¿Todavía queda vida –socialista- en
el PSOE?
En un artículo anterior, Socialdemocracia. La guerra de las palabras,
en el que trataba de explicar la evolución
histórica del PSOE en clave gatopardiana. O sea, distinguía entre los leones,
los fundadores (con todas sus limitaciones, por ejemplo las de Faundo Perezagua
y Evarista Acevedo, que las tenían, pero dentro de una honestidad a prueba de
bombas), la de los gatopardos, el
sector intermedio, el de la República y la guerra, nos menos limitados por un proyecto gradualista que acabó siendo arrollado. Entre ellos se podrá criticar ásperamente por ejemplo a Largo Caballero, sobre todo por su actuación bajo la dictadura de Primo de Rivera, por su ingenuidad, pero que murió después de haber pasado por los campos de concentración nazi remarcando su condición de obrera por encima de cualquier otra…
sector intermedio, el de la República y la guerra, nos menos limitados por un proyecto gradualista que acabó siendo arrollado. Entre ellos se podrá criticar ásperamente por ejemplo a Largo Caballero, sobre todo por su actuación bajo la dictadura de Primo de Rivera, por su ingenuidad, pero que murió después de haber pasado por los campos de concentración nazi remarcando su condición de obrera por encima de cualquier otra…
De lo que hay pocas dudas es que media
un abismo entre esta generación y la última, entre Largo Caballero y Cándido Méndez
por seguir el ejemplo, este último un señor que es recibido en Palacio y que no
ha hecho más que firmar y aceptar retrocesos. La lista expuesta en el artículo
podría ampliarse y lo será cuando tenemos todas las cuentas de la historia
encima de la mesa. Cuando quede todo lo claro que es necesario cómo este se
situó en la cola de la desigualdad en Europa, en el más corrupto de todos bajo
sucesivos gobiernos socialistas. Pero aún y así, caben las matizaciones. Por
abajo la cosa está clara, el 90% de mi extensa familia ha votado socialista y
puedo asegurar que es gente que no tiene nada que no se haya ganado con su trabajo.
Gente que está empezando a cambiar comenzando por los más jóvenes, pero también
entre los mayores. Eso se está notando ya que Rodríguez Zapatero fue el último
que gozó de un plazo de confianza añadido por sus promesas con lo de la guerra
de Irak y con lo del 11-M que volvía dar la medida del grado de incivilización
alcanzado por la derechona española.
Todavía debe de quedar buena gente por los pasillos, gente que
será necesaria para recuperar tradiciones perdidas…Gente de la talla del finado
Luís Gómez Llorente (1939-2012), el más importante de los declinantes
representantes de lo que en otro tiempo fue la izquierda socialista. Luis fue
durante cierto tiempo el intelectual más reconocido de una izquierda socialista
que –realmente- nunca lo fue. Tenía a su favor una larga trayectoria política e
intelectual dado que comenzó muy temprano en las Juventudes Socialistas. Su
nombre figura como representante de estas en diversos congresos del PSOE en el
exilio. Mas a la izquierda que el viejo aparato, la voz de Luís se hizo sentir
por entonces a favor de una mayor implicación militante en la lucha
antifranquista desde el interior, pero apenas si encontró algunos apoyos más
verbales que prácticos. Una de ellas era la de Arsenio Jimeno, que hablaba como
se hacía en los tiempos de Pablo Iglesias, y seguramente Rodolfo Llopis le dio
alguna que otra palmada en el hombro aunque hacía tiempo que éste se dedicaba a
seguir la senda de Indalecio Prieto buscando complicidades en la Internacional (que
había sido) Socialista y en las cancillerías. A Don Indalecio se lo dejó claro
Foster Dulles: sí a los Estados Unidos les importaba algo en España, eran sus
propios intereses.
Licenciado en Filosofía por la Universidad Complutense,
discípulo del nuevo José Luís Aranguren, Gómez Llorente es de los pocos jóvenes
socialistas que destacan en las acciones clandestinas desde el Colegio de
Doctores y Licenciados de Madrid, donde fue vicedecano de su junta directiva.
Eran años de agitación creciente en los que el “virus” del mayo del 68 insufla
el imaginario de una nueva hornada antifranquista que suplía a la ya agotada
resistencia republicana, y trataba de hacer una enmienda a la totalidad del
sistema. En aquella fase conoció a otros dirigentes que luego seguirían
trayectorias muy distintas, como Miguel Boyer, que había pertenecido a la Asociación Socialista
Universitaria (ASU), y que vendería al diablo hasta la última gota de dignidad
humana…
Pero en aquel tiempo, al menos sobre
el papel, todo el mundo tenía claro que en el franquismo había mucho que temer,
pero nada digno de recuperar. En esos años, algunos jóvenes socialistas (Víctor
Manuel Arbeloa, Virgilio Zapatero, etc.), tratan de recuperar la memoria
socialista, y tratan de hacerlo desde la izquierda. Gradualmente se van
editando a Pablo Iglesias, Jaime Vera, Antonio García Quejido, Juan José
Morato, Tomás Meabe, al Besteiro que hace profesión de fe marxista, Larga
Caballero, Luís Araquistáin, Max Aub, Arturo Barea, y un extenso etcétera.
