MARÍA MONTEZ Y EL CINE DE AVENTURAS ORIENTALES
público masculino.
El repertorio es muy
extenso, pero para acotar terreno podríamos decir cuatros cosas sobre lo que
llamábamos "películas de moros o de árabes", y esta referencia tenía
un carácter claramente positivo, sobre todo en relación a los "moros"
traicioneros y enemigos de la cristiandad que aparecían por igual en los libros
de historias, en los tebeos de El Guerrero del Antífaz o en las historias
rifeñas de los abuelos, que también hablaban de los "cafres" o de
"kábilas", dos palabras que tenían connotaciones netamente negativas.
Javier Coma dice que
este subgénero, aunque se remiten a los cuentos de la saga de Las mil y una noche (de hecho, el único título islámico
que, junto con el Corán, nos podía resultar más o menos familiar en la época),
son películas se podían agrupar según la zona, Oriente Medio, pero teniendo en
cuenta que también es determinante para la catalogación la época histórica, de
carácter medieval, y que además emanan en no pocos de tales filmes elementos
fantásticos" No obstante, por sus "argumentos, personajes,
escenarios, vestuarios, armas y paisajes", esta singular variación entre
la aventura y el fantástico tienen un sesgo muy diferente al que reconocíamos
como representativas del Medioevo europeo. En algunas de ellas, la ubicación
geográfica puede situarse en Egipto, en el antiguo norte de África
islamizado, pero también Trípoli, o tan próxima como Tánger
("posesión" española hasta los cincuenta), o naciones como Argel o
Sudán, "aunque aparezca habitualmente contemplada desde perspectivas
antropológica e históricamente frívolas", de manera que el referente
geográfico podía ser tan imaginario como el propio contexto histórico. Lo que
importaba era la aventura, y sí acaso el exotismo y el deslumbramiento de la
arquitectura árabe. Por lo demás, estas eran ciudades de los estudios que
hacían una película tras otra.
Sobre el extraordinario
valor de estas narraciones, del alto concepto que ha alcanzado entre nosotros,
valga como simple botón de muestra la opinión del poeta alemán Eric Fried que
al ser preguntado por las obras de Michael Ende respondió que no podían
compararse ni de lejos con este clásico, tan influyente por otra parte. No
obstante, para una infancia para la que los libros eran esas cosas del colegio,
este tipo de cine tuvo la incuestionable virtud de aproximarle a un mundo en la
que el valor de las películas podía medirse por su capacidad de despegar la
mayor imaginación y colorismo posible.
Aunque la mayor parte de
las producciones adscritas a este género no pasaron de la medianía, el número
de obras maestras fue bastante elevado, y sirvió varias generaciones de
espectadores y espectadoras, para iluminar sus imaginaciones por su desbordante
fantasía y su inequívoco toque erótico, muy por encima del que se permitía
normalmente en la época.
María Montez fue
igualmente la estrella de Alí Baba
y los cuarenta ladrones (Ali Baba and the Forty Thieves/ USA,
1944), dirigida por el prolífico Arthur Lubin, con el mismo equipo y con el
mismo diseño de producción aunque mucho más plana; La reina de Cobra(1944),
obra alimenticia de Robert Siodmack que partió de un guión de encargo de
Richard Brooks y que no escapa a los condicionantes de la serie, aunque se
trata de una película con cierto prestigio, mayor que otros de la serie pero en
absoluto superior; Tánger (Tangier/ USA, 1946), de George
Wagner, un cineasta en absoluto despreciable que trabajó muy menudo con John
Wayne, así como otras incursiones en otros subgénero "tropicales" del
cine de aventuras, a veces con su marido, el eficiente actor francés
Jean-Pierre Aumont, con el que tuvo una hija, la hoy olvidada Tina Aumont que
los años setenta trabajó en Italia en películas de todo orden, y fallecida no
hace muchos.
Lo que no se conoce
tanto es que María interpretó (y bastante bien) una serie de películas de
aventuras rodadas en Europa que, lamentablemente, fueron vista y no vistas por
aquí, y que yo sepa, no han gozado ni de pases televisivos ni de edición en
DVD. Mencionemos algunas de ellas: La
conquista de un reino ()1947),
del inmenso Max Ophuls, que resolvió con gusto y elegancia una trillada
aventura de capa y espada en la que María estuvo acompañada por Douglas
Fairbanks jr y el retorcido Henry Daniell, un “malo” de los buenos”; El ladrón de Venecia (1950), de John Brahm, que trata si no
recuerdo mal de una revuelta contra el Dux de Venecia en el tiempo de los
Borgias, y la estupenda La
venganza del corsario (Primo
Zeglio,1951), una animada adaptación de Emilio Salgari que fue su
despedida.
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