hierro.
Estas notas de Anatole France, Premio Nobel, militante
socialista desde el “affaire Dreyfus”, y más tarde simpatizante del Partido
Comunista francés de los primeros tiempos, así como las más conocidas de León
Trotsky, vienen ahora a cuento por una reciente edición de bolsillo (*) de la
célebre novela “distópica” de Jack London, un autor constantemente reeditado
tanto en su variante más “popular” y aventurera (La llamada de la selva,
Colmillo blanco, etc) como su producción en tanto que militante socialista
que fue, a pesar de sus contradicciones, y muestra de ello es la edición de Tiempos
de ira. Textos anticapitalistas de Jack London aparecido en Libros de la Frontera. George
Orwell, que fue uno de sus admiradores, escribió que London había escrito
un alegato antifascista porque el también era un poco fascista. De lo que no
hay duda es que London es un autor para el debate, pero dicho esto, se puede
asegurar que esta es una de las novelas de anticipación revolucionaria más
subyugantes de la literatura universal, y que tanto un texto como el otro,
inciden claramente en estos aspectos. La carta de Trotsky a Joan London
contiene elementos de reflexión de gran interés. Joan había continuado la
tradición socialista de la familia, y en la segunda mitad de los años treinta
militó en el Socialist Worker Party, que jugó un papel determinante en la
creación de la IV
Internacional. Joan también escribió una biografía de su
padre que es citada por todos los especialistas. Biografía que, por cierto, se
encuentra anunciada en el catálogo de Editorial Renacimiento con el un
significativo título: Jack London: primer escritor proletario de América
(PG-A).
1. León Trotsky
Querida camarada: Experimento cierta
confusión al confesarle que sólo estos últimos días, es decir, con un retraso
de treinta años, he leído por primera vez El talón de hierro, de Jack London.
Este libro me ha producido --lo digo sin exageración- una viva impresión. No
por sus estrictas cualidades artísticas: la forma de la novela no hace aquí más
que servir de cuadro al análisis y la previsión sociales. Voluntariamente, el
autor es muy parco en el uso de los medios artísticos. Lo que le interesa no
es el destino individual de sus héroes, sino el destino del género humano. Sin
embargo, no quiero con esto disminuir en nada el valor artístico de la obra, y
principalmente de sus últimos capítulos" a partir de la Comuna de Chicago. Lo
esencial no es eso. El libro me ha impresionado por el atrevimiento y la
independencia de sus previsiones en el terreno de la historia.
El movimiento obrero mundial se ha desarrollado, a fines del
siglo pasado y comienzos del presente, bajo el signo del reformismo. De una vez
para siempre parecía establecida la perspectiva de un progreso pacífico y
continuo del desarrollo de la democracia y las reformas sociales. Desde luego,
la revolución rusa fustigó al ala radical de la socialdemocracia alemana y dio
por algún tiempo Un vigor dinámico al anarcosindicalismo en Francia. El Talón
de hierro lleva, por otra parte, la marca indudable del año 1905. La victoria
de la contrarrevolución se afirmaba ya en Rusia en el momento en que apareció
este libro admirable. En la arena mundial, la derrota del proletariado ruso
dio al reformismo no sólo la posibilidad de recuperar posiciones perdidas un
instante, sino incluso los medios de someter completamente al movimiento obrero
organizado. Basta recordar que fue precisamente en el curso de los siete años
siguientes (de 1907 a 1914) cuando la socialdemocracia internacional alcanzó al
fin la madurez suficiente para jugar el bajo y vergonzoso papel que fue el suyo
durante la guerra mundial.
