La trotskiada, una
perspectiva
Una de las epopeyas revolucionarias más dramáticas y decisivas del
pasado siglo fue la de León Trotsky (1879-1940). Personaje legendario, llamado
“el Leonardo da Vinci del socialismo”, Trotsky ocupó papeles de primer orden en
tres internacionales…En lo que respecta a la socialista clásica (1889-1914), Trotsky
fue uno de los principales nombres del “tercer marxismo” (junto con Rosa, Lenin
y otros) en oposición al segundo (Kautsky, Plejanov, Guesde, etc.); en la comunista
actuó de cofundador y como uno de sus
más brillantes exponentes, luego resultó el mayor crítico de la deriva
estaliniana. Después de liderar la Liga
Comunista internacional,
creó en 1938 la
IV Internacional que, a pesar de una historia erizada de
dificultades de todo tipo, ha mantenido
en solitario la continuidad del
legado del internacionalismo organizado.
Anteriormente, la socialdemocracia que había creado el movimiento
obrero moderno había conocido su 4 de agosto de 1914 votando los créditos de
guerra; una traición que obligó a los
internacionalistas a crear la
Tercera en 1919. Pero esta, tras un intenso recorrido inicial (centrados
en sus cuatro primeros congresos), acabó siendo primordialmente un instrumento
de los desvaríos de Stalin, el mismo que la disolvió de un plumazo porque “ya había cumplido su misión
histórica” o sea, porque ya no la necesitaba. Ambas fallidas pusieron en
evidencia el declive del internacionalismo, todo en un tiempo histórico en el
que la revolución socialista aparecía como la única alternativa a la barbarie,
a las guerras interimperialistas y a las contrarrevoluciones de signo fascista.
Durante todo este largo periodo, apenas cabe registrar más tentativas del mismo
signo que la de la efímera Tricontinental, auspiciada desde La Habana en los sesenta.
Durante todo este tiempo se ha hablado del trotskismo, un concepto
acuñado en 1905, pero que no fue hasta después de la muerte de Lenin que
adquirió su significado herético en
relación al verdadero “leninismo”. No fue
hasta los “procesos de Moscú”, que Stalin dictamina que el trotskismo se
había convertido en la fracción más demoníaca de la “quinta columna”, en un
compinche de Hitler, aunque pasó a resultar un “agente del imperialismo”
mientras funcionó el pacto Molotov-Ribbentropp.
De lo que se deduce que su mayor logro ha sido subsistir, de mantener la
bandera de una Internacional levantada como “minoría profética” en
prácticamente todos los grandes actos del siglo XX…Estamos hablando de una
verdadera odisea –la trotskiada-, una
historia que trataremos de evaluar sintéticamente en tres partes a la manera de
un “diccionario”. Después de este primero, habrá una segunda sobre la Internacional, con
un final sobre sus “episodios nacionales”.
Todo visto desde en una perspectiva que según como, sobrepasa o se
acerca a un siglo de historia “excesiva”. (1)
1. Derrota en la victoria
Como en una secuencia inicial de Novecento, el joven Trotsky conoció una propia cuando se dirigió al
primer día del siglo XX clamando: “Tú, ¡tú eres solamente el presente¡”.
Aquel presente no tardó en ser otro muy diferente, comenzaba el
siglo de los excesos, la revolución aparecía como el horizonte liberador para
los humillados y ofendidos, para los nadies.
En enero, cinco años más tarde, aquel joven judío aparecía como el presidente
del soviet de Petrogrado, armado con sueños ciclópeos como juzgar al Zar y
esbozaba la teoría de la revolución permanente, su aporte más emblemático y que
sistematizaría en sucesivos momentos…En otro enero, en 1917, Trotsky iniciaba
su viaje hacia una revolución que culminará nuevamente desde el soviet de
Petrogrado, pero esta vez para asaltar
los cielos o sea el Palacio de Invierno. Era el año uno, pero los buenos
tiempos, aquellos que expresaban la Constitución soviética de 1918, pasaron pronto. La
ya atrasada Rusia sufrió los efectos de la “contra”: hasta 21 naciones dieron
soporte a los “blancos” cuya única alternativa era una dictadura de tipo fascista…
La contienda fue a vida o muerte, los “rojos” (Isaac Babel, Víctor
Serge, Mijhail Sholojov, etc.), nunca ocultaron la extrema crudeza del
conflicto que dejó al país al borde del abismo. De esta manera, se puede decir
que la “contra” había logrado parte de su objetivo aunque no consiguió asesinar
a los líderes de la revolución que se paseaban normalmente entre las
muchedumbres. Pero las exigencias de la victoria dio pie a que estos no percibieran
el alcance del monstruo que se estaba creando en sus propias filas. Del ascenso
de una nueva burocracia con unas instrumentos policiales -la Cheka-, que acabaron
apoderándose de los resortes del Estado. Es desde este ángulo que se explican
actuaciones y tragedias como la de
Kronstadt (2), que se explica el surgimiento gradual del “partido del Estado”,
del único organismo que realmente funcionaba en un país en el que, en la vida
cotidiana, la cultura dominante seguía siendo, pues “la de siempre”. A la
situación abismal, hay que añadirle la derrota del primer ciclo que siguen a
Octubre en Alemania, Hungría, Italia…( se produce un impasse, una estabilización
relativa del capitalismo, al menos hasta el crack
de 1929, un tiempo en el que Stalin consigue colocar todos los resortes del poder en sus manos, y
en los que ya ha sometido a la
Internacional)
Aunque reacciona erróneamente como defensor de los métodos de la
guerra, Trotsky aparece en 1923 como el
personaje clave en el que será “el último combate de Lenin”, tal como dejaría
constancia la obra homónima de Moshe Lewin (3). Fue éste el que añadió lo de
“burocráticamente deformado” a la caracterización de “Estado obrero”; denunció
el nacionalismo “gran ruso” en las medidas que Stalin en el caso de Georgia....
Se trataba de mantener la línea general de industrialización
(electricidad+soviet) en la espera de una extensión de la revolución en la árena
internacional. Pero Lenin falleció a
tiempo. Había sido el último baluarte respetado por el equipo de mediocres
arribistas que se estaba apoderando del PCUS. La derrota de la Oposición será a todas
luces, inevitable. Es también la madre
de todas las demás en un enfrentamiento en el que Stalin representó la “patria
socialista” y Trotsky, al Gran Satán.
Desde el primer momento, el trotskismo se verá obligado a llevar una
batalla contra la mayor “escuela de falsificación histórica jamás
conocida”, una tarea descomunal asumida
desde el primer día. Pasado el tiempo
esta será una prueba básica de su valor.
Este mismo año, entre la hipótesis de acabar con él o enviarlo al
exilio, Stalin optó por la segunda porque Trotsky era ya “un caballo muerto”.
Craso error de subestimación, en el tiempo que sigue el viejo león despliega
sus enormes capacidades, sigue siendo alguien cuyo regreso al poder era temido,
una leyenda que la reacción ve detrás de cualquier brote revolucionario: sin ir
más lejos, cierta prensa española lo describe desembarcando armas en Asturias
en el 34.
2. Comenzar de nuevo
El mundo es un planeta sin
visado, un lugar en el que es hostigado por creyentes estalinistas y por
las derechas, al final, Trotsky encontró su último refugio en el México de
Lázaro Cárdenas, un cómplice hasta que finalmente, el cerco se fue estrechando
y finalmente fue asesinado.
