Haití: Los jacobinos negros de C.L.R. James
El “caso” de la revolución antiesclavista
haitiana, agotada después de derrotar a todos sus adversarios, es un ejemplo
que sirve para explicar el destino de muchas otras revoluciones, la soviética
sin ir más lejos, o la argelina de la que nadie ya se acuerda.
En su imprescindible ensayo Cultura e imperialismo, Edward W. Said que cita a James con
entusiasmo en su obra, lo describe como un "dialéctico antiestalinista",
que es una manera de evitar de llamarle por el denominador más correcto de
trotskista, quizás porque, a mi juicio,
Said trata de aguar las aportaciones marxistas al pensamiento
anticolonialista, y desdibuja en no poca medida la vinculación de autores como
James con lo que Said llama "el
marxismo más contestatario". He recuperado este texto para mi trabajo
sobre el trotskismo por dos motivos, primero porque es una de las mejores
entrevistas (más a corazón abierto) que jamás se le hicieran a Trotsky, y
además sobre una cuestión tan difícil y controvertida como ha sido el combate
por la Cuarta
Internacional, pero también tratando de recuperar el papel de
James en un legado con el que hasta ahora muy raramente se le ha relacionado,
al menos por estos lares, aunque supongo que en otros como el martiniqués o el
brasileño, la cuestión es diferente.
Entre las diversas escuelas de resistencia
nacionalista que fueron siempre críticas respecto a sí mismas, y en la que
incluye nombres como Neruda, el mismo
Tagore, Fanon, Amilcar Cabral y otros, Said afirma: "James es el ejemplo
perfecto. Desde siempre campeón del nacionalismo negro, continuamente atempera
sus proclamas con afirmaciones y exhortaciones a recordar la insuficiencia de
la particularidad étnica, del mismo modo que es insuficiente la solidaridad
sin crítica. Podemos abrigar esperanzas serias en torno a esto, aunque sólo sea
porque, en lugar de estar al final de la historia, estamos en disposición de
hacer algo acerca de nuestra historia presente y futura, vivamos dentro o fuera
del mundo metropolitano",
Said escribe que The Black Jacobins,
"presenta el alzamiento de los esclavos en Santo Domingo como
proceso que se desarrolla dentro del mismo esquema histórico que la Revolución Francesa;
y Napoleón y Toussaint son las dos grandes figuras que dominan esos años
turbulentos. Los sucesos en Francia y en Haití se entrelazan y hacen referencia
unos a otros como voces en una fuga musical. La narración de James se fragmenta
en una historia dispersa en la geografía, en las fuentes de archivo, y con el
acento puesto tanto en los negros como en los franceses. Por otra parte, James
retrata a Toussaint como alguien dedicado a la lucha por la libertad humana
--una lucha que también se extiende a esa metrópolis, a la cual, en lo
cultural, debe su lengua y muchos de sus compromisos morales- con una decisión
rara de observar entre los sometidos; y más difícil aún entre los esclavos.
Adopta los principios de la
Revolución no como hombre negro sino como ser humano, y lo
hace con la concienzuda certeza histórica de que, al descubrir el lenguaje de
Diderot, Rousseau, y Robespierre, sigue a sus precursores de un modo creador,
utilizando las mismas palabras y empleando las mismas inflexiones que
transformaron la retórica en realidad.
La vida de Toussaint acabó de modo horrible,
prisionero de Napoleón y confinado en Francia. Sin embargo, en propiedad, el
tema del libro de James no se circunscribe a la biografía de Toussaint, en la
misma medida en que una historia de la Revolución Francesa
podría considerarse insuficiente si se omitiera el episodio de la insurrección
haitiana. El proceso continúa hasta el presente -de ahí el apéndice de
1962, De Toussaint a Castro- y la
situación de conflicto sigue existiendo. ¿Cómo puede escribirse una historia postimperialita,
o exenta de tintes imperialistas, que no sea ingenuamente utópica o, al revés,
cargada de total pesimismo, frente a la persistencia de la realidad, confusa y
embrollada, de la dominación sobre el Tercer Mundo? Estamos frente a una aporía
metodológica y metahistórica, y la certera resolución que James ofrece es
imaginativa y brillante" (Cf. Cultura e imperialismo, p.432). El lector
encontrará una evocación del libro de Said publicada hace unas semanas en mi “buzón” de Kaos.
Para Said: "la descolonización es una
compleja batalla sobre el derrotero de diferentes objetivos políticos,
historias y geografías, y está llena de obras de imaginación, de investigación
y de contrainvestigación. La lucha adopta diversas formas: huelgas, marchas,
ataques violentos, retribuciones y contrarretribuciones. Su caudal está
también alimentado por novelistas y funcionarios colonialistas que escriben
acerca, por ejemplo, de la mentalidad india, o de los modelos de renta rural en
Bengala, o de la estructura de la sociedad india. En respuesta, surgen las
novelas escritas por indios en las que se reclama más participación en el
gobierno, e intelectuales y oradores que llaman a las masas a un compromiso
más profundo ya la movilización por la independencia" (p.341).
