sábado, 18 de junio de 2016

Juarez de William Dieterle. Una lección de democracia plebeya



Una lección de democracia plebeya

Resultado de imagen de juarez william dieterlePersonaje legendario donde los haya, indio zapoteca hasta los huesos, autodidacta y liberal avanzado de la estirpe de Bolívar, Benito es justamente estimado como “el padre de ia revolución mexicana”. El principal capítulo de su vida fue aquel en el que defendió la República ilustrada mexicana tan deudora de Rousseau frente a la tentativa de Napoleón III llamado “el pequeño” por Víctor Hugo, de conquistar México para instaurar allí una monarquía en la
persona de Maximiliano y de su esposa Carlota,  después de un plebiscito amañado en el que tuvieron mucho que ver los propios sectores reaccionarios mexicanos, la oligarquía. 
No hay que decir que Juárez tardó décadas en atravesar el Atlántico, y que lo hizo directamente a la TV, en alguno de aquellos ciclos en blanco y negro.
El proyecto animado para la Warner por Hal B. Wallis, contaba con un importante presupuesto para la época (alrededor de dos millones de dólares de la época), con dos meses de rodaje. Encabezado por el estupendo Paul Muni (un actor implicado en varias de las mejores películas sociales de los años treinta como Soy un fugitivo, de Mervyn LeRoy) junto con una Bette Davis en pleno apogeo, característicos tan notables como Brian Aherne (un impecable Maximiliano), Claude Rains (un Napoleón III venal y corrupto, un trasunto de los dictadores más odiados de los años 30, aquí quizás un punto irrisorio) y Joseph Calleia (como el oportunista Uradi), al que Hollywood le reservaba para papeles de hispanos, y que fue uno de los “villanos” más comunes del cine hasta que se retiró poco después de trabajar con Welles en Sed de mal.
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Anotemos la presencia de Gale Sondergard y John Garfield, que año más tarde tendrían problemas muy serios con aquella “cruzada” a la que dio nombre Joe MacCarhy, y con la que se buscaba no solo limpiar Hollywood de “rojos”, sino ante y sobre todo dejar a la izquierda y al movimiento obrero como “comunistas” y “antiamericanos”.  Curiosamente, aquí  tanto la uno como el otro encarnan dos personajes nefastos, ella es Eugenia de Montijo, la consorte española de Napoleón III una auténtica arpía glorificada por la tradición monárquica hispana (el franquismo le dedicó una de exaltación patria en 1944), y a la que Hollywood había dedicado un retrato idealizado un año antes en Suez con el rostro de Loretta Young, en tanto que a Garfield le toca interpretar el papel de un joven juarista llamado Victoriano Huerta, o sea del futuro dictador contra el que tuvo lugar la siguiente fase de la revolución  totalmente inolvidable es el momento en que Huertas aconseja aceptar la propuesta maximiliana de una monarquía constitucional, y Benito le responde que, por su propia naturaleza,  la libertad no es algo que se otorga sino que se conquista. Un diálogo que servidor habría hecho copiar medio millón de veces en una pizarra  a nuestros “padres” constitucionalistas.
Resultado de imagen de juarez william dieterleAl parecer, el principal responsable del proyecto fue el mismo  Dieterle, que habría sugerido como punto de partida la obra del escritor austriaco Franz Werfel Juárez y Maximiliano, en la que trabajó en su época de actor bajo la batuta de Max Reinhardt, ampliada con una novela de Bertita Harding, La corona fantasma. El guión fue escrito a lo largo de un año por el joven, pero ya apreciado, John Huston, con la ayuda del luego también director Wolfgang Reinhardt, y también de Aeneas Mackenzie, quien además de escocés era un monárquico convencido. La misión de éste último fue conferir cierta grandeza e ingenuidad a la figura de Maximiliano.  A la hora de empezar llegó  Paul Muni con sus exigencias obligó que se ampliara su protagonismo, amenazando con abandonar  con lo cual la trilogía no habría sido conjunta Dieterle-Muni. Dieterle movió también sus piezas y neutralizó parcialmente el peso excesivo del actor haciendo acentuando las intervenciones orales de Brian Aherne en contraposición al proverbial mutismo y reserva del indio. No obstante, Muni acabó imponiendo sus condiciones.
