miércoles, 8 de junio de 2016

ROBERT RYAN, NADIE PUEDE VENCERME



ROBERT RYAN, NADIE PUEDE VENCERME
Este desconocimiento parece bastante generalizado. Repaso el Diccionario Espasa del Cine, voluminosa obra del prolífico Augusto M. Torres (Barcelona, 1999), y cuando llego a Ryan tropiezo con Meg Ryan, ante la cual me atrevo a aseverar que en toda su carrera ha hecho menos películas interesantes (me cuesta recordar alguna más aparte de Cuando Sally encontró a Harry, ¿o es al revés?), y lo encuentro casi una blasfemia. Repaso el Wikipedia, y apenas encuentro unas pocas l
íneas.Muchísimo más ajustado es Javier Coma que le
dedica sendas entradas y matizadas en sus diccionarios del cine negro y en el de western clásico. Ryan desafió la máquina de fabricar estrellas que trató de encasillarlo en numerosas ocasiones en papeles de canallas, de perverso o “macho” cínico, papeles a los que él supo darles una dimensión especial, llena de matizaciones, incluso cuando se trataba de películas sin alma.
Discípulo de Max Reinhardt, Ryan aprendió con Stanislavski la sobriedad interpretativa y el dominio gestual, y se formó interpretando a Shakespeare en el festival de Stratford-sur-Avon, y a Pirandello y Brecht en Broadway, y fundado en 1959 el Theatre Group de la Universidad de California. En cuanto a su carrera cinematográfica, comenzó en el cine trabajando para la Paramount en algunas películas sin acreditar, pero su fama le llegaría encarnando al soldado fascista y antisemita de Encrucijada de odios (1947), obra del inquieto Edward Dmytrick, y una de las primeras en abordar estos trapos sucios que hollywood solía guardar debajo de la alfombra de los éxitos. Por esta actuación, robert recibió su única nominación al oscar, lo cual, como en tantos otros casos, demuestra lo ciega que legaría a estar la famosa estatuilla. 
Lo más singular de su fecunda carrera (71 películas en 30 años) fue la extraña exigencia que Robert Ryan manifestó en la elección de sus directores. Pocos actores de su generación pueden, en efecto, vanagloriarse de un palmarés en el que figuran los nombres de Edward Dmytryck, Jean Renoir, Jacques Tourneur, Joseph Losey, Max Ophuls, Nicholas Ray, Fritz Lang, Budd Boetticher, Anthony Mann, Allan Dwan, Samuel Fuller, Raoul Walsh y Richard Brooks, entre otros. Incluso al final, minado por la enfermedad, con el rostro demacrado, consiguió conmover interpretando al campesino salaz de Lolly Madonna XXX (Richard Sarafian, 1973) o al viejo anarquista irlandés The lceman Cometh (John Frankenheimer, id) en adaptación de la famosa obra de Eugene O´Neill. Bajo su máscara, algo convencional, de aventurero palpitaba una profunda humanidad. Lástima que parte de su filmografía sea poco o nada conocida por aquí, detalle al que no es ajeno su actuación militante de izquierdas, no en vano Ryan se escapó de Joe MacCarthy y sus secueces porque no se atrevieron con él.
De esta segunda fase destaca su interpretación en las películas Callejón sin salida (1947), obra de otro cineasta inquieto, John Cronwell y al lado de Robert Mitchum y Lizabeth Scottt. Por entonces, robert ya se distinguía por su especialidad en personajes turbios, en “personalidades autoritarias” y corruptas. Le siguen otros títulos importantes :Una mujer en la playa, de Jean Renoir, con Joan Bennett; Berlín Express (1948), una de las joyas dirigida por Jacques Tourneur en la que se advierte que la amenaza fascista sigue viva (¡que hubieran preguntado aquí o en Portugal¡); la sigue otra obra mayor, una penetrante descripción de la mentalidad burguesa-capitalista encarnada por Robert Ryan en Atrapados, obra del gran Max Ophuls, uno de los mejores directores de la historia del cine… 
