Los ojos de Jean Simmons
Fue una de las actrices
grandes pero también más discretas de su tiempo, con una trayectoria digamos
“clásica” (en blanco y negro) en la segunda mitad de los años cuarenta. Nacida
en Londres el 31 de enero de 1929, Simmons ingresó en la escuela de danza
de Aida Foster y comienza a recibir clases de arte dramático del propio
Olivier. No tenía más de quince
años cuando intervino en Give Us the Mo On(1944), de Val Guest, pero antes lo había hecho en un pequeño papel muy elogiado en The Way to the
Stars (1945), de Anthony Asquith, y muchos y
muchas la recordaran por el personaje de Stella adolescente en Cadenas rotas (1946), una de las grandes
adaptaciones que David Lean hizo de Charles Dickens en la época. Viéndola en
este papel, Laurence Olivier la eligió para ser la más inolvidable Ofelia en su
célebre Hamlet (1948)
papel por el que premio en el Festival de Venecia, y estuvo nominada al Oscar a
la Mejor Actriz.años cuando intervino en Give Us the Mo On(1944), de Val Guest, pero antes lo había hecho en un pequeño papel muy elogiado en The Way to the
Prosiguió su
carrera en Gran Bretaña en películas de cierto interés como César y Cleopatra, La isla perdida (Frank Launder, 1949), Trágica obsesión (Ralph Thomas, 1950), o Extraño suceso (1951),
del gran Terence fisher y en compañía de un jovencísimo Dirk Bogarde,
recientemente editada en DVD, y que narra una trama hitchconiana muy sugestiva
que anuncia el Fisher de la
Hammer. Nos olvidamos de una obra maestra, Narciso negro (Black
Narcisos, 1946), obra de Michael Powell y Emmerich Pressburger, en la que
interpreta a un oven y sensual nativa cuyas ganas de vivir contrasta con la
vida mortificada de unas monjas (entre ellas, Deborah Kerr) situadas en un
monasterio que parecía estar en el fin del mundo. Simultáneamente, Jean
desarrolló una importante carrera como profesional del teatro, siendo su primer
trabajo interpretativo como protagonista fue en la obra de teatro Uncle Silas,
de 1946, y le siguieron muchos otros.
Contratada por el
Hollywood en víspera del impulso del cinemascope, Jean Simmons se hizo una
actriz identificada con películas de época como Androcles y el león (una fábula
satírica de G.B. Shaw realizada por el inquieto Chester Erskine con la ayuda no
reconocida de Nicholas Ray, y que cuenta una hermosa historia animalista aunque
el film carece de vigor), pero sobre todo en “grandes espectáculos”
presuntamente piadosos como fue La túnica sagrada(The Robe, USA, 1953),
una adaptación de la demencial obra del fascistoíde Lloyd C. Douglas, que
atrajo al gran público con su despliegue de grandes efectos (parece que el
mundo se acaba cuando Jesús muere en la cruz), y en la que los primeros
cristianos romanos coetáneos del nazareno (un anacronismo histórico como un
catedral), y que tienen los rostros de Richard Burton y Jean Simmons, marchan
directamente la cielo desde la arena del circo donde les había mandado el Bush
de la época (Calígula), mientras que Demetrio (víctor Mature) pone cara
de tener mal de vientre.
Pero aquel mismo año,
Jean fue la perturbadora protagonista de Cara de ángel, una
de las mejores de Otto Preminger junto con Robert Mitchum y el gran Herbert
Marshall, un “thriller” psicológico que nos fue estrenado por aquí, de manera
que Jean siguió siendo identificada por las grandes producciones “históricas”,
estas mucho mejores que The robe, así fue la noble fiel enamorada aketonista
del insípido Edmund Purdom en Sinuhé el egipcio. Más tarde fue una insufrible Desirée (Henry
Koster, USA, 1954), al
lado de un pomposo Napoleón encarnado por el peor Marlon Brando. Se puede decir
que el ciclo de cine histórico acabó muy bien ya que Kirk douglas, el productor
de la superproducción de contenidos revolucionarios, Espartaco, se olvidó de la
primera propuesta de que la protagonista fuese una olvidada actriz alemana, y
tuvo el talento de escoger a Jean que encarnó a una Varinia que es de lo mejor
de una película tan apasionante (temáticamente) como irregular en sus
resultados. Tanto fue así que su director (suplente de Anthony Mann),
Stanley Kubrick, renegó de ella, aunque lo cierto es que su carrera no hubiera
sido la misma sin su concurso. Espartaco consagró definitivamente a Jean
Simmons. Versátil, tocó todos los géneros probablemente el mejor trabajo de
Jean Simmons fuese esta Varinia, y desde luego es el más conocido, lo cual no
quiere deir que fuese su mejor película. Estas las hizo con su segundo marido,
Richard Brooks…Perro me estoy adelantando.
