domingo, 8 de mayo de 2016

Daniel Cohn-Bendit y la revolución que seguimos queriendo tanto



Daniel Cohn-Bendit y la revolución que seguimos queriendo tanto

Durante dos años, Daniel Cohn-Bendit -el célebre "Dany el rojo" del Mayo 68-, acompañado de un equipo de televisión, viajó de Frankfurt a Río de Janeiro, de París a Nueva York, pasando por Polonia, Recorrió las rutas de Alemania, de Francia, de Italia y de Holanda. Encontró a los creadores de los movimientos contestatarios que sacudieron el planeta desde los años 60: los Hippies, los Black Panthers, las mujeres del Women Libs, los Provos holandeses, los miembros de las Brigadas Rojas, los guerrilleros de América Latina, los militantes de la Gauche prolétarienne, etc. Muchos eran amigos suyos, otros le habían impresionado por sus palabras o por sus acciones. Cohn-Bendit quiso saber cómo habían evolucionado y el resultado fue una serie televisiva, a partir de la cual se elaboró este libro. ¿Qué tenían en común, a estas alturas, Jerry Rubin, el ex Yippie instalado en un suntuoso apartamento neoyorquino, y un terrorista encerrado a cadena perpetua en una cárcel italiana? ¿Qué podrían decirse Serge July, director del periódico-fenómeno Libération, y Fernando Gabeira, el antiguo guerrillero y luego star de la televisión brasileña? ¿Cómo Joschka Fischer se convirtió en ministro del Medio Ambiente en la Alemania Federal mientras Hans Joachim Klein estaba buscado por todas las policías de Europa? ¿Por qué algunos se lanzaron a la lucha armada mientras que otros predicaban el pacifismo? A través de la historia y la evolución de cada uno de ellos, de sus convicciones, Cohn-Bendit ha intentado comprender por qué esta generación pudo creer que podía cambiar el orden de las cosas, y los objetivos que, a pesar de fracasos y tragedias, han podido conseguirse.

Hermano de Gabriel Cohn-Bendit, nace en Francia en 1945 de padres alemanes de origen judío, que se habían refugiado del régimen nazi en1933. Fue apátrida hasta la edad de 14 años, cuando tomó la nacionalidad alemana para no hacer su servicio militar. Se define a sí mismo, sin embargo, como « ciudadano europeo».3
Fue miembro durante un breve periodo de tiempo de la Fédération Anarchiste, y del movimiento Negro y Rojo.
Tras terminar el Abitur, en 1965 retorna a Francia donde se matricula en propedéutica para extranjeros en la Sorbona. Y en 1967 comienza sus estudios de sociología en la Universidad de Nanterre cuando explota el movimiento del 22 de marzo en 1968. Es inscrito entonces en la lista negra de los estudiantes de la Universidad. Y tras el desalojo realizado por la policía el 2 de mayo, forma parte del grupo de estudiantes que ocuparon la Sorbona al día siguiente. Se constituiría así, junto a Alain Geismar y Jacques Sauvageot, como uno de los líderes de Mayo del 68. El 21 de mayo, durante un viaje a Berlín, se le prohíbe la entrada en Francia. Vuelve sin embargo el 28 de mayo con los cabellos teñidos y gafas oscuras para una reunión en la Sorbona dónde es aclamado. El eslogan « Todos somos judíos alemanes » simboliza el apoyo de los jóvenes a aquel que la prensa denomina « Dany el rojo ». La prohibición se mantendría hasta 1978.
Con el final de los acontecimientos, se instala en Fráncfort del Meno y abandona su actividad pública. Allí funda el nuevo partido Lucha Revolucionaria y comparte piso con su amigo Joschka Fischer (quién sería ministro de exteriores alemán en1998). Es sucesivamente educador en una guardería autogestionada y empleado en la librería Karl Marx. Progresivamente, abandona su perspectiva contestataria orientándose hacia una carrera política.
En 1975 publicó un libro de memorias titulado El gran bazar. En sus páginas reflexiona sobre el trabajo político, los deberes de un revolucionario y, también, sobre lo que se podía experimentar en un jardín de infancia alemán a comienzos de los años 70.
Después de ser expulsado de Francia, Cohn Bendit se instaló en Frankfurt, donde trabajó como monitor en una guardería alternativa vinculada a la universidad. Su experiencia en ese centro educativo, revelada en el libro, ha cobrado ahora una peligrosa actualidad para el político verde. Fue escrita con la meta poco disimulada de provocar a la conservadora sociedad germana en una época donde florecían las proclamas antisistema y los jóvenes exigían poner fin a todos los tabúes sexuales.