Jack London ha sabido traducir, como verdadero creador, el
impulso dado por la primera revolución rusa, y también ha sabido repensar en su
totalidad el destino de la sociedad capitalista a la luz de esta revolución. Se
ha asomado más particularmente a los problemas que el socialismo oficial de
hoy considera como definitivamente enterrados: el crecimiento de la riqueza y
de la potencia * de uno de los polos de la sociedad, de la miseria y de los
sufrimientos" en el otro polo. La acumulación del odio social el ascenso
irreversible de cataclismos sangrientos, !todas estas cuestiones las ha sentido
Jack London con una intrepidez que incesantemente nos obliga a preguntarnos con
asombro¡; pero ¿cuándo fueron escritas estas líneas? ¿Fue acaso antes de
la guerra?
Hay que destacar muy particularmente el papel que Jack
London atribuye en la evolución próxima de la humanidad a la burocracia va la
aristocracia obreras. Gracias a su apoyo" la plutocracia americana
logrará aplastar el levantamiento de los obreros y mantener su dictadura de
hierro en los tres siglos venideros. No vamos a discutir con el poeta sobre un
plazo que no puede dejar de parecernos extraordinariamente largo. Aquí lo
importante no es el pesimismo de Jack London, sino su tendencia apasionada a
espabilar a quienes se dejan adormecer por la rutina, a obligarlos a abrir los
ojos, a ver lo que es y lo que está en proceso. El artista utiliza hábilmente
los procedimientos de la hipérbole. Lleva a su límite extremo las tendencias
internas del capitalismo al avasallamiento, a la crueldad, a la ferocidad ya la
perfidia. Maneja los siglos para medir mejor la voluntad tiránica de los explotadores
y el papel traidor de la burocracia obrera. Sus hipérboles más románticas son,
en fin de cuentas, infinitamente más justas que los cálculos de contabilidad de
los políticos llamados «realistas».
No es difícil imaginar la incredulidad condescendiente con
la que el pensamiento socialista oficial de entonces acogió las previsiones terribles
de Jack London. Si nos tomamos el trabajo de examinar las críticas de El talón
de hierro que se publicaron entonces en los periódicos alemanes Neue Zeit y
Worwaerts, en los austriacos Kampf y Arbeiter Zeitung, no será difícil
convencerse de que el «romántico» de treinta años veía incomparablemente más
lejos que todos los dirigentes socialdemócratas reunidos de aquella época.
Además, Jack London no sólo resiste, en este dominio, la comparación con los
reformistas y los centristas. Se puede afirmar con certeza que, en 1907"
no había un marxista revolucionario, sin exceptuar a Lenin ya Rosa Luxemburgo,
que se representara con tal plenitud la perspectiva funesta de la unión entre
el capital financiero y la aristocracia obrera. Esto basta para definir el
valor específico de la novela.
El capítulo "La bestia gimiente del abismo» es, indiscutiblemente,
el centro de la obra. Cuando fue publicada la novela" este capítulo
apocalíptico debió parecer el límite del hiperbolismo. Lo que ha ocurrido
después lo supera prácticamente. Y, sin embargo" la última palabra de la
lucha de clases no ha sido aún dicha. <La bestia del abismo» es el pueblo
reducido al grado más extremo de servidumbre, de humillación y degeneración.
¡No por eso hay que arriesgarse a hablar del pesimismo del artista! No, London
es un optimista, pero un optimista de mirada aguda y perspicaz. «He aquí en qué
abismo la burguesía nos va a precipitar sí no la vencéis, tal es su
pensamiento" y este pensamiento tiene hoy una resonancia incomparablemente
más actual y más viva que hace treinta años. En fin, nada es más impresionante
en la obra de Jack London que su previsión verdaderamente profética de los
métodos que El talón de hierro empleará para mantener su dominación sobre la
humanidad aplastada. London se muestra magníficamente libre de las ilusiones
reformistas y pacifistas. En su visión del futuro, no deja subsistir
absolutamente nada de la democracia del progreso pacífico. Por encima de la
masa de los des heredados, se elevan las castas de la aristocracia obrera, del
ejército pretoriano, del omnipresente aparato policial y, coronando el
edificio, de la oligarquía financiera. Cuando se leen estas líneas, uno no
cree a sus ojos: es un cuadro del fascismo" de su economía, de su técnica
gubernamental y de su psicología política (las páginas 299, 300 y la nota de
la página 301 son particularmente notables), Un hecho es indiscutible: desde
1907, Jack London ha previsto y descrito el régimen fascista como el resultado
inevitable de la derrota de la revolución proletaria. Cualesquiera que sean
"las faltas» de detalle de la novela --y las hay-- no podemos dejar de
inclinarnos ante la intuición poderosa del artista revolucionario.
