sábado, 7 de mayo de 2016

Závis Kalandra, surrealista y trotskista fusilado en Praga



Závis Kalandra, surrealista y trotskista fusilado en Praga

El hilo de la biografía de Lise London me ha llevado al “caso Kalandra”, sobre el que no existe mucha información. ¿Quién era Závis Kalandra?, normalmente se le evoca como surrealista, lo cual es enteramente cierto, pero también era líder de un pequeño grupo “trotskista” o sea luchaba por una nueva revolución que restableciera el poder de la democracia obrera con libertad de partidos que respetaran la propiedad colectiva…
 Závis Kalandra (Frenštát pod Radhoštěm, 10 noviembre 1902; Praga, 27 junio 1950), estudió filosofía en la Universidad Charles en Praga y luego en Berlín. En 1923 ingresó en el Partido Comunista de Checoslovaquia, pero fue excomulgado por firmar una denuncia de los “procesos de Moscú”, aunque ya anteriormente se había mostrado crítico en relación a la política de Stalin en relación a la política de “socialfascismo” aplicada en la Alemania prenazi. Závis era también  conocido como poeta,  historiador teórico de la literatura. En los años 30 fue igualmente uno de los animadores del  importante grupo surrealista checoslovaco, uno de los más inquietos de la Europa de la época. Su historial pues, no era precisamente el de un “enemigo del pueblo”. Había sido arrestado por la Gestapo en 1939 y fue encarcelado hasta 1945 en varios campos de concentración. De hecho, Kalandra fue un superviviente de la pesadilla del campo de concentración de Mauthausen del 39 al 45. Sin embargo, en 1949, Kalandra es acusado de ser miembro de un "complot imperialista" en una Checoslovaquia de la posguerra, acosada por el espectro de las purgas estalinistas, bajo el régimen del payaso Klement Gottwald. En ese ambiente de terror caen las cabezas comunistas como Milada Horáková, Vladimir Clementis (ex ministro del exterior checo) y el judío Rudolf Slánsky (ex-premier del partido comunista). Kalandra, otro de los implicados, es condenado a morir en la horca. Después de la guerra fue calificado como fue uno de los líderes del Partido  trotskista, y efectivamente era el principal dirigente del pequeño Partido Comunista internacionalista, sección checoslovaca de la IV Internacional. En 1949 resultó acusado de ser miembro de una supuesta conspiración para derrocar al régimen “comunista” según la terminología aceptada tanto por el estalinismo como por la derecha.  Los  cargos eran de conspiración y traición a la patria, y se sentó en el banquillo junto con otros dos acusados (​​Milada Horáková, Buchal Jan y Pecl Oldřich) El 8 de junio de 1950  Kalandra fue condenado a morir en la horca.
Imagen relacionada Como no podía ser menos, el “caso” saltó a la luz pública. Sobre todo cuando, en las vísperas, André Breton  escribió a  Paul Eluard, antiguo camarada tanto de Breton como de balandra, y que ahora era uno de los personajes más reconocidos del Partido Comunista Francés (PCF), para que intercediera por su amigo. En una carta fechada el 13 de junio de 1950, Breton recuerda Eluard su pasaje por Praga:
  “…Tú y yo entonces, repito, no éramos más que nosotros mismos. En la agitación un poco febril de aquellos primeros días, aparece, si recuerdas, un hombre que pasa, que se sienta tantas veces como puede con nosotros, que se esfuerza en comprendernos, un hombre abierto. Ese hombre no es un poeta, pero nos escucha como nosotros le escuchamos: lo que nosotros decimos no le parece en modo alguno inadmisible;  lo que él objeta, algunas veces nos  aclara, e incluso nos convence.  El es quien da, en la prensa comunista, los más penetrantes análisis de nuestros li­bros, los más validos resúmenes de nuestras conferencias. No se da tregua, hasta tanto no ha dispuesto en nuestro favor a los grandes auditorios donde se mezclan intelectuales y obreros”.
Resultado de imagen de andre bretonBreton le recuerda el «Boletín», publicado en Praga el 9 de abril de 1935, en checo y en fran­cés, firmado por ti y por mí, da testimonio expreso de ello. Pienso que habrás retenido el nombre de este hombre: se llama —o se llamaba— Závis Kalandra. No me atrevo a deci­dir sobre el tiempo del verbo, porque los periódicos anuncian que ha sido condenado a muerte el jueves último por el tribu­nal de Praga. Tras unas «confesiones» en regla, naturalmente. Antaño tú sabías, como yo, lo que se podía pensar de tales confesiones. Kalandra lo sabía también cuando en 1936 fue expulsado del PC, a continuación de los comentarios que le había inspirado el “proceso de los  16” de Moscú. Bien sé que entonces él pasó a ser uno de los dirigentes del Partido Comunista Internacionalista (sección checa de la IV Inter­nacional), pero ¿cómo podrías tú lanzarle la primera piedra, tú, que pocos meses antes firmabas un texto titulado «En el tiempo en el que los surrealistas tenían razón», que concluía con la afirmación de nuestra desconfianza formal respecto al régimen estaliniano, un texto que cualquiera puede releer hoy?…”