“Ocurrió varias veces que algunos niños me abrieran la bragueta. Reaccioné de diferentes maneras, según las circunstancias, pero el deseo de aquellos niños me planteaba un problema. Yo les preguntaba: ¿por qué no jugáis juntos, por qué me elegís a mí y no a otros niños? Pero si insistían de todos modos, los acariciaba”, relata Dany le Rouge en su libro. “Podía sentir perfectamente cómo las niñas de cinco años habían aprendido a excitarme”.
Luego de las publicaciones acusatorias aparecidas en los periódicos británicos The Observer y The Independent, en el italiano La Repubblica y en el alemán Bild en 2001, Daniel Cohn-Bendit expresa su remordimiento por haber escrito el libro Le Grand Bazar sabiendo lo que sabe hoy acerca del abuso sexual infantil.
En ese libro Daniel Cohn-Bendit defendía la liberación sexual de los niños y su capacidad de otorgar consentimiento para vivir su sexualidad libremente con los adultos. Daniel Cohn-Bendit se justifica diciendo que en la década de los 70 los revolucionarios estaban obsesionados con la represión en todas sus formas, incluida la represión sexual y que se creía que una educación anti-autoritaria era permitir a un niño crecer sin tabúes sexuales. Dice que exageró al describir que tuvo situaciones sexuales con los niños del jardín de infantes donde trabajaba y que había sido una manera contestataria de luchar contra la moral burguesa, que lo había escrito por pura provocación.5
A finales de los años 1970, se aproxima al movimiento verde alemán (Die Grünen) y anima a Joschka Fischer a presentarse a las elecciones de Hesse. En 1981, rompe con el anarquismo militando por la elección del cómico Coluche a la presidencia de la República Francesa. En 1986, oficializa su abandono de la perspectiva revolucionaria en su libro: Nous l'avons tant aimé, la Révolution (La revolución, y nosotros que la quisimos tanto). Más tarde y ya integrado en Die Grüne (1989), Cohn-Bendit sería elegido como teniente de alcalde en Fráncfort del Meno (junto al alcalde del SPD).

Eurodiputado [editar]

En 2004 Daniel Cohn-Bendit es reelegido eurodiputado para representar a los verdes; es el portavoz del Partido Verde Europeo, partido político creado en febrero de ese año. Reelegido en 2009 es, además de ecologista, partidario del federalismo europeo.
ace unas semanas, Alain Krivine nos hablaba también de “Dani el rojo” en el curso del homenaje a Daniel Bensaïd en Barcelona. Para Alain, mayo del 68 no fue un mera vía de modernización sino la huelga general más extensa y radical de la historia social francesa. Pero no idealizaba, contaba que la democracia estudiantil era bastante peculiar. Cierto, las asambleas eran multitudinarias, pero pocos podían hablar, no había espacio para tantos. Quien mejor lo hacía era “Dani”, primero porque sabía hacerlo, luego porque era el que tenía el micro. Se debatía sobre hacia donde tirar, y “Dani” cogía el micro y preguntaba…
El caso es que, pro un conjunto de circunstancias, Daniel Cohn-Bendit (Montauban, 1945), también conocido como «Dany el rojo», se convirtió en el principal personaje mediático durante los acontecimientos, y como tal fue, por citar un ejemplo, entrevistado por Jean Paul Sartre para Le Nouvel Observateur, el 20 de mayo 1968, un texto que hemos repescado porque es un documento importante del momento. La seriedad de los medos no podía ser más cuestionable, aunque también es cierto que se vieron afectado por las fiebres, y que incluso en el Estado Español los hubieron que informaron con su punto de fiebre (en Barcelona TeleExpress,, y claro está, la revista “Triunfo”-, y muestra de una cosa y otra la tenemos en la célebre anécdota de la mayor manifestación de los jornadas. Mientras caminaban, unos periodistas le peguntaron a Dani cuanta gente había, y este, miró hacia un extremo y otro, y respondió: “Un millón”, y al día siguiente, esta respuesta facilitó los titulares de los dias. Quizás eran más, quizás menos, pero lo que es seguro es que no había –exactamente- un millón. La formula tuvo tanto éxito que se repitió aquí, y de la “Diada” catalana del 11 de septiembre de 1977 se proclamó que éramos un millón, y así se ha recogido en diversos libros de historia.
