La
recepción de la obra de Trotsky en España.
La
difusión de las obras relacionadas con la vida, los escritos o las críticas a
León Daudevich Bronstein más conocido como Trotsky, se puede dividir en varias
fases, con dos especialmente destacadas: la de la primera mitad de los años
treinta, y la que va desde 1965 hasta los ochenta.
En este ámbito resulta totalmente clave el estudio de Sergi Rosés Cordobilla “Bibliografía de les obres de i sobre Trotsky editadas a Espanya”, que abarca al menos hasta el final del siglo pasado. No deja de resultar significativo que aporte de esta amplitud y rigurosidad haya tenido que resultar una autoedición distribuida por el propio autor (sergiroses(a)mail.com) en relación a todo el entramado internacional, el autor se remite a la edición de El Viejo Topo de Trotskismos, de
La
primera abarca desde finales de los años veinte hasta 1935. Trotsky era todavía el hombre que lideró la toma del
Palacio de Invierno y del Ejército Rojo, el par de Lenin... La divulgación de
su obra fue deudora del trabajo divulgativo de sus afines, Andreu Nin y Juan
Andrade, en especial, su formación alcanza una cierta influencia cultural y
política…En esta fase se publicaron sus obras históricas (en oposición a la
oficialista), así como sus escritos sobre los temas del momento (Alemania,
Francia), con un epílogo singular: la traducción en 1937 por parte de Andrade
de La revolución traicionada,
que se quedó en la imprenta del
POUM, ya en la clandestinidad acusado de
“trotskista”, en una doble derrota que transcurre en el momento que Trotsky
caracteriza al POUM –inmerso en una situación casi inversa a la de los
bolcheviques en 1917- como centrista dando tres pasos en el delirio.
La
otra se extiende desde la segunda mitad de los años sesenta y alcanza su punto
culminante en los setenta y se distingue por su carácter reivindicativo y
exhaustivo. Esta ingente actividad divulgativa iniciada –simbólicamente- desde
Ruedo Ibérico conecta con la que se desarrolla en América Latina. La trilogía
de Isaac Deutscher, de la que se llegó a decir que era la mejor biografía jamás
escrita; deslumbra a toda una generación. Este “revival” que se traduce por una
creciente aceptación de sus críticas y denuncias del estalinismo, incluso no
falta quien llega a considerar la hipótesis de una suerte de “sorpasso” en la
práctica. Pero la situaciñón no da para más, finalmente la herencia estaliniana
(etapismo, mando único, patriotismo partidario, etc.) le permitirá encauzar los movimientos hacia una línea de
pactos en los momentos decisivos (1977-1979), en tanto que la influencia “trotskiana”,
aunque se manifiesta significada, resulta a la del POUM.
Casi
cuatro décadas más tarde, en el reinicio actual, el legado resurge como uno de
los reductos de la tradición marxista en
medio del cerco neoconservador. Sus obras principales son de fácil acceso, su
lugar en Internet es abrumador, aunque su formato es ya otro: aparece como unas
de las escuelas que cuenta con una presencia reconocida dentro
de una nueva izquierda radical y más plural que nunca.
Aunque
desde un plano muy modesto, ha sido y es parte de esta historia, al menos desde
1966-67. Como divulgador, ha sido uno de sus campos preferidos desde que a
finales de 1979 publicó Conocer a Trotsky
(Dopesa, Barcelona), al que siguieron toda clase de artículos y estudios,
algunos de ellos aparecido en los Cahiers
Léon Trotsky que dirigió Pierre Broué y lo ha seguido siendo a lo largo de
los años. Se trata pues de un trabajo que trata de aunar la implicación con una
visión crítica obligada.
Trotsky desarrolló una bibliografía propia sobre Lenin,
buena parte de la cual se editó en la
URSS a mitad de los años veinte. En lucha contra “los
epígonos” de Lenin, escribió una parte de su obra que comprendía un ambicioso
proyecto biográfico que no pudo pasar del primer volumen (justo lo mismo que le
sucedió a Deutscher). Su idea básica es que ambos desarrollaron una evolución
sobre supuestos diferentes que acabaron confluyendo en abril del 17 con las tesis de abril. En una maniobra
sucia, Stalin basó su esquema trotskismo=antileninismo, editando los textos de
uno y otro de antes de Octubre y sustrayendo las coincidencias ulteriores, todo
en un ejercicio de fetichización de las citas que sirvió de alimento para
varias generaciones de comunistas. Preguntada por Deutscher sobre el porqué no
llegaron a tener una amistad como Marx y
Engels entre 1917-1924, Natalia Sedova respondió que el grado de crispación
alcanzado en el exilio, fue sin duda un obstáculo. No fue hasta la edición de El último combate de Lenin, de Moshe
Lewin que quedó claramente establecido de que dicho combate, Lenin lo quiso
librar junto a Trotsky precediendo de esta manera el que llevaría la Oposición de izquierdas.
