Todos los hombres del rey
Cada vez que veo un
espectáculo electoral no puede dejar de pensar en esta película, una de las más
penetrantes que jamás se hayan hecho sobre el “engranaje” de la política
institucional en los Estados Unidos, “la madre” de todas las democracias
sustentadas sobre los grandes emporios. Un sistema que llegó a parecer
insuperable a algunas generaciones, pero que vuelve a sufrid una profunda
crisis en los tiempos que nos han tocado vivir..
Los amigos de confundir el culo con las témporas podrán recordar que Rossen fue un comunista “herético” cuyo comportamiento durante la “caza de brujas” no fue quizás todo lo honorable que debiera, aunque aquí se podría debatir bastante. Además, el talento no siempre va acompañado por el valor militante, y se pueden citar casos de cineastas que pueden enorgullecerse de su actitud entonces, pero no tanto de su obra ulterior…Este por ejemplo fue el caso de John Berry, que escogió el exilio dignamente, pero que no volvió a hacer una buena película hasta que regresó a los Estados Unidos y dirigió Claudine (1974), un alegato antirracista en la línea del “orgullo negro” predicado por Malcom X…Los mismos podrían argumentar que mira por donde, la película de Rossen fue estrenada (con sus debidos cortes) bajo el franquismo, además con un título malintencionado, El político, una manipulación descarada ya que por estos lares la corrupción política dejaba en mantillas la existente en cualquier país con democracia liberal.
Una prueba del algodón
sobre los valores auténticos de esta película lo tuvimos en un momento
histórico muy especial, concretamente en un programa de “La Clave” en vísperas de las
primeras elecciones, o sea un poco antes del 15 de junio de 1977. Por aquel
entonces el programa de Calvin se había convertido en una plataforma
inusitadamente abierta (hoy algo así sería impensable), y para aquel momento el
programa contó con varias “primeras espadas”, yo recuerdo a Carrillo, Fraga y
Guerra, y seguramente estaban Suárez y Roca Junyent, pero no estoy seguro. Pero
sí lo estoy de que se pasó Todos los hombres del rey (1949), y que una vez
pasada con toda sus secuelas de anuncios, ninguno de los presentes se atrevió a
más que alguna generalidad, pero ninguno de ellos se atrevió a establecer
cualquier clase de paralelismo con una situación en la que se dan ocasiones en
la que los representantes de la derecha parecían ser más de izquierdas que los
representantes (teóricos) de ésta. Sí no me equivoco aquel día el más moderado
de todo fue Santiago Carrillo que, ironía de la historia, era portavoz “de los
comunistas”.
Todos los hombres del
rey (All the King's Men,
EUA, 1949) narra el ascenso político de Willie Stark (un pletórico
Broderick Crawford) un honrado ciudadano de un condado rural estadounidense
toma partido contra la corrupción existente en nombre de la gente del pueblo
llano que lo escoge para que lo represente. En un principio es lo que hará,
pero en su ascenso al poder Willie, y para mantenerse en lo que para él
significa un salto social, se volverá tan corrupto y tan manipulador como
aquellos a los que denunció en sus comienzos, quizás más porque dado que hasta
entonces había hablado como alguien del pueblo, acabará traicionando a éste.
La historia de Willie
Stark fue inspirado en una figura histórica real, Huey Long, el célebre y
discutido gobernador populista de Louisiana, que ha motivado otras películas
como Un
león en la calle (A Lion Is in the Streets, EUA, 1953)), de Raoul Walhs, una
variación también magníficamente interpretada, en el caso por el enérgico y
siempre sincero James Cagney. Pero la historia fue ampliada por otras
experiencias y referentes de manera que Willie Stark es alguien más complejo
que Long. Éste se debe sobre todo a la pluma de Robert Penn Warren (que inspiró
otra ambiciosa película de Walhs (Band of Angels Usa, 1957), con unos todavía pletóricos Clark Gable e
Ivonne de Carlo, muy interesante pero desde luego, no tan conseguida) que
escribió una de las grandes novelas políticas del siglo XX y una original
exploración del tema inagotable del conocimiento de uno mismo, donde se
entrelazan varios destinos bajo el mismo paraguas de la política concebida como
un espectáculo y como un juego del poder.
El Willie Stark de Penn
Warren es un personaje de poderosa y compleja personalidad. Orador amado por
las multitudes cuando comienza desde abajo, acaba mostrándose como un
profesional sin escrúpulos que se mantiene en el poder mediante la corrupción y
el chantaje. Al final es asimilado por el mismo sistema que denunciaba. Aunque
aquí se podría hablar de una parábola anarquista, lo cierto es que ni Penn
Warren ni Rossen pensaban que fuese posible realizar una actuación política
alternativa, no contaminada.
