Mujeres en prisión. Un recuerdo de Eleanor
Parker.
Al margen de lo que pudieran ser
personalmente, los actores y actrices que tuvieron la fortuna de interpretar
grandes papeles en la pantalla, llenaron parte de nuestras vidas y permanecen
en nuestro recuerdo.
Desde este punto de mira, recordamos
a la actriz norteamericana Eleanor Parker
(Cedarville, Ohio, 1922-Palm Spings, California,
2013), que tuvo su momento culminante en la década de los cincuenta. Se
especializó un tanto en mujer desechada, maltratada y humillada, una tendencia digna de un buen estudio…
Hija de un profesor de matemáticas, recibió
una buena educación, a los 18 años decidió dedicar su vida al teatro. Un año
más tarde fue “fichada” por la Warner, y obtuvo su primer papel significado en la
película más estalinista de Hollywood, Mission
to Moscow (1943), aunque lo
suyo era acompañar a sus padres y ver como estaba la moda en la capital rusa. Le siguen la muy notable Pride
of the Marines (Delmer Daves, 1945), en la que demuestra una clara sensibilidad en el papel de la prometida del Gl (soldado del Ejército americano) ciego, interpretado con absoluta
convicción por John Garfield.
La película destila un cierto tono antimilitarista. Tuvo ocasión de coincidir con el chivato Ronald
Reagan en The voice of turtle (Irving Rapper,
1948) ya como
primera protagonista, y en la que ella es de lejos, lo mejor de la película.
Magnífica actriz, no parece que Eleanor fuese muy exigente con los valores de
los hombres, baste decir que no se casó con otro chivato, Robert Taylor, porque
este no quiso.
En los cincuenta engarza una racha excepcional de buenas películas.
Comienza con Tres secretos de Robert Wise, un
melodrama tibiamente feminista con Patricia Neal y Ruth Roman; pasa a la Paramount para hacer Brigada 21, en la que encarnaba a la sufrida
esposa del policía obsesionado con la ley encarnado por Kirk Douglas, lo que le
una segunda candidatura al Oscar; fue objeto del deseo en Scaramouche (George Sydney, 1952),
interpretando a una dama de la “comedia del arte” que, finalmente, es
abandonado porque el plebeyo Stewart Granger, tras ganar la batalla por el
“tercer Estado”, prefiere -sería para
compensar- a la aristocrática Janet Leigh; enlazó títulos míticos o semíticos
como Fort Bravo, Cuando ruge la marabunta,
El valle de los Reyes… También encarnó con fuerza ala mezzosoprano
de Melodía interrumpida, lo que valió
su tercera selección al Oscar, igualmente frustrada. El guionista William
Ludwig, ganador del Oscar por este drama, escribió en su biografía que los
espectadores iban al cine “no para ver a la señora Parker con distintos
vestidos y sitios, sino para ver a la persona que había creado en la película”.
Según parece, su capacidad para encarnarse en los personajes llevó al Doug
McClelland a escribir un libro sobre ella llamado Eleanor Parker: woman of a thousand faces (La mujer de las mil caras)
La lista sigue: el sufrida esposa inválida de un drogadicto en El hombre del brazo de oro (Otto
Preminger, 1955), que fue una película escandalosa en la época; está memorable
como una de las mujeres airadas que tratan de atrapar al “rey” Clark Gable en Un rey para cuatro reinas (Raoul Walsh, 1956), en Millonario de ilusiones
(Frank Capra, 1959), una de las mejores comedias del autor que ya
no era tan apreciado por el público…Finalmente, volverá a ser una esposa casi
maltratada en Con él llegó el escándalo. Luego,
ya no hará nada digno de rescatar.
Televisión, películas olvidadas o insoportables como lo era Sonrisas y lágrimas…
Seguramente, de no ser por esta década (y de un par de obras maestras
del cine de aventuras como Scaramouche y cuando ruge la marabunta), es posible se podría haber dicho
que Eleanor Parker fue actriz de un única película, Caged (1950), que fue de lejos, la mejor de sus interpretaciones. Con ella consiguió
una primera nominación al Oscar amén de un reconocimiento del Festival Venecia.