Pero estas dificultades no le impiden escribir toda clase de
libros, artículos, cartas, manifiestos en una tarea ciclópea, extremadamente
exigente, con una pasión que le lleva a colisionar casi con todos sus amigos y
con su principal colaborador, su hijo León Sedov (4) Es un tiempo en el que
pone al día todo su acervo teórico en títulos
tan emblemáticos como La
internacional comunista después de Lenin, Mi vida
(un vibrante alegato en legítima defensa), Historia
de la revolución rusa o La revolución
traicionada, etc. Esto sin olvidar sus innumerables aportes que le sitúan
en los escenarios y debates más variados, desde la contrarrevolución burocrática
hasta la discusión sobre el papel de los Estados Unidos como potencia alterna a
la Gran Bretaña,
pero sobre todo en “la clave de la situación” que está en Alemania. Más allá
todavía aparecen otras muchas aportaciones, la más singular de todas quizás fuese
el Manifiesto por un arte revolucionario
e independiente junto con André Bretón, un encuentro con el surrealismo y las vanguardias. (5)
Al mismo tiempo, Trotsky asume la responsabilidad de actuar como
una oposición internacional, una tarea iniciada en Prinkipo con resultados
bastante modestos. Aún y así, la personalidad de Trotsky siguió
apareciendo como una autoridad, alguien
capaz de presidir una primera tentativa de agrupamiento de las disidencias de
izquierdas socialistas y comunistas que firman los 11 puntos de la Oposición de Izquierdas
en 1933 que señala la “oposición de la teoría de la revolución permanente a la
del socialismo en un solo país, la
reafirmación del carácter internacional de la revolución proletaria frente al
capitalismo mundializado”, definen a la URSS de “Estado obrero
burocráticamente degenerado”, denuncia la “colectivización forzosa” de Stalin,
aboga por la movilización “por reivindicaciones transitorias”, por la “política
del frente único obrero opuesta a la colaboración con los partidos burgueses”,
pero también contra la locura estaliniana que “asimila los partidos
socialdemócratas a los partidos fascistas”, que “no hace distinción entre
democracia parlamentaria y dictadura fascista”
(Bensaïd, 30-31)
Mientras que el estalinismo persistió en su demencial línea del
“socialfascismo”, la política de frente único alcanzó una traducción en lugares
como Francia donde las bases comunistas y socialistas imponen la unión contra
el fascismo. Es el momento en el que se abre la posibilidad de un acuerdo con
Pivert, sobre todo con un amplio sector de las juventudes socialistas que asume
las propuestas del frente único obrero contra el fascismo, un movimiento que
tiene también su paralelo en la crisis española de 1934. Pero, mientras que en
el primer caso, Trotsky pudo demostrar su capacidad de responder a las
exigencias de una compleja realidad sin
apenas medios para acceder a los acontecimientos (¿Dónde va Francia?), llegando a influir de manera potente en la
frágil izquierda revolucionaria, pero hay unos límites: sus partidarios son
expulsados por León Blum cumpliendo una exigencia del PCF, se dividen en luchas
fraccionales enrarecidas.
En España, su propuesta de frente único fue adaptada y aplicada
por Joaquín Maurín y que se concreta en la Alianza Obrera, una revolución
obrera clásica, basada en la
democracia obrera, la última vez que el proletariado militante impulsa una
tentativa de contraofensiva contra el fascismo…
Pero esta primera fase de esperanza se salda con otras derrotas devastadoras,
equiparables en negativo a lo que significó Octubre en positivo. Es la que abre
las puertas a al nazismo, la de Austria (1934) donde hubo una resistencia
obrera tardía; pero también las “jornadas de junio” en Francia (1936-37)…Un
ciclo que se cierra con la derrota de la revolución española, sellada por el bombardeo fascista de los barrios
proletarios de Barcelona. (6).
3. Medianoche en el siglo.
El desastre del movimiento obrero alemán llevó a Trotsky a la
conclusión de que ya no hay nada que reformar en el Komintern ni en sus
secciones…
Pero, ironías de la historia, tal desastre acabó reforzando a Stalin en el poder. Éste
aprendió de Hitler que era posible destruir impunemente a sus opositores.
Previamente hubo un momento (el que sigue al fracaso a las colectivizaciones
forzadas), en el que la propia fracción estalinista entra en crisis y parece
viable un agrupamiento de todas las oposiciones; en secreto, Trotsky se mueve
por garantizar un acuerdo amplio sin represalias. Pero dueño de todos los
resortes represivos, Stalin se adelanta y organiza su propia “noche de los
cuchillos largos”… Stalin comienza una suerte de “solución final” contra toda
resistencia, sobre todo contra el “trotskismo”, dentro del cual se incluyen por
citar un solo ejemplo, hasta 30.000 oficiales del Ejército Rojo. (7)
Simultáneamente, Stalin opera un giro en su política exterior de
180º que se expresó en el séptimo –y último- congreso del Komintern. A pesar de
sus declaraciones obreristas, se abre el camino al Frente Popular, una
propuesta de apaciguamiento
antifascista opuesto a cualquier veleidad revolucionaria. La propuesta
contribuirá al impulso de una oleada de prosovietismo (sin soviet) ya fraguado anteriormente por el “crack” de 1929, pero
sobre todo por el auge fascista. En un momento de contrarrevolución
burocrática, la URSS
estalinista será contemplada como el último baluarte de resistencia al
fascismo, viéndola a lo lejos como “lo que no tenemos aquí”. (8)
Será en esta tesitura histórica cuando Trotsky decide crear
el punto de partida del que tendría que
ser el partido de la revolución (mundial). Se apoya en El Programa de Transición que diagnóstica que “las fuerzas
productivas han dejado de crecer”, una situación límite para la que propone
avanzar combinando las reivindicaciones parciales con las transitorias. En última instancia, la crisis de la
humanidad se reduce a la crisis de la dirección revolucionaria, un instrumento
excepcional que –escribirá él mismo- se
ha mostrado históricamente como el “eslabón más débil” de un proletariado
militante en alza. Esta exigencia es tanto más paradójica desde el momento en que, justamente, la URSS y la Internacional nacida
siguiendo su planteamiento, se han convertido en algo muy distinto, y lo han
hecho en un tiempo tan fugaz y complicado que dejará desarmada a varias
generaciones de comunistas apremiados por situaciones en las que la reflexión
crítica es muy ardua, de ahí que las discrepancias se manifiesten por un goteo
de disidentes.