La trama comienza con
una descripción de Willie Stark, como un abogado de origen humilde que llegará
a gobernador del estado, que seduce a Anne Stanton (Joanne Dru), a su hermano
Adam (John Derek) y a Jack Burden (John Ireland), los insatisfechos hijos de
las familias poderosas del estado. Adam Stanton es el idealista puro y Jack
Burden es un desarraigado que pretende ser sólo un espectador inteligente…
En otra película política
de la época del “remake” de la novela de Warren, Syriana (Syriana, Stephen Gaghan,
2005), hay un momento en el que se ofrece una cita deMilton Friedmann, el padre
de la “Escuela de Chicago”, una cita que al Capone habría hecho suya, y en la
que se viene a decir que la corrupción es el lubrificante de un sistema que
trata de liberar a los grandes poderes económicos de cualquier compromiso moral
o social que lo limite. Según Friedmann el inversor no está obligado nada más
que con sus ganancias, y la libertad debe ser total aunque –claro está- la
policía y el ejército deben de incrementar sus poderes. Es un sistema que se ha
impuesto gracias a la derrota y la descomposición de lo que se llamó
“socialismo real”...Así pues, la corrupción no solamente está a la orden del
día, es que está hasta bien vista. Unas veces nos enteramos pero la mayoría lo
desconocemos, pero incluso este conocimiento o desconocimiento no suele ser
casual. No pocas veces traduce meras luchas internas entre los poderosos que,
por lo general, se sostienen mutuamente. De ahí que, por citar un ejemplo, el
asunto del 3% en las comisiones por las obras, una verdad que se le escapó a
Pascual Maragall en medio del debate con CiU sobre el desastre del túnel del
Carmelo, pero que finalmente todo quedó en aguas de borrajas gracias a los
buenos oficios de una comisión…presidida por el “probo” portavoz de Iniciativa,
Joan Boada. Lo que venía a demostrar que tanto el PSC-PSOE como Iniciativa,
también “mojaban”.
De lo que se deduce que
los políticos profesionales, aunque pretenden vendernos un tipo de moral
“democrática” y un tipo de pensamiento que ellos no cumplen, normalmente se
habla de ética como un recurso más.
Actualmente un político
profesional sin potentes patrocinadores tiene pocas posibilidades de existir
dado que la competición política requiere poderosos recursos que, en ausencia
de militancias serias, son cubiertos por los grandes grupos empresariales y
bancarios, aunque también se revisten de generosas prestaciones públicas que
contribuyen a fortalecer los más poderosos. El abismo entre lo que dicen y lo
que hacen nunca había sido tan grande, como nunca había sido tan grande la
brecha entre las minorías poderosas y el resto del pueblo. Que estos siga
siendo todavía sostenible tiene una explicación de partida: todavía quedan
restos de viajas conquistas sociales logradas con muchas huelgas y luchas, y
con el miedo a las revoluciones. Esto nos explica que, por más defectuosas que
puedan ser estas, está claro que actuaron como correctivo. Sobre todo ello
existe una potente filmografía que antecede y prolonga la obra maestre de
Robert Rossen quien, por cierto, todavía realizó al menos un par más: Lillith y El Buscavidas.
Podemos remitirnos a un
amplio abanico de producciones. El cine europeo por ejemplo, realizó importante
aportaciones en los años, sobre todo en los años sesenta-setenta, especialmente
en Italia donde brillaron nombres como el de Francesco Rossi, pero por aquí
Rossen o Rossi raramente han tenido seguidores.
Se pueden contar con los
dedos de una sola mano las películas españoles que ilustren la gran verdad
deque respira la famosa frase del comunero Paul Valéry: "La política es el
arte de evitar que la gente se preocupe de lo que verdaderamente le atañe".
Con la derecha, la demagogia y la mentira es algo tan normal como respirar,
sobre estos no habría mucho que decir, engañan a los que se dejan engañar
porque esperan algo a cambio, pero lo que se llama izquierda resulta como
Willie Stark, más hipócrita sí cabe. Decir que aquí manda el pueblo y no los
poderosos, como han proclamado tantos profesionales, es simplemente no tener
vergüenza. Además, hay algo que explica que criterios como los que predicaba
Milton Friedmann se hay convertido en verdades incuestionables, y es que por
abajo ha retrocedido la solidaridad. En cuanto a la izquierda
extraparlamentaria, todavía hay muchos más preocupados por su propia tienda que
por construir una alternativa amplia. Que no ha entendió que la pluralidad
puede ser una virtud. En cuanto a los que se dedican antes que nada a
anatemizar a los discrepantes, mejor ni hablar.
Como todo el mundo, esto ha empezado
a cambiar. Son muy poderosos, pero el pueblo lo es mucho más. Lo dijo John Ford
al final de Las uvas de la ira.
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