Volviendo a Daniel. Para él aquello fue una fiesta inolvidable, pero ahora la historia es otra, y su papel es my otro. Cierto que mantiene el toque del vestuario informal, lass respuestas “provocadoras” –cuando en La Vanguardia le preguntaron por el “burka” respondió que si las dejas, las muchachas árabes acabaran adoptando la minifalda, pero si la obligan a renunciar a hora será peor-, amén de un radicalismo totalmente desteñido, declarando por ejemplo que contra la crisis habría que tomar una serie de medidas “socializadoras”, pero no dice nada sobre quien las tendrá que imponer –hace medio siglo que Dani no habla del movimiento obrero-, y por lo tanto, son propuestas que no tienen nada que ver con la política cotidiana de buscar un lugar bajo el sol institucional, codo con coco con el socialiberalismo a la manera que están aplicando entre nosotros sus “colegas” de IC-EV…
Imagen relacionadaEste “bon vIvant” es un buen ejemplo de cómo el sistema no desaprovecha los antiguos hijos de la ira, y Daniel lo fue.
Apátrida, judío y alemán de origen, este detalle que dio lugar a un comentario despectivo por parte del dirigente estalinista George Marchais, y en consecuencia, una hermosa respuesta por parte de los estudiantes que gritaron por miles: “Todos somos judíos alemanes”, un grito de los más memorables de entonces, por cierto, claramente inspirado en el final de la película Espartaco. Universitario en Nanterre, Daniel protagonizó la primera “chispa” de la rebelión cuando el titular del Ministerio de Educación visitó la Universidad y el lo puso en ridículo dejando constancia que ya se podía hablar de sexualidad a las claras.
Desconocido hasta entonces, emergió en los primeros días de las barricadas de mayo como un líder político completamente diferente a los tradicionales, muy en consonancia con un movimiento que se hacía cada día en las barricadas. Se erigió como representante del “Movimiento 22 de marzo” que agrupaba a dos sectores básicos del “espíritu del 68”, el vasto componente espontaneísta-anarquista en el que entraban numerosos grupos o afinidades desde los siuacionistas hasta los socialbárbaros pasando por los surrealistas, y los trotskistas de la JCR con Alain y Daniel como portavoces, y otras corrientes menores. Por su desenvoltura y desfachatez, Daniel fue elegido portavoz de las asambleas multitudinarias así como de las manifestaciones y de los enfrentamientos que conmovieron el mundo durante cerca de un mes.
Como había que “catalogarlo” de alguna manera, Dani apareció como un “anarquista”, aunque él precisó que le gustaba más que lo llamaran “libertario”, término que considera más adecuado para definir unas concepciones en las que el anarquismo y el marxismo se casan con una notable capacidad de improvisación y provocación que desafió a De Gaulle, al sistema establecido, incluyendo al PCF. Dani supo hablar en un sentido “contestatario”, opuesto a la izquierda reformista y al juego electoral, como partidario de la unión entre obreros y estudiantes y de la acción común apoyada en base de las asambleas en las que se decía que estaba “prohibido prohibir”, aunque habría que decir que las frases formaban más parte de la lírica que de las necesidades reales.
Situado en la cima de los acontecimientos, Dani pudo percatarse de que a la huelga general le faltaban alternativas gubernamentales y baraja la posibilidad de un frente popular controlado desde abajo, por aquellas asambleas masivas y caóticas. Durante los hechos, llevó a cabo una ingente labor por la extensión internacional del conflicto que veía como una crisis revolucionaria en la que se arremetía, simultáneamente, contra el capitalismo, contra el imperialismo Y contra la burocracia soviética…
En el calor de los acontecimientos se publicó su libro El izquierdismo, remedio a la enfermedad senil del comunismo, un título en la que, en cierta medida, se le da la vuelta al clásico de Lenin interpretado como lo habían hecho los estalinistas, en realidad pues, desenfocado en relación a lo que planteaba Lenin en relación al curso “izquierdista” de la Internacional comunista de sus dos primeros congresos. Claro que esta es una historia muy prolija, pero que conviene matizar ya que el curso estaliniano acabó desenfocando toda la historia comunistas.
