Halldor Laxness,
comunista, Nobel olvidado
En más de una ocasión,
algunos de mis jóvenes amistades que son además amantes de la literatura, y que
habían leído algunos de mis trabajos sobre Jack London, Panait Istrati, Jules
Valles o incluso el Verne anarquista, y otros que hasta entonces desconocían,
me han pedido que les recomendara algunos de los escritores ligados a las ideas
revolucionarias. Entre ellos se encuentra el mayor de los escritores de
Islandia, un pequeño y duro país pero con una fuerte tradición literaria, y
también con una fuerte corriente socialista y comunista de la que fue expresión
lo mejor de la obra de Halldor Laxness, nacido el 23 de abril de 1902 como
Halldor Kiljan Gudjonsson, pero más tarde adoptó como apellido este nombre por
el que sería célebre y que era el del caserio en las afueras de la capital
islandesa donde nació. Sufrió al principio la influencia neorromántica de
inicios del s. XX y, posteriormente, la de Strindberg y Sigrid Undset, su
escritura conserva ecos de las sagas medievales islandesas y nos transmite sin
sentimentalismos el amor y la cercanía del autor a sus personajes; sus fuentes
estaban cerca de su casa, a las afueras de Reikiavik, conocerá a una asombrosa
colección de excéntricos, desde capitanes de guardacostas hasta especialistas
en fosas sépticas. Laxness, haciendo recordar a Dickens, comienza su divertido
collage de temperamentos, con este párrafo inolvidable: "Un sabio afirmó
que, aparte de perder a su madre, para un niño no hay nada más sano que perder
a su padre. Aunque lejos de mí suscribir en su integridad estas palabras, lo
cierto es que también sería el último en rechazarlas de plano". También
cursó estudios filosóficos y religiosos y conoció el expresionismo alemán, en
tiempo de la primera guerra mundial. Atraído por el catolicismo, entró en un
convento del que no tardó en escapar.
Viajero apasionado y
afincado durante gran parte de su juventud fuera de Islandia, las antiguas
sagas de su tierra fueron siempre su principal fuente de inspiración. En la
novela. En 1919 publicó su primera novela, El hijo de la naturaleza. Después,
en El gran tejedor de Cachemira (1927), en que reflejó sus experiencias
religiosas, se percibe ya la influencia del comunismo, posteriormente decisivo
en la obra de este autor, galardonado con el Premio Stalin, quizás lo peor que le pasó en la vida.
Después de una
estancia en América (1927-1930), Laxness criado en un pueblo de campesinos no
tenía la menor simpatía hacia el capitalismo americano. Lo mismo que el Poeta
en Nueva York, volvió de una estancia en América de 1926 a 1929 convertido en
un completo radical. "Precisamente en los Estados Unidos", escribió,
"vi el sistema capitalista en su evolución suma, y afirmo que hay que ser
un idiota para no hacerse socialista en América."
De estas y otras cosas
habla en sus Poemas (1930) y en su ensayo El libro del pueblo (1929)
manifiestan su evolución hacia el marxismo; realizó, además, un viaje a la URSS, que relató en Viaje al
Este (1933), aunque su fama internacional se debió ante todo a tres ciclos de
novelas escritas en la década de los años treinta: Salka Valka (1931-1932),
retrato de una madre y su hija, trabajadoras en una planta de salazón de
anguilas, y la que me sirvió como introducción gracias a un viejo ejemplar que
encontré en la entidad tibetana GER con la siguiente nota "Donatiu de
Víctor Alba", y la nota de edición pone: Sudamericana, 1957; Gente
independiente (1934-1935), en la que muestra los esfuerzos desesperados de un
campesino pobre por ganar a los campos desertizados un espacio para sembrar, y
La luz del mundo (1937-1940), gran ciclo novelesco en el que traza el perfil de
un poeta proletario, consagrado al poeta campesino Olafur Kárason Ljosvikingur
que prosigue en los tres títulos que la completan la cuatrología: El castillo
del país del verano (1938), La casa del poeta (1939) y Belleza del cielo
(1940).
