El fantasma de Trotsky (España, 1916-1940) de Pepe GUTIÉRREZ-ÁLVAREZ, Sevilla:
Espuela de plata, 2012. 275 págs. [17 x 21].
Con esta obra, el escritor Pepe Gutiérrez-Álvarez, uno de
los fundadores de la
Fundación Andreu Nin, hace un repaso a la producción escrita
de uno de los máximos dirigentes de la revolución rusa, Leon Davidovich
Bronstein, Trotsky, sobre la situación política española. Este ejercicio se
enmarca en un debate político e historiográfico que gira en torno el carácter
de la II República
y la Guerra
civil española. O dicho en otras
palabras, sobre si se daban las condiciones en las España de los años treinta para una revolución socialista. Dentro de este debate, la figura de Trotsky resulta clave, al ser un referente político de primera línea en el contexto histórico que nos ocupa. Durante la década de los treinta dedicó cerca de treinta y nueve artículos y sesenta y seis
cartas,
además de numerosas referencias, a la política española. Una producción que fue
recuperada por Ruedo Ibérico, en sus Escritos sobre España, a comienzos
de los años 70, y sobre la cual ahora reflexiona Gutiérrez-Álvarez, evocando el
fantasma de Trotsky y su influencia de la misma manera que Marx evocaba la
metáfora del fantasma que recorría Europa en el Manifiesto Comunista, en una
línea de afinidad política con el movimiento que en los años treinta (y más
adelante también), veía en Trotsky “el comunismo que pudo haber sido y no
fue”. Todo ello en un escenario, el español, donde paradójicamente, tal y
como reconoce el autor: “lo que sus adversarios llamaban trotskismo nunca
dejó de ser una cabeza muy grande con un cuerpo muy pequeño”. Incluso para
el partido político más significativo con el que Trotsky tuvo contacto (no
exento de graves enfrentamientos políticos), el Partido Obrero de Unificación
Marxista (POUM), la etiqueta de trotskista no deja de ser un reduccionismo
ideológico para una organización política mucho más compleja, producto de la
fusión en septiembre de 1935 del Bloque Obrero y Campesino, de Joaquín Maurín,
y la Izquierda
Comunista de España, de Andreu Nin y cuyos orígenes podemos
catalogar de trotskistas. El libro inicia su repaso con la estancia de Trotsky
en España a finales de 1916, retenido por unos días en Madrid bajo la acusación
de que “sus ideas son demasiado avanzadas para España”, y concluye con
su asesinato en México. Durante este periodo, Gutiérrez-Álvarez recorre los
debates con socialistas, anarquistas y comunistas oficialistas o disidentes de
la línea marcada por Moscú. A pesar de considerar al POUM el “partido más
honrado” de la izquierda española, las discrepancias fueron notables y se
agudizaron con el paso del tiempo, ya fuera respecto al proceso que dio origen
al POUM, que Trotsky no aprobaba en defensa del “entrismo” en las filas
socialistas (acusando a los dirigentes de la ICE de “traidores a la revolución”), o
bien respecto a la firma del POUM del acuerdo con el Frente Popular, lo que
conllevó durísimas críticas de Trotsky al acusar a sus “antiguos” camaradas de
convertirse en “la cola de la burguesía de izquierda”. JOSÉ MANUEL RÚA
FERNÁNDEZ (CEHI, Universitat de Barcelona)
palabras, sobre si se daban las condiciones en las España de los años treinta para una revolución socialista. Dentro de este debate, la figura de Trotsky resulta clave, al ser un referente político de primera línea en el contexto histórico que nos ocupa. Durante la década de los treinta dedicó cerca de treinta y nueve artículos y sesenta y seis
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