viernes, 24 de junio de 2016

El Octubre ruso y la revolución cultural que se perdieron en el camino.



El Octubre ruso y la revolución cultural que se perdieron en el camino.
Notas críticas a un artículo de Monika Zgoeslova,
Resultado de imagen de el octubre rusoRecuero que uno de los primeros libros que me llegaron sobre la historia revolucionaria fue Ensayo sobre las revoluciones. Estaba firmado por René de Chautebriand, y era una vieja edición de Sopena que pude comprar en el  “Top Manta”  de principios de los sesenta.
 Obviamente yo era muy joven, y aquel señor hablaba de historias que yo desconocía aunque mis simpatías estaban ya “con los nuestros”, con los míos que habían trabajado duro toda su vida y sabían lo suyo de hambres y miserias que comenzaban a quedar atrás.
La idea básica venía ser si no recuerdo mal que, aunque las
revoluciones podían comenzar muy bien, respondían a las justas iras del pueblo, al final acababan mal, entre otras cosas porque lo de “contra" no lo inventaron los norteamericanos, ni tan siquiera el imperio británico. De esta manera, revoluciones tan deslumbrantes como la de
los esclavos haitinianos liderados por Toussant de l Ouverture, acabó extraviada después de derrotar a los esclavistas de casa y de fuera. La consecuencia, el precio, fue la de acabar siendo el país más atrasado del continente en una historia, la de los jacobinos negros, escrita por C.R.L. Jamés, conocido cuadro de la cuarta internacional en los años treinta cuarenta. No ha sido muy diferente lo sucedido en la Rusia soviética…
Resultado de imagen de Misión en Moscú (Mission to Moscow,En sus primeros años, el Octubre ruso desafío al los imperios, atravesó como un rayo luminoso el movimiento obrero. De los socialistas pero sobre todo de los anarquistas, la recibieron con entusiasmo, y vieron en ella un referente para acabar con la opresión y la miseria que oprimía a la mayoría. Este entusiasmo remitió, pero en la segunda mitad de los años treinta tuvo lugar otra oleada “prosoviética” aunque los factores internos ya habían cambiado, se habían invertido en un proceso complejo sobre el que no es posible establecer un veredicto sumario. Pero a pesar de todo, esta ilusión impregnó la cultura comprometida de la época, e incluso tuvo su traducción en un buen número de películas, siendo la más famosa Misión en Moscú (Mission to Moscow, USA, 1943), de Michael Curtiz, que ofrece una versión idílica de los “procesos de Moscú” a través de la mirada “estalinista” del embajador de Rooselvelt, el muy conservador Joseph H. Davies interpretado en la película por un siempre eficiente Walter Huston.
Stalingrado y la derrota del nazismo llevó esta empatía al entusiasmo, tanto fue así que se cuenta que en el exilio no faltaron anarquistas y poumistas españoles que llegaron a creer que la severidad de Stalin se había demostrado como necesaria para vencer a un enemigo especialmente despiadado, y del que todos y todas tenían probados testimonios. En ocasiones, esta derivación llevaba a pensar de que a la República le había sobrado buena fe, que se había mostrado demasiado comprensiva contra una derecha que nunca aceptó las reglas del juego democrático, que no dejó de conspirara desde el primer día.   
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Cuando los Estados Unidos se aliaron con el régimen franquista, se hizo muy difícil llamarse demócrata y partidario del llamado “mundo libre”. A lo largo de los años sesenta, la actuación de Jruschev en defensa de Cuba y sus promesas reformistas hicieron que estas simpatías se renovaran. No fue hasta la ocupación de Checoslovaquia en agosto de 1968 que este sentimiento positivo comenzó a declinar, pero aún y así, la visión crítica se fue situando dentro de una cierta lógica que podríamos caracterizar como próxima al área trotskiana (La revolución traicionada), y de la que sería un buen exponente el Isaac Deutscher de La revolución inconclusa,  una obra que considerada como su “testamento”. 1/
De alguna manera, este modelo se reprodujo con la “revolución cultural” china y el culto al pensamiento de Mao. Este sentimiento  de devoción al “líder providencial” (a un esquema por otro lado, tan deudor del culto religioso) alimentó el desarrollo de varios partidos de signo maoísta hoy olvidados, pero que tuvieron una importancia a lo largo de los años setenta. Luego, la muerte de Mao, más la caída de la llamada “banda de los cuatro”,  acabó siendo fatal para esta corriente que no tardó en descomponerse. En menor grado, esta fascinación tendría igualmente una variante cubana, e incluso una más reciente variante con la Venezuela, siempre con sus propios matices, pero sobre todo con un liderazgo confirmado en elecciones democráticas ganadas a pesar de los latifundios mediáticos y de la ingerencia imperial. 2/
Resultado de imagen de Isaac DeutscherEl declive del prosovietismo como del maoísmo fue coincidente con la creciente restauración conservadora en la que todavía estamos, lo que explica que en los medios más instalados, este discurso de “enmienda a la totalidad” de la revolución rusa, y con ella de lo que se ha venido a llamar impropiamente “comunismo”, un concepto que se refiere a una lejana meta final de libertad y abundancia. Sin embargo, esta uniformidad resulta bastante sospechosa. De entrada, raramente se habla de las condiciones socioeconómicas, que Rusia era un país miserable a principios de siglo y que llegó a ser el contrapunto del Imperio, globalmente, su caída ha significado un paso atrás en la historia. Sin dicha caída no se puede comprender las dificultades de los países expoliados, ni la ofensiva neoliberal contra el “Estado social” europeo con sus ramificaciones en la propia Norteamérica. Se olvida por ejemplo que la distancia económica entre Rusia y los Estados Unidos disminuyó a pesar de todos los pesares. Igualmente se escamotean datos primordiales, baste algunos ejemplos:

Rusia fue un país primitivo y atrasado que estaba siendo dominado económicamente por las potencias occidentales (Gran Bretaña sobre todo), de ahí que fuese empleado como “carne de cañón” durante la I Guerra Mundial, un acontecimiento que se suele omitir;
Esta maniobra metódica ha permitido enfocar la historia del siglo XX como una oposición entre los “totalitarismos”  (comunistas y fascistas, como sí ambos polos fuesen hermanos gemelos), y las democracias, esto sin cuestionarse que dichas democracias negaban la libertad a los países que habían colonizados; Además del atraso secular, de la guerra mundial, Rusia sufrió singularmente una guerra civil devastadora animada por las potencias occidentales que emplearon la táctica de la “contra”, o sea reforzar a la contrarrevolución derrotada para llevar a la revolución al borde del abismo;
Resultado de imagen de Monika Zgustova,Al final de esta lucha a vida o muerte, las principales clases sociales que habían protagonizado la revolución (obreros y campesinos), estaban extenuadas, y una parte considerable de los cuadros militantes cayeron en la lucha, también sucedió que, en su preocupación por la lucha contra los “blancos”, los líderes bolcheviques no se percataron de las graves deformaciones producidas en su seno, sin ir más lejos, en el crecimiento de la Cheka….
Los bolcheviques abordaron la conquista del poder en nombre de su mayoría en los soviet de obreros, soldados y campesinos, o sea de la democracia directa. También  lo hicieron como prólogo de una revolución internacional que quedó a mitad de camino. No obstante, sin el apoyo del movimiento obrero internacional, del miedo que producía la extensión revolucionaria en Europa y en los países colonizados (China en primer término), el imperialismo no habría cedido en sus planes de intervenir por la restauración, planes que no fueron desechados hasta 1929…
Por otro lado, el curso revolucionario conoció varias fases.
Resultado de imagen de Isaac Deutscher
Por supuesto, la más creativa fue la inicial, antes de la guerra civil, y esto se plasma en la Constitución de 1918 para la que la definición de “totalitarismo” sería totalmente injustificada, antes al contrario, se plantea la libertad desde su forma más radical: la igualitaria. A pesar de la guerra y del creciente ascenso de la casta burocrática (fruto de un “matrimonio” entre las antiguas castas debidamente puestas al día y las nuevas, compuesta por los sectores revolucionarios que se han ido enquistando en el partido triunfante y en el Estado, un Estado obrero con deformaciones burocráticas, al decir temprano (1922) de Lenin.  Hasta el final de los años veinte, los disidentes de cualquier color pudieron optar por el exilio.
No será hasta la culminación del ascenso de Stalin que tendrá lugar lo que Víctor Serge llamaba “los años sin perdón”.
No es cierto que la revolución rusa fuese fatídica para los creadores y artistas rusos, como se repite servilmente desde los medias.
Los años veinte marcan el esplendor de las vanguardias y del cine soviético, y sobre esto existen, afortunadamente, buenos trabajos que lo celebran y lo certifican. 3/  De hecho, las críticas efectuadas por los escritores y poetas afines o discrepantes, revelan antes que cualquier otra cosa el declive del empuje libertario de la revolución. El ejemplo de Sergei M. Eisenstein es de por sí bastante revelador. Mediará un abismo entre la libertad absoluta para rodar El acorazado Potemkin, y los problemas que se encuentra cuando en 1927 rueda Octubre. 1927 marca un cambio ya importante,  por entonces Stalin ya es dueño absoluto de la jerarquía que ha ido creciendo en el Estado, y no acepta luna adaptación de Los diez días que conmovieron el mundo, de John Reed, que había servido de base para el cineasta. El propio Stalin mete personalmente las tijeras, y no tardará mucho en prohibir el célebre testimonio de Reed (el mejor sobre cualquier revolución) que no será reeditado hasta mediado los años sesenta, y se hará con un conjunto de notas que en no poca medida desmentían el original.
Aunque también amputada (esta vez por los productores), una película que trata de la vida de la bailarina “roja” Isadora Duncan interpretada por Vanesa Redgrave en su plenitud, Isadora (RU, 1968, Karen Reisz) reconstruye el ambiente de fervor revolucionario que acompaña al poeta que se suicidará en 1925, y no solamente por decepción con una revolución que habían hecho suya  la mayor parte de los poetas jóvenes.  En cuanto al suicidio de Vladimir  Maiakovski en 1930, el poeta de la revolución, solamente se puede entender como una protesta contra la burocracia a la que había satirizado cruelmente en su obra.
En el discurso reaccionario, las diferencias entre Lenin y Stalin son de matiz, sin embargo, hay que tener mucha imaginación para no saber diferenciar entre el Lenin que defiende las libertades de los pueblos sometidos por la Gran Rusia (incluyendo a los que como Polonia o Finlandia, iban a apoyar la contrarrevolución), y el Stalin que en nombre de los mismos principios niega dichas libertades, y trata de recomponer Rusia como potencia dominante en su entorno inmediato. 
Resultado de imagen de Isaac DeutscherLa escritora checoslovaca afincada en España, Monika Zgoeslova, escribe, entre otras cosas, que “Lenin criticaba  a los intelectuales y desconfiaba de los creadores cuyo arte no  comprendía”. Pero esta es una generalización totalmente abusiva, Lenin criticaba a algunos intelectuales,  lo hacía incluso con muchos a los que admiraba como podían ser los casos de Alexander Herzen o Lev Tolstói, a los que al mismo tiempo admiraba profundamente. Es cierto que sus gustos literarios eran más bien clásicos, estaba en su derecho. Sin embargo, eso no le impidió admirar obras reaccionarias ni le llevó a tratar de influir en los debates culturales. Lo que sí se preocupó fue en poner el Estado al servicio del desarrollo cultural del pueblo, en cuyo atraso sí que veía un grave problema para iniciar el proceso de transición al socialismo. La señora Zgoeslova además, no duda en atribuir a esta inclinaciones de Lenin el hecho de que mientras gobernó Stalin “hubo más pensadores y creadores en los campos de concentración que en las academias” 4/
Monika atribuye a la “época” de Stalin la imposición de “una cultura monolítica, contraria a la relativa libertad”, contrario “al espíritu cosmopolita y de experimentación en el arte, la literatura y la música que caracterizó los años prerrevolucionarios que se extendieron hasta avanzados los años veinte”, cuando lo correcto sería decir que este espíritu estuvo con la revolución y se manifestó con toda su plenitud a lo largo de los años veinte, además, aunque es cierto lo atribuye a Stalin, no lo es menos que quedaron resquicios. También lo es que dicho ímpetu se manifestó igualmente entre los escritores y artistas que abrazaron el comunismo en otros lugares del mundo, y que creyeron que en la URSS “se estaba construyendo el porvenir”, por decirlo con palabras del periodista liberal norteamericano Lincoln Steffen.
