Dalton Trumbo, un comunista en
Hollywood
El pasado siempre vuelve, ni tan
siquiera es pasado, decía William Faulkner. Como es sabido, Faulkner fue guionista
y un día se vio metido en una cacería con Clark Gable. Cuando éste le preguntó
sobre quien era, él le respondió: ¿Y usted quien es? No hay duda de que habrá
muy poca gente que no sepa quien era Gable, lo mismo que debe de haber muy poca
que sepa quien fue Dalton Trumbo (Montrose, Colorado, 1905-Los Ángeles,
California, 1976), sin embargo, nadie debería dudar que la contribución de éste
último a la historia del cine es muy superior a la del que fue Red
Buttler.
El pasado vuelve con Trumbo a través
de una película que anuncian desde diarios y revistas. Se trata de una
biografía escrita por Bruce Cook que Navona
ha publicado en castellano adaptada para la gran pantalla por el temido Jay
Roach (realizador de las sagas de Austin Powers y Los padres de ella), interpretada por Bryan
Cranston, en uno de sus primeros papeles tras el fin de Breaking Bad con la compañía de otros
actores no menos sólidos: Diane Lane y Elle
Fanning como esposa e hija, amén de Helen
Mirren, Louis C.K., John Goodman…De momento está teniendo
buenas críticas, por lo tanto cabe esperar que dicho estreno permita que el
nombre Dalton Trumbo vuelva a ser reconocido y apreciado como el de
alguien que fue comunista en Hollywood, que aprendió con tanta fortuna que
figura sino como el mejor, sí como el más rápido de los guionista de su tiempo.
Alguien que trabajó en una industria imperial, en la que
¿Quién fue este Dalton Trumbo?. De
entrada: hijo de un sheriff (cabe recordar algunos tan peculiares como el que
encarnaba Walter Mattheu en Los valientes andan solos), abandona la
universidad, luego, ulteriores dificultades económicas le fuerzan a un trabajo
nocturno en una panadería. Permanece en la “Davis Perfection Bakery” por
espacio de casi nueve años, hasta 1933. Durante este período, inicia
colaboraciones esporádicas en diversas revistas, trabajos que él mismo
recordará con cierta ironía….Por aquel tiempo, un artículo propuesto a
“Hollywood Spectator”, “Boot legging for Junior” le facilita el ingreso en la
misma, pero un año después la revista quiebra. Son malos tiempos, los de la Depresión: el
capitalismo muestra su cara oscura, su incapacidad para cubrir las necesidades
de la humanidad que trabaja.
Nuevamente sin trabajo es contratado
por la Warner Brother
como lector. En 1937 trabaja para la Columbia. Warner
lo despide por no haber querido dimitir de la “Screen Writer’s Gulid”. De este
período data la edición, en Gran Bretaña, de su primera novela “The Eclipse”.
Gracias a su prestigiado como novelista, es llamado por la RKO, la más pequeña de las
“majors”, para escribir guiónes. Las razones de su contratación evidencian la
concepción literaria del lenguaje cinematográfico que tenían los productores
norteamericanos. A pesar de ser la causa de su despido continúa colaborando en
la “Screen Writer’s Guild” y se integra en diversos comités cuya acción era tan
sugestiva y evidente como sus propias siglas: “AntiNazi League”, “Joint
anti-fascist Refugee Committee”, “Hollywood Writers Mobilization”, “Committee
for the Defense of Harry Budges”, etc. Trumbo participa activamente también en
los diversos comités de ayuda a los republicanos españoles.
En 1938 escribe la novela…Y Johnny cogió su fúsil, uno de los
mayores alegatos antimilitaristas que se recuerden (y que aquí editó Bruguera
al calor de la versión fílmica). Es también el momento su primer “escenario”
importante “A man to remember”. Film catalogado de serie B, escrito en dos
semanas y rodado en quince días. En este guión y en el de Espejismo de amor (Kitty Foyle, 1940), Dalton Trumbo logra un
oportuno y remarcable empleo del flash-back. Fue dirigida por Sam Wood, un
interesante “artesano” conservador que más tarde ejercerá como un “chivato”
anticomunista y contra el cual Trumbo publicará un famoso panfleto. Entre 1940
y 1942 redacta numerosos guiónes para la
RKO, Columbia, Paramount, Universal, MGM, etc., que no añaden
nada nuevo a su carrera.
