Santiago Carrillo entrevistado por Pablo Iglesias
(Este artículo apareció en Kaosenlared y dió lugar a un comentario ulterior de Pablo en el mismo porgrama. Me respondía que no había tenido la menor dificultadad para lograr la entrevista...Este detalle no coincidía con los comentarios que me había hecho el historiador Fernando Hernández Sánchez sobre que Carrillo no quería responder alas preguntas sobre temas que todavía estaban por estudiar. Se refería sobre todo a su actuación en el final del "maquis". Creo que aquí Pabloactuó más como preiodista que como historiador, estaba muy impresionado por el personaje y en todo momento evitó molestarlo).
Si hubiese sido inglés, la
Corona habría nombrado Lord a Santiago Carrillo (Gijón,
1915), seguramente en la misma ceremonia que a Fraga Iribarne, por cierto,
ambos protagonistas de "Últimos testigos: Fraga Iribarne - Carrillo,
comunista" (1) .
Es una obra cinematográfica formada por dos documentales diferentes basados en
un mismo concepto, realizados sobre y con la participación de quienes los
autores señalan como los dos líderes políticos más significativos de la segunda
mitad del siglo XX: Manuel Fraga y Santiago Carrillo. Estas presuntas “vidas
paralelas”, sin embargo, pierden cualquier similitud a finales de los años
setenta, tiempo en el que Fraga culmina su proyecto de reconstruir el partido
conservador de Cánovas del Castillo que se alternaba con el partido liberal de
Sagasta, lugar que ocupará el PSOE en la actualidad en un diseño bipartidista y
social casi perfecto. En este diseño, el PCE ha pasado de ser “el Partido” a
rozar la marginalidad y a la clase obrera se le ha asignado un lugar en el
servicio, en franco retroceso, con una capacidad de respuesta incluso inferior
a la que le pudo tocar en aquellos lejanos tiempos en los que el Rey no
gobernaba, pero mandaba.
Desde este lugar en el reparto,
Carrillo cuenta al menos con el respeto de la élite política agradecida y se le
permite figurar como el “comunista”, en entrevistas que ya no son como las que
se escenificaron en los años setenta; cuando desde TVE se planificaron diversos
encuentros que, en realidad, resultaron ser juicios en los que Carrillo tuvo
una y otra vez que justificar su oscuro pasado estaliniano, respondiendo a las
preguntas de comisarios del orden establecido como Bernard Henri-Levy, Fernando
Arrabal, etc. Ahora Carrillo es muy libre de seleccionar sus entrevistas, no le
abre la puerta a cualquier historiador, y cuando se deja entrevistar está claro
que no tendrá enfrente a nadie que le apriete las tuercas. Tan evidente en la
parte de “Últimos testigos”, como en la entrevista que le realizó Pablo
Iglesias Turrión en el programa de “La Tuerka”.
De esta manera, sin debate posible,
Carrillo puede hablar como un testigo privilegiado, como un anciano de salud
envidiable y dictaminar las cosas a su gusto al tiempo que la cronología sufre
curiosos saltos. Él sabe lo que tiene que decir, no le faltan lo que se dice
tablas, nunca ha carecido de desparpajo. Al respecto, baste como muestra la
anécdota que cuenta Pelai Pagès; reconocido historiador de la revolución
española, del POUM y biógrafo de Andreu Nin (2) . Hace unos cuantos
años, Pelai se vio obligado a cenar con Carrillo como parte de las funciones de
un Foro sobre la Transición
organizado por Eliseu Climent en la revista valenciana de orientación
catalanista El Temps. En medio de la cena, salió a relucir Ramón Mercader, al
parecer sin mala intención; pero faltó tiempo para que Carrillo saliera al paso
y declarara que él ya había denunciado estas cosas en su tiempo. Lo mismo
ocurre en la entrevista citada.
