Joan Colomar y todo lo demás
Desde la Falange al FLP. Entre los diferentes militantes que traté de
cerca, Juan Colomar Albejar (Mallorca, 1941-Valladolid, 2011) fue el más
influyente, al menos hasta 1977. Se le conoció por diversos “noms de guerre”: era “Puig”,
“Roberto”, “Salva”, pero en los círculos más afines, era el Carapalo,
seguramente porque esta era una manera de señalar a alguien con sus
características: cara alargada y severa, un rostro impenetrable que asistía
impávido a los más encendidos debates. A veces, podía parecer que no le
afectaba nada, aunque es obvio que no podía ser así. En
más de una ocasión
pregunté si el apodo podía entenderse como un homenaje al inconmensurable
Búster Keaton llamado “Carapalo”, por el
público de su época y con el que se le podía hallar cierto parecido facial. Quizás
había algo de homenaje cinéfilo considerando que en los años sesenta se
reestrenó El maquinista de la General (The General, USA, 1926),
pero nadie sabía a ciencia cierta si existía alguna relación.
Colomar fue un personaje destacado
en la clandestinidad antifranquista más radical de la segunda mitad de los años
sesenta y durante buena parte de los setenta.
Últimamente, a raíz de su
fallecimiento, se han publicado algunos testimonios sobre una biografía de la
que se sabía muy poco, hasta el punto de que existieron confusiones sobre su
verdadero nombre entre gente que presumía de conocerlo bien.
Juan Colomar, a pesar de ser de
familia de escasos recursos económicos,
cursó el bachillerato en un colegio de La Salle, en Palma de Mallorca,
merced a las becas que obtenía por sus excelentes calificaciones académicas. A
estas altas puntuaciones seguramente no fue ajena su filiación falangista, para
nada excepcional en la época.
Se trasladó a Barcelona en
1960, se matriculó en la
Facultad de Derecho y residió en el colegio mayor San Jorge,
administrado entonces por el SEU, siempre como becario. Los que lo conocieron
en la Facultad
de Derecho, lo recuerdan con camisa azul y repartiendo propaganda de las
Falanges Universitarias. Se sabe que participó en algunas algarabías propias
del momento, por ejemplo protestando
contra el profesorado que no se ponía el uniforme y cosas así. No pasó mucho
tiempo para que estas cosas fuesen contadas como meras travesuras juveniles, si
bien todo indica que mantuvo diversas amistades que siguieron vivas.
Años antes de morir, Colomar contó
al historiador García Alcalá (1), que
había militado en la “Falange Universitaria” aunque no debió de ser por mucho
tiempo ya que se abrió pronto “a la
radicalización y la ruptura con Falange por nuestro ateísmo y por influencia de
Nietzsche”. Y precisa que “siempre habíamos sido más jonsistas que falangistas,
más ligados a Ledesma Ramos que a José Antonio, matices que poco importaban
entre los antifascistas que, para más INRI, pudieron leer una información del
escritor e historiador francés Max Gallo sobre como el segundo trabajó al
servicio de Mussolini. A partir de entonces empezamos a trabajar en las
fábricas y en la universidad, donde conseguimos algunos delegados” (2001; 200).
“A partir de entonces”, el colectivo evolucionó hacia la izquierda radical y se inició en las lecturas marxistas.
Colomar solía hablar de todo esto
con cierta sorna aunque pienso que a veces cedía a la tentación de exagerar su
implicación. Quien más solía hablar de estas historias era Juan José Espada, una de las leyendas de la Liga que era conocido como “el
Fatxa”, igualmente mallorquín. Éste no tenía el más mínimo problema ni con el
apodo ni con la procedencia. Es más, cuando alguien se mostraba capcioso, “El
Fatxa” tenía a mano una respuesta rápida…que ahora era tanto más antifascista como el
primero, ¿qué pasa?, ¿tenéis algo que alegar?, ¿te parece poco mérito pasar
desde el fascismo a ser un líder revolucionario como la copa de un pino?, ¿es
que tú eres de noble cuna revolucionaria?