Escribo precipitadamente estas líneas. Mucho temo que las
circunstancias no me permitan completar mi apreciación de Jack London. Me
esforzaré más tarde por leer las otras obras que usted me ha enviado, y en
decirle lo que pienso de ellas. Puede hacer de mis cartas el uso que usted
misma juzgue necesario. Le deseo éxito en el trabajo que ha emprendido sobre
la biografía del gran hombre que fue su padre.
Con mis saludos cordiales.
Coyoacán, 16 de octubre de 1931.
(*) El talón de hierro Jack London ED. Akal
ISBN 978-84-460-3471-1 | 304 págs. | 10 euros. Traducción de Julio García
Mardomingo
2. Anatole France.
El
talón de hierro ha
conocido otras ediciones, creo que la primera fue la de Ayuso, Madrid,
1976, tr. María Ruipérez, prólogo de Anatole France; y la más reciente nos
llegó desde Editorial Hiru. Hondarribia 2003, con un prólogo de Howard
Zinn. El texto de Anatole France fue escrito por
Anatole France para la primera edición francesa de El Talón de Hierro de
1923.
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Talón de Hierro es la expresión enérgica con la que Jack London designa a la oligarquía. El libro que lleva este título fue publicado en 1907. Expone la lucha que algún día estallará entre la oligarquía y el pueblo, sí los hados, en su cólera, lo permiten. ¡Ay! Jack London tenía el genio que ve lo que permanece oculto a las muchedumbres y poseía una ciencia que le permitía anticiparse a los tiempos. Previó el conjunto de los acontecimientos que se desarrollan en nuestra época. El espantoso drama al que nos hace asistir en espíritu en El tolón de hierro, aún no se ha convertido en realidad, y no sabemos dónde y cuándo se cumplirá la profecía del discípulo americano de Marx.
Jack London era socialista, más aún, socialista revolucionario. El hombre que en su libro descubre la verdad, el sabio, el fuerte, el bueno, se llama Ernesto Everhard. Como el autor, fue obrero y trabajó con sus manos. Pues habéis de saber que aquel que escribió cincuenta volúmenes prodigios de vida y de inteligencia y murió joven era hijo de un obrero y comenzó su ilustre existencia en una fábrica. Ernesto Everhard es un hombre lleno de coraje y de sabiduría, lleno de fuerza y de dulzura, rasgos comunes a el y al escritor que le ha creado. Y para terminar con la semejanza que existe entre ambos, el autor atribuye a su criatura una mujer de alma grande y de espíritu inconmovible, de la que su marido había hecho una socialista. Y todos sabemos, por otra parte, que Mrs. Charmian abandonó, juntamente con su esposo Jack, el Partido Laborista cuando esta asociación dio señales de moderación.
Las dos insurrecciones que constituyen la materia del libro que presento al lector francés son tan sanguinarias, y suponen en el plan de los que las provocan tal perfidia y tanta ferocidad en la ejecución, que uno se pregunta sí serían posibles en América, en Europa; sí serían posibles en Francia. Yo no lo creería sí no tuviera el ejemplo de las jornadas de junio y la represión de la Comuna de 1870, que me recuerdan que todo está permitido contra los pobres. Todos los proletarios de Europa han sentido, como los de América, el talón de hierro.
Por el momento, el socialismo en Francia, lo mismo que en
Italia y en España, es demasiado débil para tener nada que temer del TALÓN DE
HIERRO, pues la extrema debilidad es la única salvación de los débiles. Ningún
TALÓN DE HIERRO pisoteará este partido aniquilado. ¿Cuál es la causa de su
merma?. No hace falta mucho para abatirlo en Francia, donde el número de proletarios
es escaso. Por diversas razones, la guerra, que se mostró cruel con el pequeño
burgués, al que despojó sin hacerlo chillar, pues es un animal mudo, no fue
demasiado inclemente con el obrero de la gran industria, que pudo vivir
torneando obuses, y cuyo salario, bastante exiguo después de la guerra, nunca
cayó, sin embargo, demasiado bajo. Para eso velaban los amos de la hora, pero
ese salario no era, después de todo, más que papel que los patrones opulentos,
cercanos al poder, no tenían demasiado trabajo en procurarse. Bien o mal, el
obrero fue viviendo. Había escuchado tantas mentiras, que ya no se asombraba de
nada. Fue ese el momento elegido por los socialistas para desmigajarse y
reducirse a polvo. Esto también es --sin muertos ni heridos-- una bonita
derrota del socialismo. ¿Cómo ocurrió? ¿y cómo todas las fuerzas de un gran
partido cayeron en tal letargo?. Las razones que acabo de dar no son
suficientes para explicarlo. La guerra debe tener algo que ver con ello, la
guerra que mata lo mismo a los espíritus que a los cuerpos.
Pero un día comenzará de nuevo la lucha entre el capital y
el trabajo. Entonces se verán días semejantes a los de las revueltas de San
Francisco y de Chicago, cuyo horror indecible Jack London nos muestra por
anticipado. No hay, sin embargo, ninguna razón para creer que ese día (próximo
o lejano) el socialismo será una vez más despedazado bajo el TALÓN DE HIERRO y
ahogado en sangre.
En 1907 le gritaron a Jack London: «Usted es un horrible
pesimista». Socialistas sinceros le acusaban de sembrar espanto en el partido.
Estaban equivocados. Es menester que los que poseen el don precioso y raro de
prever publiquen los peligros que presienten. Recuerdo haber oído decir más de
una vez al gran Jaurés: «Entre nosotros no se conoce bastante bien la fuerza de
las clases contra las cuales tenemos que luchar. Ellos tienen la fuerza y se
atribuyen la virtud: los sacerdotes se han despojado de la moral de la Iglesia para adoptar la de
la fábrica; cuanto se sientan amenazados, la sociedad entera acudirá para
defenderlos". Y tenía razón, como la tiene London cuando nos tiende el
espejo profético de nuestras culpas y de nuestras imprudencias.
No comprometamos el porvenir; es nuestro. La oligarquía
perecerá. En su poderío se advierten ya los signos de su ruina. Perecerá porque
todo régimen de castas está condenado a muerte; el régimen del salario perecerá
porque es injusto. Morirá hinchado de orgullo en plena potencia, como murieron
la esclavitud y la servidumbre.
Ahora mismo, observándolo atentamente, se advierte que está
caduco. Esta guerra, que la gran industria de todos los países ha querido, esta
guerra que era su guerra, esta guerra en la cual aquélla ponía una esperanza de
riquezas nuevas, ha causado tantas y tan profundas destrucciones, que ha sacudido
a la oligarquía internacional y ha aproximado el día en que se desmoronará
sobre una Europa arruinada.
No puedo anunciar sí morirá de golpe o sin luchas. Ha de
luchar. Su última guerra será tal vez larga, y su fortuna podrá variar. Oh,
vosotros, herederos de los proletarios; oh, generaciones futuras, hijos de los
días nuevos, lucharéis,. y cuando crueles reveses os hagan dudar del éxito de
vuestra causa, recobraréis confianza y os diréis con el noble Everhard:
«Perdida esta vez, pero no para siempre. Hemos aprendido muchas cosas. Mañana
la causa volverá a levantarse más fuerte en disciplina y en sabiduría
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