Ken Loach contra el
golpe neoliberal de Margaret Thatcher
En el momento de su estreno, Agenda oculta fue quizás la
primera película que se atrevía a abordar frontalmente --lejos de los
estereotipos conservadores sobre la perversión intrínseca del IRA-- la cuestión
de la independencia irlandesa, un debate que ha ocupado a la izquierda
británica a la que Loach pertenece.
Como es sabido, la “cuestión irlandesa” es algo así como una
historia de resistencia interminable, que ya tuvo un capítulo de gran
trascendencia en los tiempos inmediatos de la Revolución Francesa
(que fue interpretada en la isla como una "señal" liberadora)
Se trataba por lo tanto de un desafío al gobierno de la Sra. Thatcher, que
había tratado de "secar" sus trabajos documentales. Una idea de las
dificultades que planteaba el guión los lo da el hecho de que Loach y
Allen tardaron tres años en encontrar un productor con las suficientes
agallas --mérito del inquieto David Puttmann--, y la confianza en un
material tan candente. Se trataba de una investigación que aunque estaba
publicada, fue fruto del esfuerzo del diputado laborista de izquierda Tony
Benn, pero que, a pesar de todo, había pasado mediáticamente poco menos que
inadvertido.
Se trataba de un proyecto erizado de dificultades. La
política informativa oficial británica "respecto a Irlanda se caracteriza
por la censura absoluta de las ideas republicanas. No recuerdo haber oído en
todo el tiempo que llevo viendo televisión que se presentara un argumento
convincente justificando la abolición de la partición y la reunificación de
Irlanda. Yo creo que sí se pudiera escuchar este tipo de argumento expuesto de
un modo coherente, cada vez que se discute sobre Irlanda en televisión,
entonces la gente ya no tendrían necesidad de pegarse tiros en las
rodillas". A mediado de los setenta, Loach había
intentado hacer algo junto con Jim Allen y Tony Garnett, y luego con Jeremy
Isaacs a principios de los ochenta, y le acusaron "de querer meter a Sam
Peckinpah en la política irlandesa". Consciente de lo que tenían entre
manos, la redacción del guión fue asesorada por alguien que conocía los
hechos narrados de primera mano.
Con Agenda oculta,
Loach retomaba un viejo hilo de la izquierda británica desde los tiempos de
Percy B. Shelley quien escribió que un país que oprimía a otro no podía ser
libre. Este hilo partía de un supuesto primordial: Irlanda pertenece a
los irlandeses, y por el principio enunciado por Shelley, se muestra la
conexión entre la "agenda oculta" irlandesa con la británica, la
misma "mano invisible" que actuaba bajo impunidad en Irlanda era la
que movía los hilos de un golpe de Estado no menos oculto que --con Reagan al
fondo--, daba paso al thatcherismo, y a la implantación de la "revolución
conservadora" en Europa. La "agenda oculta", el secreto de
estado que desvela la cinta de Harris estriba en que existió una conspiración
por parte de algunos políticos conservadores -fundamentalmente Alec Nevin-,
quien con la ayuda de representantes policíacos, de las fuerzas de seguridad,
y de la propia CIA, hizo todo lo posible para evitar que en los años 80, los
laboristas tomaran el poder legalmente, tal como predecían todas las
encuestas. Un tercer criterio se refiere al concepto de "terrorismo".
En algunas entrevistas (por ejemplo, con Antonio Castro en el Dirigido nº 198),
Loach hace notar algunos líderes "que durante un tiempo estuvieron
considerados como terroristas han acabado en muchas ocasiones como jefes de
gobierno", y señala los casos del Eire o mejor en "el caso de Nelson
Mandela, por ejemplo al que hace muy poco Margaret Thatcher acusaba de
terrorista y ahora se dedica a ir dando conferencias por todo el mundo.
