sábado, 7 de mayo de 2016

Jack London y el socialismo



Jack London y el socialismo

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Seguramente nada mas apropiado, en una revista juvenil comunista, que dedicar un artículo a la memoria de Jack London, destacado escritor norteamericano, tenaz luchador por la emancipación de la clase obrera, y a quien en 1923 –en su prólogo a la magna obra londoniana El Talón de Hierro-  Anatole France denominó bastante exageradamente «el Carlos Marx norteamericano». Jack London ha sido durante más de un siglo uno de los autores predilectos de los jóvenes de muy diversos países. Relatos y novelas como La llamada de la selva, Colmillo Blanco, El Lobo de Mar, «El silencio blanco», «La expedición del pirata», Cuentos de los Mares del Sur, etc., tuvieron tal atractivo para la juventud que colocaron a London entre los autores más traducidos del mundo.
Empero, este escritor y  socialista militante, no sólo conectó con la juventud por la temática de sus relatos sino también por su forma de vida y mentalidad Con motivo de su precoz muerte –después de una vida tan corta e intensa que fue parangonada con la de «una gran llama»– Irving Stone finalizó su magnífica biografía sosteniendo que «con la desaparición de Jack London el mundo perdió una llama». Todavía más expresivo fue el crítico literario Edwin Markhan, al considerar a Jack como «una parte de la juventud y el coraje heroico del mundo».
Sin embargo, tales vinculaciones entre Jack London y la juventud, no constituyen opiniones aisladas o derivadas de lazos amistosos directos. En cuanto a la existencia de ese vínculo, la coincidencia es general. Así el escritor Henry Miller dijo de él: «No hallo otro escritor americano de igual coraje y de más fiera energía en América». Más preciso aún fue su colega Stephen Graham: «Es un escritor viviente. Sus libros se continuarán leyendo cuando muchas obras de arte de hoy no sean más que nidos de polvo (…). Es el escritor del hombre joven. Entre él y la juventud vuela una chispa viviente. Tiene el poder de poner en marcha lo que todavía es inquieto e inmaduro». No menos entusiasta es la admiración que, hacia el vitalista Jack London, expresó desde la lejana Rusia, el escritor Leónidas Andreiev: «Estimo yo en Jack London su vigor sereno, su talento firme, su hombría. Jack London es un escritor admirable, un bellísimo dechado de capacidad y voluntad orientados a la afirmación de la vida (…) ¡Talento prodigioso! Con ese don de observación que es patrimonio exclusivo de las escritores auténticos y sinceros, lleva al lector con mano amiga y fuerte a lo largo del camino y al terminar este viaje en su compañía duele separarse de él y se siente ya el ansia de mayores encuentros». 
Durante la mayor parte del franquismo, los lectores españoles no tuvieron acceso a las obras políticas y sociales de Jack London. Precisamente aquellas en que mejor se reflejó su combatividad anticapitalista y su ardor juvenil de luchador. Incluso su capacidad de previsión, que le llevó a anticipar, bajo la denominación de Talón de Hierro, la férrea dictadura del fascismo. Y ello en 1907, sobre la base del análisis que efectuó del desarrollo del gran capital a escala mundial. De ello trató, no sólo en su novela de anticipación titulada El Talón de Hierro, sino en los libros como La lucha de clases, Suyo por la Revolución, Tiempos malditos, El pueblo del abismo, Historia de los siglos futuros, etc. En la URSS, Jack London estuvo siempre considerado como el escritor proletario norteamericano más genuino y de ahí se deriva que de su obra se realizasen 56 ediciones que superaban seis millones de ejemplares. Ello sin contar una edición de sus Obras escogidas en ocho volúmenes.
No menor repercusión tuvo su obra entre los trabajadores norteamericanos. Así la describe uno de sus biógrafos, Irvin Stone: «El relato de London “Los favoritos de Midas” fue la primera narración proletaria que tuvo repercusión nacional en los EE.UU.
A ella siguió “El sueño del socialista Debs”, que predijo la huelga general de San Francisco de 1934, y El Talón de Hierro que vaticinó el sistema de terror del fascismo. Después de su muerte, los críticos pudieron disentir sobre diversos aspectos de su labor, pero hubo un punto incontrovertible: Jack London fue el padre de la literatura proletaria de los EE.UU.».
