Moreno Galván y el Museo de la Solidaridad del Chile
de Allende
Después de años de silencio, nos llegan noticias del Museo
de la Solidaridad,
del que se podía decir que José Mª Moreno Galván, crítico de arte y comunista,
puso la primera piedra.
El pretexto ha venido dado por el hecho de que este 26 de
junio, se cumple el centenario de Salvador Allende, el presidente socialista
chileno derrocado por la primera “revolución neoconservadora” de la historia, y
a la que tanto deben Margaret Thatcher y Ronald Reagan, que luego se llevarían
una gloria que, en toda justicia, le correspondía a Augusto Pinochet, eso sí,
compartida con Henry Kissinger y Milton Friedman, entre otros. El alcance de la
influencia de esta “revolución” efectuada en nombre de la privatización y de la
“libertad de mercado”, ha sido tal, que sus protagonistas abrieron camino a una
justicia como la que se está imponiendo en Italia, y sigue imponiendo su
imperio económico, aunque esté gestionado por “socialistas” como presume
vanamente de ser la presidente chilena, Michelle Bachelet.
La exposición ha recibido el nombre de "Homenaje y
Memoria. Centenario Salvador Allende. Obras del Museo de la Solidaridad", y
reúne 140 piezas de las 3.000 que reúne el Museo de la Solidaridad. Esta
fue entidad que murió antes de nacer y fue gestada para apoyar la causa de
Allende en 1971. Han tenido que pasar todos estos años para que haya podido ser
inaugurada con la garantía total para aquellos empresarios que en su día
expresaron al ínclito Mario Vargas Llosa el alivio que supuso el derrocamiento
de la “Unidad Popular”. Uno de ellos se lo confesó al escritor convertido por
Wall Street, y éste lo explicó con tono lírico en uno de sus artículos de
adoctrinamiento dominical en El País y otros diarios del mundo, ahora de verdad
libre. La exposición se ha realizado en el Centro Cultural Palacio de la Moneda situado a pocos
metros de donde Allende murió el 11 de septiembre, día del golpe militar
celebrado por diarios “liberales” como el ABC. Ellos abiertamente reconocieron
que lo que Augusto Pinochet había hecho por la libertad –de mercado- no tenía
nombre.
El Museo de la Solidaridad surgió como expresión de la llamada
Operación Verdad en oposición a la “Operación Mentira” que la Trilateral estaba
animando un poco por todas partes. Se trató de un Comité Internacional de
Solidaridad Artística con Chile, detrás del cual coincidían artistas e
intelectuales solidarios e internacionalistas que apoyaron la causa del
entonces presidente Allende. La idea inicial de generar un espacio para el arte
y la cultura con donaciones de los propios creadores correspondió al crítico
español José María –“Joseíto” en mi casa y en La Puebla- Moreno
Galván, que por entonces era el crítico de arte de la añorada revista Triunfo, fuertemente implicada al lado
de la Unidad Popular.
A su lado estuvieron el historiador y crítico brasileño
Mario Pedrosa, uno de los líderes históricos del primer trotskismo brasileño y
año después, “carné nº 1” del Partido de los Trabajadores cuando este se disntingía
por ser un “partido de lucha obrera”, el escritor italiano Carlo Levi, el autor
de esa maravilla titulada Cristo se
detuvo en Eboli, de la que existe una magnífica adaptación fílmica
efectuada por Francesco Rossi (Italia, 1979), así como el artista y director de
la Escuela de
Bellas Artes de Chile, José Balmes, que fue quién se la expuso a Salvador
Allende que aceptó entusiasmado. Allende fue un socialista de los de antes,
líder de un partido que todavía seguía creyendo en los postulados kautskyanos
de antes de la “Gran Guerra”, y que se proponía avanzar al socialismo desde la
legalidad democrática. Un camino que las clases dominantes jamás han permitido.
A partir de 1971, el Museo de la Solidaridad comenzó a
recibir cuadros, grabados, tapices, esculturas y fotografías. La primera obra
fue "Gallo triunfante", del español Joan Miró, a la que seguirían
otras de renombrados creadores como Pablo Picasso, Frank Stella, Antonio
Tàpies, Alexander Calder, Oswaldo Guayasamín, Eduardo Chillida, el surrealista
Roberto Matta, gran amigo de Breton y del propio Allende, Roser Bru, José
Balmes y Guillermo Muñoz, de manera que en apenas seis meses se reunieron cerca
de 700 piezas, con las que por entonces se realizó una primera presentación,
inaugurada por el aún presidente en mayo de 1972 en el Instituto de Arte
Latinoamericano de la
Universidad de Chile. Hay que reconocer que el sentimiento
inicial se ha respetado, al menos eso es lo que se desprende de las
declaraciones comisario de la muestra, el español Mariano Navarro, para el
cual: "El objetivo de la exposición es recordar y señalar la importancia
de un proyecto artístico nacido de la voluntad internacional, con la idea
revolucionaria de la solidaridad entre los hombres y los pueblos del
mundo". La exposición está organizada por la Sociedad Estatal
para la Acción
Cultural Exterior de España (SEACEX), la Fundación Salvador
Allende, el Museo de la
Solidaridad y el Centro Cultural Palacio La Moneda.