Luego se pregunta si Závis ha “pasado manifiesta­mente al lado malo”, o si acaso era “culpable ante la Resistencia”, algo que no podía ser: “por­que son sus artículos de 1939 —cuando, en plena ocupación nazi, él no temió poner en ridículo la propaganda hitleriana— los que le costaron seis años de prisión en los campos (los de Ravensbruck y Sachsenhausen principalmente)”, por lo cual, Breton le responde.: “¡A otro perro con ese hueso! ¡No es esa la madera con la que se fabrican los traidores! Tú, de quien yo conocí por largo tiempo el respeto y el sentido sagrado de la voz humana hasta en la entonación (…) ¿Cómo puedes soportar, en tu fuero interno, semejante degradación del hombre en la persona de aquel que se mostró amigo tuyo? “(La llave de los campos, Ed. Ayuso, Madrid, 1976, pgs, 258-9)...
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Eluard se limitó a contestar en Acción: “Mucho tengo que hacer con los inocentes que gritan su inocencia y no tengo tiempo para ocuparme de los culpables que gritan (sic) su culpabilidad”, unas palabras que manchan su vida y su obra y que han quedado para la historia universal de la infamia. 
El hecho resulta estremecedor, sobre todo porque Eluard había sido un poeta capaz de escribir una elegía como Liberté, pueda llevar su fe en la causa hasta el extremo de cerrar los ojos ante una historia que no quedaba sepultada bajo el manto lejano de una historia que desconocía que era la soviética, sino que ocurría con alguien que conocía y a cuyo historial tenía perfecto acceso. Un testigo del momento, el poeta judío Paul Celan sólo atina a decir: “Desde hoy no podría ser surrealista”.
Obviamente, el hecho no  fue olvidado, no podía serlo. El eco más importante llegó desde la propia Checoslovaquia donde el autor de La inmensa levedad del ser,  Milan Kundera recordó que "André Breton no creyó que Kalandra hubiera traicionado al pueblo y a sus esperanzas, y dirigió un llamamiento en París a Eluard (en carta abierta del día 13 de junio de 1950) para que protestase contra la absurda acusación, e intentase salvar a su antiguo amigo praguense. Pero Éluard estaba en ese preciso momento bailando en un inmenso corro entre París, Moscú, Varsovia, Praga, Sofía, Gracia, entre todos los países socialistas y todos los partidos comunistas del mundo, y en todas partes recitaba sus hermosos versos sobre la alegría y la hermandad. Cuando leyó la carta de Breton dio dos pasos en el sitio, un paso hacia delante, negó con la cabeza, se negó a defender a un traidor al pueblo (en la revista Action del 19 de junio de 1950) y en lugar de eso recitó con voz metálica”:
Recordemos que Kundera es también el autor de La broma, en cuya ficción, su protagonista, Ludvik, escribe en una postal dirigida a su amiga cuasi novia Marketa: “¡El optimismo es el opio del pueblo! El espíritu sano hiede a idiotez. ¡Viva! Trotsky.” La dicha postal cae en manos de la Unión de Estudiantes, organización universitaria en la que también participa Ludik, pero es interpretada como una traición al régimen y lo condenan como tal, expulsándolo de la universidad.    Es una novela indaga y expone antecedentes personales de los personajes y la situación política contingente donde se desenvuelven sus vidas. Después de ser condenado por su amigo Zemanek y expulsado por traidor y trotskista, Ludvik ya no podrá postergar más el Servicio Militar y pasará recluido en el ejército hasta cumplir su obligación, pasando las penurias propias a las que son sometidos los jóvenes en el ejército en cualquier lugar del mundo. Añorando, naturalmente, su vida universitaria y siempre estupefacto ante la reacción de sus amigos frente a una postal que para él nunca significó otra cosa que una broma referida a una conversación privada con Marieta. También vale la pena anotar que existe una  versión cinematográfica con el mismo título filmada por Jarol Jires en plena “primavera de Praga”, y que se considera como uno de los títulos más incisivos de la época. Lo más curioso de todo esto quizás sea que Milan Kundera está siendo acusado por la nueva extrema derecha neoliberal de “colaboracionista” con un régimen de cuyo interior emergió todo el movimiento de la “primavera” liderado por comunistas que repudiaban los abusos perpetrados en “nombre del pueblo”.