Así, por ejemplo, Carrillo habla de
su fase como líder de las juventudes socialistas, las mismas que desde la
segunda mitad de 1933 se situaron en la avanzadilla de un proceso de
radicalización motivado por la frustración reformadora del primer bienio
republicano y por el ascenso del nazismo, lo que en España se traducía en el de
la CEDA, un
partido que se proclamaba dispuesto a seguir el camino de Hitler; o sea acabar
con el movimiento obrero. Esta corriente izquierdista era contraria a la
socialista de derechas que en Alemania había optado por liderar la alianza
obrera con unos comunistas enloquecidos por el virus estaliniano, que afirmaban
que la socialdemocracia era su enemigo principal y que la victoria de los nazis
sería el prólogo de la suya propia. Aquella táctica llevaría al movimiento
obrero alemán al matadero. La radicalización era internacional y se orientaba
hacia las posiciones de Trotsky; al que todavía reconocían como el compañero de
Lenin, pero sobre todo como el gran defensor del frente único obrero contra el
fascismo. En esta época, las JJSS cortejaron a Trotsky y al “trotskismo” y,
hasta bien entrado 1936, insistían en que los comunistas que habían formado el
POUM (3) se integrasen
en el PSOE para ganar la mayoría para el marxismo. El propio Carrillo, en su
polémica con Joaquín Maurín en La
Batalla, defiende esta posición: “Los disidentes
acaudillados por el infatigable revolucionario (Trotsky), sin representar a
amplios sectores, personifican una tendencia del proletariado.” Carrillo pues,
combatió con los “trotskistas” en esta batalla, participó con ellos en las
luchas de octubre del 34 y mantuvo una relación fraternal; sobre todo con
Wilebaldo Solano y Maurín (a quien se refiere en dicha polémica como “mi
cordial contradictor” y “querido camarada”). Todo cambió tras su viaje a Moscú
a finales de 1935, donde todo allá le pareció perfecto.
Encuentro muy curiosa la pervivencia de este Santiago Carrillo que habla de la revolución como la conquista del poder por la “democracia obrera” (términos que solamente figuraban en el programa del POUM) y que no lo relacionase, como sería de recibo, con los problemas tácticos y estratégicos de un proceso revolucionario abierto; de la importancia de unificar a la mayoría trabajadora y de pactar con los sectores de la clase media radicalizados. Identifica la revolución con el liderazgo de la Rusia soviética que le recibió como un personaje relevante. Lo cuenta Claudín en su biografía; los anfitriones sabían de las “veleidades trotskistas” del invitado, pero no se equivocaban cuando confiaban en que iba a cambiar. Se le ofreció liderar la unificación de las juventudes socialistas y comunistas bajo la égida de la Internacional Comunista, cuyo VII Congreso se presentaba como una propuesta revolucionaria en la que la unificación proletaria era condición previa para liderar la “democracia”. Esta no será la interpretación que se dará después, ni en la Francia de la no-intervención ni en la España del Frente Popular. Sin embargo, Carrillo sigue hablando de una revolución, aunque se olvida que para el Komintern y para el PCE los que querían hacer la “revolución social” eran aquellos que, lisa y llanamente, "hacían el juego a los enemigos de la República".
Esta claro que Carrillo se sintió deslumbrado en su visita a la URSS por el protagonismo que le reconocieron y por la oportunidad que le ofrecieron de liderar unas juventudes que serían determinantes en la metamorfosis del PCE. No fue el único, ni mucho menos. Algo parecido sucedió en la izquierda del PSOE y en otros partidos socialistas, aunque también los hubo que se mantuvieron en la idea de que estaban en la misma revolución que en octubre de 1934 y se opusieron a la estalinización. Hasta ahí se trata de una explicación personal que encaja con el viento que soplaba en la época. Otra cosa es cuando habla del “putsch” de mayo del 37 como lo que le llevó a creer que los “trotskistas” (4) estaban relacionas con la “Quinta Columna”, punto sobre el que Iglesias Turrión suelta casi una invitación y sobre el que, en otro programa de “La Tuerka” (el dedicado al 75 aniversario de la defensa de Madrid), Mirtha Núñez llega a decir que, en el fondo, era un dilema entre centralización y los enemigos de la centralización; entre los que defendían un ejército popular y los que defendían las milicias, y cita al POUM. Uno tiene la impresión de que Mirtha no ha leído mucho sobre esta historia y desde luego desconoce que el POUM defendió desde el primer día el modelo del Ejército Rojo de 1919-1921 y su “Mando Único”; lo cual no significaba que lo ejerciesen “únicamente” los mismos.