Detrás de la lucha por la libertad que evoca la película se encuentran los acontecimientos europeos, la guerra civil española en primer lugar, y la política expansionista del nazismo en segundo...El propio guionista W. Reinhardt decía que los diálogos políticos e ideológicos debían inspirarse en los periódicos del día, y que por lo tanto detrás de Napoleón III y su aventura colonial, no es difícil reconocer a Mussolini y a Hitler apoyando la sublevación militar en España. Básicamente, Juárez es la historia de la lucha entre dos personajes que representan principios opuestos, lo que no excluye que más allá de dichos principios se respetaran mutuamente. En realidad, sólo les separa una palabra -democracia-, dado que ambos pretenden el bienestar del pueblo, claro que Maximiliano pretende conseguir dicho bienestar sin renunciar a los privilegios, el primero de todo el de conquista. Dieterle, fue un cineasta capaz de conjugar, la llegada de Juárez a Matamoros para afrontar a Uradi, solo y armado únicamente de su paraguas, una escena repleta de fuerza y emoción que retrata a un revolucionario, con otra escena extraordinaria, laque precede al fusilamiento de Maximiliano, en que los esposos, uno ante el pelotón en Méxíco, ella en Trieste, unen sus pensamientos a través de La Paloma, la canción favorita de Carlota. Escenas que hablan por sí misma de la creatividad de un director que supo estar a la altura de los mejores en un listado de películas muy amplio, por ejemplo en algunos policíacos que están esperando el reconocimiento a gritos.
Resultado de imagen de juarez william dieterleDespués de haberse negado a ser primer ministro de la monarquía liberal que proyecta Maximiliano, se niega a indultar a éste que ha firmado un decreto que ha costado la muerte a muchos mexicanos. El títere bienintencionado entiende el gesto de Juárez, y ésta a su vez  pide perdón a Maximiliano-hombre por haber permitido que le fusilen. Pero la mismo tiempo reafirma que Maximiliano-emperador tenía que ser ejecutado para que la democracia pudiera llegar a implantarse en México. Aquí Dieterle muestra su gran capacidad para conjugar el alegato antídictatorial y radicalmente democrático con los planteamientos poéticos más abiertos. Incluso cuando ejerce un cierto paternalismo con las masas –que escuchan con fervor a Benito-, sabe darle el sentido de que sin estas Juárez no podría llevar a cabo lo que está haciendo. Otro detalle magnífico es cuando Juárez explica las reglas de cómo un ejército popular e irregular debe de enfrentarse a otro superior y mucho más armado.
Se percibe que Dieterle está muy lejos de simpatizar con Maximiliano, pero lo cierto es difícilmente se podrá encontrar en el cine una encarnación más digna de la monarquía. Otro detalle muy inteligente es el que hace que sea Carlota, la reina loca (era prima de Luis II de Baviera y de Sissi, o sea pertenecía a una familia con graves perturbaciones mentales), la que viaje hasta Paris, y la que visite a Napoleón y a Eugenia, y la que, al final de cuentas, sea la que diga la verdad, y la que denuncie el cinismo y la corrupción de la última monarquía francesa. Pero más allá de estos detalles, lo que cuenta es que, Juárez llegó hasta el final, y que  Dieterle lo asume. Llegó hasta el fusilamiento del monarca. Un gesto para la historia equivalente a los que habían conocido la revolución inglesa con Cromwell, la francesa con los jacobinos, y la revolución rusa con los zares (al principio de la guerra civil, cuando la familia reinante podía unificar a los “blancos” más allá de sus diferencias).
Sin llegar a la altura de sus obras maestras, de su biografía de Zola o de aquella Jennie que tanto entusiasmó a los surrealistas, Juárez es una gran película, digna introducción a cualquier forum sobre las libertades, la revolución mexicana, o sobre la conciencia democrática y social en el Hollywood clásico.

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