Consciente de todo esto, Trotsky insiste en sus reiteradas “lecciones”
sobre esta cuestión de cuestiones. Para ello utiliza dos ejemplos opuestos, en positivo en 1917 y en negativo, en la
guerra de España, sólo que aquí llegó como parte del mismo proceso, pero como
cierre. (9)
El desafío de crear la
palanca destinada a mover el mundo, recae empero sobre las espaldas de una
minoría abrumada por la amplitud de las adversidades, de una posición
totalmente adversa que Trotsky compara con la del alpinista al que no dejan de
caerles aludes de piedras encima. El
método que preconiza podía definirse como un
leninismo express, anteponiendo el criterio de lo necesario por encima de lo posible. No
obstante, esta premisa no es la que mantiene en sus obras históricas de la
época, de escritura más reposada. Trotsky era perfectamente conocedor de los errores perpetrados por los jóvenes
partidos comunistas entre 1918 y 1923 o sea por la línea de ofensiva
predominante en los dos primeros congresos del Komintern... (10)
Consciente de todas estas dificultades, Trotsky apuesta por el
optimismo de la voluntad, pero está más aislado que nunca. Buena parte de los trotskistas de primera generación (Andreu Nin, Alfred Rosmer, Henri
Sneevliet, Víctor Serge, Isaac Deutscher, etc.) defienden un proceso más prolongado,
sostienen críticamente al Buró de Londres, una coalición internacionalista en
la que el POUM, el Partido Socialista Obrero y Campesino de Marceau Pivert y el
Independent Labour Party británico son los principales valedores. Sin embargo,
mientras que el Buró se desintegra en la guerra, la pequeña internacional
sobrevive aunque fuese como una cáscara de nuez en un mar turbulento, sin
lograr por eso dar ningún paso cualitativamente determinante desde entonces.
4. Un desierto interminable
En el tiempo que siguió a su asesinato, Trotsky fue considerado como una suerte de Aníbal,
alguien que llegó hasta las puertas de Roma, que pudo cambiar el curso de la
historia pero que no lo consiguió. Pero Trotsky no era un “hombre providencial” sino un legado que conectaba con toda una
historia social que quedó anulada durante los años más oscuro del estalinismo,
una clave básica para comprender “el siglo de las revoluciones traicionadas”
(Albert Camus). En este revival tuvo
no poco que ver la trilogía de Isaac Deutscher, así como el desarrollo de toda
una historiografía crítica opuesta tanto a las falsificaciones estalinianas
como a las amputaciones reaccionarias de los “cold warrior”, en muchos casos
compuestos por excomunistas.
Pero a pesar de la montaña de perros muertos que el estalinismo ha
echado sobre su tumba, el ejemplo de Trotsky permanece porque como dejará dicho
Deutscher: La
vida y la obra enormes de Trotsky son un elemento esencial de la experiencia de
la Revolución Rusa
e, indudablemente, de la sustancia de la civilización contemporánea. La
singularidad de su destino y las extraordinarias cualidades morales y estéticas
de su ejecutoria hablan por sí mismas y atestiguan la significación del hombre.
No puede ser, sería contrario a todo sentido histórico, que una energía
intelectual tan poderosa, una actividad tan prodigiosa y un martirio tan noble
no hayan de tener ricas consecuencias a la larga. Ese es el material de que
están hechas las leyendas más sublimes e inspiradoras. Sólo que la leyenda de
Trotsky se compone de principio a fin de hechos registrados y verdades
comprobables. En ella, ningún mito revolotea sobre la realidad, sino que la
realidad misma se eleva a la altura del mito.