Esto momento coincide con su
integración plena en el engranaje industrial de Hollywood. Engranaje que obliga
a tan ridículos manejos como los acontecidos con el film “The remarkable
Andrew” que dirigió Stuar Heisler (1942). Trumbo propone para esta producción un
escenario y la productora (Paramount) condiciona su rodaje a que previamente se
publique una versión literaria del mismo. Aparece el libro y quedan abiertas
las posibilidades de filmación. Disensiones en el rodaje provocan un
ofrecimiento para que sea el propio Trumbo quien dirija el film. Rechaza la
oferta. Luego llega la muy famosa, y un tanto ñoña Compañeros de mi vida
(Tender Cofrade), que sería dirigida por Dmytrik con un reparto que reunía. a
Gingers Rogers y Robert Ryan. Su contenido cribado por contener una escena en
la que se dice que ser “camaradas” significa “compartir”, algo tan general que
hasta el cardenal Rouco lo habría aceptado. Trabaja con Victor Fleming en Dos en el cielo (A guy Namet Joe, 1943),
con Spencer Tracy, título sobre el cual Steven Spielberg realizó un “remake”
que figura sin duda como lo peor de su filmografía; vuelve a hacerlo con
Spencer Tracy pero esta vez con Mervin Le Roy en Treinta segundos sobre Tokio
(1944), ambas por lo demás, apologías del ejército norteamericano al que
retrata cmo mandan los cánones, tan noble como invencible. En 1944, con ocasión
de la campaña presidencial, se convierte en el “National Chairman of Writers
for Roosevelt”. Al año siguiente es corresponsal de guerra en el Pacífico y
consejero en la Organización
y Fundación de las Naciones Unidas. Es igualmente redactor-jefe de “The
Screenwriter” fundada por la “Screen Writer’s Guild”.
En octubre de 1947, Dalton compareció
ante el “Comité de actividades anti-norteamericanas” de la Cámara de Representantes.
Preside el siniestro J. Parnell Thomas de New Jersey, y por el lugar manda
también el no menos siniestro Richard Nixon de California. Ya en marzo de aquel
mismo año, la Comisión
había anunciado su intención de realizar una encuesta secreta sobre el comunismo
en el cine. El principal motivo de sospecha que regía contra Trumbo se basaba
en una antigua defensa del líder sindicalista de portuarios de San Francisco,
Harry Bridges. En efecto, Trumbo había redactado el panfleto que lanzado por la
“Liga Americana de Guionistas” se opuso a la expulsión del australiano Bridges.
Con todo, la razón legal de su encarcelamiento fue su mantenida negativa a
responder a la preguntas del Comité: ¿es o ha sido miembro, del partido
comunista?, así como: ¿pertenece a la “Screen Writer’s Guild”. Mostrando su
integridad, los llamados “Diez de Hollywood” argumentaron en favor de su
silencio el derecho fijado en la enmienda primera a la Constitución: “El
Congreso no podrá aprobar ninguna ley conducente al establecimiento de religión
alguna, ni a prohibir el libre ejercicio de ninguna de ellas. Tampoco aprobará
ley alguna que coarte la libertad de palabra y de prensa,...”
Trumbo, además de su obligada
participación en los interrogatorios, envió una carta a Parnell J. Thomas en la
que, dentro de unos moderados argumentos liberales, criticaba la actuación del
Comité por atentar a la libertad individual y a la libre iniciativa de la
empresa privada, transgrediendo derechos fundamentales constitucionalmente
reconocidos. De 1946 a 1960, Dalton escribe cerca de treinta y cinco guiones,
en condiciones económicas de las más variadas. Alvah Bessie, brigadista de la Lincoln en España, lo cita
como uno de los que lograron mantener con mayor continuidad su labor.
Tres años más tarde el Tribunal se
negaba a revisar su caso. Trumbo con otro comunista, John Howard Lawson fueron
los más duramente penados. El primero lo estuvo a doce meses de prisión que por
buena conducta se redujeron a diez. Es a partir de 1950 cuando inicia su
trabajo como guionista clandestino.
A raíz de su ingreso en la “Federal
Correctional Institution” de Ashland en el estado de Kentucky, la Metro rescinde su contrato.
Su último guión de esta época será “The prowler” (1950), película vista aquí
por TV2 y dirigida por Joseph Losey con Van Heflin y Evelyn Keyes, que puede
considerarse como una de las primeras (sino la primera) película norteamericana
que aborda sin titubeo la historia de un policía corrupto y fascista, y con
Huston como productor. Hugo Butler y Don Weiss concluyeron el trabajo iniciado
por él. Trumbo tiene que marchar por pies a Méjico con Albert Maltz. La
ausencia de Hollywood se prolongará por espacio de cinco años durante los
cuales su nombre resulta casi borrado del mapa.