En su obra ya citada, Los jacobinos negros,
subtitulada Toussaint L´Ouverture y la Revolución en Haití (editada por Turner,
Madrid, 2003, en traducción de Ramón García, con prólogo de James Walvin, IBSN
84-7506-593-7 ), James exalta los amplios movimientos de masas insurrectas
encabezadas por hombres excepcionales, James no olvida que Toussaint
L'Ouverture "no podría haber razonado de la manera que lo hizo si no hubiese
sido por la influencia del abate Raynal, de otros enciclopedistas, y de la Revolución Francesa",
y así lo precisa cuando escribe:
"…en situaciones comprometidas, Toussaint, a pesar de no disponer
de una buena instrucción, supo encontrar el lenguaje y el acento de Diderot,
Rousseau y Raynal, de Mirabeau, Robespierre y Danton, y en un aspecto superó a
todos, ya que incluso estos maestros de la oratoria y la literatura, debido a
las complicaciones que se daban entre las clases de su sociedad, a menudo
tenían que detenerse, reconsiderar sus exposiciones, o hacer modificaciones en
ellas Toussaint pudo defender la libertad de los negros sin ningún tipo de
reservas, y este factor imprimió a sus declaraciones una fuerza y una firmeza
difíciles de encontrar en los mejores tratados de la época. Los burgueses
franceses fueron incapaces de comprenderlo, y tuvo que correr la sangre antes
de que entendiesen que, aun a pesar de su tono un tanto altivo, Toussaint no
había caído en rimbombante retórica sino que había escrito la pura y simple
verdad".
Said ve
en "esta maravillosa descripción", la visión de un hombre "que
había incorporado por completo la auténtica realidad de los sentimientos
universalistas propagados por la
Ilustración europea". Entiende que James, al que
describe como un "marxista historiador negro originario de las Antillas,
indigente e itinerante", consigue mostrar aquí "la sinceridad de
Toussaint así como sus latentes carencias e imperfecciones y su tendencia a
confiar en las declaraciones europeas, a verlas como auténticas intenciones más
que como percepciones clasistas determinadas por la Historia y cargadas de los
intereses de diversos sectores y grupos".
Una vez pasada la época de la negritud, del
nacionalismo negro, y del indigenismo de los años 60 y 70, James apoyó
tenazmente la herencia occidental al mismo tiempo que suscribía el movimiento
insurrecto y antiimperialista que compartió con Fanon, Cabral y Rodney. En una
entrevista hizo la siguiente declaración:
"¿Cómo me planteo mi regreso a unas raíces
no europeas? Estoy de acuerdo en ello, si eso significa que los escritores
caribeños de hoy en día deberían ser conscientes, de que en sus obras existen
elementos procedentes de raíces no europeas, no shakesperianas, y de que en la
música hay un pasado que no es precisamente Beethoven: entonces estoy de
acuerdo. Pero no me gusta el enfrentamiento al que se han visto sometidas las
dos posturas, como si se tuviera que escoger entre una u otra. No creo en este
antagonismo sino en la dualidad de ambas. De hecho, tanto nuestra alfabetización
como nuestra tradición estética están fundamentalmente arraigadas en la
civilización europea occidental".
Se trata por lo tanto de establecer una
interrelación entre las culturas y sus diferentes momentos, así, por ejemplo,
en el caso árabe que tanta importancia tiene entre nosotros, es importante
subrayar la capital trascendencia del redescubrimiento de la lengua árabe y de
la herencia clásica islámica, casi siempre a través de la aportación de
pensadores lugar, a través de una nueva orientación en la Historia, de carácter
integrador o contrapuntístico, que considera que las experiencias occidentales
y las no occidentales se suponen mutuamente porque están a su vez relacionadas
por el imperialismo. Revaloriza la presencia de "de una visión imaginativa,
incluso utópica, que vuelve a tener en cuenta la teoría y práctica de la
emancipación (como elemento opuesto a la reclusión), y por último, apostando
por un tipo particular de energía nómada, migratoria, y antinarrativa en lugar
de aceptar nuevas autoridades, doctrinas u ortodoxias reconocidas, o instituciones
y causas establecidas".
Estamos hablando de una historia a la que hasta
ahora no se le ha dado la importancia que merecía, pero sobre la que tenemos
que volver porque la lucha por Haití tendrá que ser parte de nuestra lucha en
la asignatura internacionalista, seguramente una en la que estamos (aún) más
atrasados.
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