Entre las cosas que ya está
cambiando, y que habrá que cambiar mucho más, se encuentra la versión monárquica
de la Transición,
una mentira sobre la pienso lo siguiente:
1. La transición se planificó a la
medida de las clases dominantes (Manuel Sacristán) De entrada, no fue tan
pacífica como se ha pretendido, murió –mataron- mucha gente, sobre todo desde
el lado de la resistencia antifranquista. Los culpables, al igual que los
jerarcas del régimen, los torturadores, y Cia., siguieron en sus puestos. Pero
sobre todo porque, al final, los reformistas del franquismo consiguieron ganar
la partida que estaban perdiendo, sobre todo los empresarios a los que no les
servía el sindicato vertical, ni tan siquiera los “grises”. El “reformista
desde dentro” de Arias Navarro fracasó totalmente. Esto obligó al régimen a dar
un golpe de timón con Suárez, un “reformista hacia fuera”.
El plan de encarnado por Suárez
partía del supuesto del fracaso de Arias, y por lo mismo, abordó la “reforma”
en el sentido de entrar con las nuestras (libertad, amnistía, estatutos de
autonomías), y así recuperar la iniciativa. Libertad para recomponer el orden
(así las movilizaciones pasaron de crear “zonas de libertad” a ser acusadas de
“desestabilizar” la democracia): la amnistía sirvió (también) para
blanquear a los sicarios del régimen (cuando a la excarrilolista Pilar Bravo le
preguntaron por el ascenso de un reconocido torturador, respondió que con la
democracia todos empezamos de nuevo), y los Estatutos fueron amalgamados y
luego cercados…Esta faena fue cubierta en dos fases, la primera con Suárez que
todavía se vio obligado a hacer cosas más de izquierdas que Felipe. La segunda,
contra Suárez…Pero la iniciativa y las medidas ya estaban dictadas, la
izquierda podía jugar, pero en el campo de lo que la derecha permitía.
2. Esta maniobra tuvo un as en la
apuesta por la recomposición del PSOE, efectuada con suma inteligencia: éste se
presentó como socialista en oposición a la vulgar socialdemocracia, liderado
por gente joven y “limpia” en oposición a la “gerontocracia comunista”. El PSOE
aceptó el marco impuesto porque sus intereses eran ya electorales, por lo
tanto, opuestos a los movimientos de base. El PCE-PSUC fue el que, por su
enorme importancia. La demostró con ocasión de la matanza de Atocha,
oponiéndose a cualquier “aventura”, o sea a cualquier huelga, asumió el
papel central en la desmovilización, pensado que tenía una oportunidad similar
a la italiana para ocupar el lugar de la socialdemocracia. Esta desmovilización
fue impuesta en base a dos argumentos básicos:
-a) no se podía seguir con las
mismas movilizaciones porque ese provocaría un golpe de Estado (ese fue el gran
argumento para hacer tragar los pactos de la Moncloa), como si ese riesgo no hubiese existido
antes…
-b) ahora se trataba de una primera
etapa, una etapa para acumular fuerzas mientras se avanza con un pie en la
calle y otro en las instituciones. El pie de las instituciones desplazó
totalmente al de la calle, así los cargos se subieron al carro, y la militancia
honesta siguió su camino (desconcertada)
3. Esta nueva fase requería un nuevo
paradigma histórico. Cierto, ahora ya no podía ser tan “totalitario” como
antes; de hecho, el paradigma franquista estaba ya en ruinas.
El “nuevo régimen” no podía
reconocer la II República
sin cuestionar al ejército que todavía en 1986 escribía su propia historia en
clave franquista con prólogo de Narcís Serra, actualmente jerifalte de las
Caixa, por no hablar de la jerarquía Iglesia que tuvo con Wojtyla un ferviente
defensor de lado “católico” del franquismo.
No se podía defenestrar a Franco sin
tocar al monarca (quien no permitía que se hable mal del Caudillo en presencia
suya), además, la “modernidad” pasaba por encima del un pasado en el que la
memoria incluía los años de miseria, el miedo y la represión. Al PSOE esto le
vino al dedo, el pasado le servía como refrendo de izquierdas de antes de la
guerra, algo que pudo encauzar institucionalmente con fundaciones como la Pablo Iglesias.