No parece que Juan tuviera problemas
en la Universidad
donde el ambiente se fue haciendo más liberal. Su primera compañera, Meritxell
Josa, que a principios de los años sesenta estudió Común de Ciencias y después
Farmacia en la “Central”, no recuerda haber visto a ningún profesor con “camisa
azul” lo que al parecer, hasta hacía poco era de los más habitual. En la
facultad de Derecho, los catedráticos eran personas de talante democrático y
entre ellos cita a Manuel Jiménez de Parga, de que mediáticamente podía
resultar representativa la revista Destino,
referente de cierta oposición moderada en que éste escribía.
Aunque la agitación universitaria
databa al menos de la época de la legendaria huelga de tranvías en Barcelona,
no sería hasta los sesenta que se iría haciendo cada vez más imparable.
Al final de la década, sobre todo
desde el mayo francés, su complicidad con el movimiento obrero se haría cada
vez mayor gracias a huelgas como la de Laminados Bandas en Frío Echevarri, la huelga más larga en el franquismo
(del 30 -10- 1966 hasta el 20-5-1967) sobre la que se publicó un
apasionante libro que tuvo una gran difusión clandestina, otro ejemplo
impactante fue la huelga de la
Harry Walker, ocurrida en Barcelona durante el mes de
diciembre de 1970 hasta febrero de 1971, dos de los muchos capítulos ignorados
o “minorizados” por parte de la historia oficial instaurada desde el 23-F.
Luchas que tuvieron una influencia decisiva en el “descubrimiento” del
movimiento obrero por parte del estudiantado y de sectores de la
intelectualidad que se hicieron notar en casi todos los ámbitos de la cultura,
desde la música hasta las editoriales dando lugar a un ambiente de rechazo cada
vez más generalizado incluso en la calle.
La suya, por lo tanto, es una
evolución que marcha en consonancia con la época. Colomar había dejado la Falange al frente de un
grupo de afines que adopta el marxista aunque por la puerta de las disidencias.
Quizás fue por eso, que cuando se entrevistó con Manuel Sacristán, a la sazón el intelectual más reputado del
PSUC y que tenía su propio proyecto de reformas internas en el partido. Seguro
que aquella fue una larga conversación durante la cual Juan expresó su manojo de
inquietudes, lo que explica que, muy sagazmente, Sacristán, a sabiendas que el
suyo no era precisamente un partido abierto, le recomendara ingresar en el FLP, lo cual no era
para nada desencaminado. De haber ingresado en el PSUC, Colomar no habría haber podido hacer lo que
más le gustaba: debatir a tumba abierta y desplegar todo su repertorio
argumental plegado de citas y de fuerza.
En resumen, se trataba de un lugar
que parecía hecho a la medida de nuestro hombre. De ahí que no tardó mucho en
convertirse en un personaje destacado de FLP (Frente de Liberación Popular),
sus miembros eran conocido como los “felipes”.
En Cataluña funcionaba el Front Obrer de Catalunya, FOC, fuego en la lengua de
Salvador Espriu tan celebrado entonces.
Se trataba de una organización
nueva, surgida a finales de los años
cincuenta de mano de una generación ajena a las disputas de las izquierdas tradicionales
de la República
y la guerra, que no se reconocía en las antiguas batallas sino en las nuevas,
que nacía a la militancia abierta a los nuevos parámetros de un presente que cuestionaba el mundo de los
padres. Más influenciada por los nuevos aires que soplaban desde el
“tercermundismo” (la Cuba
castrista, la Argelia del FLN, el
Vietnam del Vietcong) que por una historia que tenía mucho de mítica. Igualmente
resultaba ajena al anticomunismo que se extendía hasta buena parte de la
oposición, pero su ideario y sus métodos marchaban en una dirección distinta a la del estalinismo
en crisis desde 1956 (XX Congreso del PCUS, revolución húngara, crecientes
disidencias en los partidos comunistas)
El trayecto generacional de Colomar encaja
como una pieza fundamental en la evolución del grupo. Su principal
animador en sus primeros tiempos,
el singular diplomático Julio Cerón,
distinguió tres etapas diferenciados en una famoso artículo aparecido en “Ruedo
Ibérico”, una empresa editorial que causaba pesadilla en el régimen, que se
movía en un área no muy distante a la
del FLP y que se hacía notar con una fuerte presencia en las firmas.