4/
Uno de los rasgos más singulares de Trotsky fue su capacidad como escritor, la
importancia de sus escritos y la atracción que llegó a ejercer entre los
artistas y escritores soviéticos (la mayor parte de ellos simpatizaban mucho
más con la oposición que con “la línea oficial”. Aunque apenas si pudo comenzar
a andar, la FIARI obtuvo una considerable resonancia hasta que la
II Guerra Mundial hizo inviable su trayecto.
Sobre esta cuestión me remito a la edición para El Viejo Topo del manifiesto Por un arte revolucionario e independiente
que recoge una amplia documentación sobre el encuentro entre Trotsky,
Rivera-Kalho y Breton.
Es
la medianoche del siglo, una fase de mayor apogeo del estalinismo en el que las
denuncias efectuadas por Víctor Serge son rechazadas. Estamos en el meridiano
que llevará a enfoques tan representativos en su momento de Jean Paúl Sartre,
que se negará a denunciar el “universo concentrionario” porque de esta manera
se desmoralizarían los trabajadores de la Renault (cuando la verdad se hizo un clamor, la
decepción obrera fue entonces enorme)
En
estas dos fases señaladas, Trotsky fue un referente en un nuevo comienzo de la
tradición comunista traicionada y distorsionada desde la cúpula, que se
relevará claramente insuficiente. Pero era evidente que no podía cumplir sus
propósitos, se trataba de llevar adelante las promesas del Octubre y de la III Internacional contra el
imperialismo y las oligarquías, y además derrotar a la burocracia estalinista,
la misma que en la segunda mitad de los años treinta emergió como el último
baluarte contra el auge nazi-fascista. Este fue el comienzo de un periodo de
ascenso del estalinismo que alcanzó con la derrota de Hitler su punto
culminante para iniciar un proceso gradual de crisis hasta llegar a la
descomposición final en 1989. En su tentativa de ofrecer una alternativa en la URSS, todo acabó el 20 de
agosto de 1940 en Coyoacán. Luego se trató de resistir, pero en vez de
articular una línea de recomposición general, el movimiento sufrió una deriva
cainita, una enfermedad propia.
Ahora, en una nueva coyuntura de reinicio han
cambiado muchas cosas. La discusión no se da sobre la “naturaleza de la URSS”, el estalinismo además consiguió desprestigiar
el propio concepto socialista, las palabras propias de 1917 son asimiladas como
opresivas por los pueblos que conocieron el “socialismo real”, la clase
trabajadora ha sufrido una derrota de proporciones sísmicas, de un gravísimo
deterioro de la pasión crítica, ya no existe el mismo furor editorial con
nadie.
El
punto de rearme ya no requiere con una
explicación sobre la naturaleza del “socialismo real”, aunque muchas de las
ideas trotskianas resultan ampliamente aceptadas incluyendo el reconocimiento.
Son otros tiempos, el problema ya es la “revolución traicionada”, el movimiento
obrero que hasta los años setenta había sido el gigante dormido que habría
asaltado los cielos de haber contado con partidos revolucionarios en vez de
aparatos como la socialdemocracia y el comunismo oficial, los mismos que en los
momento determinantes se establecían como “la última barricada” del sistema.
La
ya atrasada Rusia dio un paso más allá del abismo con una clase trabajadora hambrienta y diezmada,
obligada a requisar las cosechas para alimentar las ciudades… No menos cierto
es que los bolcheviques y entre ellos, un Trotsky que se excede en la fe en los
métodos del ”comunismo de guerra”, no se
percibieron del monstruo que se estaba creando en sus filas. Del ascenso de una nueva burocracia con unas
instrumentos policiales -la
Cheka- que acabaron apoderándose de los resortes del Estado.
Es desde este ángulo que se explican actuaciones y tragedias como la de Kronstadt cuyas
consecuencias fueron infinitas, como se explica el surgimiento del “partido del Estado”, del único organismo que realmente funciona en
un país en el que la cultura dominante sigue siendo “la de siempre”.
