sábado, 18 de junio de 2016

LA PATAGONIA REBELDE. UNA DE LAS MEJORES PELÍCULAS SOBRE EL ANARQUISMO

 
  (Argentina, 1974), UNA DE LAS MEJORES PELÍCULAS SOBRE EL ANARQUISMO

Resultado de imagen de la patagonia rebeldeSeguramente la mejor (y más completa) evocación que jamás se haya hecho sobre un episodio de la historia libertaria sea La Patagonia rebelde de Héctor Oliveras, con guión de Osvaldo Bayer y Fernando Ayala partiendo de la obra literaria de Bayer, es por las circunstancias que le rodearon, casi un milagro del cine, una de las películas más singulares jamás hecha tanto por el tema que evoca, como por las circunstancias en que fue rodada y estrenada, o sea al borde del abismo. Es una película que, además, ha inspirado otras, sobre todo de tipo documental. Nada de ello habría sido posible sin el trabajo de investigación y de la recia personalidad de Bayer.
Además,  es uno de los pocos casos de exaltación anarquista militante que ha ofrecido el cine a lo largo de su historia. Se trata de un obra de
reparación histórica cuya honestidad no deja espacio para ningún otro final que no sea la constatación de una represión que explica bastante el final del anarquismo en Argentina, uno de los países donde gozó de mayor arraigo, una irreversibilidad que resultaría por –así decirlo- remachada por una reedición represiva, esta vez a escala nacional, la misma que cerrará el proceso de libertades y agitación democracia en el que inserta la propia producción la película. Su historia es la siguiente: “...Los huelguistas eran trabajadores de la lana. Exigían cien pesos por mes, que las instrucciones del botiquín estuvieran en castellano y no en inglés, que se les diera un paquete de velas por mes para iluminarse de noche, y otras pequeñeces. El año anterior, el teniente coronel Zavala había venido y firmado el primer convenio rural de la Patagonia, aceptando el petitorio de la gente de la tierra. Pero el convenio no fue cumplido en nada por los patrones. Y las peonadas volvieron a dejar el trabajo y a formar emblemáticas columnas exigiendo justicia; columnas que recorrían el interminable horizonte de las tierras frías pobladas de animales de blanca lana.
Resultado de imagen de la patagonia rebeldeEs aquí donde se produce el derrumbamiento de toda moral, de toda irracionalidad, del más mínimo principio de ética. Zavala vuelve con su Décimo de Caballería y en vez de castigar a los estancieros que no habían cumplido, fusila concienzudamente a las peonadas, por huelguistas. No hay escapatoria, todo huelguista sea gaucho, chilote o anarquista europeo es castigado duramente y luego fusilado. Sin juicio ni acta. Por orden del comandante. Santa Cruz quedará para siempre con montículos llenos de muertos. Las llamadas tumbas masivas. Ahí permanecerán para siempre, en el silencio del desierto y de las cobardías humanas. Nadie hablará. Sólo en voz baja. Ni los salesianos las marcarán con una cruz de palo ni nunca una mano de mujer colocará una flor. Los gauchos vuelven al corazón de la tierra. Esta es tierra de obediencias debidas. De fusilamiento y desaparición. Las ovejas son para los ingleses y para los señores de las sociedades rurales. Y nada más. Ese es el orden establecido. A los cuales jamás una jeta de negro vendrá a imponerles algo. La comunidad británica de Santa Cruz despedirá al comandante con un emocionado `porque eres un buen camarada. Hay lágrimas en esos hombres gordos y colorados. El comandante ha cumplido con las órdenes de la Casa Rosada. ¿O no?”.
Aquella fue una huelga épica. Verdaderamente “fantástica” para quienes desconocemos la amplitud de los espacios patagónicos, espacios de los que oímos hablar en los “westerns”,  los mismos que los gauchos recorrían para levantar al pueblo. El alcance de la camaradería no lo era menos, los anarquistas que habían creado teatros y bibliotecas, que iban por las estancias (por lo general en manos de propietarios británicos) para formar columnas de peones que recorrían los grandes espacios patagónicos para extender la huelga, todo por unas exigencias alumbradas por el ideal –el camino hacia otra sociedad-, pero que hoy asombran por su modestia. Estaban muy influenciados por el anarquismo italiano y español, de ahí que algunos de sus miembros más significativos fueron españoles, como el teoricista soñador Grañas, impertérrito en su buena fe. Como José Font, Alias Falcón (Federico Luppi), o Antonio Soto, que tiene dedicada una calle en El Ferrol... Fue un momento especial  en la historia de la lucha social, una gesta sobre la que la gente no quería ni oír hablar,  por ignorancia o miedo o porque no había que “resucitar rencores”.