Es, de lejos, su película más auténtica,
la más valiente socialmente. Además, pasará a la historia por ser
la primera película que abordar frontalmente el tema de las mujeres en
las prisiones.
Su contenido en rico en detalles.
Publicitada como
"la historia de una prisión femenina de hoy", el film es una durísima
requisitoria contra el sistema penitenciario estadounidense, al que acusa de
maltrato, corrupción, clientelismo político, carencia de medios materiales y
personales, deshumanización y abandono de cualquier propósito de reinserción
social de las internas; acusaciones que se presentan a través de la historia de
una jovencísima e ingenua convicta, carente por completo de peligrosidad, que
después de su primer ingreso en prisión saldrá en menos de dos años convertida
en una delincuente encallecida, abocada a reincidir y retornar a la cárcel.
Sorprende el tono fatalista del
film, una dura crítica a un sistema penitenciario que, lejos de lograr reeducar
a los delincuentes, conduce a una muchacha más bien ingenua, alguien que ha
cometido lo que se dice, un "primer error", acaba abrazando la
delincuencia como una única alternativa. El guión fue también nominado al Oscar es
sólido, con momentos de intenso dramatismo, como el momento en que todas las
reclusas forman piña para cuidar a un gatito. Es magnífica la fotografía en
blanco y negro de Carl E. Guthrie.
Realizada
cuando el Código Hays estaba en plena vigencia, en un ambiente de ascenso
derechista (su director aparecerá entre los sospechosos en las "listas
negras”), Sin remisión sugiera el
tema de la homosexualidad entre las internas de una prisión femenina apenas se
sugiere veladamente en alguna frase aislada del diálogo ("si te quedas
aquí mucho tiempo dejarás de pensar en los tíos. Se pierde la costumbre")
y, sobre todo, en la mirada y la sonrisa que el personaje interpretado por Lee
Patrick le dirige a la protagonista cuando la ve por primera vez en el patio.
En cualquier caso, Vito Russo menciona la película en su exhaustiva revisión The
Celluloid Closet: Homosexuality in the Movies, New York, Harper & Row,
1987, pp. 143-156.
La
cuestión homosexual en las prisiones femeninas será un tema mucho más explícito
en variantes ulteriores, e incluso un atractivo añadido en cierto cine “S” de
los años setenta…
Anexo.
El argumento de Caged descrito en el Wikipedia (las
cursivas son mías, PG-A)
La película comienza con la llegada
a la prisión de mujeres de un estado sin identificar del furgón que conduce a
un grupo de nuevas condenadas. Entre ellas, una chica jovencísima (Eleanor
Parker), la única que parece no haber pasado antes por esa experiencia y da
muestras de temor y desconcierto. En el trámite burocrático de ingreso,
mientras una celadora va recogiendo sus datos para abrir su expediente
penitenciario, sabremos que se llama Marie Allen, que tiene solo 19 años y que
ha sido condenada a una pena de 1 a 15 años de reclusión como cómplice en el
frustrado atraco a mano armada a una gasolinera, en el que su marido resultó
muerto, mientras ella se limitaba a esperarlo en el coche. Marie trata de
explicar que su marido estaba desesperado por la falta de dinero, de trabajo y
de vivienda y que ella ni siquiera sabía muy bien lo que él se proponía hacer,
pero la celadora le interrumpe. Su único comentario es que había tenido mala
fortuna: el botín del atraco ascendía a 40 dólares, y por unos cuantos menos la
condena hubiera sido mucho más leve.
En el reconocimiento físico al que
es sometida, las celadoras sospechan que Marie puede estar embarazada, y más
tarde el médico confirmará que se encuentra en el segundo mes de gestación.
Tras pasar dos semanas de cuarentena en una celda colectiva de aislamiento
(donde se encuentra también, por falta de camas en la enfermería, una interna
agonizante de una enfermedad que parece contagiosa), Marie tiene su primera
entrevista con Ruth Benton, la directora de la prisión (la wellesiana Agnes Moerehead, candidata al Oscar al igual que Hope
Emerson, una destacada característica), que le muestra su buena
disposición, lamenta que las condiciones materiales de la prisión no le
permitan separar a las delincuentes primarias de las reincidentes y, en
atención a su embarazo, le asigna un destino relativamente cómodo en la
lavandería del centro.