En esta obra clave
relata la vida del trovador de los mendigos, Olafur Karason Liosvikingur. El
capitalista Pietur llamado en general "triple caballo" exige del
poeta la total sumisión de sus creaciones a los intereses explotadores de
Pietur. Olatur es un hombre débil y enfermo, pero al mismo tiempo un audaz
espíritu rebelde. Durante mucho tiempo se contenta con arrastrar una vida
mísera en un mundo propio, de justicia suya, creado por su fuerza imaginadora,
pero por fin se rebela contra el despotismo de Pietur y con sus canciones llama
al pueblo a la lucha.
Su experiencia está en
la historia de la resistencia, cuando el movimiento nacional fue interrumpido
para llegar a una acuerdo con las clases dominantes, deteniendo una revolución
que ya estaba en marcha. Laxness describe que el director Pietur no obra con
justicia respecto a las tareas sociales; el socialismo, representado por Orn
Ulfar, ignora la cuestión nacional (cuyo símbolo en la novela es la belleza
pasajera y paisajística de Islandia), el trovador mendigo Olafur, que por una
parte adora a su patria y por otra siente como proletario, intenta adherirse a
uno u otro bando, pero queda siempre descontento porque sólo una parte de su ser
es satisfecho. El ideal que lo atrae desaparece una y otra vez como un elfo en
la noche de verano. Esta es una literatura que vive por sí misma, y que no se
ajusta para nada a los criterios de la propaganda.
Todas ellas criticaron
la sociedad burguesa de su país desde un punto de vista socialista. Cierto que
su literatura es lo menos parecido que pueda haber al llamado "realismo
socialista", y la prensa de los países llamados socialistas le achacaban
que los comunistas no estaban dibujados de una manera muy real. La respuesta es
simple: ¿Cómo iban a estarlo? Viven, coma todas las demás figuras novelescas,
en el espacio mágico: aquella Walkiria rubia bajo la bandera, con los pechos
palpitantes y los cabellos al viento, había estado ya en los Nibelungos. Para
el escritor, el comunismo no es otra cosa que la superficie imaginativa
política de la proyectada luz del mundo, el sueño de una revolución que
emancipara a los trabajadores y trajera más luz. Lo mismo de patriota que de
socialista, Laxness está también descontento de la evolución de Islandia. Como
su héroe Olafur, se siente irritado por las condiciones reales, como Olafur,
busca salvación en el horizonte. Su creación ha nacido de este impulso: Al
mezclar Laxness la isla de hoy con el viejo mundo de las sagas. los hombres de
hoy con los elfos, las brujas, los adivinos, que hacen transformaciones y
realizan milagros, crea un espacio mágico con el que las realidades no pueden
ya chocar. No es una casualidad que por la obra de Laxness cruce con tanta
frecuencia el Joekel, la aleta de Islandia, el sitio santo. no terrestre ya,
donde está guardado el Santo Graal. donde brilla la luz emancipadora del mundo.
Entre las obras que he
podido encontrar en castellano, se encuentran Campanas de Islandia (1943-1946;
SAPE de Promoción y Ediciones, 1989) un hombre salva de la destrucción los
valiosos manuscritos medievales de las sagas heroicas; La base atómica (1948;
Altaya 1995).), una novela en la que narra la vida del campesino Bjartur de la Casa Estival, que
vive convencido de que un hombre independiente es el que es dueño de la tierra
que trabaja, y de que sólo la obstinación y el orgullo de poseerla le
permitirán superar las adversidades, su trasfondo es una contundente protesta
por la cesión de bases aéreas islandesas a Estados Unidos, y pasará a ser
piedra de toque en las controversias ligadas a la "guerra fría".
