Závis Kalandra, surrealista y trotskista
fusilado en Praga
El hilo de la biografía de Lise London me ha
llevado al “caso Kalandra”, sobre el que no existe mucha información. ¿Quién
era Závis Kalandra?, normalmente se le evoca como surrealista, lo cual es
enteramente cierto, pero también era líder de un pequeño grupo “trotskista” o
sea luchaba por una nueva revolución que restableciera el poder de la
democracia obrera con libertad de partidos que respetaran la propiedad
colectiva…
Závis
Kalandra (Frenštát pod Radhoštěm, 10 noviembre 1902;
Praga, 27 junio 1950), estudió filosofía en la Universidad Charles en Praga
y luego en Berlín.
En 1923 ingresó en el Partido Comunista de Checoslovaquia,
pero fue excomulgado por firmar una denuncia de los “procesos de Moscú”, aunque
ya anteriormente se había mostrado crítico en relación a la política de Stalin
en relación a la política de “socialfascismo” aplicada en la Alemania prenazi. Závis
era también conocido como poeta, historiador teórico de la literatura. En los
años 30 fue igualmente uno de los animadores del importante grupo surrealista checoslovaco,
uno de los más inquietos de la
Europa de la época. Su historial pues, no era precisamente el
de un “enemigo del pueblo”. Había sido arrestado por la Gestapo en 1939 y fue encarcelado hasta 1945 en varios campos
de concentración. De hecho, Kalandra fue un superviviente de la pesadilla del
campo de concentración de Mauthausen del 39 al 45. Sin embargo, en 1949,
Kalandra es acusado de ser miembro de un "complot imperialista" en
una Checoslovaquia de la posguerra, acosada por el espectro de las purgas
estalinistas, bajo el régimen del payaso Klement Gottwald. En ese ambiente de
terror caen las cabezas comunistas como Milada Horáková, Vladimir Clementis (ex
ministro del exterior checo) y el judío Rudolf Slánsky (ex-premier del partido
comunista). Kalandra, otro de los implicados, es condenado a morir en la horca.
Después de la guerra fue calificado como fue uno de los líderes del
Partido trotskista, y efectivamente era el principal dirigente del
pequeño Partido Comunista internacionalista, sección checoslovaca de la IV Internacional. En 1949
resultó acusado de ser miembro de una supuesta conspiración para derrocar al
régimen “comunista” según la terminología aceptada tanto por el estalinismo
como por la derecha. Los cargos eran de conspiración y traición a la
patria, y se sentó en el banquillo junto con otros dos acusados (Milada Horáková,
Buchal Jan y Pecl Oldřich) El 8 de junio de 1950 Kalandra fue condenado a morir en la horca.
Como no podía ser menos, el “caso” saltó a la
luz pública. Sobre todo cuando, en las vísperas, André Breton escribió a
Paul Eluard, antiguo camarada tanto de Breton como de balandra, y que ahora
era uno de los personajes más reconocidos del Partido Comunista Francés (PCF),
para que intercediera por su amigo. En una carta fechada el 13 de junio de
1950, Breton recuerda Eluard su pasaje por Praga:
“…Tú y yo
entonces, repito, no éramos más que
nosotros mismos. En la agitación un
poco febril de aquellos primeros días, aparece, si recuerdas, un hombre que pasa, que se sienta tantas veces
como puede con nosotros, que se
esfuerza en comprendernos, un hombre abierto. Ese hombre no es un poeta,
pero nos escucha como nosotros le
escuchamos: lo que nosotros decimos no le parece en modo alguno inadmisible; lo
que él objeta, algunas veces nos aclara, e incluso nos convence. El es quien da, en la prensa comunista, los más penetrantes análisis de
nuestros libros, los más validos resúmenes de nuestras conferencias. No se da tregua, hasta tanto no ha dispuesto en
nuestro favor a los grandes auditorios donde se mezclan intelectuales y
obreros”.