Pero la directora no tiene realmente
el poder en la prisión. Este lo detenta la celadora-jefe Evelyn Harper (Hope
Emerson), una mujer de tamaño impresionante, brutal, oportunista y corrupta,
pero bien relacionada con círculos periodísticos y políticos (es militante del
partido que gobierna el estado). Harper se ofrece a proporcionar a Marie
productos prohibidos o inaccesibles en la prisión y a concederle privilegios;
pero cuando comprende que la interna no tiene dinero para pagarlos y que su
familia tampoco la ayudará, no solo se desentiende de ella sino que, para
demostrarle quién manda realmente, hace caso omiso del destino que le había
asignado la directora y pone a Marie a fregar las celdas con una bayeta.
Marie pronto es abordada
amistosamente por otras internas: "Smoochie" (Jan Sterling, especializada en papeles de mujeres turbia en la década
de los cincuenta, por ejemplo en El gran carnaval, de Billy Wilder), una
"P.C." (siglas en la jerga penitenciaria de "prostituta
común"), Emma (Ellen Corby), que ha matado a su marido después de una vida
de maltrato, Claire (Joan Miller) -que comentará a Marie que, como ella misma,
la mayoría de las internas están en prisión por culpa de sus maridos o parejas-,
y, sobre todo, Kitty Stark (Betty Garde), que ejerce el liderazgo sobre las
demás internas y, gracias a sus vínculos con el crimen organizado fuera de la
prisión, mantiene buenas relaciones con la celadora Harper. Kitty sugiere a
Marie facilitarle la libertad condicional con una oferta de empleo ficticia, a
cambio de que, una vez fuera de la prisión, se una a su banda de ladronas al
descuido en tiendas de lujo. Marie rechaza la oferta, porque tiene planes
mejores: tendrá a su hijo, al que cuidará su madre hasta que ella salga de
prisión, obtendrá la libertad condicional en la primera revisión de su condena,
a los diez meses de su ingreso, se irá a vivir con su madre y su padrastro y
llevará una vida honrada el resto de su vida. Kitty trata de convencer a Marie
de lo ingenuo de esos planes y le advierte que la Comisión de Libertad
Condicional nunca se la concederá si no puede presentar una oferta de trabajo,
pero Marie no le hace caso; se considera distinta del resto de las internas,
porque ella "no es una delincuente".
Entretanto la vida de la cárcel
sigue con su dureza. Marie sobrelleva mal su embarazo, carente de control
médico, y tiene desmayos, provocados, según le dice una compañera de encierro
que fue enfermera (y que cumple condena por colaborar en los abortos realizados
por su pareja), por una anemia, para la que no obtiene tratamiento. Otra
interna, delincuente primaria como Marie, sufre una crisis psicótica, y otra
más se suicida ahorcándose cuando su libertad condicional es rechazada.
Finalmente, Marie tiene a su hijo.
El médico titular de la prisión no asiste al parto (porque está jugando al
póker) y la directora, desesperada, consigue un sustituto voluntario, al que
encuentra en la guía telefónica. Tras el parto con éxito, el médico comenta agriamente
a la directora que la clínica veterinaria a la que llevó a su perro estaba más
limpia y tenía mejores medios que la de la prisión. La directora le responde
que ha pedido infructuosamente presupuesto para la atención sanitaria de las
internas en muchas ocasiones, y que quizá si el Colegio de Médicos tomara
cartas en el asunto su intervención sería más eficaz. Pero cuando el Colegio lo
hace sólo consigue provocar la irritación del gobierno del estado con Benton,
cuya petición de que la prisión cuente con maestros y con un psicólogo es
considerada utópica. En la tensa entrevista surge el tema de la celadora Harper
y ante las quejas de la directora por su brutalidad y corrupción el
representante de la
Administración solo responde que no ve motivos para prescindir
de una buena militante del partido.
