Recuerdo de Emma en su último viaje
La actriz Emmanuela Beltrán Rahola, conocida como Emma Cohen (Barcelona, 1946), ha sido uno de los referentes más particulares de una generación, la mía, no en vano era de mi quinta. No tengo dudas de que supe de ella en la época de mi servicio en la ciudad militar de Ceuta donde tenías que tener mucho cuidado porque si no saludadas el himno a la
bandera podía caer “un paquete” porque te denunciaba cualquiera. En aquel ciudad ocupada en la que los moros eran ciudadanos de tercera –recuerdo que los echaban de los bares como en Dallas lo podían hacer con los negros-, el grupo “hijos de La Pasionaria” según el léxico de capellán castrense, estábamos al tanto de todo lo que se movía en oposición al régimen. Leíamos la prensa diaria entre líneas, pero sobre todo nos pasábamos la revista “Triunfo” que erstá muy pendiente de estas cosas, del teatro por supuesto. Supimos que el mejor Adolfo Marsillach –había otro de actuaciones obligadas para el cine del “Movimiento”-, no hacía más que darle dolores de cabeza a la censura con sus adaptaciones de los clásicos –con la ayuda de en otra hora franquista Enrique Llovet- como lo fue el Tartufo de Moliere, y que ahora estaba representando nada más y nada menos que el Marat-Sade de Peter Weiss…Sabíamos que la actriz que hacía el papel de la loca del Hospital de Charenton que encarnaba a Carlota Corday, la célebre asesina de Marat, el amigo del pueblo, se llamaba Emma Cohen…se comentaba que en el día del estreno se había presentado el ministro de Cultura, un tal Sánchez Bella, y que en su delirio, la loca de Charentón de Weiss se dirigió directamente a él para clamar contra los burgueses corruptos, que el ministro como haría luego Gallardón jr, se levantó y se marchó…
De buen seguro que fue en aquel mismo año cuando Emma se dio a conocer en la portada y en las páginas centrales del “Fotogramas”, una revista cinéfila que ya había entrado de pleno en el ámbito del “destape” con las fotografía de Josep Mª Castellvi…no era necesario saber un higa de cine para reclamar la revista entre un personal de veintiypocos años que solamente pensaba en hacerse el patético tilin, tilin, del que hablaba el descarado Pep Rubianes en su “show” de Can Pistolas. Lamentablemente, Emma apenas si pudo hacer el teatro para el que se había formado, aunque interpretó un Henry Ibsen de la mano de Fernando (Un enemigo del pueblo), un Calderón (El alcalde de Zalamea...)…Trabajó también en televisión, donde encarnó a la Gallina Caponata en el programa infantil Barrio Sésamo y participó en series como la serie El conde de Montecristo o en Curro Jiménez…Ya era uno de los emblemas más seductores de la llamada “progresía”, trabajó para la Escuela de Barcelona de la que ya nadie se acuerda, con Sara Montiel en la infumable Tuset Street, la calle de la llamada “gauche divine” barcelonesa. La misma que por la época fue objeto de una manifestación “ejemplar” de la LCR adolescente y de la cual se solía presumir ante los que pudimos participar por eso de la “mili”. Para los de la liga decir es de la “gauche divine” era un insulto.
Siempre deslumbrante con unos escotes que causaban vértigo como los que lució en la mayor parte de sus películas de los setenta, películas a granel que incluía desde comedias de Mariano Ozores (El apolítico, la verdad una de las más decente del último Preimo Goya), así como de terror o eróticas pero sin pasarse.
De su filmografía casi stajanovista apenas si es posible distinguir alguna que otra como: Españolas en París (Roberto bodegas, 1971), El techo de cristal (eloy de la iglesia, 1971), Al otro lado del espejo (de lo mejor de Jesús Franco, 1973)… Untítulo bastante emblemático de este cine “progre” fue Solos en la madrugada (José Luis Garci, 1978), donde “se follaba” a José Sacristán si el menor complejo a pesar de que era la hija de un alto mando militar, un detalle que su autor debió de considerar muy atrevido porque no tardó en dejar de lado esta etapa “radical” en la que la pareja (en Asignatura pendiente) “follaba” a pelo bajo la foto gigante de Vladimir Illich Ulianov alias Lenin. De hecho no fue hasta que comenzó a vivir con Fernán Gómez su historial de amor y anarquía que Emma participar en películas de otro nivel, tales como: Mambrú se fue a la guerra (1986), El viaje a ninguna parte (1986) y El mar y el tiempo (1989). Una de ellas, ¡Bruja, más que bruja!, se ha reestrenado hace pocos días, un poco antes que la Emma que siempre recordaremos en los años del esplendor en la yerba, ya se estaba despidiendo de todos nosotros, que tanto envidiamos a Fernando con el que compartió una militancia en la CNT sin la más mínima obediencia a cualquier forma de dogma. Con sus manos enlazadas, Fernando aparecía junto con Emma recibiendo todos los grandes premios del país como el Príncipe de Asturias. Aunque en verdad los premiados ran ellos, los que, aunque sumaran todos sus méritos, no le llegaban a Fernando a la suela del zapato.
