lunes, 16 de mayo de 2016

Carlo Tresca, un anarquista de dos mundos


Carlo Tresca, un anarquista de dos mundos

Pepe Gutiérrez-Álvarez


Tresca
   
Poco o nada conocido entre nosotros, Carlo Tresca (Sulmona, Italia, 1879-New York, 1943) fue uno de los militantes anarquistas más combativos y abiertos del movimiento obrero norteamericano, un personaje a la altura de Emma Goldman y John Reed, que nunca cedió en su compromiso ni en su integridad militante. Su trayectoria tiene bastante puntos en común con la de Camillo Berneri.
Provenía de una familia de ricos terratenientes de los Abruzzos, se hizo socialista en su juventud y a los 20 años era secretario del sindicato de ferroviarios -influenciado por los socialistas maximalistas- y editor del diario Il Germe. Condenado a prisión por difamación, decide emigrar y en Suiza se encuentra con Mussolini que le reprocha no ser suficientemente de izquierdas. Después de una breve estancia en Brasil, llega a los Estados Unidos, en un primer momento en Pittsburg donde edita La Plebe, en italiano, y en un segundo en Nueva York donde edita el diario de la federación socialista italiana con la que rompe en 1907
Emigró a los Estados Unidos en 1904 para escapar de una pena de cárcel por su militancia. Tresca comenzó su andadura como socialista hasta que conoció las ideas anarquistas, las cuales promulgó hasta el día de su muerte. Se dedicó a denunciar la hipocresía y la corrupción, uno de sus blancos preferidos era el clero al que atacó implacablemente. Tresca era también un agitador en el trabajo experto en huelgas conduciendo a los trabajadores al paro total por la reivindicación de sus derechos.
En Italia fue nombrado secretario de la Unión de trabajadores del ferrocarril italiano y editor del periódico Il Germe a la edad de 22 años. Debido a una condena por sus actividades emigra en 1904 a los Estados Unidos. Se establece en Filadelfia y asume allí la redacción de Il Proletario, órgano oficial de la Federación Socialista Italiana. Sus ideas se fueron acercando al anarquismo hasta que renunció en 1906 a la redacción de esta publicación, y empezó a publicar su nuevo periódico La Plebe. Dos años más tarde transfirió la sede del periódico a Pittsburg para atraer a los mineros del carbón italianos y obreros italianos del oeste de Pensilvania. Sus ideas provocaron un sinfín de multas, encarcelamientos y un intento de asesinato.
En 1912 fue invitado por la Industrial Worker of the World (IWW) a Lawrence, Massachussets para atraer a los trabajadores italianos en la campaña de petición de libertad para los líderes huelguistas Joseph Ettor y Arturo Giovannitti, acusados falsamente de asesinato. Había ingresado en el IWW en 1905 y militó en este mítico sindicatyo durante muchos años, convirtiéndose en uno de sus portavoces más conocidos y pintorescos. En 1912, Tresca juega un importante papel en la famosa huelga de Paterson -historiada en un libro de reportaje por su amigo John Reed-, allí conoció a Elizabeth Gurley Flynn, militante muy notable que será durante mucho tiempo su compañera y después una de las fundadores del Partido Comunista de los USA con Reed, y su líder femenino más legendario. Elizabeth Gurley y Emma Goldman montaron un grandioso espectáculo en favor de la huelga en Greenwich Village. 
Pronto se le iba a conocer por el sobrenombre del "Toro de Lawrence" y tras Lawrence actuó en las huelgas de los trabajadores textiles en Little Falls en Nueva York (1912), de los trabajadores de los hoteles de Nueva York (1913), y la de los mineros en Mesabi Range en Minnesota (1916). En este último lugar escapó por poco de un linchamiento y fue culpado de asesinato. Se hizo un acuerdo entre las autoridades de Minnesota y Elizabeth Gurley Flynn, camarada y amante de Tresca desde 1912, fue luego conocida dirigente comunista (sobre la que hablaremos en una próxima ocasión). Ettor fue involucrado en este acuerdo por el que Tresca fue liberado.
Actuó como uno de los animadores de la marcha de los parados de Nueva York en 1915, y en 1916 es inculpado por «conspiración con vista de cometer un asesinato» durante la huelga de Mesaba Ron Range, pero será liberado por falta de pruebas. Su campaña contra la intervención norteamericana en la Gran Guerra. Por esta época rompe con el IWW sobre la base de un debate político, lo que llevará a Tresca a ser juzgado en un proceso que se realizará a partir de 1917; se librará por poco de la deportación. Anarquista convencido, combatiente por los derechos democráticos del hombre siguiendo la tradición radical norteamericana, Tresca manifiesta abiertamente su simpatía con la revolución rusa desarrollando luego críticas que, empero, no le apartaran de esta fidelidad inicial
En 1917 L'Avvenire, periódico que Tresca publicó en Nueva York desde 1913, fue cerrado y su sucesor Il Martello fue repetidamente incautado. Entre 1919 y 1920 el departamento de justicia estuvo buscando evidencias para deportarle. Tresca estuvo envuelto en el caso Sacco-Vanzetti y fue responsable de llevar el controvertido abogado defensor de la IWW, Fred Moore y ayudó en la publicidad y financiación del apoyo a los dos anarquistas.