Como parte de este horizonte, Luís
Gómez Llorente publica un laborioso en sayo sobre Rosa Luxemburgo y la
socialdemocracia alemana (Madrid, Cuadernos para el Diálogo, 1975), ciertamente
un trabajo importante. Se trata de un estudio de cerca de 190 páginas con un
epílogo de Mercedes Gutiérrez Sánchez titulado “Ecos de la muerte de Rosa
Luxemburgo en el socialismo español” que reproduce el artículo “espartakista”
que publicó Julio Álvarez del Vayo (El Sol, 18-01-1919), el mismo día en que El
Socialista daba a conocer “El Manifiesto del grupo Espartaco”, igualmente
incluido junto con notas sobre su muerte. Buena parte de los fragmentos
recogidos pertenecía a socialistas que luego fueron comunistas (como Virginia
González), y se cierra con una despedida firmada por Marcelino Domingo que
concluye con estas palabras:”…Mientras las realidades terrenas prevalezcan sin
haber sido antes sueños y sin tener siempre el aroma y la ligereza de los
sueños, los seres humanos que pongan su amor en un sueño, pretendiendo
convertirlo en realidad, pasarán por un doloroso calvario y una trágica muerte.
`Nuestra Rosa y el místico Kar Liebknecht son una nueva prueba de ello” (El
Socialista, 11-09-1921). Unas líneas que evidencia que el autor ni tan siquiera
había leído a Rosa, y con una involuntaria premonición de lo que más tarde
sucedería entre nosotros, cuando la barbarie militar-fascista relegó al ideal
socialista a las catacumbas.
La Rosa Luxemburgo de Gómez Llorente era digna, y la
suya pasó a ser una obra de consulta. Su opción no deja lugar a dudas, él esta
por Rosa y por Kart y cita la “infausta memoria” de los funcionarios que
sustituyeron al mítico August Bebel: Scheidemann y Ebert. Sí, Ebert, el de la Fundación que sería
clave en la irresistible ascensión de Felipe González que acabaría dándole la
vuelta al guante de todo lo que había estado diciendo hasta finales de los años
setenta. Anteriormente, los socialistas “renacidos” citaban muy a menudo a
Rosa, y no hace tanto recuerdo una nota muy emotiva de Elvira Lindo…que nos
remitía a cuando ella la admiraba. Como son las cosas, la UGT hasta puso su nombre a
grupo de casas como si le hubiera puesto Conde de Romanotes o de de los
Viñedos…
Gómez Llorente tuvo su momento en un
Congreso que enterraba toda una tradición, al tiempo que abría otro tiempo en
los que la palabra “socialismo” dejó de tener la más mínima relación con lo que
se había entendido como tal hasta el momento. Fue el otro gran protagonista en
mayo de 1979, del congreso del vuelco, el XXVIII congreso del PSOE, aquel en
que Felipe González, al que la prensa llamaba “Nadiusko” (por Nadiuska, una de
las reinas del “destape” conocida pro sus morritos) renunció a presentarse a la
reelección como secretario general de lo que todavía era un partido. Su
pretensión (o mejor dicho, la exigencia que tenía que cumplir para gobernar con
la finalidad de hacer viable lo que la
UCD ya no podía llevar a cabo), el requisito de abandonar su
adscripción al marxismo que, aunque no practicaban (uno de ellos, creo que
Solanas, declaró en el “Interviú” que el marxismo era una teoría para la
conciliación de las clases, parecía que había leído el Manifiesto Comunista
boca abajo).
Aquel congreso marcó el final del
trayecto de Gómez Llorente y, por supuesto, la del “viejo” PSOE, que con
aquella operación consiguió centrar su imagen y, poco tiempo después, alcanzó
el poder con la no menos histórica mayoría absoluta lograda en 1982 con la cual
prometieron todo, y acabarían dejando el legado actual. Gómez Llorente quedó en
minoría en el siguiente congreso, el mismo que aupó a Felipe González, que
comenzó a tildar de “sectario” todo lo que se oponía a asimilación de una
presunta “modernidad” en la que mientras más cambiaban las cosas, más seguían
siendo iguales. En el tiempo que sigue, Gómez Llorente formará parte de la
pantomima de la Mesa
del Congreso de los Diputados como vicepresidente, es portavoz de la oposición
socialista en los temas educativos, es de los dirigentes socialistas que tienen
que negociar algunos de los aspectos más relevantes de la Constitución de 1978,
especialmente todos los vinculados a las cuestiones educativa y religiosa.
Su nombre seguirá ligada a los
restos de la “Izquierda Socialista”. Su batalla no pudo ser tan modesta como
evidencia estas palabras suyas: "más todavía que escribir artículos o
folletos por encargo de FETE, me complace llevar por la calle una bandera de la UGT en la manifestación de
cada primero de mayo”.
Cabe pensar que, al igual que en los
ochenta se dio un bandazo de la izquierda a la derecha por parte de toda una
generación (en la que se incluían un buen número de militantes radicales que se
subieron al tren aprovechando el billete de su experiencia política, la “escuela
de la clandestinidad” de la que hablaba un patético Ludolfo Paramio), es
bastante probable que ahora asistamos a un giro en sentido contrario. No sería
ninguna novedad, el última antifranquismo estuvo repleto de gente que había
pasado por la Falange
y otros tugurios. Pero hay que estar muy advertido con los que cambian de tren
para no perder el puesto…Se trata de controlar dinámicas, evitar que tener
cargos se convierta en un oficio.
Por decirlo de otra manera, tenemos
que aprender de la experiencia del PSOE como no hacerlo para no dejarnos caer
en la corrupción de las ideas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario