La Cecilia (Italia-Francia, 1975) de Jean-Louis Comolli
Se
pueden contar con los dedos de las manos las películas que abordan
experiencias -históricas o de ficción- sobre el sueño de los
trabajadores y de los oprimidos por crear la "ciudad ideal", un lugar en
el que reina la libertad e igualdad, algo entre iguales, con hombre y
mujeres libres e iguales. Un horizonte que se traducía en parte en la
idea de las 8 horas: 8 para un trabajo (atractivo, asumido como
necesario, creativo en lo posible), 8 para vivir la vida en armonía,
leer, hablar, compartir y 8 obviamente para descansar. Este sueño
alumbró el inicio de la II Internacional surgida en el primer centenario
de la revolución francesa, que recogía una lucha que había sido la de
los obreros anarquistas de Chicago. Por ella lucharon generaciones de
militantes cuya
“utopía” era comer todos los días, vivir sin explotar a
nadie…Antaño esto resulta difícil porque el desarrollo de las fuerzas
productivas era todavía muy limitado, pero hoy es algo perfectamente
asequible. No ya con 8 sino con 6 e incluso la mitad de horas, la
productividad lo permite totalmente. Es por eso que actualmente el
capitalismo es más canalla y corrupto que nunca. Es más insano,
anacrónico, más esclavista y cínico. Quizás por eso se hace necesario
soñar de nuevo…
Una de las pocas películas que lo hacen es La
Cecilia (1975), primer largometraje de Jean-Louis Comolli. Sin grandes
pretensiones, Comolli cuenta un hecho histórico revelador, el de unos
anarquistas italianos que liderados por Giovanni Rosi iniciaron en el
Brasil del emperador y con el permiso de éste la experiencia de una
comuna anarquista. No se trata pues de una anécdota cualquiera, ya La
Internacional lo deja claro: Ni dioses, ni reyes ni tribunos...Sin
embargo, Pedro II (1825-1891) fue, al menos en un principio, un singular
emperador reformista aunque fue derrocado por una revuelta popular que
instauró la República en 1889. Pero parece que Pedro II se había quedado
muy impactado por un texto de Rosi, Una comuna socialista, en el que
proponía la vida sin leyes, sin propiedad, sin valores morales, sin amos
ni esclavos que trató de aplicar sin éxito en la Colonia Cooperativa
Agrícola de Cittadella.
Los prime¬ros colonos son representativos
de los grupos sociales fundamentales: campesinos, obreros, artesanos,
intelectuales y la enfermera Olimpia. Todos trabajan juntos con
entusiasmo. Sus contactos con la socie¬dad cuasi feudal del Brasil, con
una colonia de emigrantes polacos, son esporádicos. Rosi regresa a
Italia con el fin de extender la expe¬riencia a sus compatriotas.
Entonces la colonia atraviesa una crisis interna en la que se enfrentan
los campesinos y los demás colonos; esa crisis se corresponde a la
evolución de Brasil, que ya era una república y, al no se reconocida la
donación paternal del Emperador derrocado, los comuneros deben pagar por
sus tierras. Rosi regresa con una treintena de nuevos colonos y cinco
familias fundadoras. La casa común no sirve más que para los solteros y
es preciso construir nuevos edificios de madera. Ahora las recolecciones
no son tan abundantes y los roces y discu¬siones se hacen cada vez más
frecuentes. Las mujeres comienzan a rechazar la educación libertaria de
la enfermera Olimpia, el modelo de unión libre y la comunidad de bienes.
La comuna pasa del principio "todo es de todos" al más matizado de "a
cada uno según su trabajo".
Al final los campesinos marchan con sus
familias y sus enseres; los demás son movilizados cuando el país entra
en guerra, con lo que sólo les queda o tomar las armas o irse con sus
hermanos de lucha. El relato de la construcción de la comuna, el triunfo
de la República brasileña que obliga a los comuneros a comprar el
terreno todas las vicisitudes son narradas con un tono de humor que no
es sino reflejo de las contradicciones que surgen en una experiencia
utópica tan singular. Son muchas las cuestiones que se plantean través
de secuencias donde se describen la construcción del hogar comunal, el
trabajo campesino, las asambleas populares, la educación d los niños,
las diferencias entre la pareja protagonista en la vida comunal, las
dificultades de convivencia, etc. Muy importante es la toma de
conciencia sobre la familia como instancia que reproduce las estructura
de tipo capitalista, como también la opción por el amor libre. La
película subraya las contradicciones en los miembros de "La Cecilia" a
la hora de profundizar en su opción libertaria y autogestionaria con
generosidad frente al egoísmo de la educación capitalista que lleva a la
degeneración de aquellos ideales. Comolli huye de todo triunfalismo y
asume con humildad y pretensión humanista el relato de unos hechos. En
este sentido no es un proyecto para ganar adeptos, sino el testimonio
del romanticismo utópico de unos hombres que creyeron firmemente en la
autodeterminación de su propio destino. Comolli no hace una
reconstrucción histórica, sino, según sus propias palabras "No se trata
de un filme sobre la exhumación de un hecho olvi¬dado, de una crónica
lejana a nosotros, sino, por el contrario, de un filme que considera la
historia como lo que nos permite volver a hablar de nuestros problemas
con una cierta perspectiva, considerando las experiencias que se han
producido y que llevan consigo unas elec¬ciones".
Esta realidad
histórica resulta interpretada por Comolli desde unas perspectivas
crítico-ideológicas actuales. Según sus propios declaraciones trató de
“ha¬cer un film histórico, pero con esta precisión que para mí es
esencial: no he querido hacer un film sobre la historia tal como
sucedió, más sobre la historia como presente; es decir, pensar la
historia como un terreno de contradicciones, de luchas, en el que la
misma memoria participa de estas luchas, una historia siempre viva en
nosotros.” Más adelante, añade que no se trata “de un film sobre la
exhuma¬ción de un hecho olvidado, de una crónica lejana a nosotros,
sino, por el contrario, de un film que considera la historia como lo que
nos permite volver a hablar de nuestros proble¬mas con una cierta
perspectiva, considerando las experiencias que se han producido y que
llevan consigo unas elecciones”. Desde este punto de mira, Comolli
examina las relaciones de poder y las contradicciones de ese grupo
libertario instalado en La Cecilia desde una postura dialéctica bastante
que no incide en el análisis crítico. El resultado es un testimonio
ideológico apasionante, relativamente distante, en el que queda patente
la imposibilidad del proyecto cuyas bondades no podían ocultar que a su
pesar Rossi, para Comolli se erige en “el portador de cier¬to poder, sin
quererlo. Pero él pasa su tiempo en no querer lo que tiene y así evita
entregarse al juego: permanece como el maestro que jamás arriesga su
plaza. Al principio, los miembros del grupo le piden que adopte sus
responsabilidades; pronto se producirá la re¬vuelta. Rossi será incluso
recusado como poseedor de la sa¬biduría”.
A pesar de sus
limitaciones (evidentes en el presupuesto: sistema cooperativo en 16
mm., hinchado para su difusión, actores no profesionales), La Cecilia es
un film estéticamente logrado que incluso rompe con las estructuras de
la narrativa tradicional -aún así, a veces, descuida la perfección de la
imagen- y que ofrece con creces el contenido de un relato que se hace
apasionante.
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