Esta buena fe de tantos artistas e intelectuales  hacia la URSS tuvo mucho que ver con su rechazo a la reacción burguesa en sus propios países, y al descrédito en que habían caído los medios que acusaron a la revolución de los mayores despropósitos desde el primer día. A la leyenda dora le había precedido la leyenda negra del bolchevique oculto bajo la cama con el cuchillo en los dientes, del que tanto abusó la derecha francesa, sí, la misma que colaboró con la ocupación nazi.

Resultado de imagen de Isaac DeutscherDe hecho, tampoco se puede hablar de Stalin sin establecer una rigurosa cronología. Una obra tan importante como Esclavos de la  libertad,  el poeta Vitali Shentalinski, describe el destino de dos mil escritores rusos desaparecidos –concretamente-  durante los años del terror en las grandes purgas organizadas por Stalin, y durante los cuales las principales víctimas fue la vieja guardia bolchevique. Tampoco hizo esto solamente por maldad, que le sobraba. Lo hizo, primero garantizar su propio poder y su ascendencia entre el grupo de mediocres que había hecho carrera bajo su amparo. Y lo hizo también para demostrar al imperialismo democrático que la revolución era ya cosa del pasado, y que estaba dispuesto a acabar con cualquier veleidad revolucionaria que pudiera estorbar sus propias finalidades nacionales.  Esta fue la razón básica de su actuación en la guerra de España.
Como es sabido, las biografías de esos creadores fueron falsificadas y sus manuscritos secuestrados, un acto de barbarie que dejó a los rusos sin puntos de referencias de una cultura que había sido la de revolución, o al menos que había coexistido con esta. Shentalinski, que aprovechó la apertura de archivos secretos del KGB durante la glasnost, para dar a conocer a varios centenares de escritores represaliados en la época  más oscura del estalinismo, justamente en el momento de mayor negación de todo lo que había significado el Octubre.
En uno de los capítulos Shentalinski recupera los expedientes del escritor oposicionista de izquierdas Borís Pilniak, y ofrece más información sobre su conexión con Víctor Serge,  uno de los portavoces del “trotskismo” o sea de la Oposición de Izquierda. Serge pudo salvar su piel gracias a una campaña internacional animada por los surrealistas en primer término, y en la que tomaron partido tanto André Gide como André Malraux, amén de un sector de la izquierda revolucionaria que incluía parte del anarquismo. El ciclo de la Biblioteca Andreu Nin dedica un día a la figura de Serge, quien en el exilio se adhirió al POUM, y un personaje clave en toda esta historia sobre el que la Fundación Andreu Nin ha llevado a cabo una extensa labor de divulgación como la que había llevado el POUM desde el exilio en México y Francia.
Boris Pilniak retrató implacable y con técnicas narrativas modernas el surgimiento, auge y envilecimiento de la revolución. Si en El año desnudo (1922), el escritor trazó una alabanza del colosal movimiento social como fenómeno casi metafísico, en los cuentos del volumen Caoba, que comprendía un admirado retrato de Trotsky, le causó su exclusión de la RAPP (Asociación rusa de Escritores Proletariados) y de la Unión de Escritores Soviéticos. Publicada en Alemania  en 1929, ha sido finalmente editada entre nosotros por Veintisiete Letras (Madrid, 2008, tr. Sergio Pitol). Pilniak fue arrestado en 1937, y según parece, “sostuvo reuniones secretas con (André) Gide, y le suministró información acerca de la situación en la URSS. No hay duda, de que Gide utilizó dicha información en este libro (Regreso de la URSS) atacando a la URSS.”
Antes que Gide estuvo en la URSS el autor rumano Panait Istrati, que al igual que Víctor Serge, será presentado en estas jornadas.  Conocido como el “Gorki de los Balcanes”, Istrati era un comunista sin partido en cuya biografía constaba una voluntad revolucionaria que llevó a cabo siendo un trabajador desconocido.  Realizó su viaje al lado del más importante personaje del socialismo rumano, Christian Rakovsky, que había jugado un destacado papel en la revolución rusa en el partido bolchevique, y que en el momento del viaje era algo así como la mano derecha de Trotsky, amén que autor de un clásico del socialismo contra la burocracia: Los peligros profesionales del poder. La consecuencia fue un “retorno” crítico de la URSS, un libro  de testimonio en el tomaron parte Serge así como Boris Souvarine, y fue traducida por Julián Gorkin al castellano tempranamente con el título de Rusia al desnudo.