Encuentro muy curiosa la pervivencia de este Santiago Carrillo que habla de la revolución como la conquista del poder por la “democracia obrera” (términos que solamente figuraban en el programa del POUM) y que no lo relacionase, como sería de recibo, con los problemas tácticos y estratégicos de un proceso revolucionario abierto; de la importancia de unificar a la mayoría trabajadora y de pactar con los sectores de la clase media radicalizados. Identifica la revolución con el liderazgo de la Rusia soviética que le recibió como un personaje relevante. Lo cuenta Claudín en su biografía; los anfitriones sabían de las “veleidades trotskistas” del invitado, pero no se equivocaban cuando confiaban en que iba a cambiar. Se le ofreció liderar la unificación de las juventudes socialistas y comunistas bajo la égida de la Internacional Comunista, cuyo VII Congreso se presentaba como una propuesta revolucionaria en la que la unificación proletaria era condición previa para liderar la “democracia”. Esta no será la interpretación que se dará después, ni en la Francia de la no-intervención ni en la España del Frente Popular. Sin embargo, Carrillo sigue hablando de una revolución, aunque se olvida que para el Komintern y para el PCE los que querían hacer la “revolución social” eran aquellos que, lisa y llanamente, "hacían el juego a los enemigos de la República".
Esta claro que Carrillo se sintió deslumbrado en su visita a la URSS por el protagonismo que le reconocieron y por la oportunidad que le ofrecieron de liderar unas juventudes que serían determinantes en la metamorfosis del PCE. No fue el único, ni mucho menos. Algo parecido sucedió en la izquierda del PSOE y en otros partidos socialistas, aunque también los hubo que se mantuvieron en la idea de que estaban en la misma revolución que en octubre de 1934 y se opusieron a la estalinización. Hasta ahí se trata de una explicación personal que encaja con el viento que soplaba en la época. Otra cosa es cuando habla del “putsch” de mayo del 37 como lo que le llevó a creer que los “trotskistas” (4) estaban relacionas con la “Quinta Columna”, punto sobre el que Iglesias Turrión suelta casi una invitación y sobre el que, en otro programa de “La Tuerka” (el dedicado al 75 aniversario de la defensa de Madrid), Mirtha Núñez llega a decir que, en el fondo, era un dilema entre centralización y los enemigos de la centralización; entre los que defendían un ejército popular y los que defendían las milicias, y cita al POUM. Uno tiene la impresión de que Mirtha no ha leído mucho sobre esta historia y desde luego desconoce que el POUM defendió desde el primer día el modelo del Ejército Rojo de 1919-1921 y su “Mando Único”; lo cual no significaba que lo ejerciesen “únicamente” los mismos.
Otra nota curiosa son las
declaraciones de Carrillo –aparentemente con el visto bueno de Iglesias
Turrión- según las cuales la película “Tierra y Libertad” presenta al ejército
que liquida las “comunas de Aragón” y desarma la 29ª División del POUM como si
se tratase del ejército franquista. No sé que película vieron ellos, pero entre
las muchas objeciones que se hicieron al film no recuerdo que se empleara ésta.
En todo caso, la campaña de linchamiento y persecución del POUM y del fantasma
“trotskista” fue algo totalmente inclasificable, lo más sucio e indigno de todo
el historial de la resistencia contra la reacción militar-fascista. En cierta
ocasión, Teresa Pàmies escribió que Ramón Mercader no podía ser considerado
como un Dillinger (5) ,
una matización a la que se le podía dar la vuelta: Dillinger nunca habló en
nombre del socialismo. No pisoteó un ideal.
Pero volviendo a Carrillo. Desde su
regreso de la URSS
(1935) tuvo que dejar claro ante sus jefes del Kremlin que no le quedaba el
menor vestigio de “trotskismo”. Desde que ingresó en el PCE en noviembre de
1936, Carrillo fue insistiendo desde las diversas tribunas en esta equiparación
de trotskismo=Quinta Columna, y ahí están los documentos. Con los Hechos de
Mayo del 37 Carrillo pretende “confirmar” lo que los estalinistas ya venían
diciendo desde que, a finales de 1936, Stalin dictó que el “trotskismo” ya no
era una corriente del movimiento obrero sino un grupo de infiltrados al
servicio de Hitler (o de las potencias imperialistas aliadas a la Alemania nazi). No cabía
esperar otra cosa de alguien que no afronta su responsabilidad como lo han
hecho honestamente muchos comunistas que entonces no supieron ver los hechos.