Los planes optimistas trazados por
Marie se tuercen pronto. En una tensa entrevista en el locutorio, su madre le
comunica que su padrastro se niega a hacerse cargo del bebé y que ella
"está demasiado mayor" y "no tiene un céntimo a su nombre",
por lo que tampoco puede abandonar a su marido y cuidar sola al hijo de Marie,
a la que acaba dejando con la palabra en la boca. En consecuencia, la
administración se hace cargo del niño para entregarlo en adopción y su madre no
podrá volver a verlo nunca.
Poco después tiene lugar la
audiencia de Marie ante la comisión de libertad condicional, cuyos miembros son
presentados como autocomplacientes y poco receptivos (al final de la escena
sabremos que al presidente no le funciona el audífono que necesita). Como Kitty
había previsto, y pese al apoyo de la directora, la comisión deniega la
libertad de Marie, porque carece de un domicilio de acogida (su padrastro se ha
negado también a recibirla en su casa) y de una oferta de trabajo. En opinión
del presidente, es muy peligroso que una mujer tan joven, que ya ha cometido
una vez un delito, salga en libertad sin unas condiciones de estabilidad
laboral y control familiar; con lo que implícitamente considera preferible que
siga encerrada en compañía de delincuentes profesionales y peligrosas, como
Marie trata infructuosamente de hacerle ver. Al escuchar la decisión negativa,
Marie sufre una crisis nerviosa y sale corriendo hacia el patio exterior de la
prisión, en un absurdo conato de fuga, que concluye cuando se hiere la mano al
aferrarse al alambre de espino de un muro. Pese a esta conducta disruptiva, la
directora decide no sancionarla.
Por entonces llega a la prisión una
nueva interna, Elvira Powell (Lee Patrick), presentada en la prensa como
"la reina del vicio" y que es una mujer rica e influyente que se las
ha apañado para cumplir una corta condena de cárcel con el fin de evitar así
tener que testificar en una investigación contra los jefes mafiosos que la
apoyan. Nada más llegar Powell se fija apreciativamente en Marie y se interesa
por su herida en la mano. Ocurre que Powell es una vieja enemiga de Kitty Stark
y la celadora Harper, sabedora de quién es más poderosa, se pone inmediatamente
de parte de la primera y en contra de la segunda.
Para ganarse el ascendiente sobre
las internas que hasta entonces tenía Kitty Stark, Powell consigue que la
celadora Harper deje pasar, entre los regalos de Navidad, barras de labios para
todas compradas por ella, pese a que se trata de objetos prohibidos en la
prisión. En la fiesta de Navidad (en la que las internas cantan la canción Birds
in a cage, "Pájaros enjaulados") la directora Benton se percata
de lo que ha sucedido y, para tratar de neutralizar el efecto que persigue
Powell, declara que a partir de entonces se permitirá que las internas se
pinten los labios. Powell, por su parte, trata de ganarse la amistad de Marie,
a la que ha hecho un regalo de Navidad especial, y le ofrece facilitar su
libertad si acepta integrarse luego en su grupo de chicas de alterne. Marie le
devuelve su regalo y le responde qué si rechazó antes la oferta de Kitty no va
aceptar ahora la suya, indicándole así su lealtad a la primera.
Un día, mientras Kitty trata de
entrenar a una interna más bien torpe en las técnicas del hurto al descuido,
Marie ocupa el lugar de la aprendiza y demuestra a Kitty su habilidad para
distraer a un dependiente y apoderarse de la mercancía. La escena ha sido
observada por Elvira Powell, que, celosa de que Marie pueda acabar
incorporándose a la red de ladronas de Stark, sugiere a la celadora Harper que
denuncie a la dirección sus labores de reclutamiento y adiestramiento. La
directora Benton sanciona a Stark enviándola a la celda de aislamiento, y
Harper, para congraciarse con Powell, añade al castigo una brutal paliza.