Cerón encontraba una continuidad en
las dos primeras (1958-1959, 1960-1965), que estuvieron marcadas más por la
fuerte personalidad de sus integrantes que tuvieron la osadía de iniciar una
aventura incierta en que por una
coherencia política.
En 1965, comienza una tercera fase
en la que los principales referentes son el tercermundismo (Che, Frantz Fanon, la Tricontinental, etc.),
y los socialismos izquierdistas de André Gorz, el luxemburguista italiano Lelio
Basso y por supuesto, Ernest Mandel.
Se leían y se pasaban obras que
estaban a la hora de los debates socialistas más inconformistas que aparecían
en editoriales de nuevo cuño como Nova Terra, Fontanella o Edició de Materials,
todas de procedencia cristiana. Se debatía sobre “las estrategias del camino al
socialismo”, sobre los problemas del cambio social que por entonces parecían
mucho más al alcance de la mano que en el presente.
Será el último “Felipe”, en el que
“Puig” aparece como opositor a la generación anterior y como representante de
una corriente radicalizada por la creciente presencia de una generación que
ronda los veinte años, de obreros y estudiantes en buena medida procedentes de
familias que no han sido castigadas como republicanas y de formación católica
de base. No fue por casualidad que las actividades del FOC en dirección a las
Juventudes Obreras Católicas que por entonces comenzaron a afiliarse en tropel
a las Comisiones, estuviesen a cargo de Colomar con la complicidad de Joan
Font, alias “El Tarta”, al que conocí en la UEC de Coll-Blanch, que actuaba como responsable en nombre del
FOC. Por aquel tiempo, Juan también
impartió diversos cursillos de formación orientados hacia este sector que iba a
jugar un papel determinante en el desbordamiento de las Comisiones de los
“refor(mistas)” o sea afines al PSUC.
Aunque décadas más tarde, hablando
con García Alcalá, Juan citará a los “católicos” como un referente de
izquierda blanda, estaba ofreciendo una visión distorsionada de los hechos. Por
entonces, el propio Colomar apostaba por una “infiltración” en la Compañía de Jesús,
concretamente, en el seminario de Sant Cugat, de tal manera que pudo
decir: “sacamos de allí unos cuadros
valiosísimos”.
Colomar fue un habitual de un
círculo católico como lo era el Forum Vergés, una entidad promovida por los Jesuitas de
Cataluña y por las antiguas Congregaciones Marianas entre los años 1960 y 1980.
Su sede de la calle Rosellón, esquina Balmes, tuvo una importante repercusión
en la vida social y cultural barcelonesa de entonces. Recuerdo que el primer
acto informativo al que asistí sobre la guerra del Vietnam tuvo lugar allí, y
fue planteado como una pieza teatral con actores que actuaban desde el público
representando opiniones distintas. En el Forum era raro no encontrar a Colomar,
aunque más raro era que no dijera nada.
Añadir leyenda |
Fue en este mundillo donde traté
directamente con la pareja, con la
coincidí en grupo en el curso del Primero de Mayo de 1967, un momento especial
que permitió una conversación intensa sobre lo que la ocasión representaba.
Después varias manifestaciones
pacíficas en el centro de Barcelona en las que muchos pudimos comprobar como
las gastaba la policía, el PSUC y Comisiones habían organizado una
concentración pacífica en Torre Baró, perteneciente al distrito
de Nou Barris de Barcelona, en una zona
arbolada a la que todavía no habían llegado las grúas. Aquellos métodos no nos
convencían, no creíamos que las “manis” pudieran llevarse así, tan buenamente.