Claro está que Dani se estaba refiriendo entonces al comunismo estalinista que trata a los estudiantes de “gauchistes”. Eran los tiempos en los que los servicios de orden del PCF-CGT gritaban “¡Gauchistes-Marcellín!”, y anotemos que Marcellin era el ministro del orden público que ordenaba la represión policíaca sin miramientos, y para el que los revoltosos eran unos meros delincuentes. En este libro, Dani define la revolución rusa como la última gran revolución burguesa, y el régimen “soviético” como una forma peculiar de capitalismo de Estado. Critica a los sindicatos y a los partidos, y apuesta por la espontaneidad y par la desdogmatización. En su alternativa coinciden influyen los teóricos consejistas, las diversas corrientes anarquistas, el situacionismo, el surrealismo, etc. Está contra el comunismo, dice, porque está contra el capitalismo, pero declara que el que no denuncia la agresión yanqui al Vietnam no tiene derecho a hablar de la invasión a Checoslovaquia en agosta de 1968. Finalmente, sin apoyo social organizado, el «movimiento 22 de marzo» se desharía y el espontaneísmo que representó, desapareció. Finalmente, sin apoyo social organizado, el «movimiento 22 de marzo» se desharía y el espontaneísmo que representó, desapareció.
Expulsado de Francia en pleno reflujo de la lucha revolucionaria, viaja par Europa agitando con su estilo peculiar sin que ningún gobierno quiera admitirle. En Israel encabeza —junto con los marxistas de la IV del Mazpen— una manifestación en la que se grita: “¡Todos somos árabes palestinos!”. En Carrara (Italia), asiste aquel mismo año a un Congreso anarquista y polemiza con Federica Montseny que lo trata de “gamberro” en una colisión bastante ilustrativa de un fuerte conflicto intergeneracional en el seno de un movimiento libertario con referencias históricas diferentes: la que acabo con la guerra española, y la que comenzó con el 68. El anarquismo de Cohn Bendit no respetaba el tradicionalismo cenetista, de hecho Federica lo trató de “niñato” y de “maleducado”..
Imagen relacionadaConvertido en un símbolo errante de un movimiento que ya no podía ser igualmente “espontáneo” frente a unas autoridades advertidas, Daniel concede entrevistas y publica sus precoces “memorias”, El gran bazar (Ed. Dopesa, Barcelona, 1976), en cuya portada se ve a Daniel con unas maletas de espalda a la puerta de Brandenburgo, y con un prólogo de un tal Darío Giménez de Cisneros en la que presenta al autor con trazos de lo que luego se llamará aquí la “gauche divinne”. A lo largo de casi 250 páginas, Dani repasa su biografía hasta el momento, criticando abiertamente algunos de sus propios posicionamientos.
En el tiempo que sigue, Dani se asienta en el país de sus padres, Alemania, donde milita en el área de lo que será con el tiempo el Partido Verde, en concreto en una comuna en la que hace de editor, puericultor, y no desdeña a la larga una carrera parlamentaria claramente orientada hacia el sector “realo” de los verdes, pactando con los gobiernos socialdemócratas, e incluso apoyando el «intervencionismo humanitario» del imperialismo norteamericano en Irak (1991), y Afganistán (2001).
Un testimonio de esta evolución posibilista lo ofrecerá en su libro, La revolución, y nosotros que la quisimos tanto (Anagrama, Barcelona, 1987), escrito con su hermanos mayor Gabriel, su “alter ego” a lo largo de su vida militante, y que antes de su evolución libertaria había militado en las filas trotskistas, y con los “activistes” opuestos al imperialismo francés durante la guerra de Argelia. Pero todo esto quedará lejos, como los restos arqueológico de un “izquierdismo” que tuvo sus momentos de gloria, pero que, al quedarse sin respuesta, se aprestó a buscar su lugar al sol en el “gran bazar” de la política del espectáculo.
En todos sus discursos, la revolución no fue más que una ilusión. No es nada diferente a lo que nos decían en los sesenta los que unas décadas antes habían querido mucho la revolución, y que nos repetían aquello de que quien no es anarquista a los veinte años es que no tiene corazón, pero quien no es conservador a los cincuenta, es que no tiene cerebro.
Yo creo que no tienen corazón ni cerebro.