Mientras Kitty está en la celda de
castigo, Marie encuentra en el patio de la prisión un gatito perdido, que lleva
consigo a la galería, donde se convierte en la mascota de las internas. Pero
enseguida Harper lo descubre y sus esfuerzos para arrebatárselo a Marie
encuentran la resistencia violenta de esta, que degenera en un motín de toda la
galería. Restablecido el orden, la directora Benton dispone tres días de
aislamiento para Marie. Ese castigo le parece ridículo a Harper, que antes de
encerrar a Marie le rapa el cabello al cero. La entrada de Marie en las celdas
de aislamiento coincide con la salida de Kitty, en un estado físico y psíquico
lamentable, que la lleva al hospital. Marie, a su vez, sufre una nueva crisis
nerviosa en la soledad y oscuridad de la celda.
Cuando Marie vuelve rapada a su
galería, las internas comienzan a golpear rítmicamente las tapas de los arcones
en que guardan sus objetos personales, siendo secundadas por las compañeras de
todas las galerías. Llaman así la atención de la directora, que al ver pelada a
Marie y enterarse de lo sucedido con Kitty envía un telegrama a la Junta de Prisiones exigiendo
el cese de Harper. Esta reacciona montando una campaña de prensa en la que
denuncia la supuesta corrupción en la prisión tolerada por Benton, en
referencia al episodio de las barras de labios. La Junta, a la que asusta más
que nada el escándalo, pide la dimisión de Benton; pero esta se niega a dimitir
y advierte al juez que preside la
Junta que, en cuanto funcionaria, tiene derecho a que se
convoque una audiencia pública para discutir los motivos y la procedencia de su
cese. La cosa queda así en tablas: Harper mantendrá su empleo y Benton su
cargo, no habrá ninguna investigación y la campaña de prensa cesará como había
empezado.
Kitty Stark retorna del hospital a
la prisión, aunque su estado psíquico no parece haber mejorado mucho. Incluso
Elvira Powell se disculpa con ella, alegando que Harper había ido demasiado
lejos. Kitty aparentemente no reacciona, pero a la hora de la comida apuñala
mortalmente a Harper con un tenedor. Marie acompaña fuera del comedor a la
asesina, de la que luego nos enteraremos que se encuentra confinada en el
"corredor de la muerte". El comentario de Marie a la muerte de Harper
es lapidario: "Por favor, absténganse de enviar flores".
Por esos días un grupo de mujeres
adineradas visita la prisión, en una labor pretendidamente filantrópica,
haciendo comentarios superficiales e insensibles. Desde el otro lado de los
barrotes, Marie se queda mirando a la más joven de ellas, envuelta en un
suntuoso abrigo de piel y adornada con hermosas joyas, como si representase
todo lo que a ella le ha sido negado. La más anciana de las internas, que
cumple cadena perpetua y lleva cuarenta años encerrada, trata de advertir a
Marie de la inutilidad de emprender por apetito de bienes materiales una
carrera criminal que solo le llevará a estancias cada vez más largas en
prisión; comentando que a esas alturas de encierro a ella ya le parece
atractiva hasta una pila de platos sucios por lavar.
Finalmente, Marie decide aceptar la
oferta de Powell. Los contactos de esta en el exterior amañan las cosas y la
comisión otorga a Marie la libertad condicional, en una audiencia que no se
muestra en la película. Cuando al salir en libertad le devuelven en la
administración sus efectos personales, Marie arroja a la papelera su alianza de
matrimonio. En su entrevista de despedida con la directora, Benton señala a
Marie que está al corriente del carácter ficticio de la oferta de trabajo que
ha presentado y lamenta que no hubiera esperado unos meses a que la Junta de Prisiones le
hubiera conseguido un empleo real. Marie, aunque agradece la buena voluntad de
la directora, se muestra dura y comenta cínicamente que "por 40 dólares [el
botín del atraco] he conseguido una buena formación". Al salir al
exterior, un coche aguarda para recoger a Marie, con un par de tipos trajeados
que se dirigen a ella en susurros. Marie no puede evitar un gesto de congoja y
uno de ellos le dice que no se preocupe, que la van a tratar muy bien. Al
introducirse los tres en el vehículo, le enciende un cigarrillo y le pone una
mano en la rodilla. Benton observa la escena desde la ventana de su despacho y
cuando una funcionaria le pregunta qué debe hacer con el expediente de Marie le
contesta que lo mantenga entre en los expedientes activos, porque su titular
"no tardará en volver".
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