Después del Deutscher se
habló que una cosa fue Trotsky y otra cosa eran los trotskistas, una idea ya
presente en El profeta desterrado,
que distinguía entre el Trotsky de las grandes contribuciones teóricas y el que
se extravía en disputas desquiciadas, como las relacionadas con Raymond
Molinier, audaz, entusiasta, infantilista
y en quien creyó ver el dinamismo y la audacia ejemplar para acelerar el curso
partidario, algo que se comprobó como totalmente excesivo. Por su parte,
Trotsky consideró como “imprescindible” esta doble labor, teórica y
organizativa, dada la situación de aniquilación de toda oposición y disidencia.
Obviamente, nos encontramos ante un personaje a la altura de unos
tiempos que conmovieron el mundo y cuyo destino se confundió con el de la
revolución hasta el momento de su muerte en 1940. De un tipo que se hizo
viajando por el mundo en una época de ascenso del socialismo, que estuvo en la
primera línea de los acontecimientos…Los tiempos que siguieron fueron muy
distinto, comienzan donde él acabó, por lo tanto, las medidas no pueden ser las
mismas. Pero resulta injusto subestimar a muchos de los que le acompañaron y le
siguieron, a los protagonistas de la historia de la internacional que ha comenzar una vez más, a levantar la
piedra de Sísifo.
Notas
1/ Existe un estudio exhaustivo sobre la Bibliografía de les obres de i sobre Trotsky editadas a
Espanya, obra de Sergi Rosés
Cordobilla, que abarca al menos hasta el
final del siglo pasado. No deja de resultar significativo de que haya tenido
que resultar una autoedición (sergiroses(a)mail.com). Entre otras ediciones
cabe registrar Trotskismos, de Daniel Bensaïd (El Viejo
Topo, 2007), así como la obra de Gabriel García Higueras, Trotsky en el espejo de la historia (Lima, 2005), que sitúa al
personaje ante la historia soviética en su totalidad
2/ Sobre este episodio me remito al nº 136
(Octubre, 2014) de Viento Sur, en especial a dos trabajos incluidos en un
Plural sobre anarquismo y marxismo, Anarquismo
y bolchevismo, de Antonio Moscazo, y a
Tentativas de encuentro entre
hermanos enemigos, del autor de estas líneas. También resulta muy útil la obra colectiva Las razones de Octubre: La revolución rusa y
el siglo XX, edición de Andreu Coll
para Crítica alternativa, Barcelona,
2008).
3/ En su
ensayo, El pensamiento de León Trotsky,
Ernest Mandel escribe: “Hoy, con la perspectiva que ofrece el mirar hacia
atrás, podemos mantener con toda seguridad que estas formulaciones eran
erróneas teóricamente,. Algunos pasajes de Terrorismo y comunismo y de los
discursos de Trotsky a los IX y X
Congresos del Partido deben de considerarse como apologías teóricamente
injustificables de las medidas prácticas en curso, y no como un enriquecimiento
de la teoría marxista” (Fontamara, 1980, p. 76. Estas consideraciones resultan
perfectamente extensibles a otros textos como Su moral y la nuestra, un debate abordado por Enzo Traverso en A sangre y fuego. De la guerra civil europea
(1914-1945), PUV, 2007)
4/ Tachado de prepotente y de vanidoso por algunos de sus amigos, los controvertidos
aspectos oscuros del carácter de Trotsky se pronunciaron en una situación tan
extrema, de tanta responsabilidad como la que asumió vivir en su tercer exilio,
sobre todo cuando el viento comenzó a soplar en contra con los procesos y todo lo demás. Desde entonces
sus ataques de cólera con sus camaradas
más próximos (Rosmer, Serge, Sneevliet, Rakovsky, Nin), fueron tremendos.
También le sucedió con su hijo mayor, León Sedov, al que acusó gravemente de
negligencia en vísperas de su más que probable asesinato. Entonces afloró su
nobleza y su capacidad de crítica.
5/ Uno de los trazos más brillantes de
Trotsky fue su capacidad como escritor, la importancia de sus escritos y la
atracción que llegó a ejercer entre los artistas y escritores soviéticos (la
mayor parte de ellos simpatizaban mucho más con la oposición que con “la línea
oficial”. Aunque apenas si pudo comenzar a andar, la FIARI obtuvo una considerable resonancia hasta que la
II Guerra Mundial hizo inviable su
trayecto. Sobre esta cuestión me remito a la edición para El Viejo Topo del
manifiesto Por un arte revolucionario e
independiente que recoge una amplia documentación sobre el encuentro entre
Trotsky, Rivera-Kalho y Breton.