Colomar no solamente compartía esta crítica, es más, argumentaba brillantemente
en la necesidad de una autodefensa. Expresaba apasionadamente la necesidad de
actuar de otra manera frente a la policía que golpeaba y detenía a la gente sin
el menor miramiento…Años más tarde supe que aquel día Meritxell acabó siendo detenida junto con
otros militantes del FOC como Arturo Van den Eyden, más tarde máximo líder del
PORE, amén de otros militantes de CCOO y del PSUC. Los demás
escapamos masticando nuestra mala uva, y por lo tanto dispuestos a buscar otras vías diferentes a la “del Partido” o
sea del PSUC.
Todo esto conectaba
plenamente con las ideas que Colomar estaba defendiendo en el seno del FOC en
un debate que igualmente se estaba dando en otros lugares del Estado. Una
situación similar se daría en la manifestación del 27 de octubre del mismo año,
cuando la policía golpeó ferozmente a unos manifestantes que no ofrecían
resistencia. El rechazo a este pacifismo se tradujo en un texto interno en el
que se apostaba por responder a la policía y que, según todos los
indicios, fue escrito por el propio
Colomar. Esta era –decía- la mejor manera de neutralizar nuestro propio miedo.
En este tiempo, Juan era el rostro de una apuesta por la
izquierda a la crisis que sacudía el FOC, un liderazgo especialmente en
oposición a los que más tarde definiría como
“una colección de socialdemócratas, católicos y burgueses”, un menosprecio
que mantenía vivo en el tiempo. .
Lo cierto es que por
entonces tuvo
lugar una diferenciación interna dentro de la cual, un sector de “notables”
compuesto por una “vieja guardia” en la que se citarán algunos personajes que
serán más tarde clave en la política institucional como Miquel Roca i Junyet
(1940), “alma mater” de la millonaria y fracasada aventura del Partido
Reformista y por estos días, palaciego abogado de la infanta en el caso Noos o
Pascual Maragall (1941), alcalde de Barcelona y presidente de la Generalitat
catalana, que inició por entonces un proceso que les llevaría hacia una lectura
de izquierda de la socialdemocracia, convergiendo en este terreno con los
llamados “músicos”, que era como se denominaba a los componentes del “Moviment
Socialista de Catalunya”, alineados teóricamente con la izquierda socialista
europea y distantes de cualquier forma de activismo. Todos ellos mantendrán una
enconada antipatía hacia “el abogado
Colomar” por haber acabado con el “viejo” FLP
En este conflicto de tendencias en
el FOC, Juan tuvo otros adversarios que
no podían ser tachados de “socialdemócratas” ni mucho menos. Entre ellos
destacaron dos militantes obreros bastante destacados”, ambos ligados a las JOC,
y para nada asimilables a posiciones más moderadas. Uno fue trabajador del metal, uno de los líderes de la huelga de Harry
Walker, y el otro, Juan Antonio Díaz Valcárcel (1935-1985), que jugó un
significado papel en la creación de CCOO en Barcelona. Ambos esbozaron una
cierta crítica en lo que sería un debate teórico más bien frustrado.
Murcia se mostró fascinado por la
crítica al leninismo estrecho que aparecía en los primeros capítulos de la
biografía (incompleta) que Trotsky escribió sobre Stalin, en especial en las páginas en las que vaticinaba
que la lógica leninista comportaba una perversión llamada “sustituísmo”. Murcia
citaba una frase célebre de Trotsky en la que acusaba a los bolcheviques de
imponer una lógica en la que el Comité Central (CC) sustituía al partido, el
Comité Ejecutivo (CE) lo hacía con el CC y, finalmente, era el secretario
general el que se apoderaba del partido, un proceso que patentó Stalin y que
encajaba como un guante en lo que acabaría haciendo Santiago Carrillo en el
PCE.
