Ken Loach y el trotskimo
Es rara la reseña o entrevista a Ken Loach que no haga mención a su
adscripción política. Se le suele tratar de “militante trotskista” y quizás
sea, el trotskista más popular de nuestro tiempo aunque esta adscripción poco o
nada tiene que ver con el “verdadero” de tantos grupos, cuyas diferencias no
siempre resultan fáciles de establecer.
No se sabe mucho de la militancia organizada de Ken, quizás porque nunca la tuvo y porque resulta evidente, que no le gusta hablar mucho del tema. Ninguno de los trabajos biográficos que se han publicado en castellano sobre su vida y su obra, inciden en este punto. Estos, dan por supuesta su tendencia política y registran algunos detalles, como una respuesta airada a la pregunta sobre sí lo era. Respondió que tacharte de “trotskista” era una forma de “arma arrojadiza”, te clasifican y ya no hay más de qué hablar. Ciertamente, este es una de las trampas de los conceptos.
No se sabe mucho de la militancia organizada de Ken, quizás porque nunca la tuvo y porque resulta evidente, que no le gusta hablar mucho del tema. Ninguno de los trabajos biográficos que se han publicado en castellano sobre su vida y su obra, inciden en este punto. Estos, dan por supuesta su tendencia política y registran algunos detalles, como una respuesta airada a la pregunta sobre sí lo era. Respondió que tacharte de “trotskista” era una forma de “arma arrojadiza”, te clasifican y ya no hay más de qué hablar. Ciertamente, este es una de las trampas de los conceptos.
Sabemos que a finales de la década
de 1960, Loach se hizo asiduo de las reuniones organizadas por la Liga Obrera Socialista
(Workers Socialist League), inicialmente ligada a la corriente llamada healysta
(de Gerry Healy) de la mano de su amigo Alan Thornett. El personal más
estudioso, sabrá además que en 1974, aproximadamente doscientos miembros
nucleados en torno a Thornett, por entonces un militante dirigente en la
industria automotriz de Cowley, fueron expulsados del partido y entonces
formaron la Liga
de los Trabajadores Socialistas. Desde este momento, el WRP perdió miembros y
quedó cada vez más aislado del movimiento obrero. Loach siguió de cerca esta
historia, pero nunca llegó a formalizar su militancia.
Por lo tanto, Loach no formó parte
de los diferentes frentes culturales organizados por el SLL (Socialist Labour
League), para atraer a escritores y artistas, lo que consiguió en una época de
radicalización de este sector. Seguramente los más famosos fueron Corin y
Vanesa Redgrave, así como el compañero de esta de por entonces, Tom Richarson,
uno de los directores más valorado del “free cinema”, responsable de títulos
tan memorables como La soledad del corredor de fondo o Tom Jones, formaron
parte del grupo. También figuraron en sus filas algunos conocidos autores
teatrales “airados”, aunque en realidad, solamente Vanesa tuvo un compromiso de
primer orden y figuró durante algunos años como el rostro más conocido de la
organización.
De lo que no hay duda es de la capacidad organizativa del grupo por esta época. Consiguió mantener los recursos necesarios para mantener una prensa obrera diaria. Se sabe que parte del dinero para esta empresa editorial provino de subsidios y contratos de impresión con varios regímenes como Libia e Irak, algo que fue probado más tarde por informes internos, además, los apoyos eran públicos. También habría que contar con las relaciones privilegiadas con representantes de la izquierda laborista, tales como George Galloway, Ken Livingstone y con el Labour Herald de Ted Knight, un antiguo miembro de la SLL. Healy forjó una amistad con Livingstone y trabajó en una experiencia limitada de entrismo en el Labour.
De lo que no hay duda es de la capacidad organizativa del grupo por esta época. Consiguió mantener los recursos necesarios para mantener una prensa obrera diaria. Se sabe que parte del dinero para esta empresa editorial provino de subsidios y contratos de impresión con varios regímenes como Libia e Irak, algo que fue probado más tarde por informes internos, además, los apoyos eran públicos. También habría que contar con las relaciones privilegiadas con representantes de la izquierda laborista, tales como George Galloway, Ken Livingstone y con el Labour Herald de Ted Knight, un antiguo miembro de la SLL. Healy forjó una amistad con Livingstone y trabajó en una experiencia limitada de entrismo en el Labour.
Por aquí, la corriente fue conocida
con el nombre de Liga Obrera Comunista, con el que funcionó en la segunda mitad
de los años setenta, cuando realizó una campaña por crear una “prensa obrera”
diaria siguiendo el modelo de la matriz británica, tarea para la que contó en
alguna ocasión con la presencia de la propia Vanesa. Eran actos de afirmación
propia en los que se no se permitía debate. Después de que hablaba Vanesa, el
grupo se alineaba haciendo una colecta a favor del diario obrero, y se
incentiva la participación mostrando como los componentes del gripo situados
entre los oyentes, ofrecían cantidades significativas.
En el Wikipedia se dice: El LOC
firmó unirse IC-Verds e IU en 1991. A la fecha no hay ningún evento público
denominado LOC pero continuaron publicando una revista, "Marxismo",
cuya última edición apareció en marzo de 1999. La revista se sustentaba en
traducciones, no por casualidad sus animadores eran “hispanos” emigrados a Gran
Bretaña. En la recopilación Los partidos
marxistas (Anagrama, Barcelona, 1977), se le dedica un espacio (pp,
199-204). Se presenta como “Sección española del Comité Internacional de la Cuarta Internacional”.
Señalan que “Prensa Obrera” era antes “Aurora” y sitúan su nacimiento en la
“fracción trotskista” de enero de 1971, opuesta a “la mayoría, hoy (19769
LC-LCR”. Dentro de esta fracción dice que “la mayoría -hoy PORE, el fundador de
la V Internacional
(sic)- defendía que la lucha por la filosofía marxista era una diversión
idealista, contra la minoría, hoy LOC, que defendía la tesis de Lenin según la
cual sin teoría revolucionaria no puede haber tampoco movimiento
revolucionario”. Por supuesto, dicha teoría era la formulada por su principal
líder, Gerry Healy (3 de diciembre de 1913-14 de diciembre de 1989), autor de
numerosos trabajos de “filosofía marxista”, de obras que no tuvieran relevancia
más allá del grupo y que luego, nadie recordaría.
Desde este punto de mira, el grupo
defiende que “la lucha contra el revisionismo dentro del mismo movimiento
marxista es la esencia misma del desarrollo de la teoría (…) el punto más alto
alcanzado en esta lucha es la investigación y publicación por parte del Comité
internacional (…) de la complicidad de los líderes del SWP americano –Hansen y
Novack- con la GPU
estalinista, que en 1940 y en Coyoacán, asesinaron a Trotsky…”el autor de estas
líneas, recuerda la presencia de dos muchachos situados en la torrencial salida
del Metro Pubilla Casas, gritando mientras agitaban su periódico, “¡La Prensa Obrera con
novedades sobre la complicidad criminal de Hansen y Novak!, ¡Compren la Prensa Obrera!. Por
supuesto, fue inútil tratar de hablar con ellos como lo fue dirigir media
palabra a Vanesa Redgrave.
Desde su considerable alcance
mediático en Gran Bretaña, el grupo consiguió impulsar una campaña
internacional de denuncia, no solamente contra Hansen y Novack, acusados de
“cómplices” en la trama paralela que la
GPU había infiltrado en la seguridad de la casa de Trotsky en
Coyoacán. También apuntaba contra los “cómplices” de los cómplices” o sea de
Ernest Mandel y el Secretariado Unificado con el que el SWP se había
reunificado en 1963. De ahí, a acusar a los propios disidentes del grupo como
cómplices de los cómplices…, no había más que un paso. Esta atmósfera
enrarecida obligó a las diferentes fracciones de la IV Internacional,
a olvidar por un momento sus diferencias y trabajar por una plataforma conjunta
para rebatir la campaña healysta. En esta plataforma, llegó a intervenir
unitariamente al propio Pierre Lambert, que había ido del brazo de Healy en la
crisis de 1952-1953, la crisis-madre que generó la mayor parte de fracciones y
subfracciones de la última y más pequeña de las internacionales obreras.
Esto sucedió en una época en la que
el movimiento obrero quedó secuestrado por la “guerra fría”, una época en la
que no quedó margen para ninguna otra corriente política alternativa, de manera
que ni tan siquiera, las diversas experiencias socialistas de izquierdas (PSU
francés, PSIUP italiano, izquierda laborista, etc.), lograron establecer y
consolidar un espacio político propio. Mucho menos lo pudieron hacer los
diversos comunismos antiestalinistas o el anarquismo.
La campaña contra Joseph Hansen y
George Novack, nos puede dar una medida de la extrema patología sectaria de
Healy. Ambos habrían sido los “agentes dobles” más curiosos de la historia, ya
que, nunca dejaron de ser lo que habían sido: dos personalidades claves en la
difícil historia del socialismo norteamericano. Ambos se mantuvieron como
militantes de a pie, y cuando fallecieron, su nivel de vida no era diferente al
de cualquier trabajador. Eso habría bastado a cualquiera, pero los healysta
insistieron hasta que –según nos contaba Pierre Broué como testigo directo-, se
abrieron los archivos que Trotsky había depositado por seguridad en la Universidad de
Harvard. Entonces aparecieron por el lugar, dos investigadores ligados a la
corriente, convencidos de que encontrarían las pruebas favorables para sus
acusaciones, aunque lo que encontraron fue, justamente todo lo contrario.
Por entonces, los métodos de Healy
dentro del entramado formado por The Club, la SLL y el WRP, ya había comenzado su rápido
declive. A la denuncia por los métodos violentos de Healy, un auténtico
personaje, se le sumaron otras como las revelaciones de Aileen Jennings
respecto del abuso sexual de las militantes por parte de Healy, en la que incluía
acusaciones muy graves. En 1985, Healy fue expulsado del WRP y éste, a su vez,
se rompió prontamente en varios pedazos, algunos consiguieron rehacer su vida
militante. Este fue el caso reconocido de los que ingresaron en la sección
llamada “pablista” “mandelista”. En la última etapa de su vida, Healy
declararía que la desintegración del WRP se debió a la intervención del MI5,
los servicios secretos británicos que nunca habían dejado de hacer su propio
juego, pero desde luego, esa no podía ser la explicación. También afirmó que
Gorbachov estaba liderando la revolución política descrita por Trotsky en la URSS, pero, como siempre, el
problema no era que la interpretación podía ser más o menos descabellada, el
problema era que Healy, como siempre, la presentaba como un axioma que no se
podía cuestionar, salvo por pablista, revisionistas, etc.
Healy murió a la edad de 76 años en
el Reino Unido por causas naturales. Fue caracterizado como "Frank Hood of
the Hoodlums" en la sátira de Tariq Alí, Redemption, escrita por un Tariq
Ali desalentado por un bucle sectario que ponía en evidencia la deriva sectaria
e incluso enloquecida de algunas corrientes ligadas al trotskismo. Luego,
también se haría evidente que Tariq se quería olvidar de este “maledetto
imbroglio” que habría puesto enfermo a León Trorsky, y solamente hace una
mínima referencia a Healy en sus memorias Años de lucha en calle (Ed. Foca,
Madrid, 2007; 210).
No ha sido pues otra cosa lo que ha
hecho Ken Loach, sacar sus propias lecciones de semejante locura. Nunca
confundió Healy y demás con el “trotskismo”, que tuvo, afortunadamente,
variantes muchísimo más valiosas en la Gran Bretaña. Ken se mantuvo fiel a este legado,
recreándolo. Un legado que no se mantiene con afirmaciones doctrinales, con
teorías o programas colgados en el tiempo. Se defiende desde la realidad de
cada día, poniéndose al lado de los trabajadores y de los oprimidos. En el caso
de Loach, desarrollando a través de sus películas, un cierto análisis concreto
con las cuales poder aprender y debatir. Sirviendo al mismo tiempo la causa del
buen cine con la causa socialista. Esto, sin necesidad de llenarse la boca
sobre tal o cual verdad revelada, sobre el “programa” correcto que, más allá
del tiempo y del espacio, garantiza a las sectas su razón de existir.
Y sin embargo, sería difícil
comprender la aportación de Loach como cineasta y como militante, sin tener en
cuenta del legado de lo que, abusivamente, se ha venido a llamar trotskismo
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