Llevar a cabo la empresa de rodar esta película fue en sí misma una aventura. El producto del extraordinario esfuerzo de un equipo que creyó en el proyecto, La Patagonia..., consiguió llegar a los cines el 2 de abril de 1974 desafiando a las autoridades, y el impacto fue enorme en un momento de efervescencia social, cuando este tipo de cine gozaba de la predilección del público como mostraría el alegato documental de Fernando Solanas, La hora de los hornos (1971), título inspirado en un célebre poema de José Marti citado por el Che”: “Es la hora de los hornos y solo se ha de ver la luz”. Un vibrante alegato antiimperialista ahora complementado con otros como Memoria del saqueo o La dignidad de los nadies...Por su parte, la CGT no quiso hacer ningún comentario, era demasiado el contraste entre aquel sindicalismo y el que ellos representaban, también se dio la curiosidad de que la única crítica adversa fue la del diario Noticias, afín a los montoneros, o sea de la extrema izquierda peronista  (Por su lado, el otro grupo armado, el ERP de Santucho, que se había desplazado desde el trotskismo al castrismo, había adoptado como “libro de cabecera” la biografía del “anarquista expropiador” Severino di Giovanni, escrita por el propio Bayer). 
Resultado de imagen de la patagonia rebeldeHabía sido producida en un momento de efervescencia democrática y social por Aries Films, animada por el también realizador Fernando Ayala, el irregular director de obras socialmente incisivas como El jefe (1959), y de El candidato, una dura crítica al populismo de la burguesía, junto con Héctor Olivera, un cineasta cuya trayectoria iniciada en 1967, no parecía sin embargo estar llamada a pasar de estos ejemplos que iban quedando atrás. Con La Patagonia rebelde, Ayala ganó un Oso de Plata en el Festival de Berlín de 1974, galardón que repetiría una década más tarde repetiría idéntico premio con la vitriólica No habrá más penas ni olvido, basada en la una novela de Osvaldo Soriano que describe en clave de farsa un enloquecido enfrentamiento entre diferentes fracciones peronistas. El guión de La Patagonia... corrió a cargo de Bayer y de Olivera.  que idearon un comienzo por el final, o sea dejando claro que, la justicia se cumplía y que el comandante Zavala (Héctor Alterio), el principal responsable de la masacre de los trabajadores acababa ajusticiado, escena que, cabe suponer, pondría los pelos de punta a la jerarquía militar que desde la sombra trataba de obstaculizar el es­treno del film, y que se aprestaba a matar por la patria tras recibir la debida justificación de las otras jerarquías, la financiera, y la eclesiástica, por supuesto. No era por casualidad que el comandante mostraba el mismo código que los “milicos”: “Podrán decir que fui un militar sanguinario, pero nunca podrán decir que fui un militar desobediente”. 
Resultado de imagen de la patagonia rebeldeDesde el principio queda claro que La Patagonia... asume con toda las consecuencias su significado épico y militante que comienza significativamente por el final, con la ejecución en la calle, del Teniente Coronel Zavala. Toda la historia que se cuenta a continuación es un flash-back que nos explicará las múltiples razones por las que Zavala acaba abatido a tiros junto al portal de su casa...A continuación, la trama se articu­la en función de las dos expediciones que Za­vala realiza al lugar de las luchas. En la primera, con las únicas órdenes de cumplir con su deber, y pese a que los estancieros y el Gobernador del Estado le consideraban su aliado natural", Zavala trata de enterarse de la verdadera si­tuación, y fuerza la firma del convenio que pondrá fin a la huelga declarada por el sindica­to anarquista que agrupa a los trabajadores. El segundo viaje de Zavala es totalmente distin­to: posee órdenes del ministro de acabar con los rebeldes, y como afirma él mismo "no le temblará la mano” e incluso utilizará el recuerdo de su pri­mer viaje para poder aniquilar a los huelguistas “manu militari”, a sabiendas que tiene garantizada la impunidad. Demostraba nuevamente que los poderosos dominaban los resortes fundamentales del Estado, que controlaban el aparato económico y jurídico, y que tenían a su servicio “las bandas armadas”, lo mismo que tenían a la iglesia. El éxito fue enorme y contribuyó todavía más a la difusión de la obra de Bayer. Ni que decir tiene que la práctica totalidad del equipo tuvo que exiliarse, y que el golpe militar (con programa neoliberal) acabó drásticamente con su difusión.       