La noticia nos ha devuelto el nombre de José Mª Moreno
Galván (1923-1981), hermano del pintor y poeta “Fransciquito” Moreno Galván
(1925-1999), también presente en la Exposición. “Joseíto” fue un Intelectual y
crítico de arte como la copa de un pino. Había nacido el 10 de noviembre de
1923 en La Puebla
de Cazalla, como tantos otros, pueblo mártir de la República. Fue el
mayor de cuatro hermanos, hijo de José Moreno Galván y María Galván Jiménez,
gente buena pero de orden, de manera que de muy joven, “Joseíto perteneció a la Falange como algunos de
mis tíos que fueron todos amigos suyos y de la familia. Esto se comentaba en
casa como “cosas de muchachos”, y yo no le he podido olvidar, sobre todo
cuando, en medo de uno de los debates en el PCE durante los primeros años de la Transición, alguien
como santiago Carrillo sacó a relucir la “militancia falangista” de algunos de
sus adversarios, precisamente él, que se ha ganado el agradecimiento eterno de
personajes como tan siniestros como Martín Villa por no hablar de Jordi Pujol.
Entonces no pude por menos que recordar que, primero, que para muchos jóvenes
de la inmediata postguerra pertenecer a la Falange llegó a ser de lo más normal, segad, que
buena parte de ellos (y ahí están los nombres de Alfonso Sastre o Manolo
Sacristán, entre otros), fueron de los que en los años cincuenta comenzaron a
renovar la desgastada resistencia republicana, primordialmente a través del PCE
que era lo más antifranquista que se podía imaginar por entonces.
Tanto “Joseíto” como “Francisquito” se sintieron muy
atraídos por el arte, el primero hacia la crítica, el segundo hacia la pintura,
aunque también cultivó el flamenco desde el ángulo de las letras, y de
“Francisquito” son la mayor parte de las letras de José Meneses, al que le dio
la alternativa; según me contó no se quién, en un local de la calle Andrés
Mellado de Madrid, a la que el azar objetivo me llevaría más de cuatro veces ya
era donde vivían la legendaria pareja poumista formada por Juan Andrade y Mª Teresa
García Banús, y en la que tuve ocasión de una singular entrevista con Juan
Eduardo Zúñiga para hablar de ¡Panait Istrati¡. Después de trabajar en el
Ayuntamiento del pueblo, “Joseíto” se marcha en 1942 a la capital, donde trata
con los artistas jóvenes y se interesa por el arte que viene de fuera. El
servicio militar (1942-1944), le lleva a Madrid nada menos que en El Pardo (el
lugar no tiene la culpa). Esto le permite visitar el Museo del Prado y las
salas de exposiciones de Madrid. Son los años en los que descubre la crítica de
Eugenio D’Ors, y de su mano la de Berenson, Wölflin y Walter Pater. Vuelve a
Sevilla, influyendo en la pintura que su hermano Francisco estaba realizando.
Se cuenta que fue “Francisquito” el que logró para José
María un trabajo dentro de la
Bienal de Arte Iberoamericano celebrada en Madrid en 1952,
que le facilitó volver a Madrid, integrarse en los círculos artísticos y
observar “desde fuera” la vida universitaria de la capital. Iba a cumplir los
treinta años y era un autodidacta que carecía de cualquier título académico,
como reconoce en el escrito que presenta en septiembre de 1952 ante la Escuela de Periodismo,
solicitando el ingreso y una beca, dada su precaria situación económica;
peticiones que le son concedidas. En 1954 se casa con Carola Torres, con la que
tendrá una hija, Carola, la misma que ahora anima la exquisita editorial
Barataria. Entre 1953 y 1955 escribe ya en diversas revistas como Mundo
Hispánico, Correo Literario y Cuadernos Hispanoamericanos, y es por este tiempo
que yo recuerde, que ya se habla con la casa cerrada a cal y canto que “Joseíto
se había hecho comunista”, y de donde datan mis primeros recuerdos de sus
vistas a La Puebla
y de la ilusión que me provocó el que se interesara por una inclinación mía de
pintar en los suelos, algo que hacía mejor a los 5 años que a los 10.
Fue por aquella época -yo que sé, 1956,1957-, cuando se
paseó por el pueblo con “Chumy Chumez” que ya era famoso por sus dibujos en “La Codorniz”, y del
escándalo que ocasionaron ambos con un número en el que salían a relucir todas
la catetadas locales. El número naturalmente se agotó, y servidor no lo ha
podido volver a ver (en una feria de anticuarios de Madrid en los ochenta me
pidieron el sueldo de un mes cuando traté de comprarlo), pero “grosso modo” se
puede decir que causó el debido malestar entre miserables las “fuerzas vivas”
hijas de la Victoria,
pero también los comentarios de mucha gente agobiada por un ambiente tan
opresivo como el que podía respirar Chile después del golpe. Por cierto, que
Pinochet y sus cuatro generales visitaron e peregrinación El Alcázar de Toledo,
tomaron buena nota de la experiencia franquista, y cuando Franco murió, fue el
único jefe de Estado presente en el sepelio desde donde pudo saludar a Carmen
Sevilla.
