Jack London y el socialismo
Seguramente nada mas apropiado, en una
revista juvenil comunista, que dedicar un artículo a la memoria de Jack London, destacado escritor
norteamericano, tenaz luchador por la emancipación de la clase obrera, y a
quien en 1923 –en su prólogo a la magna obra londoniana
El Talón de Hierro- Anatole France denominó bastante exageradamente «el Carlos Marx
norteamericano». Jack London ha sido
durante más de un siglo uno de los autores predilectos de los jóvenes de muy
diversos países. Relatos y novelas como La
llamada de la selva, Colmillo Blanco,
El Lobo de Mar, «El silencio blanco»,
«La expedición del pirata», Cuentos de
los Mares del Sur, etc., tuvieron tal atractivo para la juventud que
colocaron a London entre los autores
más traducidos del mundo.
Empero, este escritor y
socialista militante, no sólo conectó
con la juventud por la temática de sus relatos sino también por su forma de
vida y mentalidad Con motivo de su precoz muerte –después de una vida tan corta
e intensa que fue parangonada con la de «una gran llama»– Irving Stone finalizó su magnífica
biografía sosteniendo que «con la desaparición de Jack London el mundo perdió
una llama». Todavía más expresivo fue el crítico literario Edwin Markhan, al considerar a Jack como
«una parte de la juventud y el coraje heroico del mundo».
Sin embargo, tales
vinculaciones entre Jack London y la
juventud, no constituyen opiniones aisladas o
derivadas de lazos amistosos directos. En cuanto a la existencia de ese
vínculo, la coincidencia es general. Así el escritor Henry Miller dijo de él: «No hallo otro
escritor americano de igual coraje y de más fiera energía en América». Más
preciso aún fue su colega Stephen Graham: «Es un escritor viviente. Sus libros se
continuarán leyendo cuando muchas obras de arte de hoy no sean más que nidos de
polvo (…). Es el escritor del hombre joven. Entre él y la juventud vuela una
chispa viviente. Tiene el poder de poner en marcha lo que todavía es inquieto e
inmaduro». No menos entusiasta es la admiración que, hacia el vitalista Jack London, expresó desde la lejana
Rusia, el escritor Leónidas Andreiev: «Estimo yo en Jack London su vigor sereno, su
talento firme, su hombría. Jack London es un escritor admirable, un bellísimo
dechado de capacidad y voluntad orientados a la afirmación de la vida (…)
¡Talento prodigioso! Con ese don de observación que es patrimonio exclusivo de
las escritores auténticos y sinceros, lleva al lector con mano amiga y fuerte a
lo largo del camino y al terminar este viaje en su compañía duele separarse de
él y se siente ya el ansia de mayores encuentros».
Durante la mayor parte
del franquismo, los lectores españoles no tuvieron acceso a las obras políticas
y sociales de Jack London.
Precisamente aquellas en que mejor se reflejó su combatividad anticapitalista y
su ardor juvenil de luchador. Incluso su capacidad de previsión, que le llevó a
anticipar, bajo la denominación de Talón
de Hierro, la férrea dictadura del fascismo. Y ello en 1907, sobre la base
del análisis que efectuó del desarrollo del gran capital a escala mundial. De
ello trató, no sólo en su novela de anticipación titulada El Talón de Hierro, sino en los libros como La lucha de clases, Suyo por la Revolución, Tiempos malditos, El pueblo del abismo, Historia
de los siglos futuros, etc. En la
URSS, Jack London
estuvo siempre considerado como el escritor proletario norteamericano más
genuino y de ahí se deriva que de su obra se realizasen 56 ediciones que
superaban seis millones de ejemplares. Ello sin contar una edición de sus Obras
escogidas en ocho volúmenes.
No menor repercusión
tuvo su obra entre los trabajadores norteamericanos. Así la describe uno de sus
biógrafos, Irvin Stone: «El
relato de London “Los favoritos de Midas” fue la primera narración proletaria
que tuvo repercusión nacional en los EE.UU.