De esta época data su profunda amistad con John Dos Passos al que advirtió  sobre la capacidad de instrumentalización por parte de los “comunistas” desde que Stalin se apoderó de la III Internacional. Considerado como un “enemigo público del Estado” especialmente famoso durante varias décadas, Tresca fue detenido en treinta y seis ocasiones, además sufrió cinco atentados, lo que hirvieron de él un personaje singular. Mientras tanto, Tresca se convirtió en un opositor al fascismo italiano, que estaba provocando el nacimiento de grupos de inmigrantes italianos que apoyaban a Mussolini. Desde Il Martello acusó a Mussolini de traidor con la clase trabajadora y a la casa de Saboya por su complicidad con este. En 1923 el embajador italiano requirió del departamento de estado que suprimiera Il Martello. Por esta presión diplomática las autoridades federales le acusan de difundir "material obsceno" a través del correo, y todo ello por la aparición de un anuncio de dos líneas sobre el control de natalidad. Condenado a un año y un día, delito que le cualificaba para ser deportado, pasó cuatro meses en la penitenciaria federal de Atlanta hasta que en 1925 el propio presidente Calvin Coolidge le rebaja la pena. Dado que no han podido deshacerse de Tresca por métodos legales los fascistas deciden pasarse a la violencia y en un mitin con otros antifascistas en 1926 se produce un atentado con bomba del que sale ileso. Pero él y sus seguidores estuvieron siempre en contra de todo el montaje (desde emisoras de radio a periódicos) que Mussolini realizó para poder atraerse a los italianos inmigrantes en América.
Durante los años veinte su figura es indisociable de todas las grandes campañas en defensa de los perseguidos, de Ettore-Giovanitti, de Tom Mooney y sobre todo de Sacco y Vanzetti, pudiéndose decir que sin él este crimen legal difícilmente hubiera conocido la audiencia internacional que conoció. En 1919 había fundado Il Martello, que desde 1922 concentra su fuego contra el régimen fascista de Mussolini. En 1923, una maquinación de cónsul italiano (en base a un anuncio publicitario en Il Martello de un producto anticonceptivo), le vale ser condenado por infracción de la ley federal sobre obscenidad y condenado a un año y seis meses de prisión. Sus amigos podrán desvelar el montaje y es graciado después de haber purgado tres meses en la prisión de Atlanta. Después de una relación militante con los comunistas rompe con ellos en 1934, a continuación de la tentativa de estos de romper la huelga de los hoteles de Nueva York animada por los “trotskistas”.
Respecto a los comunistas oficiales, Tresca los consideró durante los años 20 como aliados contra el fascismo y colaboró con ellos en asociaciones como la Alianza Antifasciasta Italiana de Norteamérica. Cuando los estalinistas aplastaron el movimiento anarquista de Cataluña y Aragón durante la guerra civil española, se hizo un opositor feroz contra el estalinismo.
En 1936, Tresca formó parte del Tribunal de investigación presidido por John Dewey que juzga a Trotsky por los cargos presentados en los «procesos» de Moscú; Tresca denunciará la «gran traición» del estalinismo en estos procesos y en la persecución de poumistas y anarquistas durante la guerra civil española. En 1937 presenta testimonio por la desaparición de su vieja amiga, Juliet Stuart Poyntz, comunista disidente, y denuncia públicamente los métodos de la GPU.
Las amenazas provenientes del estalinismo se confunde con las que recibe por parte de fascistas y mafiosos. Durante la II Guerra Mundial, Tresca se alinea con los que consideran la derrota del fascismo como la tarea central del momento y funda la «Sociedad Mazzini» que trata de agrupar a militantes obreros y demócratas, tratando de que sean excluidos tanto los comunistas como los fascistas ganados a un pacto con los Aliados a continuación del gobierno Badoglio, que había sido apoyado por Togliatti como una «alternativa» a Mussolini. Será asesinado en la puerta de la redacción de Il Martello. Una investigación presidida por Norman Thomas no dará ningún resultado, aunque algunas fuentes indican que el  agente estaliniano Vittorio Vidali (que había estado detrás de algunos de los asesinatos más célebres del estalinismo, comenzando por el de Mella y continuando con el de Nin y Trotsky), tenía cuentas pendientes con Tresca que no dudó en acusarlo públicamente. En una ocasión que se encontraron, Tresca lo acusó: “Por donde quieras que pasa hay un asesinato.
Tras el ataque de Pearl Harbor, Tresca obstruyó la participación de comunistas y antiguos fascistas en la Sociedad Mazzini, la organización líder del antifascismo italiano en Estados Unidos. Dorothy Gallagher escribió sobre él: "Para los millares de inmigrantes italianos, Carlo Tresca era un héroe, para el FBI él era notorio, para un número de intelectuales estadounidenses y de líderes de las organizaciones obreras él era un consejo, para los fascistas estadounidenses e italianos un adversario serio, para el partido comunista de los años 30 un renegado, para los rivales del anarquismo un espía y un traidor, para sus amigos una alegría, para las mujeres un hombre educado y atractivo, para el hombre que lo mató poco más que un contrato".
Antes de ser asesinado escribió sus memorias, Retrato de un rebelde, que está sin traducir al castellano. El panegírico de su funeral corrió a cargo de Angélica Balabanova, militante socialista ruso-italiana que jugó un papel muy importante en la corriente internacionalista durante la Gran Guerra y que colaboró con la revolución rusa y la III Internacional hasta que se apartó por desavenencias. Diversos testigos evocan la enorme emotividad de un acto del que se podía decir que ponía final a una época de la izquierda revolucionaria norteamericana.

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