Trotsky
aparece como el personaje clave en el que será “el último combate de Lenin”,
tal como dejaría constancia la obra homónima de Moshe Lewin. Fue éste el que
añadió lo de “burocráticamente deformado” a la caracterización de “Estado
obrero”; denunció el nacionalismo “gran ruso” en las medidas que Stalin en el
caso de Georgia; percibió como la cultura tradicional de las “almas muertas”
(mogol) seguía dominando...
El
proyecto era mantener la línea general de industrialización
(electricidad+soviet) en espera de un cambio en la situación internacional.
Pero Lenin falleció a tiempo, era el último baluarte respetado por el equipo de
funcionarios articulados por la nueva burocracia…Durante varios años, Trotsky
lidera una oposición cada vez más potente en sus análisis críticos y propuestas,
pero también cada vez más aislada hasta que en octubre de 1927 acaba siendo
acusada de intentar llevar a cabo una manifestación en el curso de la
celebración del X aniversario de la revolución. Se les acusa de tramar un golpe
de Estado, es cuando Stalin con las tijeras en las manos hace desaparecer a
Trotsky del filme Octubre, de
Eisenstein.
La
extrema peculiaridad de este proceso se hizo de muy difícil explicación para
las generaciones militantes. Estas se habían forjado en la defensa de la URSS frente la doble
agresividad, la alemana y después, la norteamericana, tan presente en el cerco
de Cuba y en el ecocidio del Vietnam. Por otro lado, los testimonios de
denuncia de las atrocidades perpetradas por el estalinismo, fueron reciclados
por la inteligencia “liberal” (luego neoliberal), como actas de acusación
contra “el comunismo”, equiparado al nazismo (ya derrotado) como dos caras de
un mismo “totalitarismo”. Se mide la opulenta democracia liberal (imperial)
contra cualquier revolución, a ser posible evitándola “preventivamente”
(Suharto, Pinochet), pero cuando esto no ha sido posible (Rusia, Cuba,
Venezuela), creando un cinturón sanitario, una “contra” con la finalidad de
arruinarla, de hacerla inviable. (4)
Es
sobre esta base que se elabora una batalla historiográfica que atraviesa todo
el siglo XX culminando en autores complementarios como Isaac Deutscher y E. H.
Carr. En síntesis, esta escuela (“cómplice” para en neoliberalismo), explica el
curso histórico de Octubre (pan, tierra y libertad), cuyos inicios no pudieron
ser más idealistas, no hay más que evocar el espíritu de la Constitución de 1918. Estos “buenos tiempos” se
manifestaron en imágenes como la de las milicias rojas liberando al almirante
Kolchak por un mero juramento o la desesperación del comisario de cultura, Anatoly V. Lunacharsky
que creía que dichas milicias habían destruido algunos ornamentos artísticos,
esto por no hablar del fin unilateral de la guerra o la concesión del derecho
de autodeterminación de las naciones oprimidas, concluyó con una “guerra civil”
auspiciada por 21 naciones (la “contra”, los blancos), lideradas por el Reino
Unido cuyos servicios secretos atentaron contra Lenin. A tamaña situación hay
que añadirle la derrota del primer ciclo de revoluciones europeas entre 1918 y
1923 (Alemania, Hungría, Italia, etc.),
todas ellas cerradas con una suma de
derrotas que, antes o después, darán lugar a regímenes fascistas…Situada contra
las cuerdas, la corriente prefirió otras denominaciones como bolchevique-leninistas, marxistas
revolucionarios, etc
Esta
última variante fue luego reproducida durante la “guerra fría cultural”, cuando
los trotskistas fueron acusados de “agentes de la CIA”. Semejante estigma da
lugar a una situación en extremo paradójica: la fracción más decidida de la
revolución mundial es también la más perseguida. En este curso, los resistentes
se diversifican por tiempos, rupturas, liderazgos diversos…A un legado harto
complejo cuya principal característica será una suma de “verdaderos
trotskismos”, una suerte de maldición
que su mayor patología y que obliga a distinguir entre una mayoría y un sin fin
de minorías, en las que no faltan ni gestas militantes ni militantes
emblemáticos como podía ser el caso de Ken Loach, de lejos el “trotskista” más
reconocido de la historia, y seguramente también es de los menos sectarios. O
sea no el virus del “trotskista auténtico”, “más auténtico que los demás” no le
afectó más allá de las anécdotas que ya he contado en otro artículo, Ken Loach y el trotskismo. También lo he tratado en otro, De cuando Vanessa Redgrave era trotskista.
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