miércoles, 13 de julio de 2016

La Cecilia (Italia-Francia, 1975)

La Cecilia (Italia-Francia, 1975) de Jean-Louis Comolli

Resultado de imagen de La Cecilia Se pueden contar con los dedos de las manos las películas que abordan experiencias -históricas o de ficción- sobre el sueño de los trabajadores y de los oprimidos por crear la "ciudad ideal", un lugar en el que reina la libertad e igualdad, algo entre iguales, con hombre y mujeres libres e iguales. Un horizonte que se traducía en parte en la idea de las 8 horas: 8 para un trabajo (atractivo, asumido como necesario, creativo en lo posible), 8 para vivir la vida en armonía, leer, hablar, compartir y 8 obviamente para descansar. Este sueño alumbró el inicio de la II Internacional surgida en el primer centenario de la revolución francesa, que recogía una lucha que había sido la de los obreros anarquistas de Chicago. Por ella lucharon generaciones de militantes cuya
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“utopía” era comer todos los días, vivir sin explotar a nadie…Antaño esto resulta difícil porque el desarrollo de las fuerzas productivas era todavía muy limitado, pero hoy es algo perfectamente asequible. No ya con 8 sino con 6 e incluso la mitad de horas, la productividad lo permite totalmente. Es por eso que actualmente el capitalismo es más canalla y corrupto que nunca. Es más insano, anacrónico, más esclavista y cínico. Quizás por eso se hace necesario soñar de nuevo…
Una de las pocas películas que lo hacen es La Cecilia (1975), primer largometraje de Jean-Louis Comolli. Sin grandes pretensiones, Comolli cuenta un hecho histórico revelador, el de unos anarquistas italianos que liderados por Giovanni Rosi iniciaron en el Brasil del emperador y con el permiso de éste la experiencia de una comuna anarquista. No se trata pues de una anécdota cualquiera, ya La Internacional lo deja claro: Ni dioses, ni reyes ni tribunos...Sin embargo, Pedro II (1825-1891) fue, al menos en un principio, un singular emperador reformista aunque fue derrocado por una revuelta popular que instauró la República en 1889. Pero parece que Pedro II se había quedado muy impactado por un texto de Rosi, Una comuna socialista, en el que proponía la vida sin leyes, sin propiedad, sin valores morales, sin amos ni esclavos que trató de aplicar sin éxito en la Colonia Cooperativa Agrícola de Cittadella.
Los prime¬ros colonos son representativos de los grupos sociales fundamentales: campesinos, obreros, artesanos, intelectuales y la enfermera Olimpia. Todos trabajan juntos con entusiasmo. Sus contactos con la socie¬dad cuasi feudal del Brasil, con una colonia de emigrantes polacos, son esporádicos. Rosi regresa a Italia con el fin de extender la expe¬riencia a sus compatriotas. Entonces la colonia atraviesa una crisis interna en la que se enfrentan los campesinos y los demás colonos; esa crisis se corresponde a la evolución de Brasil, que ya era una república y, al no se reconocida la donación paternal del Emperador derrocado, los comuneros deben pagar por sus tierras. Rosi regresa con una treintena de nuevos colonos y cinco familias fundadoras. La casa común no sirve más que para los solteros y es preciso construir nuevos edificios de madera. Ahora las recolecciones no son tan abundantes y los roces y discu¬siones se hacen cada vez más frecuentes. Las mujeres comienzan a rechazar la educación libertaria de la enfermera Olimpia, el modelo de unión libre y la comunidad de bienes. La comuna pasa del principio "todo es de todos" al más matizado de "a cada uno según su trabajo".
Al final los campesinos marchan con sus familias y sus enseres; los demás son movilizados cuando el país entra en guerra, con lo que sólo les queda o tomar las armas o irse con sus hermanos de lucha. El relato de la construcción de la comuna, el triunfo de la República brasileña que obliga a los comuneros a comprar el terreno todas las vicisitudes son narradas con un tono de humor que no es sino reflejo de las contradicciones que surgen en una experiencia utópica tan singular. Son muchas las cuestiones que se plantean través de secuencias donde se describen la construcción del hogar comunal, el trabajo campesino, las asambleas populares, la educación d los niños, las diferencias entre la pareja protagonista en la vida comunal, las dificultades de convivencia, etc. Muy importante es la toma de conciencia sobre la familia como instancia que reproduce las estructura de tipo capitalista, como también la opción por el amor libre. La película subraya las contradicciones en los miembros de "La Cecilia" a la hora de profundizar en su opción libertaria y autogestionaria con generosidad frente al egoísmo de la educación capitalista que lleva a la degeneración de aquellos ideales. Comolli huye de todo triunfalismo y asume con humildad y pretensión humanista el relato de unos hechos. En este sentido no es un proyecto para ganar adeptos, sino el testimonio del romanticismo utópico de unos hombres que creyeron firmemente en la autodeterminación de su propio destino. Comolli no hace una reconstrucción histórica, sino, según sus propias palabras "No se trata de un filme sobre la exhumación de un hecho olvi¬dado, de una crónica lejana a nosotros, sino, por el contrario, de un filme que considera la historia como lo que nos permite volver a hablar de nuestros problemas con una cierta perspectiva, considerando las experiencias que se han producido y que llevan consigo unas elec¬ciones".
Esta realidad histórica resulta interpretada por Comolli desde unas perspectivas crítico-ideológicas actuales. Según sus propios declaraciones trató de “ha¬cer un film histórico, pero con esta precisión que para mí es esencial: no he querido hacer un film sobre la historia tal como sucedió, más sobre la historia como presente; es decir, pensar la historia como un terreno de contradicciones, de luchas, en el que la misma memoria participa de estas luchas, una historia siempre viva en nosotros.” Más adelante, añade que no se trata “de un film sobre la exhuma¬ción de un hecho olvidado, de una crónica lejana a nosotros, sino, por el contrario, de un film que considera la historia como lo que nos permite volver a hablar de nuestros proble¬mas con una cierta perspectiva, considerando las experiencias que se han producido y que llevan consigo unas elecciones”. Desde este punto de mira, Comolli examina las relaciones de poder y las contradicciones de ese grupo libertario instalado en La Cecilia desde una postura dialéctica bastante que no incide en el análisis crítico. El resultado es un testimonio ideológico apasionante, relativamente distante, en el que queda patente la imposibilidad del proyecto cuyas bondades no podían ocultar que a su pesar Rossi, para Comolli se erige en “el portador de cier¬to poder, sin quererlo. Pero él pasa su tiempo en no querer lo que tiene y así evita entregarse al juego: permanece como el maestro que jamás arriesga su plaza. Al principio, los miembros del grupo le piden que adopte sus responsabilidades; pronto se producirá la re¬vuelta. Rossi será incluso recusado como poseedor de la sa¬biduría”.
A pesar de sus limitaciones (evidentes en el presupuesto: sistema cooperativo en 16 mm., hinchado para su difusión, actores no profesionales), La Cecilia es un film estéticamente logrado que incluso rompe con las estructuras de la narrativa tradicional -aún así, a veces, descuida la perfección de la imagen- y que ofrece con creces el contenido de un relato que se hace apasionante.

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