En 1908, Monatte llega a Suiza huyendo de la policía. Un año
más tarde trabaja con Pouget en la revista “Revolution”, y el mismo año funda “La
Vie Ouvrière” que se convertirá
perennemente en el órgano de la
CGT (aunque ulteriormente el nombre de Monatte será el de un
«maldito» para socialdemócratas y estalinistas).
En 1911 ayuda a levantar “La Bataille Syndicaliste”,
representante del sector
sindicalista revolucionario más consecuente de la
CGT. En el momento en que la mayoría de los viejos
sindicalistas se inclinan o callan ante la “Gran Guerra”, la Unión Sagrada y la
patria francesa, Monatte emerge como la conciencia del sindicato. Se opone a la
guerra y desde La
Voix Ouvrière manifiesta que los socialistas
franceses tenían que haber seguido el ejemplo de los socialistas italianos
partidarios de la neutralidad. No obstante proclama que los sindicalistas
internacionalistas no obstaculizarían el esfuerzo bélico. El pequeño grupo
internacionalista está formado, entre otros, por Alfred Rosmer, Alphonse
Merrheim (con Trotsky inmerso en la denuncia de la guerra y del zarismo), y
forman el Comité de Defensa Sindical desde la que trata de impedir la expulsión
de la CGT de la
minoría que trata de imponer la burocracia.
Desde 1917, Pierre trata, infructuosamente, de conseguir la
mayoría para la izquierda. Este Comité se encontraría detrás de las primeras
huelgas de la posguerra. En 1918, durante el Congreso del pleno del sindicato,
Monatte orquestó junto con Gastón Monmousseau, la critica contra el equipo
rector y el apoyo a la revolución rusa. Movilizado justo después de la
desmovilización vuelve a animar La
Voix…
Monatte será arrestado en 1920 durante la huelga de ferrocarriles. Durante
la escisión socialista-comunista, se siente moralmente desalentado y deja el
periódico. Pase a ser uno de los fundadores del PCF, y es considerado por Lenin
y Trotsky como uno de los elementos claves para la construcción de un verdadero
partido revolucionario, diferente al que tratan de crear viejos
socialdemócratas como Frossard y Cachón; en 1920, de camino a Moscú, Ángel
Pestaña pernota en su casa y discute con Monatte la situación. Redactor de “L'
Humanité” en 1923, es excluido en 1924 por su oposición a la llamada “bolchevización”
que auspician Zinóviev y Stalin como una manera de “atar” a las secciones
nacionales al centro moscovita. Pasa apoyar a la oposición de Izquierda y
mantiene sus lazos con Trotsky, pero no tarda en distanciarse del bolchevismo.
Será entonces el principal animador del grupo que edita “Revolution
proletarienne”, y desde la
Liga sindicalista, trata de retornar a los clásicos
presupuestos del sindicalismo revolucionario sin renunciar a determinados
criterios marxistas. Con ello se sitúa en una especie de terreno intermedio y
recibe diversas críticas. Para los anarquistas representaba una versión
acomplejada del viejo sindicalismo revolucionario, ambigua respecto a las
tendencias “autoritarias” de Trotsky. Para éste, que respetaba mucho a su
antiguo compañero internacionalista, Monatte seguía prisionero de unos
principios que se habían agotado en la época iniciada por la Primera Guerra
Mundial.
En una carta a Maitron termina así su breve boceto sobre su
vida, diciendo: “…Nunca he sido funcionario sindical. Miembro del Comité
federal de las Bolsas de Trabajo desde 1904 a 1914, Luego militante sin
funciones. Hay sin dudas zig-zag, pero los fines siempre han sido los mismos,
aunque nos lo haya representado muy bien. Preocupado por mantenerme como un
revolucionario sin dejar nunca el trabajo sindical…” (Idem). Para
mayor información, ver la edición de Jean Maitron y Colette Chambelland de sus
Archivos con el título de Pierre Monatte, Syndicalisme revolutionnaire et
communisme (Maspero, París, 1969).
Monatte y sus compañeros
Monatte y sus compañeros
encarnaron lo mejor de la tradición del
sindicalismo de Amiens. Internacionalistas en 1914, representantes del ala
izquierda del primer PCF con el apoyo de la Internacional y en
oposición a los socialdemócratas como Marcel Cachin, serán luego los primeros
en oponerse a la III
Internacional moldeada según las exigencias del “socialismo
en un solo país”. Entre sus obras, Rosmer legó uno de los testimonios más
honestos y fehacientes de los primeros años de la revolución, Moscú bajo
Lenin (París, 1953 con prólogo de Camus, hay una versión en ERA, México,
1982) en no poca medida, una réplica a la narración ofrecida por la AIT negra, recompuesta en
1922.
La trayectoria de
Monatte fue un tanto diferente. Él nunca dejó de pensar en clave sindicalista
para desesperación de Trotsky que la valora pero que la estima desfasada
después de 1917. Aunque participa en el inicio del PCF y en la Oposición de Izquierdas
en la segunda mitad de los años veinte, Monatte desconfió del bolchevismo y se
apartó de Trotsky al que defendió siempre contra el estalinismo. Su militancia
se centra en el colectivo de izquierda antiestalinista que se organiza
alrededor de la Liga
Sindicalista que estará en la base de la revista bimestral
mensual “La
Revolution Prolétarienne” en la que el marxismo abierto y el
sindicalismo se dan la mano. Fundada en 1927, la revista fue cerrada con la
ocupación nazi, para reanudar su andadura en 1947 y, no sin serias
dificultades, se mantiene hasta el presente. Por sus páginas figuran algunos de
los fundadores del comunismo francés –Fernand Loriot , Boris Souvarine , más
Rosmer y Monatte- y desfilan las plumas de Daniel Guérin , Simone Weil , Michel Collinet, Jean Maitron, Maurice Paz, Robert Louzon, de Victor Serge por supuesto, y en años cincuenta, Albert Camus. A pesar
de su prestigio la
Liga Sindicalista no consiguió superar la marginalidad por
más que durante las “jornadas de junio” del 36 en Francia, las fábricas
ocupadas aparecieron pobladas de bandera rojas y negras (fenómeno que se
repetirá en el mayo del 68).
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