También recuerda que la palabra terrorista "no es útil porque valora y
juzga y depende de quién lo diga, al tratarse de un concepto muy subjetivo
puede tener muchos sentidos". Y como ejemplo indica que se "puede
sostener que la colaboración de Inglaterra en el bombardeo de Libia es terrorismo,
por eso se trata de una palabra que hay que utilizar con cautela".
Desde su punto de vista, Loach entendía que "…hay una
guerra contra los republicanos irlandeses. Hay dos formas de lucha. En ocasiones,
a la gente se le dispara y no se la detiene, como el caso clarísimo de Gibraltar,
de aquellos tres supuestos terroristas que no estaban armados ya los que se
les disparó por la espalda. y luego está el trabajo sucio en el que una serie
de grupos terroristas luchan contra otros grupos terroristas y esto en general
si somos rigurosos habría que calificarlo igualmente de terrorismo, de
terrorismo de Estado…".
En un principio, la estructura narrativa de Agenda oculta está en la línea de
otros títulos clásicos del cine "político" (o sea, comprometido
de izquierdas) como Z o
Missing, los más
representativos de Costa-Gravas cuya argumentación está concebida para
confirmar los hilos que mueven el terrorismo de Estado, aunque su complejidad y
su alternativa abierta, la hacen diferente. Cuando se estrenó, la prensa
conservadora británica se movilizó airadamente y trató de contrarrestar su
buena acogida incidiendo en este aspecto de cine "político", viniendo
a decir que más que de un cine comprometido con una realidad (que no querían
reconocer, ninguno entraba en los interrogantes de la situación irlandesa, simplemente
distribuían los papeles), se trata de un cine "demagógico"; de una
manera más bien sibilina, esta argumentación ha sido bastante repetida entre
nosotros por lo que la artillería neoliberal vadeó la cuestión del rigor
histórico para enfocar el intento de descrédito del film diciendo que se
trataba de una apología indirecta del IRA. Naturalmente, este argumento sólo
convenció a los que no necesitaban converse porque ya las cosas le debían de
parecer bien. El fondo de la cuestión es que, como declaró el académico David
Johnston "Irlanda es una herida en la psique de los británicos. Les
resulta muy duro aceptar su culpabilidad en la presente situación…".
Superar esta campaña no fue uno de los méritos menores del filme; no son pocas
las películas valiosas que se han quedado "embarrancadas" por lo
mismo..
Loach que desde entonces, no ha desaprovechado ninguna
oportunidad para llegar a las revistas más convencionales, señalaba en
una de ellas que "cuando una película es etiquetada como política es más
difícil distribuirla y la gente tiende a no verla"; ya que se creaba
previamente un prejuicio, de un lado podía ser lo que vulgarmente se llama
"una comida de tarro" (o sea afrontar algo que más bien se quiere
ignorar), o bien se podía repudiar por cansancio, es cuando se comenta aquello
de "bastante problemas tenemos ya en nuestra vida". Loach denunciaba
también que con esta clasificación se trataba de estigmatizar el cine de
denuncia social. Con ocasión de Lloviendo piedras, Loach respondió que el
cine comercial dominante era tanto o más "político" que sus
películas, y puso la serie Arma letal como ejemplo. De hecho, no había
más que leer las declaraciones de su protagonista, Mel Gibson, para ver claro
como este tipo de cine reafirma valores reaccionarios como el machismo, la
violencia institucional o el maniqueísmo a favor del
"orden".
Ni que decir tiene, la Sra. Thatcher, que
acabaría mostrando su verdadero rostro en el “caso Pinochet”, también
tenía sus preferencias en el cine (político), no fue por casualidad que en su
momento se hizo una foto con Ronald Reagan asistiendo pletóricos al
estreno de una de aventuras de James Bond, el agente "con licencia
para matar", concretamente en la horrible Moonraker (Lewis Gilbert, 1979), con comunistas surgidos
del Museo de los Horrores. La lista de cine "comprometido" con los
valores reaccionarios sería interminable, en parte porque el cine es una
industria en la que los beneficios (y los intereses del Estado) tienen mayor
peso que el del espectador individualizado, y en parte también porque las
historia y por ende, las interpretaciones dominantes, es los que
corresponden a la clase dominante; aunque también es cierto que, por lo general
el cine ha estado más a la izquierda que sus productores, y que la inteligencia
de los grandes cineastas también se ha traducido en saber llevar los argumentos
hacia su terreno, parte del gran cine de Ford dan testimonio de ello.