El hecho de que varios de los
encartados pudieran continuar trabajando en el propio Hollywood patentiza una
actitud contradictoria y muy poco consecuente por parte de los industriales y
políticos del cine. ¿Razones? Quizás lo fuera el intento de asegurar
políticamente el mercado occidental para sus productos. En plena guerra fría,
la actitud del gobierno norteamericano para con sus trabajadores del cine
garantizaba un rigor ideológico acorde con las necesidades del momento.
Mientras se mantuviera esta “imagen de marca” poco importaba que secretamente
volvieran a colaborar los comprometidos en la persecución del Comité. Trumbo
fue uno de ellos. Un remake de Me
perteneces (“You belong to me”, 1941), realizado en 1950, cita a Trumbo en los
genéricos. No obstante, él no interviene en esta nueva versión del exitoso film
de Wesely Ruggles que en su día interpretaron Bárbara Stamwyck y Herny Fonda.
En 1956 se concede el Oscar al mejor
guión a un tal Robert Rich. Alguien que cuando se le nombra a la hora de los
premios no comparece en la entrega. Una serie de litigios por plagio en contra
de los productores del film, los hermanos King, obligan a descubrir la
identidad del guionista: Dalton Trumbo. Otros “blacklisted” que ganaron Oscars
fueron Michael Wilson y el actor Ned Young que firmó, bajo seudónimo, el guión
de Fugitivos (“The Defiant Ones”), la
notable metáfora antirracista de Stanley Kramer con Sidney Poitier y Tony
Curtis. Durante esta etapa clandestina trabaja con Michael Wilson, el guionista
de la mítica La sal de la tierra (“Salt of the Earth”, 1952). El seudónimo
Richard Bosley esconde a Wilson como Richard y a Dalton Trumbo como Bosley.
Otros seudónimos establecidos fueron Robert Rich (“The Brave One”, aquí
estrenada en TVE como El bravo, y resulta una entrañable e ingenua apología
“animalista” dirigida por el anodino Irving Rapper), Sam Jackson (Espartaco),
hasta que se destapó. De hecho, Espartaco le proveerá de su mayor prestigio.
Desde entonces, se le reconocerá plenamente.
Como literato, Trumbo alcanza
reconocimiento público al aparecer “McCall’s” bajo la firma de C.F. Demaine,
C.F. eran las iniciales de su esposa.
De este período data una carta enviada a varios intelectuales, gran parte de ellos literatos, en demanda de solidaridad con los afectados por la lista negra. Entre los destinatarios figuraron William Faulkner, Ernest Hemingway, William Saroyan, John Steinbeck y Tennesse W. Williams. Al primero le escribió en enero de 1957 las siguientes líneas: Durante el otoño de 1947, después de una serie de audiencias tenidas por la Comisión de Actividades Anti-norteamericanas se ha establecido una lista negra, en el seno de la industria cinematográfica. En los nueve años que han seguido, más de trescientos escritores, directores, actores, músicos y técnicos han sido alejados de su oficio y desposeídos de su pasaporte que les habría permitido trabajar en el extranjero (…) Aquellos que permanecen en la profesión trabajan bajo vigilancia de grupos privados, un representante permanente de la Comisión en Hollywood y una organización administrativa que certifica el patriotismo del artista. La “lista negra· que se creó por un momento producto eventual de un período borrascoso, se ha institucionalizado. El cine, vigilado y censurado por las autoridades federales, se ha convertido en un arte oficial. ¿Puede usted, como escritor con obras adaptadas a la pantalla, quizás por las mismas personas en nombre de las cuales formulo esta solicitud, dirigirme una declaración condenando la lista negra de Hollywood? Y autorizándome a publicarla en la prensa, pues esto será una tentativa suplementaria para destruir esta condenable empresa antes de que ella nos aplaste a todos”.