Breton le recuerda el «Boletín», publicado en Praga
el 9 de abril de 1935, en checo y en francés, firmado por ti y por mí, da testimonio expreso de ello. Pienso que habrás retenido el nombre de este
hombre: se llama —o se llamaba— Závis
Kalandra. No me atrevo a decidir
sobre el tiempo del verbo, porque los periódicos anuncian que ha sido condenado
a muerte el jueves último por el tribunal
de Praga. Tras unas «confesiones» en regla, naturalmente. Antaño tú sabías, como yo, lo que se podía pensar
de tales confesiones. Kalandra lo
sabía también cuando en 1936 fue expulsado
del PC, a continuación de los comentarios que le había inspirado el “proceso de los
16” de Moscú. Bien sé que
entonces él pasó a ser uno de los dirigentes del Partido Comunista Internacionalista (sección checa de la IV Internacional), pero
¿cómo podrías tú lanzarle la primera piedra, tú, que pocos meses antes firmabas un texto titulado «En el tiempo en el que los surrealistas tenían razón»,
que concluía con la afirmación de nuestra desconfianza formal respecto al régimen estaliniano, un texto que cualquiera puede
releer hoy?…”
Luego se pregunta si Závis ha “pasado manifiestamente al lado malo”, o si
acaso era “culpable ante la Resistencia”, algo que
no podía ser: “porque son sus artículos de 1939
—cuando, en plena ocupación nazi, él no temió poner en
ridículo la propaganda hitleriana— los que le costaron
seis años de prisión en los campos (los de Ravensbruck
y Sachsenhausen principalmente)”, por lo cual, Breton le responde.: “¡A otro perro con ese hueso! ¡No es esa la madera con la que se fabrican los traidores! Tú, de quien yo conocí por largo
tiempo el respeto y el sentido sagrado de la voz humana hasta en la entonación (…) ¿Cómo puedes soportar, en tu fuero
interno, semejante degradación del hombre en la persona de aquel que se mostró amigo tuyo? “(La llave de los campos, Ed. Ayuso,
Madrid, 1976, pgs, 258-9)...
Eluard
se limitó a contestar en Acción:
“Mucho tengo que hacer con los inocentes que gritan su inocencia y no tengo
tiempo para ocuparme de los culpables que gritan (sic) su culpabilidad”, unas
palabras que manchan su vida y su obra y que han quedado para la historia
universal de la infamia.
El hecho resulta estremecedor, sobre todo
porque Eluard había sido un poeta capaz de escribir una elegía como Liberté, pueda llevar su fe en la causa
hasta el extremo de cerrar los ojos ante una historia que no quedaba sepultada
bajo el manto lejano de una historia que desconocía que era la soviética, sino
que ocurría con alguien que conocía y a cuyo historial tenía perfecto acceso. Un
testigo del momento, el poeta judío Paul Celan sólo atina a decir: “Desde hoy
no podría ser surrealista”.
Obviamente, el hecho no fue olvidado, no podía serlo. El eco más
importante llegó desde la propia Checoslovaquia donde el autor de La inmensa levedad del ser, Milan Kundera recordó que "André Breton
no creyó que Kalandra hubiera traicionado al pueblo y a sus esperanzas, y
dirigió un llamamiento en París a Eluard (en carta abierta del día 13 de junio
de 1950) para que protestase contra la absurda acusación, e intentase salvar a
su antiguo amigo praguense. Pero Éluard estaba en ese preciso momento bailando
en un inmenso corro entre París, Moscú, Varsovia, Praga, Sofía, Gracia, entre
todos los países socialistas y todos los partidos comunistas del mundo, y en
todas partes recitaba sus hermosos versos sobre la alegría y la hermandad.
Cuando leyó la carta de Breton dio dos pasos en el sitio, un paso hacia
delante, negó con la cabeza, se negó a defender a un traidor al pueblo (en la
revista Action del
19 de junio de 1950) y en lugar de eso recitó con voz metálica”:
Recordemos que Kundera es también el autor de
La broma, en cuya ficción, su protagonista,
Ludvik, escribe en una postal dirigida a su amiga cuasi novia Marketa: “¡El
optimismo es el opio del pueblo! El espíritu sano hiede a idiotez. ¡Viva!