Como harían, sin ir más lejos, Lise London (6) o Miguel Núñez (7) en sus respectivas
memorias. Carrillo pasa por encima de un montón de páginas históricas, ignora
las acusaciones vertidas contra él por autores como Paul Preston, que no es ni
“revisionista”, ni mucho menos “trotskista”, y, para colmo, declara que si
alguien tuvo alguna responsabilidad, ese fue su camarada Segundo Serrano
Poncela (8) , al que
destituyó personalmente. Driblando los hechos, nos encontramos que nuestro
hombre se dio cuenta de todo… ¡en 1956! gracias a las revelaciones de Arthur
London, el autor de “La
Confesión”. Curiosamente, en una reseña firmada –creo- por
Federico Melchor (9) en
un número de Mundo Obrero de finales de los años sesenta, se hacía una
defensa de London argumentando que las acusaciones contra él eran falsas. O sea
que no era “trotskista” ni del POUM, lo que para buen entendedor significa: ”Sí
lo hubiese sido…”
Y es que la historia no termina
aquí. Dialogar sobre la vida y milagros de Santiago Carrillo, de piel casi
centenaria, es hacerlo de muchas cosas más: de Trilla, Monzón, Quiñones, de los
“maquis”, de la Transición,
etcétera, etcétera, por lo que se puede decir que, a pesar de su amplitud,
estas entrevistas enlazadas no llegan a resultar ni un “trailer”.
En el debate sobre el 75 aniversario
de la defensa de Madrid, en “La
Tuerka”, Pablo Iglesias se pregunta, un tanto ingenuamente,
sobre la extraña vigencia del debate del papel del “trotskismo” en la Guerra Civil. Se
trata de un debate que atraviesa el siglo y todo el historial del “comunismo”,
en 1989, sin resistencia digna de mención. Llegó un momento en el que mucha
gente se preguntaba si la burocracia moldeada por el estalinismo había acabado
también con el ideal socialista. Hoy está claro que no, pero también lo está
que dicho ideal debe comenzar a caminar en una nueva lucha. Se hace
imprescindible ajustar las cuentas con el estalinismo en todas sus vertientes:
¡Nunca más! Que nunca más un “secretario general” llegue a tener los poderes
que llegó a manejar alguien como Santiago Carrillo. En el documental de Martín
Cuenca, se ve al comienzo un gentío extraordinario de militantes que gritan
exaltados: “¡Aquí se ve la fuerza del PCE!”. A continuación, sale Carrillo
hablando desde una tribuna diciendo: “Nosotros no tenemos dinero para la
campaña pero os tenemos a vosotros…” Lo tenían, en efecto, militantes
disciplinados, entregados, sacrificados, sin apenas formación política,
dispuestos a creer que “el Partido” por el que se habían jugado tantas cosas
estaba en buenas manos. Estaban muy equivocados.
Notas
(1) Últimos testigos: Fraga Iribarne - Carrillo, comunista.Dirección: José Luís López-Linares (Fraga Iribarne) y Manuel Martín Cuenca (Carrillo, comunista) País: España. Año: 2008. Duración: 163 min. Género: Documental. Intervenciones: Manuel Fraga, Santiago Carrillo. Guión: Manuel Millán Mesure, Ignacio Gutiérrez-Solana y Manuel Martín Cuenca.
(2) Pelai Pagès. Historiador e
investigador cuya producción sobre estos temas es ampliamente reconocida. Acaba
de publicar una edición ampliada de la biografía de Nin, Andreu Nin, una
vida al servicio de la clase obrera (Laertes, Barcelona, 2010), y de participar
en una obra colectiva, Barbarie fascista y revolución social (Salvador
Trallero Editorial, Sariñena, 2011). Anteriormente había dedicado un amplio
volumen a la revolución en Catalunya. Anoto estos detalles porque si nos
atenemos a ciertos autores, parece ser que el único historiador que ha
investigado el hecho revolucionario en España fuese Burnett Bolloten.