Además, el pasado reciente le
acusaba: ¿dónde habían estado? En cuanto al PCE-PSUC, también tenía sus
historias para olvidar, un pasado de liquidaciones y expulsiones ligadas al
estalinismo (así, desde Gregorio Morán publicó su atestado, Miserias y
grandezas del Partido Comunista de España, 1939-1985, en 1986, todavía está
esperando que alguien le responda)…Esta adaptación del aparato no habría sido
posible sin el peso de las tradiciones jerárquicas que tuvieron su
justificación en los años de mayor clandestinidad. De esta manera, los
movimientos sociales que estaban recomponiendo, entraron en abierta
crisis.
4. Se puede decir que el “pacto del
silencio” fue un pacto de vergüenza y conveniencias en la que la primera
víctima fue la República,
y la segunda, la resistencia antifranquista. Se ha querido ocultar, pero de tal
manera que Javier Tusell, uno de sus principales valedores, podía negarlo
mientras achacaba a Alfonso Guerra la irresponsabilidad de montar una
exposición sobre el exilio, y eso que dicha exposición fue presidida por Juan
Carlos I…
De hecho, el propio PSOE llegó a
darse cuenta que habían cedido demasiado, y que estaban perdiendo la batalla
identitaria derecha-izquierda que les había funcionado antes. En ese contexto
tiene lugar una cierta recuperación del republicanismo (rehabilitación de
Negrín), y la “Ley sobre la Memoria Histórica” que recogía aspectos parciales
del movimiento memorialista, pero que se quedaba en eso, en lo que podía
permitir la derecha.
5. Se ha querido justificar todo
esto, con el argumento de que Franco había muerto en la cama, y está claro que
el hecho peso lo suyo ya que detrás dejó los aparatos represivos del régimen
prácticamente intactos. Sin embargo, Mussolini no murió en la cama, y la
cultura de la Resistencia
pesó en Italia, por lo menos hasta el Novecento,
de Bertolucci. Aún y así, no parece que la situación de la “memorias popular”
italiana goce de mejor salud que la nuestra, más bien al contrario. ¿Por qué?,
pues ha pasado la restauración neoliberal que vendría como agua de mayo
para la derecha neofranquista, y que también se impondría en el PSOE. El
neoliberalismo reinante ha desplazado el meridiano de la izquierda
(anticapitalismo), al anticomunismo, llevándose también por delante el
antifascismo. Desde luego, esto no hubiera sido posible sin el previo
descrédito total del “socialismo real” y de sus groseras falsificaciones…
6. El “nuevo régimen” nacía
–necesitaba- pues, bajo nuevos parámetros históricos. Una vez la izquierda
renunció al socialismo y la democracia plena (que fueron señas de identidad
básica en la clandestinidad), por la democracia liberal, concretamente ésta, la
única posible, resultó que Fraga era un padre de la patria, que Aznar es la
derecha civilizada, y el PSOE, la única izquierda posible…Fuera quedaba la
desestabilización. El referente histórico ya no eran Octubre y la experiencia
soviética, sino la “democracia” americana. La izquierda institucional y
mediática hizo suyo el canon Soljenitsin sobre tal cuestión, y el comunismo fue
puesto contra las cuerdas.
Esto no sucedió mediante una
victoria en el debate teórico, en los años sesenta-setenta, la izquierda
cultural logró aportaciones y avances muy considerables en todos los terrenos,
incluyendo el ajuste de cuentas contra el estalinismo. Pero este escenario fue
ninguneado, sobre todo porque las viejas redes sociales reivindicativas
entraron en crisis: los diarios, revistas, editoriales, foros. Conversando con
un viejo colega con el que había dado más de una charla sobre la revolución de
Octubre en clave antiestaliniana, le dije, ¿pero tu sabes que todo eso que
dicen es mentira? Su respuesta fue: “Bueno, pero es lo que hay hacer ahora.
Cuando volváis a ganar volveremos a decir lo mismo que antes”. Con
No hay comentarios:
Publicar un comentario