En realidad, semejante prejuicio (al que no son ajenos
muchos críticos que presumen estar, por supuesto, estar a la izquierda)
reproduce un estereotipo según el cual las películas "políticas" son
las de izquierda que critican esto o aquello, o sea se señalan en un discurso
antagónico al orden existente. En realidad, se trata de algo en absoluto
diferente a lo que ocurre en la vida social donde una huelga obrera --o
cualquier movilización de protesta--, se significa según los empresarios y los
medias como "política" ---"nuestras huelgas son políticas,
vuestra política es negocio", replicaba unos personajes de El Roto--,
mientras que la --escandalosa-- multiplicación de los beneficios de las grandes
empresas, es como la vida misma, "natural". Así, una noticia que
informe de estos beneficios tiene un tratamiento muy diferente a otra que
ofrezca detalles de una huelga, con piquetes, cortes de tráfico. etc.
Con su éxito, Agenda oculta reabrió una vez más el debate
sobre la eficacia de este cine "político"; un debate que no se
plantea en la otra orilla. No solamente porque la derecha no se cuestiona la
eficacia de "sus" películas, sino porque, cuando un título como
Agenda oculta, les molesta, tampoco dudan en emplear la artillería. Sin
embargo, resulta habitual encontrar entre los críticos una suma de reservas.
Primero desdeñando películas como las citadas de Costa-Gravas, algunos además
con especial saña (sin dejar por ello en asegurar que se sitúan a la
izquierda), y después negando su eficacia. Una secuencia de este debate
acompañó durante los años ochenta toda la filmografía de oposición al
“apartheid”, cuando, al mismo tiempo, Pretoria trataba de hacerle la vida
imposible a estas películas, y desde la resistencia que promovía una campaña
internacional por el aislamiento del régimen, las valoraba muy altamente por
más que se orientaban hacia la "mala conciencia" del blanco; la
"mala conciencia" no era suficiente, pero era mucho mejor que no
tener ninguna conciencia.
Sería muy arduo entrar de pleno en una cuestión que
atraviesa la historia del cine, y en la que persiste un hilo muy preciso, el
que mueve a la industria y al poder hacer todo lo posible para que no se repita
el "escándalo" de Intolerancia, donde el ambivalente Griffith tomaba
partido a favor de unos huelguistas. Otro hilo nos lleva a lo propiamente
cinematográfico, una película reaccionaria puede ser una maravilla, y
viceversa, sin embargo, aún así, ambas lo serán "a pesar de"…El nacimiento de una nación es una
maravilla a pesar de su repulsivo contenido; el Parnell, de John M. Stahl, fue lamentablemente una mala
película a pesar de la nobleza de sus intenciones y del equipo que la realizó.
Se discute su eficacia, convence, repiten los escépticos, a los ya convencidos.
Esta es una simplificación de "esteta". Los ya convencidos
son una minoría, y la convicción no le exonera de una confrontación crítica.
Agenda oculta llegó a miles, sino a millones de personas, buena parte de las
cuales tenían una idea muy primaria o esquemática sobre la situación irlandesa
(y británica), y el singular "thriller" de Loach amplió
considerablemente sus puntos de mira, su percepción e información. Agenda
oculta no les enseña donde están los buenos y donde los malos, les cuenta una
historia que no les permite aburrirse, y les plantea una suma de cuestiones,
les deja con el interrogante en la boca. Loach toma partida, se decanta, pero
su opción respira autenticidad. Además, no niega la existencia de otras
razones, y debate con ellas.
