Hay un cine obrero actual, Recursos humanos es un
ejemplo
No creo que a estas alturas haya que explicar que la piedra
de Sísifo –el mito proletario por excelencia-, ha vuelto a caer. En el caso
español, el precedente fue una derrota
militar exterminadora, un desastre humanitario sin precedentes que conllevó con
un corte generacional brutal, pero con muertes, cárceles y exilios, la antigua
clase obrera
sería fundamental para comenzar de nuevo allá por principios de los años sesenta, con Comisiones Obreras que dejaba a tras las divisiones históricas, y se planteaba las alternativa en clave de presente…La piedra actual es también producto de la anterior, el nuevo sindicalismo acaba de levantar cabeza cuando se vio “atrapado” por la política de pactos sociales y de “normalización democrática”. La integración se hizo con la idea de que ya existía un “Estado del bienestar” para el que se necesitaba “culos de hiero” para negociar, así lo decía la señora Rosa Montero –una de las voces orgánicas de El País- cuando todavía era un poquitín de izquierdas.
sería fundamental para comenzar de nuevo allá por principios de los años sesenta, con Comisiones Obreras que dejaba a tras las divisiones históricas, y se planteaba las alternativa en clave de presente…La piedra actual es también producto de la anterior, el nuevo sindicalismo acaba de levantar cabeza cuando se vio “atrapado” por la política de pactos sociales y de “normalización democrática”. La integración se hizo con la idea de que ya existía un “Estado del bienestar” para el que se necesitaba “culos de hiero” para negociar, así lo decía la señora Rosa Montero –una de las voces orgánicas de El País- cuando todavía era un poquitín de izquierdas.
Esta ilusión se ha mantenido gracias a los logros de los
logros de los sesenta-setenta, y con el espejismo de unas nuevas generaciones
arrodilladas ante el individualismo y el consumo. Pero la historia solo va
hacia delante cuando se la empuja desde abajo. De ahí que la suma de derrotas
“negociadas” están dejando cada vez más en evidencia lo que se ha ido
perdiendo, algo tan concluyente como que las nuevas generaciones trabajadoras
cada vez lo tienen peor, cada vez son menos autónomas y más dependientes.
Objetivamente pues, hay razones para apostar por un nuevo sindicalismo que
surgirá de un cruce entre la vieja clase obrera que no ha claudicado, y los
jóvenes que hayan aprendido la lección.
Cuando decimos que lo tienen peor, no nos referimos “a
todo”, hay cosas que son más asequibles. En los sesenta-setenta no era fácil
encontrar vías para el debate como las que hoy tenemos al alcance de la mano, y
al decir esto pienso especialmente en una de ellas: el cine-forum. Hace unos
días que se pasaba por TV2 y a altas horas de la madrugada Recursos humanos (Recours
humains, Laurent Cantet, Francia, 1999),
una película perfectamente asequible en DVD o por otras vías. Una pelí perfecta para
tener una buena discusión sobre un tema de plena vigencia. No en vano el mismo
Sarkozy que hablaba de enterrar el mayo del 68, le echa ahora toda la culpa a
la reivindicación de las 35 horas, un caballo de batalla abandonado por los
sudichos sindicatos antes de montar.
En la parte final de la trama, después de que el
hijo/economista ha tomado conciencia de que su proyecto de implantación de la
jornada de treinta y cinco horas se traduce en una política de despidos, siente
el peso de la frustración porque su padre, un obrero fiel al orden empresarial,
no desea hacer huelga. El momento puede hacernos pensar en una transposición de
los clásicos conflictos obreristas que fueron puestos en escena en un
determinado cine italiano mediante productos como La clase obrera va al paraíso
(Elio Petri, Italia, 1971) sobre la que habrá que volver aunque solo sea para
tratar el 68 “rampante” italiano. No obstante, Laurent Cantet va más lejos y
nos muestra cómo el hijo reprocha al padre de haberle transmitido la vergüenza
de su propia condición de obrero sumiso al patrón; de haber estado negando toda
su vida su existencia mediante el trabajo alienante en la cadena para
conseguir que estudiara y llegara a ser lo que él nunca pudo ser; para que se
convierta en empresario y acabe humillando a los de su propia condición social.
La cuestión de las cuestiones que explora Recursos
humanos es la constatación de las vejaciones morales que ha acompañado el
paso del proletariado a pequeña burguesía, algo que aquí es de lo más común, no
es otra cosa lo que ha ocurrido con Comisiones o Izquierda Unida. Laurent
Cantet interroga a la generación de unos padres que durante su vida han vivido,
de forma sumisa en el interior e a empresa, negando muchas veces su conciencia
de clase, para conseguir que sus hijos acaben transformándose en representantes
de esa misma clase que los ha , explotado y los ha humillado. Al cuestionar el
servilismo de los padres, Cantet también pide responsabilidades a esos hijos
que abandonaron su medio social para ocupar determinados puestos directivos y
alimentar su narcisismo social a costa del sacrificio del padre.
Se puede decir que Laurent Cantet,
reprende, desde una perspectiva ficcional, el problema de la visibilidad del
mundo del trabajo mientras sienta las bases de un nuevo modelo de cine social,
alejado de las diferentes ortodoxias y preocupado por desvelar las múltiples
contradicciones de una sociedad postindustrial en la que el mundo del trabajo
se ha convertido en un tabú y sus humillaciones forman parte de esa normalidad
aceptada, además como parte de un juego política que establece que las luchas
obreras son “desestabilizadoras”. La posición de Laurent Cantet en Recursos
humanos entronca con uno de los momentos fuertes del cine moderno, cuando
Ingrid Bergman en Europa 51 de Roberto Rossellini decide entrar en la fábrica
para sustituir una obrera enferma y vivir -a la manera de Simone Weill-la
condición obrera, cuatro nombres y dos títulos –Bergman, Rossellini, Weill, La
condición obrera- sobre los que hay que llamar la atención. Junto a la
cadena de montaje, Ingrid Bergman acaba reconociendo que el paraíso en la tierra
no puede forjarse a partir de la dignificación del mundo del trabajo, porque el
trabajo es el infierno.
La precariedad no ha hecho más que
comenzar, de ahí que toda la pólvora gastada por las luchas obreras requerirá
su puesta al día, combinando tradición y
renovación, dando respuestas a batallas que ya no son parciales. Lo único que
nos queda es la enmienda a la totalidad. Dicho de otra manera, subir de nuevo
la piedra pero ahora hasta el final, sí el capitalismo muere de éxito no
quedará naturaleza para tesimoniarlo.
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