En 1929, la revista New Masses debía decir en palabras sencillas y veraces: «Un verdadero escritor proletario, no sólo debe escribir para la clase trabajadora, sino que debe ser leído por la clase trabajadora. Un verdadero escritor proletario no sólo debe usar su vida proletaria como material para sus libros: en estos debe arder el espíritu de la rebeldía. Jack London era un auténtico escritor proletario; el primero y, hasta ahora, el único escritor proletario de genio de los Estados Unidos. Los obreros que leen, leen a Jack London. Es el único escritor al que han leído todos, es la sola experiencia literaria que tienen en común. Los obreros de las fábricas, los peones del campo, los marinos, los mineros, los vendedores de diarios, lo leen y lo releen. Es el escritor más popular entre la clase obrera de los EE.UU.».
Mientras vivió, además de su intensa actividad literaria y de sus viajes –en dos décadas publicó casi 50 libros y numerosos artículos– Jack London realizó una asombrosa labor como difusor de los ideales socialistas. Y no sólo como candidato, en diversas campañas electorales, sino como conferenciante y agitador social multitudinario. Así, a su conferencia en el campus de la Universidad de Yale, titulada «Revolución», asistieron nada menos que tres mil estudiantes y 300 profesores y funcionarios del centro académico. El 19 de enero de 1905, a su regreso a Nueva York, después de otras dos semanas de conferencias, habló en el Grand Central Palace sobre «La crisis inminente». Los cálculos sobre la asistencia al mitin oscilan entre cuatro mil y diez mil personas, pero todos los socialistas de la costa Atlántica de los EE.UU. que pudieron pagarse el viaje estuvieron presentes.
Comentando esta labor de London, el novelista Irving Stone decía: «Su libro Lucha de clases suscitó tanto interés que tuvo que ser reimpreso en junio, octubre y noviembre, una hazaña notable tratándose de un conjunto de ensayos revolucionarios, en un país que negaba con violencia que existiese una lucha de clases, donde el socialismo era ridiculizado y desdeñado, donde se le acusaba de ser una hidra de mil cabezas que devoraba a la juventud. La suya era una voz que clamaba en la soledad, pero cada vez venía más gente a escucharle, particularmente la generación que estaba creciendo, desprendiéndose de las cadenas de una limitada mentalidad de pioneros, y que comenzaba a contar el costo humano del industrialismo en gran escala. Jack London era un gran hombre para esa generación: la misma que se lanzó sobre sus libros con fe apasionada. En toda la extensión de los EE.UU. se encuentran aún personas que relatan con orgullo que Jack London los convirtió en socialistas: el hecho de que su socialismo no durará siempre, quizás no sea atribuible a Jack». 
De una u otra forma, Jack London impactó también sobre las mentes de los revolucionarios de otros países. Como es sabido, Lenin falleció poco después de leerle su esposa el cuento de Jack London «El amor a la vida». Lenin gustaba de comentar con su mujer algunos de los relatos de Jack London y alabó mucho la crítica que realizó el escritor del revisionismo y oportunismo del Partido Socialista de los EE.UU. A su vez, Che Guevara relata, en su obra Pasajes del la guerra revolucionaria, cómo, al ser herido, en la emboscada de Alegría del Pino, se acordó del personaje de un cuento de London que, en otra situación crítica, se aprestaba a morir con dignidad.
Por su parte León Trotsky, en una carta dirigida en noviembre de 1937 a Joan London, hija de Jack, comentaba así El Talón de Hierro: «Hay que destacar muy particularmente el papel que Jack London atribuye en la evolución de la Humanidad a la burocracia y la aristocracia obrera. Gracias a su apoyo, la plutocracia americana logrará aplastar el levantamiento de los obreros y mantener su dictadura de hierro en los tres siglos venideros. No vamos a discutir con el poeta sobre un plazo que no puede dejar de parecernos extraordinariamente largo. Aquí lo importante no es ese pesimismo sino su tendencia apasionada a espabilar a quienes se dejan adormecer por la rutina, a obligarlos a abrir los ojos, a ver lo que es y lo que está en proceso. El artista utiliza hábilmente los procedimientos de la hipérbole. Lleva a su límite extremo las tendencias internas del capitalismo al avasallamiento, a la crueldad, a la ferocidad y a la perfidia. Maneja los siglos para medir mejor la voluntad tiránica de los explotadores y el papel traidor de la burocracia obrera. Sus hipérboles más románticas son, en fin de cuentas, infinitamente más justas que los cálculos de contabilidad de los políticos llamados “realistas”.