Como es sabido, la relación entre lo local y lo universal
puede ser a veces apabullante. Y aunque Agenda oculta no da un paso fuera de su
contexto geográfico, no existe la menor duda que existían importantes
paralelismos con otros acontecimientos similares como lo pudo ser el asesinato
de Ben Barka, o más todavía, el complot para asesinar a J.F. Kennedy en
Dallas. Su estreno coincidió en nuestros lares con el escándalo del GAL
en la época con el gobierno socialista de Felipe González, y no está de más
anotar de que a pesar de su éxito festivalero --en San Sebastián inclusive--,
la película tardó en estrenarse. Dee hecho, la película juzga a través de
unos hechos verificados las consecuencias de una concepción según la cual hay
que "defender las democracias en las cloacas".
Esto no se interpretaba en la línea clásica de "limpiar
los establos de Augias", que fue una de los trabajos más notable de
Hércules, sino en sentido opuesto; en esconder los establos. Asesinar a
ciudadanos en Irlanda del Norte por la espalda, acusándole --como en el
célebre "caso de Almería"-- falsamente de terroristas, ofreciendo
luego una versión oficial que en nada se ajusta a lo ocurrido, sirviéndose
para la faena de organizaciones paramilitares o parapoliciales, es algo a lo
que no cabe considerar más que como terrorismo de Estado, y no como un gesto
democrático "sucio".
Durante la crisis irlandesa, los servicios de seguridad
británica, concretamente el M 15 (el mismo que culparía a John Lennon de
financiar a la cuarta y al IRA), se mostraron dispuestos a hacer cualquier
cosa con tal de conservar sus secretos…Siguiendo la premisa de que antes de
reconocer un error, mejor ampliarlo, el gobierno británico "liberal"
no dudó en emplear toda clase de medios para conseguir estos objetivos, desde
la calumnia a la intoxicación, pasando por el chantaje y la intimidación, sin
descartar siquiera el asesinato.. Loach por el contrario, se afirmaba en el
criterio de "que si uno acepta que la gente pueda ser asesinada sin ser
detenida, y se acepta igualmente que la democracia pueda ser subvertida por
los que teóricamente están encargados de defenderla, eso podría ser el
principio del fascismo aunque es evidente que el fascismo necesita de otra
serie de características para desarrollarse", no obstante, añade,
"asesinar a la gente sin detenerla es una clarísima muestra de estado
policíaco".
Cuando se asesina en nombre de la democracia no se hace
democracia, precisamente la democracia está, entre otras cosas, para evitar la
impunidad de los que se amparan en el Estado para cometer los más viles
delitos. Por todo lo que cuenta, no hay duda que entre nosotros fue muchas las
personas que vieron Agenda oculta en clave GAL. En su opinión, se trata de una
"película (que) trata de las diferencias entre la democracia formal y la
democracia real y visto desde otra vertiente, de las diferentes fórmulas
posibles de terrorismo de Estado".
Ken Loach piensa que los servicios secretos "están
acostumbrados a trabajar bajo el paraguas de los llamados secretos de Estado
muchas veces son ellos mismos Ios que aconsejan a los políticos en ese tema;
que es preferible no hablar y que preferible que la gente ignore cuantas más
cosas mejor. Evidentemente la utilización de este argumento contribuye a que
los servicios secretos operen sin ningún tipo de control, lo cual es
efectivamente perjudicial para la democracia". No está de acuerdo en
hablar abstractamente de "fascismo", cree que " habría que decir
es que el Estado no es algo monolítico Existen efectivamente las instituciones
democráticas, pero también las relaciones personales que existen en el poder,
los servicios secretos, la corona, el ejército, etc. El tema es que cuando van
a acceder al gobierno unas personas que no gustan a otro, o otros de los
integrantes del Estado, algunos elementos del Estado actúan defendiéndose, y
éste es el caso de Agenda oculta…".
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