En 1960, “Joseíto” publica su primer libro: Introducción a
la pintura española actual (Madrid 1960), al que luego le acompañaron otros dos
más: Autocrítica del Arte (Península, Barcelona, 1965, en una colección
memorable en su mayor parte en catalán, y La
última vanguardia (Magius Ediciones de Arte, Madrid 1969). El 22 de febrero
de 1962 se desplazó a Collioure, el mítico pueblo costero francés bañado por el
Mediterráneo a los pies de los Pirineos, en cuyo campo de concentración murió
un 22 de febrero de 1939 y de todas las penas, el poeta, nuestro poeta Antonio
Machado. Fue el primer acto de lo que ya es una tradición: efectuar un homenaje
al poeta, Este primero estuvo organizado por la editorial Ruedo ibérico en cuyo
primero número colaboró José María con el seudónimo de Juan Triguero, y que
hacía unos pocos meses había comenzado su actividad. El acto sirvió además para
fallar unos premios detrás de los cuales se encontraban entre otros, el mítico
José Martínez, animador de la editorial, el historiador Manuel Tuñón de Lara,
Vicente Girbau, José Angel Valente y Eugenio de Nora, Carlos Barral, José María
Castellet y José Agustín Goytisolo, Manuel Millares… y José María Moreno Galván
(desde Madrid), y permitieron fortalecer los lazos de aquella oposición poética
y literaria al régimen.
A lo largo de los años sesenta y setenta Moreno Galván se
convirtió en uno de los críticos de arte progresistas más influyentes, y ayudó
a toda una generación de clamoroso analfabetismo y de esforzado autodidactismo
a enterarnos aunque fuese un poco de los temas del arte. Recuero muy vivamente
que en uno de los primeros números de la revista Triunfo, aparecía un artículo
de Valeriano Bozal en el que éste contaba una controversia sobre la tradición
entre “Joseíto” y un carlista. A mí por entonces el tema me apasionaba porque
me amargaba la idea deque la tradición tuviese que ser necesariamente
reaccionaria. Según Bozal, mi paisano respondió al carlista reluciendo una
lista de tradiciones heterodoxas que pasaban por el Cervantes eramistas, seguía
con el Goya ilustrado, y así. Creo que me quitó todas las telarañas sobre la
cuestión. Años más tarde, recuerdo que le leí un trabajo en el que justificaba
el “realismo socialista” como una suerte de experiencia socialista primaria, y
en eso ya no estaba igual de acuerdo. Por aquellos años, Moreno Galván figuraba
como uno de los referentes más firmes de una intelectualidad comunista que luego
creció y creció, y luego se colocó y se colocó. Pero él no tuvo mucho tiempo
para ver como acabarían algunos ya que falleció el 23 de marzo de 1981, a los
57 años de edad. Yo entonces trabajaba en el Diario de Barcelona, y aunque moví
Roma con Santiago para conseguir una foto suya, lo único que encontré fue la
portada de su libro en la sede de la editorial Península que, por lo demás, en
blanco y negro quedaba fatal.
En El País de
entonces aparecieron diversos artículos de interés firmado por Valeriano Bozal,
Eduardo Haro Teglen y Francisco Calvo Serraller, quien concluía el suyo
diciendo: “…Moreno Galván fue, sobre todo, una pasión desbordante de vida y
solidaridad. Su muerte prematura ha sido quizá el producto de quien no se
resignaba a vivir a medias, sin libertad ni ilusiones. Encarcelado en diversas
ocasiones, contó siempre con la reacción de simpatía de todos los artistas
españoles, que le respetaban por su compromiso político y que le agradecían su
dedicación entusiasta a la difusión del arte renovador. Quizás lo más admirable
de su actitud fue que, siendo un intelectual comprometido, jamás fue sectario;
no quiso dictar nunca normas artísticas, sino que le bastó con admirar las que
surgían espontáneamente y supo mantenerse muy digno en el ejemplo de su
comportamiento ético”.
El Ayuntamiento (PCE) de La Puebla de Cazalla (Sevilla)
decidió en 1982, el año en el que la izquierda ganó las elecciones para
gobernar como no podía hacer la derecha, transformar el edificio que en los
años treinta había servido para albergar la Escuela Nacional
en la que estudiaron los hermanos Moreno Galván. Aquel edificio que había sido
utilizado como “la cárcel” en la posguerra y más tarde en un almacén, se pensó
como sede del Museo de Arte Contemporáneo José María Moreno Galván que durante
muchos años estuvo en el limbo como el de Chile. Sevilla le dedicó una calle y La Puebla, una plaza. Pero no
se les ocurra a ustedes preguntar quien fue José Mª Moreno Galván porque
solamente cuatro le podrán decir algunas cosas. No hay más que ver como los
diarios que comentan lo del Museo de la Solidaridad con la Unidad Popular y el
Chile de Allende, pasan de puntilla sobre su nombre.
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