A ella siguió “El sueño
del socialista Debs”, que predijo la huelga general
de San Francisco de 1934, y El Talón de
Hierro que vaticinó el sistema de terror del fascismo. Después de su
muerte, los críticos pudieron disentir sobre diversos aspectos de su labor,
pero hubo un punto incontrovertible: Jack London fue el padre de la literatura
proletaria de los EE.UU.».
En 1929, la revista New Masses
debía decir en palabras sencillas y veraces: «Un verdadero escritor proletario,
no sólo debe escribir para la clase trabajadora, sino que debe ser leído por la
clase trabajadora. Un verdadero escritor proletario no sólo debe usar su vida
proletaria como material para sus libros: en estos debe arder el espíritu de la
rebeldía. Jack London era un auténtico escritor proletario; el primero y, hasta
ahora, el único escritor proletario de genio de los Estados Unidos. Los obreros
que leen, leen a Jack London. Es el único escritor al que han leído todos, es
la sola experiencia literaria que tienen en común. Los obreros de las fábricas,
los peones del campo, los marinos, los mineros, los vendedores de diarios, lo
leen y lo releen. Es el escritor más popular entre la clase obrera de los
EE.UU.».
Mientras vivió, además
de su intensa actividad literaria y de sus viajes –en dos décadas publicó casi
50 libros y numerosos artículos– Jack
London realizó una asombrosa labor como difusor de los ideales socialistas.
Y no sólo como candidato, en diversas campañas electorales, sino como
conferenciante y agitador social multitudinario. Así, a su conferencia en el campus de la Universidad de Yale, titulada «Revolución», asistieron nada menos que tres
mil estudiantes y 300 profesores y funcionarios del centro académico. El 19 de
enero de 1905, a su regreso a Nueva York, después de otras dos semanas de
conferencias, habló en el Grand Central Palace sobre «La crisis inminente». Los cálculos sobre la
asistencia al mitin oscilan entre cuatro mil y diez mil personas, pero todos
los socialistas de la costa Atlántica de los EE.UU. que pudieron pagarse el
viaje estuvieron presentes.
Comentando esta labor de
London, el novelista Irving Stone
decía: «Su libro Lucha de clases
suscitó tanto interés que tuvo que ser reimpreso en junio, octubre y noviembre,
una hazaña notable tratándose de un conjunto de ensayos revolucionarios, en un
país que negaba con violencia que existiese una lucha de clases, donde el
socialismo era ridiculizado y desdeñado, donde se le acusaba de ser una hidra
de mil cabezas que devoraba a la juventud. La suya era una voz que clamaba en
la soledad, pero cada vez venía más gente a escucharle, particularmente la
generación que estaba creciendo, desprendiéndose de las cadenas de una limitada
mentalidad de pioneros, y que comenzaba a contar el costo humano del
industrialismo en gran escala. Jack London era un gran hombre para esa
generación: la misma que se lanzó sobre sus libros con fe apasionada. En toda
la extensión de los EE.UU. se encuentran
aún personas que relatan con orgullo que Jack London los convirtió en
socialistas: el hecho de que su socialismo no durará siempre, quizás no sea
atribuible a Jack».
De una u otra forma, Jack London impactó también sobre las
mentes de los revolucionarios de otros países. Como es sabido, Lenin falleció poco después de leerle
su esposa el cuento de Jack London
«El amor a la vida». Lenin gustaba
de comentar con su mujer algunos de los relatos de Jack London y alabó mucho la crítica que realizó el escritor del
revisionismo y oportunismo del Partido Socialista de los EE.UU. A su vez, Che Guevara relata, en su obra Pasajes del la guerra revolucionaria,
cómo, al ser herido, en la emboscada de Alegría del Pino, se acordó del
personaje de un cuento de London
que, en otra situación crítica, se aprestaba a morir con dignidad.