(3) Poca gente sabe que en el proyecto de “unificación marxista” iniciado después de Octubre de 1934 figuraban socialistas caballeristas, juventudes socialistas y comunistas, tanto oficiales como disidentes (BOC, ICE), amén de otros grupos, y que en un principio no hubo problemas en los principios programáticos. Todos aceptaban que la revolución que se estaba forjando en España era la revolución socialista y que debería abarcar a todas las tendencias obreras en un proyecto de hegemonía y de alianza con las clases medias radicalizadas.
(3) Poca gente sabe que en el proyecto de “unificación marxista” iniciado después de Octubre de 1934 figuraban socialistas caballeristas, juventudes socialistas y comunistas, tanto oficiales como disidentes (BOC, ICE), amén de otros grupos, y que en un principio no hubo problemas en los principios programáticos. Todos aceptaban que la revolución que se estaba forjando en España era la revolución socialista y que debería abarcar a todas las tendencias obreras en un proyecto de hegemonía y de alianza con las clases medias radicalizadas.
(4) En el debate sobre el 75
aniversario de la defensa de Madrid, en La Tuerka, se dice que Trotsky preconizaba el
“entrismo del POUM” en el PSOE, lo cual es un disparate. Primero, era la
izquierda socialista la que invitaba a los “trotskistas” a ingresar en el PSOE,
segundo, Trotsky preconizó esta línea para la ICE, no para el POUM. En cuanto al concepto
“trotskista”, durante la guerra se llega a emplear de una manera tan abusiva
que alcanza el absurdo total, luego se aplicó a cualquier disidente del propio
PCE. Para Stalin, el “trotskismo” era un comodín que le sirvió para controlar
cualquier disidencia. El POUM no estaba de acuerdo con Trotsky en todo, pero sí
lo estaba en la idea de la revolución permanente y en la necesidad de crear una
democracia socialista en la
URSS.
(5) John Herbert Dillinger (22 de
junio de 1903 – 22 de julio de 1934) fue un asaltante de bancos de Estados
Unidos, considerado como uno de tantos iconos de la cultura popular en ese
país.
Su fama se debe a la idealización que se ha hecho de sus procedimientos como ladrón y a la manera fácil en que escapaba de la policía. Sus hazañas, junto con las de otros asaltantes de la época, como Bonnie & Clyde o Kate "Ma" Baker, llamaron la atención de la prensa estadounidense y sus lectores durante la década de 1930. Su popularidad lo ha convertido en leyenda, a pesar de haber sido uno de los ladrones más buscados de su tiempo.
Su fama se debe a la idealización que se ha hecho de sus procedimientos como ladrón y a la manera fácil en que escapaba de la policía. Sus hazañas, junto con las de otros asaltantes de la época, como Bonnie & Clyde o Kate "Ma" Baker, llamaron la atención de la prensa estadounidense y sus lectores durante la década de 1930. Su popularidad lo ha convertido en leyenda, a pesar de haber sido uno de los ladrones más buscados de su tiempo.
(6) Lise London (nacida Elisa Ricol)
era hija de emigrantes españoles en Francia, obligados a abandonar las tierras
de Aragón en que nacieron en busca de un porvenir mejor. A los quince años ya
militaba en las Juventudes Comunistas francesas y a los dieciocho comenzó a
trabajar en el Komintern, en Moscú, donde conoció a Arthur London. Desde
entonces, sus itinerarios ya no se separaron. Ambos acudieron en ayuda de la España republicana,
participaron en la
Resistencia y conocieron las cárceles y los campos de
concentración nazis y, más tarde, la represión estalinista. Tras haber
participado en las Brigadas Internacionales, Lise London luchó en la
resistencia francesa hasta su detención en agosto de 1942, mientras tomaba la
palabra en un mitin contra los ocupantes nazis. Este acto de Resistencia le
supondría una condena a trabajos forzados a perpetuidad y la deportación por
los alemanes al campo de concentración de Ravensbrück. Roja primavera es
el primero de los dos volúmenes de memorias en que, con el título común de La
madeja del tiempo, Lise London narra su vida, la de Arthur London; el autor
de La confesión (el libro que reveló al mundo los criminales engranajes
de la maquinaria estalinista), y la de una generación que entregó su vida en aras
de un ideal que, como Saturno, acabó en muchos casos devorando a sus hijos. El
segundo volumen, Memoria de la
Resistencia, recoge el período que va desde la derrota de la II República hasta su
regreso de los campos de concentración nazis. Jean Ferrat la cita en su canción
"Le bilan", y Simone Signoret la representó en La confesión
(1970), la película de Costa Gavras basada en las memorias de Arthur London.