Desde su punto de vista, la emancipación de Islandia está complicada
especialmente con el papel de América. La declaración de independencia respecto
a Dinamarca se realizó en la
Segunda Guerra Mundial mediante la ayuda americana. Esto tuvo
como consecuencia nuevos influjos extranjeros, ya de naturaleza económica, por
la instalación de bases para la aviación americana, ya de cambio de la vida
campesina por la civilización occidental. La novela se ocupa de esto, pero
también su gran epopeya histórica. De hecho, La Campana de Islandia
refleja lo mismo: "Yo sé que vosotros, los hamburgueses, nos enviaríais a
nosotros los islandeses cereales sin gusanos y que no valdría la pena
engañarnos con medidas y pesos falsos. Pero en el caso de que en las costas de
Islandia se construyeran pueblos pescadores alemanes y centros alemanes de
comercio, ¿cuánto tiempo se iba a tardar después en que se levantaran aquí
fortalezas alemanas con comandantes alemanes y tropas mercenarias? ¿ Qué iba a
ser de este pueblo que ha escrito libros famosos? En el mejor de los casos, los
isIandeses se convertirían en gordos lacayos de un estado vasallo de Alemania.
Un lacayo gordo no es un gran hombre. Un esclavo flaco es un gran hombre.
Porque en su pecho vive la libertad."
A finales de los años
cincuenta, Laxness empezó a dejar de los asuntos sociales y su literatura se
hizo más lírica e introspectiva. En 1957 publicó El pez puede cantar; en 1960,
El paraíso reclamado (Orbis, 1983), y en 1968, El cristianismo en el glaciar.
Cien años de cuentos nórdicos (Ediciones de la Torre) incluye relatos suyos. El literato dedicó
sus últimos años productivos a escribir sus memorias ya la construcción de su propio
mausoleo con multitud de objetos y recuerdos.
Alma inquieta donde las
hubiera, a los veinte años Laxness se convirtió del luteranismo al catolicismo,
y residió en varios países de la
Europa continental. Durante esta época viajó a París donde se
sintió vivamente influenciado por el surrealismo y el expresionismo alemán, así
como Freud y por Joyce. Su posterior estancia en Estados Unidos le desengañó de
la fe católica y una nueva ideología entro con fuerza a acaparar su intelecto.
El socialismo fue el prisma a través del que observó el mundo durante los años
treinta y cuarenta. Fue un apasionado defensor de la Unión Soviética
hasta que se produjo la invasión de Hungría en 1956. Ante tal situación,
Laxness, un hombre de contrastes que se encuentran en el infinito: realista e
idealista, nacionalista y socialista, poeta y político, escribió apesumbrado
sobre la cuestión el 7 de noviembre de 1956 escribió Laxness,: "El error
que han cometido los soviéticos en Hungría es para mí, socialista islandés, motivo
de una gran tristeza. Soy miembro del Consejo de la Paz Mundial. Nada
está en mayor contraste con el movimiento de la paz mundial que la intervención
armada de ejércitos extranjeros contra pequeños países. Si guardase silencio
ante los acontecimientos de los últimos días en Hungría, me parece que no
volvería a sentirme con derecho para protestar contra las acciones de ejércitos
extranjeros en otros países."
Esta desilusión le
encaminó nuevamente hacia la filosofía: en los años sesenta evolucionó hacia un
taoísmo moderado. Laxness ha sido una figura dominante en la literatura de su
país a lo largo de este siglo. Feroz individualista y defensor de la propia
originalidad, fue duramente atacado por la sociedad conservadora y defensores
de la corrección de la lengua islandesa, que él escribía a su antojo. Pero los
jóvenes de la segunda mitad del siglo vieron en él al personaje capaz de dar
nuevos valores a la sociedad a través de una relectura de su pasado. Después de
unos años dedicados al teatro, Laxness recibió el Premio Nobel en 1955 por su
vivo poder épico, que renovó el gran arte narrativo de Islandia.
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