También pertenece a la historia del cine Nadie podrá vencerme, una de las mejores películas existentes sobre el mundo del boxea, y unos de los títulos más distinguidos deRobert Wise. En esta película Ryan dio vida a otro personaje “positivo”, el del boxeador caído pero íntegro, de reflejos casi prometeicos. Se considera que éste fue su más hermoso papel y en el que rememoró su época de boxeador, un hombre brutal, que finalmente encuentra su dignidad a no dejarse vencer tal como estaba pactado por el hampa que rodeaba este mundo en los Estados Unidos. Volvería a trabajar con Wise años más tarde en Odds Against Tomorrow (1959), otro de los grandes títulos de este cineasta y que aquí solamente se pudo ver en la TV.
Era la época glorioso del cine negro de intensa carga psicológica y social, y podemos seguir con otras obras igualmente notables comoLa casa en las sombras (1952), con Ida Lupino, el fascista Ward Bond haciendo de fascista (papel que repetiría en Johnny Guitar), y primera de su colaboraciones con Nicholas Ray. Le sigue un Fritz Langcon Clash by Night, aquí conocida por TV como Encuentro en la noche (1952), formando trío con Babara Stamwyck y Paul Douglas más una incipiente Marilyn Monroe con toque feminista…Los cincuenta fueron para Ryan: trabaja con algunos de los mejores directores como Anthony Mann en uno de sus grandes western con James Stewart,Colorado Jim, una obra mayor como lo sería también Los Implacables de Raoul Walsh (1955), o El día de los proscritos, el mejor de todos los realizados por el húngaro Andre de Toth, y que hemos podido ver de refilón en la TV. El cuadro de sus interpretaciones en este género se amplia en la extraordinaria película de Richard Brooks, Los profesionales, un alegato a favor de la revolución utilizando como metáfora la mexicana, y en la que Ryan destaca junto con otros grandes como Jack Palance,Burt Lancaster y Lee Marvin. Algo parecido se puede decir de su trabajo con Sam Peckinpah, en Grupo salvaje, en la que, también como la anterior, encarna a un profesional cansado y amante de los caballos. En la misma década trabajo en otros títulos importantes como La casa de Bambú, de Samuel Fuller, y Conspiración de silencio, una de las mejores de John Sturges, donde da la réplica Spencer Tracy y en donde vuelve a encanar un arquetipo de fascista norteamericano, uno de aquellos que asesinaron y persiguieron ciudadanos de origen japonés durante la II Guerra Mundial. También tuvo que hacer su genuflexión ante el sistema trabajando con el peor Nicholas Ray en el drama de exaltación militarista, Infierno en las nubes, en una patética composición de un militar con un poco de pensamiento propio que tiene que rendirse al mando fascista encarnado por John Wayne.

En los sesenta, destacará en la curiosa superproducción Rey de Reyes, una película dirigida con especial talento por Nicholas Ray y que resulta mucho más compleja de lo que creyeron Samuel Bronstons y las autoridades franquistas, y en la que interpreta a un Juan Bautista grandilocuente y subversivo. También lo hizo bajo la batuta de Peter Ustinov en la adaptación de la novela de Herman Menville, Billy Budd (aquí titulada La fragata infernal) película que en España se tituló
La fragata infernal, y que fue dirigida por el actor Peter Ustinov, y que aborda la cuestión de los derechos humanos en la marina de guerra en tiempos de la revolución francesa. En esta década también destaca en su aparición en superproducciones bélicas, tales como El día más largo, La batalla de las Ardenas o La Batalla de Anzio, aunque se trata de títulos aparatosos y poco memorables, por no decir algo peor.. Antes de fallecer aparecería en la película En nombre de la ley, western realizado por un Michael Winner inspirado y con Burt Lancaster y Lee J. Cobb al frente del reparto, en la que una vez más dejaba una actuación destacable como recuerdo de su brillante carrera como actor.

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