Trotsky.” La dicha postal cae en manos de la Unión de Estudiantes, organización universitaria
en la que también participa Ludik, pero es interpretada como una traición al
régimen y lo condenan como tal, expulsándolo de la universidad.
Es una novela indaga y expone antecedentes personales de los
personajes y la situación política contingente donde se desenvuelven sus vidas.
Después de ser condenado por su amigo Zemanek y expulsado por traidor y trotskista,
Ludvik ya no podrá postergar más el Servicio Militar y pasará recluido en el
ejército hasta cumplir su obligación, pasando las penurias propias a las que
son sometidos los jóvenes en el ejército en cualquier lugar del mundo.
Añorando, naturalmente, su vida universitaria y siempre estupefacto ante la
reacción de sus amigos frente a una postal que para él nunca significó otra
cosa que una broma referida a una conversación privada con Marieta. También
vale la pena anotar que existe una
versión cinematográfica con el mismo título filmada por Jarol Jires en
plena “primavera de Praga”, y que se considera como uno de los títulos más
incisivos de la época. Lo más curioso de todo esto quizás sea que Milan Kundera
está siendo acusado por la nueva extrema derecha neoliberal de
“colaboracionista” con un régimen de cuyo interior emergió todo el movimiento
de la “primavera” liderado por comunistas que repudiaban los abusos perpetrados
en “nombre del pueblo”.
Pero lo más terrible del caso es que por entonces Arthur London, militante comunista de fe de carretero que hasta entonces (y aún mucho después) no se había cuestionado ningún aspecto de la política oficial, habría dicho lo mismo o algo peor que Éluard, y que Lise habría opinado igual cuando este fue acusado de agente del imperialismo y sus amigos le negaban el saludo. Y es que London conoció un destino parecido al de Kalandra con la salvedad de que al comunista creyente tuvieron que arrancarle “la confesión” como le era propio al estalinismo, o sea mediante terribles torturas. London era nada menos viceministro checo de Exteriores, antiguo brigadista en la guerra de España, deportado a Mauthausen en 1944 donde fue uno de los principales artífices del comité de resistencia del campo, fue detenido, torturado y encarcelado por la policía de la Seguridad del Estado, y que el suyo no fue el único caso. En la misma trama cayeron otros muchos. La sentencia del Tribunal de Estado de Praga de noviembre de 1952 condenaba a Vavro Hajdu, viceministro de Exteriores, a trabajos forzados a perpetuidad, y también a Eugen Löbl (1907-19879, filósofo marxista y militante comunista, autor de La revolución rehabilita a sus hijos, subtitulado: Tras los bastidores del proceso Slánsky. proceso contra el centro de conspiradores del estado con Rudolph Slansky a la cabeza (Edicions 62, Barcelona, 1969).
Justamente Löbl había sido rehabilitado durante la “primavera de Praga”…Anotemos también que el comunismo checoslovaco ya había producido tempranamente un veraz testimonio sobre el curso estaliniano a través de Jirí Weil, en su obra Moscú: Frontera (Oriente y Mediterráneo, Madrid, 2006), sobre que cual habrá que tratar un día de esto.
Como no podía ser menos, el “caso Balandra”
sea utilizado por algunos intelectuales bonitos a los que le gusta presumir de
buena conciencia liberal tales como Rosa Montero o Carlos Semprún Maura, que
evocan la historia sustrayendo el ideario político de Kalandra, juzgando a todo
Paul Eluard por su mayor error, y atribuyendo al “sistema comunista” todos
los males mientras que aquel “mundo libre” que apadrinaba las más repugnantes
dictaduras derechistas, quedan fuera de campo. Intelectuales que ven la paja en
el ojo ajeno y que no ven la viga que les impide decir media palabra sobre las
mayores injusticias. Que ni han dicho ni media palabra sobre los Kalandra de
cada día que vienen en pateras…
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