(7) Miguel Núñez González (Madrid,
12 de agosto de 1920 - Barcelona, 12 de noviembre de 2008) histórico militante
del PCE y fundador del PSUC, cuya biografía política, y torturas sufridas, ha
sido relatada por Antoni Batista en su novela La Carta: Historia de
un comisario franquista.
(8) Segundo Serrano Poncela (Madrid,
1912 - Caracas, 9 de diciembre de 1976). Político, escritor, crítico literario
y ensayista. Durante su etapa de estudiante (cursó la carrera de Filosofía y
Letras y posteriormente se licenció en Derecho) ingresó en la Federación de
Juventudes Socialistas (FJS). Pertenecía, como la mayor parte de las
juventudes, al ala caballerista, enfrentada a besteiristas y prietistas y formó
parte de la redacción de Renovación, el órgano de las FJS, ingresando en la
comisión ejecutiva en 1934, como vocal. Tomó parte en las conversaciones de
unificación con las Juventudes Comunistas y tras la creación de las Juventudes
Socialistas Unificadas (JSU), formó parte de su ejecutiva. Junto con la mayor
parte de los dirigentes de las JSU procedentes de la FJS, ingresó en el Partido
Comunista el 6 de noviembre de 1936. Tras su ingreso en el partido, y al
constituirse el 7 de noviembre la
Junta de Defensa de Madrid, fue nombrado Delegado de Orden
Público, cargo equivalente al de Director General de Seguridad a las órdenes de
Santiago Carrillo, también proveniente de la FJS. Permaneció en
el cargo hasta el 27 de noviembre de 1936, fecha en la que, dependiendo de las
fuentes, dimitió o fue cesado por Carrillo. Como presidente del Consejo de la Dirección General
de Seguridad de la
Consejería de Orden Público, su firma avalaba las
extracciones de presos que tuvieron lugar en las cárceles madrileñas durante
los meses de noviembre y diciembre de 1936, la mayor parte de las cuales
terminaron en el fusilamiento de sus integrantes (Paracuellos). Serrano Poncela
siguió formando parte de la ejecutiva de la JSU durante la guerra. Exiliado al finalizar la Guerra Civil
Española, abandonó cualquier relación con la política. Fue profesor de
Literatura Española en las universidades de Santo Domingo, Puerto Rico y
Central y Simón Bolívar de Venezuela, convirtiéndose en un reputado crítico de
la literatura española.
(9) Federico Melchor (Madrid, 1915 -
1985). Militó en las JJ SS y el PSOE. Redactor del semanario Renovación.
Secretario de las JJSS de Madrid y miembro de su ejecutiva nacional. Redactor
de Claridad . Contribuyó a la unificación de las juventudes socialistas
y comunistas, tras la cual fue nombrado miembro de la Comisión Ejecutiva
de la JSU. Capitán
del Batallón Octubre. Delegado de las Fuerzas de Seguridad en la Junta de Defensa de Madrid.
Pasó del PSOE al PCE en noviembre de 1936. Director general de la Subsecretaría de
Estado para la Información
y propaganda del gobierno de Negrín. Secretario de Milicias de la JSU. Colaboró en el
diario Ahora. Director del diario Trincheras. Exiliado en París,
editó Juventud , de la
JSU. Al comienzo de la segunda Guerra Mundial es expulsado de
Francia, embarcándose hacia México. Redactor de España Popular y del Boletín
de Información Sindical de UGT. Director de Juventud de España de la JSU en México. Tras el final
de la segunda Guerra Mundial volvió a Europa y se incorporó a la dirección de la JSU. Redactor de
Radio España Independiente (La
Pirenaica) en Bucarest. En París, de nuevo, dirigió una
oficina de información del PCE y el semanario Información Española. Director de
Mundo Obrero en la clandestinidad en París y en la transición en Madrid.
Director de Mundo Obrero Diario. Responsable de la política nacional de
la revista semanal Ahora.
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