Resultado de imagen de la patagonia rebeldeCon esta reconstrucción, el cine hacía llegar al pueblo llano la denuncia de la manipulación de la “memoria histórica” que hasta entonces habían impuesto las clases dirigentes...En esta película, Olivera se superó a sí mismo evitando en todo momento que el film cayera en el panfleto, dando el mayor realce posible a unos personajes que se hacen inolvidables, y cuyas palabras se han quedado en la memoria de otros luchadores. La cámara se ha limitado a explici­tar los hilos que mueven la historia, y a desve­lar sin necesidad de subrayados las “razones” de los responsables que se ocultan tras unas deci­siones en las que Zavala acaba siendo el brazo ejecutor. Su carácter “constructivo” se despende de la actuación verificada de un conjunto de personajes, militantes de cuerpo entero con sus peculiaridades humanas que convencen por la extrema consecuencia con su ideal, un ideal anunciado al principio y que –inexorablemente- queda apartado de la vida por las balas. El final es pues, dolorosamente pesimista, no hay más espacio para la esperanza que la fuga de Antonio Soto, que consiguió marchar a Chile, y que se mantuvo consecuente, tanto es así que en 1936 trató de regresar a España para tomar las armas contra la sublevación militar-fascista,  aunque su salud no se lo permitió. Lo único que se permite es –como ya hemos indicado- comenzar por el final, por la ejecución del verdugo que resulta una evidente exaltación del "sagrado derecho de matar al tirano".
Resultado de imagen de la patagonia rebeldeEsta gesta “terrorista” -magníficamente filmada-, corrió a cargo del hermano de uno de los fusilados,  Kurt Gustav Wickens, al que Bayer describe como “el prototipo de anarquista duro, él espera que se haga justicia y no se hace, entonces habla del derecho a matar al tirano, que ya era cosa de los estoicos griegos y que los anarquistas toman a pecho”, esto a pesar de que con anterioridad se había manifestado como un pacifista. Lo hace sólo, disparándole primero y tirándole luego una bomba “que expresaba la explosión de ira del pueblo”. Una ira que el cine nos ha transmitido al cabo de los tiempos, y más allá de las fronteras gracias a una película que aunque gozó de una cierta leyenda -que se dio a conocer en el festival de San Sebastián-,  tardó unos cuantos años en estrenarse.

Anexo Making Off

Los distintos gobiernos no tenían interés en dilucidar un asunto en el que podía establecerse responsabilidades a alto nivel y conllevar el desprestigio del ejército (“que para eso estaba”, según la derecha y los grandes propietarios), por su parte los socialistas se atuvieron a reclamar sus informes propios de una “democracia”, por entonces el partido comunista acababa de nacer, así es que “obediencia debida”, y ya está, la Justicia no se enteró. Solamente los anarquistas clamaron por las justicia, pero pasó el tiempo y todo se fue borrando, ningún juez, ningún historiador. Todavía hoy, tampoco se ha hecho nada, y eso que el actual presidente de la nación, el dudoso “reformista” Nestor Kirchner que cuando se rodó la película era un joven peronista combativo, y tomó parte en el rodaje como extra, portando una bandera roja del sindicalismo como uno de los componentes en una manifestación obrera.  Eso sí, cuanto menos quedan la obra de Osvaldo Bayer y la película.
Bayer que se considera un “intelectual independiente” que sigue creyendo “en el anarquismo como socialismo en libertad”, llevó a cabo un empeño personal de años y de verdadero Sherlock Holmes, investigando desde 1968 pacientemente entre los supervivientes y sus familiares (y entre los propios soldados,  hurgando por todas las pistas (algunas ciertamente impresionantes, otras terribles, como la de algunos sicarios que no se arrepentían de nada), una fuentes sobre las que el autor desprenderá una minuciosa descripción en cuatro volúmenes (editados por Planeta en Argentina pero no distribuidos en España) en los que se reconoce fehacientemente la deuda contraída por el movimiento obrero argentino con la FORA, la gran central obrera anarcosindicalista fundada en 1901 que en 1905 estableció (V Congreso) expresamente una declaración de “principios económicos y filosóficos del comunismo libertario”, aunque diez años más tarde (IX Congreso), una mayoría sindicalista revolucionaria abogó (como la IWW norteamericana) por la coexistencia con los socialistas, y luego con los comunistas.