De este período data una carta enviada a varios intelectuales, gran parte de ellos literatos, en demanda de solidaridad con los afectados por la lista negra. Entre los destinatarios figuraron William Faulkner, Ernest Hemingway, William Saroyan, John Steinbeck y Tennesse W. Williams. Al primero le escribió en enero de 1957 las siguientes líneas: Durante el otoño de 1947, después de una serie de audiencias tenidas por la Comisión de Actividades Anti-norteamericanas se ha establecido una lista negra, en el seno de la industria cinematográfica. En los nueve años que han seguido, más de trescientos escritores, directores, actores, músicos y técnicos han sido alejados de su oficio y desposeídos de su pasaporte que les habría permitido trabajar en el extranjero (…) Aquellos que permanecen en la profesión trabajan bajo vigilancia de grupos privados, un representante permanente de la Comisión en Hollywood y una organización administrativa que certifica el patriotismo del artista. La “lista negra· que se creó por un momento producto eventual de un período borrascoso, se ha institucionalizado. El cine, vigilado y censurado por las autoridades federales, se ha convertido en un arte oficial. ¿Puede usted, como escritor con obras adaptadas a la pantalla, quizás por las mismas personas en nombre de las cuales formulo esta solicitud, dirigirme una declaración condenando la lista negra de Hollywood? Y autorizándome a publicarla en la prensa, pues esto será una tentativa suplementaria para destruir esta condenable empresa antes de que ella nos aplaste a todos”.
Luego, su historia es mucha más
conocida. En 1958 Kirk Douglas contrata a Trumbo para que escriba el escenario
de “Spartacus”. La “Universal” se opone a que su nombre aparezca en los títulos
de crédito, pero el posterior anuncio de que Preminger había llamado a Trumbo
para redactar el guión de “Exodus” y su estreno sin problemas animó a la
“Universal” a reconocer la titularidad del guión. Ya anteriormente los actores
británicos de la película de Kubrick-Douglas, Laurence Olivier, Charles
Laughton y Peter Ustinov habían hecho afirmaciones en este sentido. Está claro
que Espartaco no fue uno de los mejores guiones de Trumbo, aunque no está claro
hasta que punto influyó en la historia Douglas como productor, y el director,
que, por ejemplo, con la crucifixión viva final, hace de “Spartacus” un mártir
cuando el guión inicial pretendía dar la imagen del líder. La película resulta
sobre todo por algo que ya contenía la novela, y que al parecer reclamaba el
ambiente creado por el movimiento de los Derechos civiles. A saber: el
inteligente aprovechamiento de unos elementos pensados como gran espectáculo y
aparentemente “inofensivo” pero que permitían una intencionalidad mucho más
profunda que, además, llegó a calar entre los espectadores, sobre todo entre
los más jóvenes.
Su trabajo en Éxodo tiene empero,
una significación casi opuesta. Apresurado por Preminger terminó el escenario
en cuarenta y cuatro días, condicionado siempre por el antecedente novelístico
del muy reaccionario León Uris, que no duda en glosar y “comprender” las
fracciones más terroristas. Auténtica apología sionista que escamotea toda las
complicidades de las “democracias occidentales” con la “Shoah” y que, aunque
escapar al maniqueísmo habitual, lo cierto es que el trato fílmico dado a los
árabes (el único bueno es un colaboracionista interpretado por John Derek que
había sido Josué en Los diez
mandamientos, acaba siendo colgado por los suyos), no deja de poner en
evidencia el gran horror de la película: que los árabes estaban en sus tierras
y que no habían tenido nada que ver con el judeocidio. El error de Trumbo lo
fue también de la mayor parte de las izquierdas norteamericanas, sobre todo entre
los elementos de procedencia hebrea.
En 1962 trabaja en un singular y
torvo western para Robert Aldrich, El
último atardecer (“The Last Sunset”, 1962), que aunque los resultados no
convencieron al propio guionista, lo cierto es que se trata de una gran
película, injustamente subestimada, con notables interpretaciones de Rock
Hucson, Kirk Douglas, Dorothy Malone, Corl Linney y Joseph Cotten. En Los valientes andan solos (“Lonely are
the brave”, 1962) Trumbo adapta la novela de un conocido escritor anarquista
que desarrolla toda una metáfora “primitivista” a través de un cow-boy, Jack
Burns (Kirk Douglas) es el típico cow-boy individualista y frenético de su
libertad que opone a las instituciones del naciente industrialismo su lucha y
su huída. Antes Trumbo también escrito el guión de otra gran película sobre los
vaqueros, Cow-boy (1958), seguramente el mejor “western” de Delmer Daves que
sobresalió especialmente en este género. El lector recordará el juego entre los
dos protagonistas, el veterano y el novato, magníficamente representados por
Glenn Ford y Jack Lemmon.