A Manuel, que estaba muy pagado de
su ilustración y desdeñaba los apodos, le gustaba presentarse a sí mismo con
nombre y apellidos, añadiendo “militante obrero”, algo que causaba estupor
entre los que creían que cualquier precaución era poca. Su horizonte (1967), se
ubicaba en teoría en el primer Trotsky
más Rosa Luxemburgo, sin embargo, luego evolucionó hacia el PSC. Manuel mantuvo
una relación estrecha con algunos expoumistas como Pere Pagès alias Víctor Alba
lo cual significaba lisa y llanamente ser acusado de “agente de la CIA”, una acusación muy de la
época
Mucho más interesante era Díaz que
fue uno de los impulsores de las Plataformas Anticapitalistas, propugnando un
sindicalismo asambleario con una fuerte crítica al reformismo sindical. Ingresó
en la CNT en 1975
cuando este sindicato aún estaba bajo mínimos y fue autor de un adelantado
ensayo biográfico sobre Rosa Luxemburgo así como de elaborados análisis
críticos de signo libertario de las opciones políticas y sindicales de la
época, Luchas internas en Comisiones Obreras (Ed. Bruguera, 1977)
Pero ninguno de los dos tenía perfil
de líder, ni un pensamiento suficientemente fuerte como para estructurar una
propuesta elaborada en consonancia con la revolución que se veía venir. Más
tarde, Juan Antonio evolucionó hacia el anarcosindicalismo y escribió diversos
ensayos de interés, uno de ellos, la primera biografía en castellano de Rosa
Luxemburgo y Entre el fraude y la
esperanza, una “crítica a la izquierda autoritaria” que fue publicada –nada
menos- que por Ruedo Ibérico y en la que entendía el trotskismo -representado
por Colomar- como la expresión de una pequeña burguesía radicalizada en ruptura
con los parámetros paternos.
Sin duda había algo de eso, pero,
primero, el retrato era extensible a no importa que otra corriente radical y
segundo, habían más cosas, por ejemplo, entre nosotros la libertad de tendencia
e incluso de fracción permaneció estrictamente regulada y los debates eran a
veces encarnizados, lo que me atrevo a afirmar que no era usual en otras
partes, incluyendo la libertaria que por aquel tiempo aparecía como
marcadamente individualista. Y, aunque era verdad que al principio la composición social era de
procedencia universitaria (lo cual no quiere decir que fuese acomodada, el
propio Colomar provenía de una familia pobre), la presencia de la juventud
obrera que poco a poco se fue haciendo mayoritaria.
Desde luego, entonces nadie discutía
la centralidad de la clase trabajadora organizada. Se hacía evidente el
incremento de la conflictividad obrera, en especial a las concentraciones y
manifestaciones de huelguistas en espacios públicos se hicieron cada vez más
comunes, Los datos son claros: en 1973 y 1974 se alcanzaron nuevos máximos de
huelgas, huelguistas y horas de trabajo perdidas. En 1973 hubo 811 conflictos,
con 441.042 trabajadores participantes y 11.120.251 horas de trabajo perdidas;
en 1974 el número de conflictos alcanzó los 1.193, con 625.971 huelguistas y 18.188.895
horas de trabajo perdidas…
Te encontrabas con manifestaciones
obreras en Las Ramblas, pero también por la calles de la barriada. Como no
podía ser menos, el régimen a respondió con un recrudecimiento de la violencia
policial, con “grises” como los llamados “de Valladolid”, que peinaban las
Ramblas de Barcelona arrasando con todo lo que cogían por medio. Maltratando a
la gente, sobre todo a los que tenían “mala pinta”. En las empresas esto se
tradujo en incidentes muy graves, con trabajadores heridos e incluso muertos,
habitualmente por supuestos “disparos al aire” efectuados por la Policía Armada, una
tensión en la que nosotros veíamos la hydra de la revolución.
Hablar entonces con Colomar era
hacerlo de todas estas cosas y más, pero con la particularidad de que él
trataba de desarrollar una visión “total”, “de conjunto”, articulada como una
propuesta en la que cada pieza encajaba. No en vano era como nuestro “hermano
mayor”.
En tu artículo detecto una ridícula y malintencionada majadería: "A estas altas puntuaciones [en el bachillerato cursado en el colegio De La Salle en Palma de Malorca] seguramente no fue ajena su filiación falangista, para nada excepcional en la época" (SIC).