«Dany el rojo», fue el principal personaje mediático durante los acontecimientos revolucionarios de mayo del 68 en Francia, (Montauban, 1945), actualmente es reconocido como uno de los animadores parlamentarios-“realos” del partido verde alemán que gobierna en coalición con la socialdemocracia de Schroëder. Apátrida, judío y alemán de origen, este detalle que dio lugar a un comentario despectivo por parte del dirigente estalinista George Marchais, y en consecuencia, una hermosa respuesta por parte de los estudiantes que gritaron por miles: «Todos somos judíos alemanes». Universitario en Nanterre protagonizó la primera «chispa» de la rebelión con el titular del Ministerio de Educación. Desconocido en la víspera, emergió en los primeros días de las barricadas de mayo como un líder político completamente diferente a los tradicionales.
Representante del «movimiento 22 de marzo» que agrupaba a espontaneísta, trotskistas y otras corrientes menores, fue elegido portavoz de las asambleas multitudinarias así como de las manifestaciones y de los enfrentamientos que conmovieron el mundo durante cerca de un mes. En este tiempo, Dani apareció como un «anarquista», aunque él mismo se ha definido como un «libertario», término que considera más adecuado para definir unas concepciones en las que el anarquismo y el marxismo se casan con una notable capacidad de improvisación y provocación que desafió a De Gaulle, al sistema establecido, incluyendo al PCF. Contrario a la izquierda reformista y a las elecciones, partidario de la unión entre obreros y estudiantes y de la acción común apoyada en base de las asambleas en las que se «prohibe prohibir». Situado en la cima de los acontecimientos, pudo percatarse de que a la huelga general le faltaban alternativas gubernamentales y baraja la posibilidad de un frente popular controlado desde abajo. Durante los hechos, llevó a cabo una ingente labor por la extensión internacional del conflicto que veía como una crisis revolucionaria en la que se arremetía, simultáneamente, contra el capitalismo, contra el imperialismo Y contra la burocracia soviética…
En el calor de los acontecimientos se publicó su libro El izquierdismo, remedio a la enfermedad senil del comunismo, un título en la que, en cierta medida, se le da la vuelta al clásico de Lenin. No obstante, conviene ajustar que Dani se estaba refiriendo al comunismo estalinista que trata a los estudiantes de «gauchistes» (los servicios de orden del PCF-CGT gritaban «¡Gauchistes-Marcellín!» (Marcellin era el ministro de orden público que ordenaba la represión policíaca). Dani define la revolución rusa como la última gran revolución burguesa, y el régimen «soviético» como una forma peculiar de capitalismo de Estado. Critica a los sindicatos y a los partidos, y apuesta por la espontaneidad y par la desdogmatización.
En su alternativa coinciden influyen los teóricos consejistas, las diversas corrientes anarquistas, el situacionismo, el surrealismo, etc. Está contra el comunismo, dice, porque está contra el capitalismo, pero declara que el que no denuncia la agresión yanqui al Vietnam no tiene derecho a hablar de la invasión a Checoslovaquia en agosta de 1968. Expulsado de Francia en pleno reflujo de la lucha revolucionaria, viaja par Europa agitando con su estilo peculiar sin que ningún gobierno quiera admitirle. En Israel encabeza —junto con los trotskystas del Mazpen— una manifestación en la que se grita: «¡Todos somos árabes palestinos!». En Carrara (Italia), asiste a un Congreso anarquista y polemiza con Federica Montseny que lo trata de «gamberro».
Su anarquismo no respeta el tradicionalismo cenetista. Presionado por diversas editoriales, escribe «su historia», El gran bazar (Ed. Dopesa, Barcelona, 1976), en la que repasa su biografía hasta el momento, criticando abiertamente algunos de sus propios posicionamientos. Finalmente, sin apoyo social organizado, el «movimiento 22 de marzo» se deshacería y el espontaneísmo que representó, desapareció. En el tiempo que sigue, Dani se asienta en el país de sus padres, Alemania, donde milita en el área de lo que será con el tiempo el Partido Verde, en concreto en una comuna en la que hace de editor, puericultor, y no desdeña a la larga una carrera parlamentaria claramente orientada hacia el sector «realo» de los verdes, pactando con los gobiernos socialdemócratas, e incluso apoyando el «intervencionismo humanitario» del imperialismo norteamericano en Irak (1991), y Afganistán (2001). Un testimonio de esta evolución posibilista lo ofrecerá en su libro, La revolución, y nosotros que la quisimos tanto (Anagrama, Barcelona, 1987), escrito con su hermanos mayor Gabriel, su «alter ego» a lo largo de su vida militante, y que antes de su evolución libertaria había militado en las filas trotskistas, y con los «activistes» opuestos al imperialismo francés durante la guerra de Argelia.


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