Jean estuvo casada a lo
largo de los años cincuenta con Stewart Granger, quien en la primera mitad de
los años cincuenta fue el más brillante de los galanes del cine de aventuras, y
protagonistas de maravillas como Scaramouche o El prisionero de Zenda. Ambos trabajaron
juntos en algunas películas como Adán y
ella (1949), o La reina virgen,
donde ella fue nada menos que Elizabeth I, la gran enemiga de Felipe II en la
muy académica, muestra de que hasta los directores norteamericanos más
renovadores (en el caso, George Sidney, firmante de Los tres mosqueteros con Gene Kelly y de Scaramouche, su obra maestra), se convertían en
aburridos cuando rodaban en Gran Bretaña. La reina virgen quedará
como un ejemplo sobre como Hollywood miraba
la historia de Inglaterra casi como una historia sagrada. La mejor que hicieron
juntos fue Pasos en
la niebla demostró
una vez más su versatilidad al desempeñar el rol de mala de la película,
Está claro que la
época dorada de esta hermosa actriz de ojos grandes y luminosos fueron los cincuenta,
década en la que trabajó junto con Spencer Tracy en La actriz (The
Actress) en un film subestimado de George Cukor, se paseó por un “western”
extraño y espectacular al lado de Gregory Peck y Burl Ives, Horizontes de grandeza, que fue dirigida por el eficiente
William Wyler en 1958, y al lado de Rock Hudson y Burl Ives en un interesante y
reaccionario melodrama Esta tierra es mía, de Henry King, donde lo de “mía” se
refiere a un poderosos terrateniente; estuvo mejor que nadie en la comedia
musical Ellos y ellas (1955), de Joseph L.
Mankiewicz, y al lado de Brando y Sinatra, y en la que encarnó al más
desvergonzada miembro femenino del inefable Ejército de Salvación. Al año
siguiente revalidó su capacidad para la comedia destacando en una deliciosa comedia Página en blanco,
una pequeña joya que dirigió Stanley Donen y en la Jean sobresale al lado del
trío formado por Cary Grant, Deborah Kerr y Robert Mitchum.
…Si hay una parte
absolutamente inolvidable en su carera, esta se produjo con su interpretación
en Elmer
Gantry, la impresionante adaptación de la novela inmortal de
Sinclair Lewis, y que aquí fue rebautizada (y recortada por la censura) como El fuego y la palabra,
realización de 1959 de un Richard Brooks pletórico que más tarde demostraría
que se encontraba e la cima de su talento con A sangre fría, y en el punto más
alto de su indignación radical con Los
profesionales, en ambos casos con la extrema complicidad de
Burt Lancaster. A principios de los sesenta, Jean obtuvo el divorcio de un
Stewart Granger ya decadente y contrajo nuevas nupcias con Richard Brooks con
el que trabajó en un nueva obra maestra Con los
ojos cerrados, título de 1969, que le supuso la candidatura al
Oscar, y en la que, a la manera del Te querré siempre, de Roberto Rossellini-Ingrid
Bergman, ambos llevaron a cabo una penetrante y dolorosa vivisección de las
mieles y de la decadencia de la vida matrimonial tomando como ejemplo su propia
historia. Los sesenta fueron mediocres con excepción de Vivir
en la cumbre Vivir en
la cumbre (1965)
uno de sus mejores trabajos. Luego vinieron las mediocridades, y la televisión.
Se podría decir que no supo envejecer artísticamente.
Especialmente hermosa,
al lado de los galanes altos que les tocó, Jean Simmons parecía más bien bajita
en la pantalla (1,68), lo que dio lugar a algunos comentarios estúpidos como
los que se hicieron con Alan Ladd (la última vez que vi una película de éste en
Tele 5, el presentador Jesús Puente dijo que para besar a la chica se tenía que
montar en un taburete), Jean Simmons consiguió un montón de premios y murió de
un cáncer de pulmón. Pero en sus buenos tiempos, invitaba a decir aquello de
cualquier película con Jean Simmons me gusta más.
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