Una suma de obstáculos que acabó provocando una decadencia que, a finales de los años 20, comenzara a acelerarse. También hay sectores como los autodenominados “Comandos Rojos” que la película describe como provocadores que no se diferencian de los pistoleros, menospreciando los consejos militantes (dicen que los anarquistas “aparecen curas”). Bayer llegará a atribuir dicha decadencia “en primer lugar”  a  la influencia negativa de “los anarquistas expropiadotes. La gente se asustó”. También sucedía en su opinión que los anarquistas “hacían huelgas y triunfaban, pero los convenios los firmaban los socialistas porque los anarquistas no trataban con el gobierno (...) los denominados sindicalistas libres que no querían hacer política en el sindicato”. “Finalmente, está el peronismo. Es la nueva clase. Los nuevos obreros industriales ya no venían de Europa, sino del interior”. Al final persiste un sector “que recoge el legado anarquista”,  que se mantendrá hasta el presente como sección argentina de la AIT.
Nadie hasta que el escritor argentino de origen germano, Osvaldo Bayer (Santa Fe, 1927), rebuscando entre los supervivientes y sus familiares (y entre los propios soldados, hurgando por todas las pistas (algunas ciertamente impresionantes) realizó una minuciosa investigación de los hechos medio siglo después escribió entre 1972 y 1974 su ensayo exhaustivo y conmovedor La Patagonia rebelde, cuatro volúmenes en los que reconoce la deuda del movimiento obrero argentino con la FORA, la gran central obrera anarcosindicalista fundada en 1901 que en 1905 estableció (V Congreso) expresamente una declaración de “principios económicos y filosóficos del comunismo libertario”, aunque diez años más tarde (IX Congreso), una mayoría sindicalista revolucionaria abogó (como la IWW norteamericana) por la coexistencia con los socialistas, y luego con los comunistas, dando lugar a una dinámica que, a finales de los años 20,  comenzara una acelerada decadencia que Bayer atribuye, en primer lugar  a  la influencia negativa de “los anarquistas expropiadotes. La gente se asustó”. Luego sucedía que los anarquistas “hacían huelgas y triunfaban, pero los convenios los firmaban los socialistas porque los anarquistas no trataban con el gobierno (...) los denominados sindicalistas libres que no querían hacer política en el sindicato”. “Finalmente, está el peronismo. Es la nueva clase. Los nuevos obreros industriales ya no venían de Europa, sino del interior”. Aunque persiste un sector “que recoge el legado anarquista”,  que se mantendrá hasta el presente como sección argentina de la AIT.
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Desde su edición, la obra que el propio Bayer describió como una “historia época que parece salida del realismo mágico”, un fresco ocupado por “grandes luchadores anarquistas, (por) sus sueños y sus logros”, y que sirvió para “terminar con la leyenda negra y empezar con la difusión histórica”. Aunque la edición  sufrió toda clase de obstáculos oficiales (por ejemplo, fue prohibida su “exportación”, o sea censurada de cara al exterior, en un intento de arruinar la editora), lo que empero no impidió que solamente el primer año se vendieran 200.000 ejemplares. Sus problemas fueron paralelos a los la película, rodada en el ambiente enrarecido que precede al golpe militar de 1976. Así, si bien en un principio, su rodaje fue facilitado por el gobierno del reformista Héctor Campora y en concreto por el veterano “talentoso y bonachón” Mario Soffice, (que en 1939 ya había realizado un vibrante alegato social, Prisioneros de la tierra, adaptación de varios relatos de Horacio Quiroga), que había sido nombrado director del Instituto Nacional de Cinematografía que adelantó parte de la financiación, luego todo se torció cuando Campora fue sustituido por el propio Nerón, y el cargo del departamento fue a parar a manos del yerno de López Rega, al que se atribuye la creación de la triple A, grupo parapolicial de extrema derecha de asesinos que trataba de crear el ambiente propicio para justificar un golpe de estado. En pleno rodaje, el equipo todavía conoció obstáculos de todo tipo, desde un levantamiento “milico” en la zona llamado el “navarrazo” hasta el envío de telegramas gubernamentales con los que trataban de detener su rodaje. Sin embargo, el gobierno sufría todavía diversas presiones a favor, y por su parte, el equipo había hecho suyo el proyecto de manera que respondió como únicamente podía, acelerando el rodaje. No en vano, la película podía interpretarse tanto como una vindicación como una premonición, una evidencia sobre hasta donde podía llegar el ejército. 

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