No es difícil imaginar la incredulidad condescendiente con la que el pensamiento socialista oficial de entonces acogió las previsiones terribles de Jack London. Si nos tomamos el trabajo de examinar las críticas de El Talón de Hierro que se publicaron en los periódicos alemanes de entonces, Neue Zeit y Worwaerts, y en los austriacos Kampf y Arbeiter Zeitung, no será difícil convencerse de que el “romántico” de treinta años veía incomparablemente más lejos que todos los dirigentes socialdemócratas reunidos de aquella época. Además, Jack London no sólo resiste en ese dominio la comparación con los reformistas y los centristas. Se puede afirmar con certeza que, en 1907, no había un marxista revolucionario, sin exceptuar a Lenin y Rosa Luxemburgo, que se representara con tal plenitud la perspectiva funesta de la unión entre el capital financiero y la aristocracia obrera. Esto basta para definir el valor especifico de la novela». 
Como contraste parcial a la opinión de Trotsky, conviene también conocer la que expuso Paul Vaillant Couturier en su prólogo de 1932 a la obra de London: «¿Podemos acusar al autor de haber trazado un cuadro negro, al haber previsto 300 años de dominación sangrienta de “El Talón de Hierro” después de la derrota revolucionaria? Aunque nos encontramos aquí, en el dominio de la fantasía, el pesimismo del escritor se explica históricamente. La obra fue redactada en la atmósfera creada por la emigración rusa roja de 1905. London, que recogía su inspiración revolucionaria de fuentes rusas, sufrió el contragolpe de la depresión consecutiva a la derrota. Además London, antiguo obrero, en contacto por su situación literaria con los capitalistas, conocía por experiencia, y desde los dos cabos, la potencia del capitalismo americano y, al compararlo con la autocracia degenerada del capitalismo embrionario de Rusia, tenía que imaginar una represión mucho más duradera y racionalizada, si vencía el Talón de Hierro en su propio país. Entre 1907 y hoy, la experiencia de una revolución proletaria victoriosa ya existe (...). Pero Jack London no conocía a Lenin, o se le perdía entre la masa de revolucionarios rusos (...). En las condiciones de la dictadura de la oligarquía (Talón de Hierro) Jack London preveía la obra revolucionaria como la acción de un grupo de individuos que se imponía por medio de una cadena de golpes triunfantes. Describe esa lucha más en romántico que en materialista, como una sucesión de atentados y provocaciones complicadas, organizadas por agentes dobles... Sin duda se entrevé en el libro de London el resultado final, el triunfo del proletariado y el reino de la Fraternidad, pero la masa, que debe ser históricamente el artesano y el beneficiario, no aparece más que como un rebaño de esclavos, incapaz de organizarse y que no demuestra su existencia mas que a través de rebeliones sangrientas». Quizás, el prologuista no tiene en cuenta suficientemente la tesis de Jack London sobre la integración en el sistema de un sector de la clase obrera –en forma de aristocracia obrera auxiliar de la Oligarquía– lo que suponía la transformación del resto del proletariado en un «pueblo o gente del abismo».
No obstante, Vaillant Couturier matiza su posición crítica al precisar: «Hay que rendirle esa justicia a Jack London. Nunca creyó en los ronroneos adormecedores del pacifismo ni en las promesas engañosas de una revolución sin violencia... Jack London, en efecto, no olvidó nunca las duras necesidades de la lucha de clases ni nunca renunció a su condición de miembro de la clase obrera...». Alta lección la que proporciona este escritor de talento a tantos de nuestros camaradas de juventud, que pasaron después de los cuarenta al campo del conformismo y de la complicidad con la oligarquía.

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