Pero lo más terrible del caso es que por entonces Arthur London, militante comunista de fe de carretero que hasta entonces (y aún mucho después) no se había cuestionado ningún aspecto de la política oficial, habría dicho lo mismo o algo peor que Éluard, y que Lise habría opinado igual cuando este fue acusado de agente del imperialismo y sus amigos le negaban el saludo. Y es que London conoció un destino parecido al de Kalandra con la salvedad de que al comunista creyente tuvieron que arrancarle “la confesión” como le era propio al estalinismo, o sea mediante terribles torturas. London era nada menos viceministro checo de Exteriores, antiguo brigadista en la guerra de España, deportado a Mauthausen en 1944 donde fue uno de los principales artífices del comité de resistencia del campo, fue detenido, torturado y encarcelado por la policía de la Seguridad del Estado, y que el suyo no fue el único caso. En la misma trama cayeron otros muchos. La sentencia del Tribunal de Estado de Praga de noviembre de 1952 condenaba a Vavro Hajdu, viceministro de Exteriores, a trabajos forzados a perpetuidad, y también a Eugen Löbl (1907-19879, filósofo marxista y militante comunista, autor de La revolución rehabilita a sus hijos, subtitulado: Tras los bastidores del proceso Slánsky. proceso contra el centro de conspiradores del estado con Rudolph Slansky a la cabeza (Edicions 62, Barcelona,  1969).   

Justamente Löbl había sido rehabilitado durante la “primavera de Praga”…Anotemos también que el comunismo checoslovaco ya había producido tempranamente un veraz testimonio sobre el curso estaliniano a través de Jirí Weil, en su obra Moscú: Frontera (Oriente y Mediterráneo, Madrid, 2006), sobre que cual habrá que tratar un día de esto.

 Como no podía ser menos, el “caso Balandra” sea utilizado por algunos intelectuales bonitos a los que le gusta presumir de buena conciencia liberal tales como Rosa Montero o Carlos Semprún Maura, que evocan la historia sustrayendo el ideario político de Kalandra, juzgando a todo Paul Eluard por su mayor error, y atribuyendo al “sistema comunista” todos los males mientras que aquel “mundo libre” que apadrinaba las más repugnantes dictaduras derechistas, quedan fuera de campo. Intelectuales que ven la paja en el ojo ajeno y que no ven la viga que les impide decir media palabra sobre las mayores injusticias. Que ni han dicho ni media palabra sobre los Kalandra de cada día que vienen en pateras…          


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