En los años siguiente, Víctor Serge lideró un movimiento de protesta contra el estalinismo en el tomaron parte los surrealistas y numerosos escritores de izquierdas. Seguramente, su testimonio fue de los primeros que se publicaron sobre  el “destino de una revolución” en la que, entre todas las alternativas que fueron posibles, ganó la peor de toda. En sus impresionantes e inexcusable Memorias de un revolucionario, Serge ofrece información sobre casi todos los escritores aplastados por la maquinaria estalinista:  Babel, 44, muere tras ser acusado de trotskista; Blok, 41, muere sumido en la depresión; Zamiatin, 51, tras duros ataques por las autoridades soviéticas, muere en el exilio; Jlébnikov, 37, muere olvidado en la miseria; Pilniak, 38, muere acusado de trotskista; Bulgákov, 45, muere aterrorizado; Gumilyov, 37, fusilado; Akhmátova, perseguida, a partir de los años 30, casi toda su vida; Mandelstam, 51, muere en el los campos, etcétera, etcétera. A esta lista se le podrían añadir también los que fueron purgados por oponerse a la política estaliniana, como fue el caso de Paul Nizan.
Resultado de imagen de pilniak El año desnudo (1922),Esto sucedió en lo que Walter Benjamín llamó agudamente   “medianoche en el siglo”, definición que Serge retomó para titular una de sus novelas. Por entonces, no era fácil criticar la URSS, y tanto Andreu Nin (que regresó en 1930) como Víctor Serge trataron de explicar lo que estaba ocurriendo, pero se encontraron que muchos trabajadores no querían oírlos.  Era  una época marcada por  la Gran Depresión”, el ascenso del nazismo en Alemania y del fascismo en todas partes, incluyendo los Estados Unidos, la política de apaciguamiento de liberales y socialdemócratas en Europa,  se tradujo en la traición de la República española que pudo ver como el insigne Wiston Churchill apoyaba tácitamente a Franco. 
En este contexto, sectores muy amplios de la izquierda, especialmente quizás los intelectuales y escritores que se habían apartado del liberalismo,  necesitaron creer que la URSS era el gran baluarte contra el fascismo. Creyeron incluso que era la tierra donde se estaba construyendo una nueva  sociedad como lo necesitaron creer los trabajadores habituados a las campañas denigratorias de la derecha, y a los que les empezaba a llegar propaganda idealizada como la que publicaban las asociaciones de “Amigos de la URSS”. Lo pregonaban con mayor cinismo  o con mayor buena fe (a veces no sabemos que podía ser peor) los turistas revolucionarios de la izquierda moderada que se encontraban en sus viajes con lo que querían ver, eran recibidos como señores famosos e importantes, al tiempo que recibían considerables beneficios por sus derechos de edición en lengua rusa.
Por todo ello, pienso que no se puede acusar a escritores como  Jean-Paul Sartre, Louis Aragón, Paul Eluard, Rafael Alberti, Dashiel Hammett o  Pablo Neruda, de “colaboracionistas” con el “país de la gran mentira”, título del formidable  testimonio del militante y escritos yugoslavo adscrito al trotskismo entonces, Antón Ciliga entre otros muchos, cantaron elogios al brillante, sin tener en cuenta estos factores.
Al menos no sin tener en cuenta la ignorancia y la buena fe de muchos de ellos, o su decisión de no dar munición al enemigo, de un “mundo libre” que, entre mil cosas más, durante la II Guerra Mundial no decidió tomar partido contra los nazis hasta  después de Stalingrado.  Su problema con Hitler fue que era tan demente que no se limitó a invadir Rusia, si lo hubiera hecho, ellos habrían hecho como en España: mirar hacia sus propios intereses. Esto obviamente no significa que estos autores no merezcan ser reprobados por su complicidad con el estalinismo, sobre todo cuando dicha complicidad persistió, al menos hasta que llegaron las noticias del XX Congreso del PCUS, la revolución húngara, y todo lo demás.
Y menos aún lo pueden hacer los que desde el otro lado trataron de justificar todo lo injustificable, por ejemplo la actuación norteamericana en América Latina o el Vietnam, la historia del colonialismo británico o francés en África o Asia, etc. Sí lo podían hacer por supuesto, aquellos que habían mantenido su independencia crítica tanto hacía el imperialismo como hacía la URSS.