Por su parte León Trotsky, en una carta dirigida en
noviembre de 1937 a Joan London,
hija de Jack, comentaba así El Talón de
Hierro: «Hay que destacar muy particularmente el papel que Jack London
atribuye en la evolución de la
Humanidad a la burocracia y la aristocracia obrera. Gracias a
su apoyo, la plutocracia americana logrará aplastar el levantamiento de los
obreros y mantener su dictadura de hierro en los tres siglos venideros. No
vamos a discutir con el poeta sobre un plazo que no puede dejar de parecernos
extraordinariamente largo. Aquí lo importante no es ese pesimismo sino su
tendencia apasionada a espabilar a quienes se dejan
adormecer por la rutina, a obligarlos a abrir los ojos, a ver lo que es y lo
que está en proceso. El artista utiliza hábilmente los procedimientos de la
hipérbole. Lleva a su límite extremo las tendencias internas del capitalismo al
avasallamiento, a la crueldad, a la ferocidad y a la perfidia. Maneja los
siglos para medir mejor la voluntad tiránica de los explotadores y el papel
traidor de la burocracia obrera. Sus hipérboles más románticas son, en fin de
cuentas, infinitamente más justas que los cálculos de contabilidad de los
políticos llamados “realistas”.
No es difícil imaginar
la incredulidad condescendiente con la que el pensamiento socialista oficial de
entonces acogió las previsiones terribles de Jack London. Si nos tomamos el
trabajo de examinar las críticas de El
Talón de Hierro que se publicaron en los periódicos alemanes de entonces, Neue Zeit y Worwaerts, y en
los austriacos Kampf
y Arbeiter Zeitung, no
será difícil convencerse de que el “romántico” de treinta años veía
incomparablemente más lejos que todos los dirigentes socialdemócratas reunidos
de aquella época. Además, Jack London no sólo resiste en ese dominio la
comparación con los reformistas y los centristas. Se puede afirmar con certeza
que, en 1907, no había un marxista revolucionario, sin exceptuar a Lenin y Rosa
Luxemburgo, que se representara con tal plenitud la perspectiva funesta de la
unión entre el capital financiero y la aristocracia obrera. Esto basta para
definir el valor especifico de la novela».
Como contraste parcial
a la opinión de Trotsky, conviene
también conocer la que expuso Paul Vaillant Couturier en su
prólogo de 1932 a la obra de London:
«¿Podemos acusar al autor de haber trazado un cuadro
negro, al haber previsto 300 años de dominación sangrienta de “El Talón de
Hierro” después de la derrota revolucionaria? Aunque nos encontramos aquí, en
el dominio de la fantasía, el pesimismo del escritor se explica históricamente.
La obra fue redactada en la atmósfera creada por la emigración rusa roja de
1905. London, que recogía su inspiración revolucionaria de fuentes rusas,
sufrió el contragolpe de la depresión consecutiva a la derrota. Además London,
antiguo obrero, en contacto por su situación literaria con los capitalistas,
conocía por experiencia, y desde los dos cabos, la potencia del capitalismo
americano y, al compararlo con la autocracia degenerada del capitalismo
embrionario de Rusia, tenía que imaginar una represión mucho más duradera y
racionalizada, si vencía el Talón de Hierro en su propio país. Entre 1907 y
hoy, la experiencia de una revolución proletaria victoriosa ya existe (...).
Pero Jack London no conocía a Lenin, o se le perdía entre la masa de
revolucionarios rusos (...). En las condiciones de la dictadura de la
oligarquía (Talón de Hierro) Jack London preveía la obra revolucionaria como la
acción de un grupo de individuos que se imponía por medio de una cadena de
golpes triunfantes. Describe esa lucha más en romántico que en materialista,
como una sucesión de atentados y provocaciones complicadas, organizadas por
agentes dobles... Sin duda se entrevé en el libro de London el resultado final,
el triunfo del proletariado y el reino de la Fraternidad, pero la
masa, que debe ser históricamente el artesano y el beneficiario, no aparece más
que como un rebaño de esclavos, incapaz de organizarse y que no demuestra su
existencia mas que a través de rebeliones sangrientas». Quizás, el prologuista
no tiene en cuenta suficientemente la tesis de Jack London sobre la integración en el sistema de un sector de la
clase obrera –en forma de aristocracia obrera auxiliar de la Oligarquía– lo que
suponía la transformación del resto del proletariado en un «pueblo o gente del
abismo».
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