ResponderEliminarJuan Colomar no precisó jamás, en ninguna etapa de su vida, muletas políticas y/o familiares para destacar intelectualmente y obtener en el bachillerato y en la Universidad calificaciones de excelencia.
Cuando a finales de los años 80 se presentó a oposiciones libres para ocupar plaza como tecnico superior en el Ayuntamiento de Barcelona, obtuvo el núnero uno.
No sé de dónde has sacado, quién te ha contado, que Juan Colomar "participó en algunas algarabías propias del momento, por ejemplo protestando contra el profesorado que no se ponía el uniforme y cosas así" (SIC).
Eso es falso de toda falsedad.
En el año 1960, cuando Juan Colomar se matriculó en Derecho de la Universidad Central de Barcelona, el SEU ya había ido desalojado de la Facultad y el local que ocupaba en la misma había sido ya tomado por un incipiente sindicato "libre", y lo de los cátedros y profesores con camisa azul, era algo usual o propio de los años 40 y, en menor medida, de la primera mitad de los 50.
Sí es cierto que en 1960, en el primer curso de Derecho, Colomar y dos o tres estudiantes más, eran miembros de las "Falanges Universitarias (FF.UU.)" y cuando se publicaba su panfleto, llamado "PUNTAL", lo repartían a la entrada de la Facultad y llevaban camisa azul.
Ya en el curso siguiente, las FF.UU. entraron en crisis y se disolvieron, hecho éste en el que el protagonismo de Juan Colomar fue decisivo, y Juan Colomar, junto a Juanjo Espada y yo mismo, iniciamos una "reconversión" política sobre la que no me extenderé, que explico en la publicación de Luis Roca Jusmet "Materiales para pensar" y a la que me remito: (http://luisroca 13.blogspot.com/search/label/JUAN%20COLOMAR).
Por último, te equivocas, estás mal informado y conociste muy superficialmente a Juanjo Espada, cuando dices que era “igualmente mallorquín" (SIC).
Pues no. Espada, (con nombre de guerra 'El Facha'), nació en Barcelona, era de familia humilde, y hasta que se casó, vivió (con su madre y su abuelo -un anciano que yo llegué a conocer, de larga barba blanquísima ¡que era "de los últimos de Filipinas!-) en un viejo piso de una casa de la calle Conde del Asalto en cuyos bajos había un cine (de cuyo nombre no me acuerdo). Como anécdota te doré que cuando le preguntaban a Espada dónde vivía, contestaba invariablemente: “En la calle Conde del Asalto, frente al Palacio Güell”, porque así era: el portal de su casa estaba justo enfrente del casoplón modernista. Juan Colomar, Juanjo Espada y yo mismo, mantuvimos una estrechísima y constante amistad personal desde que nos conocimos en la Universidad hasta que uno y otro , tempranamente, fallecieron. Juanjo, además, siguió a Colomar en su iter político desde 1960 hasta 19768, en que fue encarcelado con la acusación de depósito de armas, de la que salió libre (como Eva Forest, por ejemplo) por la amnistía. Yo participé activamente en la creación del grupo nucleado por Colomar en el Colegio Mayor San Jorge y aunque por mi amistad y relación personal con ambos, me mantuve al corriente de las vicisitudes de su trayectoria política, sólo milité en la LC desde 1974 a 1979. Mi actividad se se desarrollaba en el frented e barrios. Fui secretario de la “Soci” del Poble Sec, donde, por cierto, también estaba Kiryl Pavlovski, militante de la LCR, . Los camaradas de Barrios nos reuníamos en un local de Pubilla Casas, en Hospitalet.. Allí nos conocimos.
Me siento muy afortunado por haber tenido el privilegio de conocer y ser amigo de dos personas extraordinarias, fuera de lo común y tan distintas entre sí, como fueron Juan Colomar Albajar y Juan José Espada Ruiz, ambos de imborrable memoria.