En este ciclo de conferencias, hablaremos de la resistencia literaria frente al estalinismo, pero se hará desde otro ángulo que el estalinista o que el reaccionario que tan rotundamente personifica el Alexander Solzhenitsin erigido en juez supremo de una historia que utiliza a su medida. Una medida que venía como anillo al dedo al neoliberalismo triunfante que encontró en su obra menos literaria un medio ideal para darle la vuelta a la historia. Ahora los “malos” no eran los imperialistas  -responsable de la geografía del hambre, de dos guerras mundiales, de apoyos a dictaduras como las de Franco-, eran los “totalitarios”, entre los que se ha llegado a anexionar hasta los radicales de la Gran Revolución Francesa, o sea a todos los que creían que, de una manera u otra, consideran que sin la revolución la historia de los avances democráticos y sociales no hubieran sido posibles.
Imagen relacionadaA efectos de dar a conocer este abigarrado tema, de facilitar a las personas interesadas una cierta documentación, me he permitido ordenar dos bloques de aportes documentales. El primero está compuesto por esta presentación, y por una cosecha de artículos del autor de estas líneas, y  publicados en diversas revistas (El Viejo Topo, Viento Sur, la Web de la Fundación Andrés Nin, Kaosenlared, etc.). En ellos he tratado desde  la polémica,  defender el punto de vista de una escuela  marxista abierta.
La segunda parte es una selección variada de trabajos muy diversos que van en la misma dirección. Entre unos y otros se ofrecen unas fuentes bibliográficas, amén de diversas pistas de análisis que, estoy convencido, pueden contribuir el punto de mira de los lectores ante un tema central en una segunda fase de una  “guerra fría cultural” que sigue teniendo una gran importancia por cuanto nos puede ayudar a comprender el destino de una revolución contra la cual se desarrolló una confabulación externa e interna, y que desde luego, se apartó trágicamente de sus propósitos iniciales. Lo cual no significa que fuese positiva, necesaria, ni que no sea de la máxima importancia rescatar al niño del charco de agua sucia en el que se había quedado.

Notas
1/ Isaac  Deutscher (Chrzanow, 1907 - Roma, 1967), fue sin duda el más influyente historiador de la Rusia soviética, un anti-anticomunista autor de obras, artículos y conferencias que influyeron poderosamente en la generación de los sesenta-setenta. Esta influencia fue igualmente extensible al otro gran especialista, E.H. Carr, que después de la muerte de éste, convino en trabajar con su compañera, Tamara, igualmente historiadora. La revolución inconclusa recoge sus conferencias en la Universidad de Cambridge entre enero y marzo de 1967, y fueron editadas por ERA, México, que fue también de la mayor parte de sus obras. Paco Fernández Buey  la escoge como punto de partida para analizar el estalinismo en La barbarie, de ellos y la nuestra (Ed. Paidós,  1993,  concretamente en el capítulo 17, titulado Socialismo y/o barbarie. Sobre Deutscher se puede consultar mi recopilación recogida en www.moviments.net/.
Resultado de imagen de El cadáver del padre. Artes de vanguardia y revolución, de Ángel García Pintado (L2/ La lógica  del prosovietismo se apoya antes que nada en la reacción contra las miseria realmente existentes del capitalismo. Esto explica que en plena posguerra española, mi padre que era un hombre profundamente acobardo y sin ninguna formación,  respondió a la pregunta del patrón sobre qué pensaba sobre Rusia: ”Peor que esto no puede ser”, lo que no le costó el despido de milagros. La misma lógica ha funcionado entre mucha gente de los países del “socialismo real”  que, como los emigrantes del siglo XIX y principios del XX, querían creer en “las Américas” como Jauja. Algo no muy diferente hace que muchos jóvenes de los países expoliados, sueñen que en Occidente van a encontrar lo que no tienen en su propia tierra. 
3/ Ver por ejemplo, El cadáver del padre. Artes de vanguardia y revolución, de Ángel García Pintado (Los Libros de la Frontera, Barcelona,  2011)
4/ En su artículo Literatura, revolución y totalitarismo, aparecido en el Culturals de La Vanguardia (7-06-2006)


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