La actriz Emmanuela Beltrán Rahola, conocida como Emma Cohen (Barcelona, 1946), ha sido uno de los referentes más particulares de una generación, la mía, no en vano era de mi quinta. No tengo dudas de que supe de ella en la época de mi servicio en la ciudad militar de Ceuta donde tenías que tener mucho cuidado porque si no saludadas el himno a la
bandera podía caer “un paquete” porque te denunciaba cualquiera. En aquel ciudad ocupada en la que los moros eran ciudadanos de tercera –recuerdo que los echaban de los bares como en Dallas lo podían hacer con los negros-, el grupo “hijos de La Pasionaria” según el léxico de capellán castrense, estábamos al tanto de todo lo que se movía en oposición al régimen. Leíamos la prensa diaria entre líneas, pero sobre todo nos pasábamos la revista “Triunfo” que erstá muy pendiente de estas cosas, del teatro por supuesto. Supimos que el mejor Adolfo Marsillach –había otro de actuaciones obligadas para el cine del “Movimiento”-, no hacía más que darle dolores de cabeza a la censura con sus adaptaciones de los clásicos –con la ayuda de en otra hora franquista Enrique Llovet- como lo fue el Tartufo de Moliere, y que ahora estaba representando nada más y nada menos que el Marat-Sade de Peter Weiss…Sabíamos que la actriz que hacía el papel de la loca del Hospital de Charenton que encarnaba a Carlota Corday, la célebre asesina de Marat, el amigo del pueblo, se llamaba Emma Cohen…se comentaba que en el día del estreno se había presentado el ministro de Cultura, un tal Sánchez Bella, y que en su delirio, la loca de Charentón de Weiss se dirigió directamente a él para clamar contra los burgueses corruptos, que el ministro como haría luego Gallardón jr, se levantó y se marchó…
De buen seguro que fue en aquel mismo año cuando Emma se dio a conocer en la portada y en las páginas centrales del “Fotogramas”, una revista cinéfila que ya había entrado de pleno en el ámbito del “destape” con las fotografía de Josep Mª Castellvi…no era necesario saber un higa de cine para reclamar la revista entre un personal de veintiypocos años que solamente pensaba en hacerse el patético tilin, tilin, del que hablaba el descarado Pep Rubianes en su “show” de Can Pistolas. Lamentablemente, Emma apenas si pudo hacer el teatro para el que se había formado, aunque interpretó un Henry Ibsen de la mano de Fernando (Un enemigo del pueblo), un Calderón (El alcalde de Zalamea...)…Trabajó también en televisión, donde encarnó a la Gallina Caponata en el programa infantil Barrio Sésamo y participó en series como la serie El conde de Montecristo o en Curro Jiménez…Ya era uno de los emblemas más seductores de la llamada “progresía”, trabajó para la Escuela de Barcelona de la que ya nadie se acuerda, con Sara Montiel en la infumable Tuset Street, la calle de la llamada “gauche divine” barcelonesa. La misma que por la época fue objeto de una manifestación “ejemplar” de la LCR adolescente y de la cual se solía presumir ante los que pudimos participar por eso de la “mili”. Para los de la liga decir es de la “gauche divine” era un insulto.
Siempre deslumbrante con unos escotes que causaban vértigo como los que lució en la mayor parte de sus películas de los setenta, películas a granel que incluía desde comedias de Mariano Ozores (El apolítico, la verdad una de las más decente del último Preimo Goya), así como de terror o eróticas pero sin pasarse.
De su filmografía casi stajanovista apenas si es posible distinguir alguna que otra como: Españolas en París (Roberto bodegas, 1971), El techo de cristal (eloy de la iglesia, 1971), Al otro lado del espejo (de lo mejor de Jesús Franco, 1973)… Untítulo bastante emblemático de este cine “progre” fue Solos en la madrugada (José Luis Garci, 1978), donde “se follaba” a José Sacristán si el menor complejo a pesar de que era la hija de un alto mando militar, un detalle que su autor debió de considerar muy atrevido porque no tardó en dejar de lado esta etapa “radical” en la que la pareja (en Asignatura pendiente) “follaba” a pelo bajo la foto gigante de Vladimir Illich Ulianov alias Lenin. De hecho no fue hasta que comenzó a vivir con Fernán Gómez su historial de amor y anarquía que Emma participar en películas de otro nivel, tales como: Mambrú se fue a la guerra (1986), El viaje a ninguna parte (1986) y El mar y el tiempo (1989). Una de ellas, ¡Bruja, más que bruja!, se ha reestrenado hace pocos días, un poco antes que la Emma que siempre recordaremos en los años del esplendor en la yerba, ya se estaba despidiendo de todos nosotros, que tanto envidiamos a Fernando con el que compartió una militancia en la CNT sin la más mínima obediencia a cualquier forma de dogma. Con sus manos enlazadas, Fernando aparecía junto con Emma recibiendo todos los grandes premios del país como el Príncipe de Asturias. Aunque en verdad los premiados ran ellos, los que, aunque sumaran todos sus méritos, no le llegaban a Fernando a la suela del zapato.
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