6/ Entre los debates abiertos sobre
la naturaleza de la “zona republicana” sobre la guerra civil, hay una corriente
de izquierdas libertarias y marxistas que pone en énfasis en su voluntad
revolucionaria con todas sus deficiencias (una revolución a medias, al decir de
Chris Ealham); en tanto que la otra lo pone en su carácter de prólogo de la
guerra mundial…Parece evidente que –objetivamente- se dan ambas cosas, una
hasta el mayo del 37 y la otra, después. El debate ha producido una
bibliografía enorme y aparece bastante
tratado en la obra colectiva El POUM y el
caso Nin. Una historia abierta (Alertes, Barcelona, 2014)
7/ La bibliografía trotskiana sobre
Stalin es enorme, comenzando por un primer retrato de Boris Souvarine (1935) y
siguiendo por el inacabado de Trotsky (quien por cierto, siempre rechazó
cualquier aproximación personal, rechazando por ejemplo la información de que
Stalin había sido un agente de la
Oljrana; en su opinión, sí el Stalin de 1917 hubiera sabido
lo que llegaría a ser, se habría suicidado), sin olvidar los de Deutscher (1949)
o Jean-Jacques Marie (1967; 2001)... También resultan bastante sugestivos los
análisis de Moshe Lewin en su obra testamentaria, El siglo soviético (Crítica,
2006, pp., 51-53)
8/ El fenómeno prosoviético se sitúa en la
conjunción de coyunturas en las que se confunden el mito revolucionario
(expresado en el cine y en cierta literatura), en el creciente desprestigio del
capitalismo (crack 29, colonialismo,
ascenso fascista, política liberal-socialdemócrata de apaciguamiento, escasa
formación crítica del movimiento obrero, sobre todo de las nuevas generaciones
para las que “allí había lo que aquí no tenemos” (palabras de mi papá apolítico a una aviesa pregunta de un
patrón a principios de los años cuarenta). Una buena aproximación la cuestión
es el de David Caute, Compañeros de ruta
(Grijalbo, México, 1975)
9/ Como líder incuestionable de la nueva
internacional, Trotsky trata de establecer las líneas de demarcación teóricas
desde una vista de pájaro en base a la cual caracteriza al POUM (un producto de
la disidencia comunista antiestalinista) como “centrista” o sea como una
formación intermedia entre el reformismo (CNT, izquierda PSOE) y el equivalente
de los bolcheviques que no existe…Preguntado por C.R.L. James (Los jacobinos
negros), al respecto, responde que todo hubiera cambiado sí en mayo del 37 los
bolcheviques-leninistas hubieran sido al menos 5000. Sobre esta cuestión me remito a mi libro El fantasma de Trotsky (España, 1916-1940)
(Espuela de Plata-Renacimiento, Sevilla, 2012)
10/ Trotsky desarrolló una bibliografía propia
sobre Lenin, buena parte de la cual se editó en la URSS a mitad de los años
veinte. En lucha contra “los epígonos” de Lenin, escribió una parte de su obra
que comprendía un ambicioso proyecto biográfico que no pudo pasar del primer
volumen (justo lo mismo que le sucedió a Deutscher). Su idea básica es que
ambos desarrollaron una evolución sobre supuestos diferentes que acabaron
confluyendo en abril del 17 con las tesis
de abril. En una maniobra sucia, Stalin basó su esquema
trotskismo=antileninismo, editando los textos de uno y otro de antes de Octubre
y sustrayendo las coincidencias ulteriores, todo en un ejercicio de
fetichización de las citas que sirvió de alimento para varias generaciones de
comunistas. Preguntada por Deutscher sobre el porqué ambos no llegaron a
tener una amistad como Marx y Engels
entre 1917-1924, Natalia Sedova respondió que el grado de crispación alcanzado
en el exilio, fue sin duda un grave obstáculo. Moshe Lewin en El
último combate de Lenin (1967), dejó
claramente establecido de que dicho combate, Lenin lo quiso librar junto a
Trotsky precediendo de esta manera el que llevaría la Oposición de izquierdas.
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