Luego llegaron Castillo de arena (The Sandpipers” (1965) crea nuevos conflictos a
la labor de Trumbo con Vincente Minnelli y de éste con las exigencias de la
“diva” Elizabeth Taylor, un tanto molesta por el tipo de papel adjudicado y de
otra un Minnelli con ideas muy personales sobre el problema a tratar. En este
film vuelve a reunirse con Michael Wilson. Sus últimos trabajos fueron
sumamente interesantes aunque de aplicación irregular como son los casos de de El hombre de Kiev (The Fixer, 1968),
adaptación de la novela de Bernard Malumud sobre un caso muy similar al de
Dreyfus sobre el que el marxismo ruso desarrolló una gran labor (Lenin escribió
bastante sobre esta historia), y Orgullo
de estirpe (The Horseman, 1970), adaptación de la novela de Joseph Kessel,
y ambos dirigidos por John Frankenheimeir, lejos de sus registros más próximos.
Cabe citar además Hawai, de George
Roy Hill que sufre de problemas de montaje, y finalmente de Papillon, otra
adaptación literaria ilustre que fue dirigida por Franklin Schaffner, y que
cuenta con sus partidarios.
Independientemente de su actividad
estrictamente política, Trumbo se nos aparece como un guionista cómodo para el
sistema de producción de Hollywood. Cómodo por su concepción de la obra
cinematográfica como un trabajo parcelario. Finalizada su tarea como guionista
se desentiende de las posteriores manipulaciones del guión. Manipulaciones que
sólo empiezan a darse en sus últimos trabajos con directores conscientes de la
necesaria originalidad de su labor. Dentro de su larga carrera, su tarea ha
consistido en adaptar a las necesidades del cine obras de autores tan opuestas
en su momento como León Uris y Howard Fast, aunque al final de la obra de éste,
las diferencias no eran tantas: ambos eran sionistas, uno de izquierdas, el
otro de extrema derecha aunque llegarían a gobernar juntos con el tiempo.
Al final de su vida cinematográfica,
Trumbo adapta su propia novela novela “Johnqy got his gun” que se había editado
tres días antes de la declaración de la II Guerra Mundial. No es hasta 1964 que acepta
una de las repetidas propuestas para ceder los derechos a una productora,
concretamente a del mexicano Alatriste, productor de los films de Buñuel.
Trumbo trabaja con Buñuel durante dos semanas en Méjico. Regresa a su país para
concluir el guión, pero durante este intervalo, surgen dificultades entre
Alatriste y Buñuel durante el rodaje de Simón del Desierto, y el proyecto se
queda en el escritorio. Finalmente será su amigo S. Lazarus, uno de los
productores de La sal de la tierra, quien con ayuda de varios amigos comunes
logra el capital necesario para la filmación. La sociedad productora es
bautizada “Robert Rich Production” recordando el seudónimo con el que ganó el
Oscar en 1956. Johnny es un soldado mutilado de la Gran Guerra. Sin
piernas, sin brazos, mudo, sordo, ciego con las sensacionales tácticas como
único sentido, además de su cerebro. A través de ellos recuerda, sufre, imagina
e intenta comunicarse. Los médicos que lo atienden lo conservan artificialmente
para estudiar su cuerpo como materia ajena a toda posible consciencia de
sufrimiento. Como rata de laboratorio, aislada de todo contacto. Sólo la
enfermera conseguirá relacionarse con él.
La trama no deja lugar para el
sentimentalismo ni la hipocresía. Johnny recuerda, imagina y percibe su
presente. Recuerda su primer amor y la relación con su padre, que Trumbo
reconoce en muchos aspectos autobiográfica. En el cuerpo descubre el horror de
la guerra y sueña su exhibición de feria en feria como testimonio de la misma y
de sus consecuencias. Como enfermo desea la muerte. Trumbo se vale de los
flash-back para explicar los sueños y recuerdos de Johnny. Flash-back que son
rodados en color a diferencia del blanco y negro de las secuencias del
hospital. Si bien algunos son inoportunos, la necesidad de otros es evidente.
El director procura huir del horror visual para poder elevar el nivel de su
crítica a planteamientos más elaborados. No sólo hay afecto para el personaje
sino también consciencia de un absurdo (la guerra) y crítica a unos interesados
responsables, o sea a los amos del mundo.
Por lo cual, se puede afirmar que
Dalton Trumbo combatió por la libertad y la igualdad hasta el final aunque a
veces se equivocó de barricada.
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