jueves, 23 de junio de 2016

A Wilebaldo Solano que murió joven



A Wilebaldo Solano que murió joven

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Los del 35 y los 68. Viendo a todos esos VIPS de la actual Corte de los Milagros que fueron jóvenes en la época del franquismo, me pregunto sobre qué hicieron entonces. Cojo al vuelo a unos cuantos de ellos, los cotejo en el Wikepedia y el resultado está claro: casi ninguno dio la cara contra la dictadura, más bien al contrario. Escribo esto en un momento en el que los
medios de las derechas tratan del próximo adiós de Adolfo Suárez y todos leen las cuartillas de la historia oficial imperante: este hombre sirvió al rey (y al pueblo, por ese orden) y trajo “la democracia a España”.
Algunos añaden, pudorosamente, que lo hicieron junto a la ciudadanía  que fue la que votó entre lo que decían ellos o lo que decían ellos.  Estamos hablando de una historia oficial que hace aguas por todas partes.
No hay que decir  que la verdad es muy otra. Durante 1936-1939, el pueblo militante que soñaba con justicia y libertad asombró el mundo. La generación de la República mantuvo una resistencia que subsistió muchas veces en condiciones infrahumanas (asesinatos, cárceles, torturas), hasta el agotamiento. Esta se hizo visible al llegar a los sesenta. Los “jóvenes cachorros” del régimen (quintaesenciados por Fraga Iribarne) se las prometían muy felices. Sobre todo tras conseguir el soporte estadounidense, pero, cuando creían que ya no quedaban “enemigos”,  época emergió una nueva generación de relevo compuesta, primordialmente,  por los “hijos de los vencedores”,  jóvenes de familias que no habían sufrido en directo los relatos escalofriantes  de los hijos de los perdedores,  a los que, por lo general, les sobraban motivos para tratar de olvidar.
Mientras que, lo que quedaba de la resistencia republicana, seguía traumatizada por la historia más triste, la  nueva generación miraba más hacia adelante. No querían verse en el espejo de la derrota, de la brutal prepotencia del régimen, y encontraron un punto de apoyo y de ilusión en el tren de la historia que se había puesto en marcha un poco en todas partes y que, por lo tanto, pasaría también por aquí.  Los del 36 venían de una epopeya, pero también de una derrota y la gran pregunta era, porqué perdimos la guerra. Nosotros a cambio, lo teníamos todo por aprender, todo por recomenzar, algunos además, se trataba de ganar otra batalla, la batalla de la interpretación.
Después de la devastación, creo que el mayor punto de apoyo lo encontramos en una realidad internacional que nos exaltaba y que nos resultaba muy cercana por diarios y revistas legales, pero por la prensa clandestina que circulaba. En poco tiempo, algunos dejamos de ver la vida como una historia acabada para hablar de revoluciones y movimientos. A citar nombres como los del “Che”, Jean-Paul Sartre,  Malcom X, Bernadette Devlin y un largo etcétera.
Sucedía que se estaban ganando batallas en los los tres sectores de una revolución mundial  En septiembre del 68 tuvo lugar la “ofensiva del Tet” en Vietnam del Sur, Saigón estuvo en estado de sitio, la propia embajada de Estados Unidos fue allanada. En América Latina bullían las guerrillas. En los propios EEUU, surgía una imprevisible y potente ola de contestación, primero con el movimiento de los Derechos Civiles luego con la “contracultura” y el incontenible movimiento anteguerra. En la Europa neocapitalismo, el discurso sobre la “integración obrera”  estaban dando paso a numerosas “huelgas salvajes”.
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La culminación tuvo lugar en los mayos del 68 de Francia e Italia que, con una virulencia desigual, cruzaron el mundo.
Los que además denunciábamos  el estalinismo,  fuimos también testigos de la crisis acelerada de una burocracia que identificábamos con el PCF que había resultado ser la última barricada del sistema, la misma burocracia  que envió los  tanques que aplastaron la “Primavera de Praga”, una apuesta en la que el pueblo y lo mejor del partido comunista trataba de conciliar socialismo y democracia. La ola se extendió a lo largo de los años setenta…
Resultado de imagen de wilebaldo solanoEn estos andurriales,  habían tenido lugar las huelgas de Asturias y muchos otras, la Universidad se hacía cada vez más rebelde, por lo demás,  estaba teniendo lugar un potente desarrollo, una modernización acelerada de las costumbres, a los jóvenes cada vez nos gustaban menos las cosas de los papas.  Soplaban nuevos aires, la juventud no se sentía reflejada en unos mayores provincianos y sumisos, se fueron conquistando “áreas de libertad”, disfrutando películas que antes no se podían ver, hablando de cosas que antes no se hablaban y asistiendo a una verdadera “revolución” del libro de bolsillo  que ponía a nuestro alcance temas y debates viejos y nuevos. El cine y los libros nos abrían puertas que no habían llegado a tener ninguna otra generación antes. En poco tiempo se fue creando una vanguardia amplia cada vez más desbordante y audaz, grupos abiertos a las grandes discusiones sobre el pasado y el presente.
Nuestra perspectiva era muy otra a la de nuestros padres derrotados. En los sesenta, el  debate sobre  el destino y la naturaleza de la Rusia soviética,  se pudo hacer desde el Deutscher, que a algunos nos parecía un horizonte insuperable.
En cuanto a la guerra, aparte de ser una tragedia incalculable, era también un laberinto marcado por las diferencias dentro de la izquierda de entonces.  Algunos tuvimos suerte y pudimos tomar nota de una narración poderosa, como era del Pedra que tenía sus propias cuentas hechas: Franco había ganado por una suma de razones favorables: le habían dejado conspirar impunemente, durante las jornadas de julio buena parte de las autoridades republicanos dieron la espalda al pueblo, los sublevados contaron con el apoyo de nazis y fascistas, del capitalismo internacional, de las potencias liberales que traicionaron

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