¿Trotskistas al paredón?. Notas sobre una apología
estalinista de José Antonio Egido
Así pues, hacía ya mucho
años que ninguno de ellos levantaba la bandera de Stalin, al menos no más allá
de alguna puntualización. Una evidencia de este cambio la tuvimos cuando la
crisis interna del PSUC, durante la cual “eurocomunistas” y “prosoviéticos” se
tildaban entre sí de “estalinistas”; el desprestigio del estalinismo no fue
precisamente un factor menor en la desaparición de los diversos grupos
maoístas, que habían gozado de una fuerte implantación en los años setenta. El
asunto parecía pues, saldado, y desde hacía también bastante tiempo que algunos
de los “trotskismos” trabajaban en Izquierda Unida y en EUiA. Gestos como el de
Julio Anguita tomando parte en un acto de homenaje a Andreu Nin, el pase de la
película de Ken Loach Tierra y
Libertad en
su fiesta anual del PCC, eran de por sí bastante simbólicos. Si han habido
problemas, no eran desde tanto por la “cuestión Stalin” por más que existan
esquemas interpretativos diferentes. Matices dentro de lo que parecía un
consenso de repudio general del estalinismo y de sus métodos.
No sé si el hecho tiene
que ver con el papel jugado por EHK como fórmula electoral recurrente de
Batasuna, o con la salida de Corriente Roja de IU y su puesta en escena. En
este contexto hay que situar la siguiente nota:” Varias organizaciones amplias
de izquierda como el Partido de los Trabajadores (PT) del Brasil, Euskal
Herritarrok, el Partido de la Refundación Comunista de Italia (PRCI), el PRD de
México, el Partido del Socialismo Democrático (PDS) de Alemania e Izquierda
Unida (IU) de España sufren la acción corrosiva y de zapa de diversas
tendencias, sectas y corrientes trotskistas que procuran apartarlo de la
fidelidad a los ideales de la Revolución Socialista y de la clase obrera y
convertirlas en organizaciones socialdemócratas oportunistas con un lenguaje
mas o menos izquierdista, según las circunstancias”. Dado que en todas estas
siglas, el antiestalinismo es algo ampliamente aceptado (sin ir más lejos,
Bertinotti lo considera “incompatible” con el comunismo), habrá que pensar que
las depuraciones sugeridas por Egido no dejen ni al apuntador.
Que un informe como éste
haya sido ampliamente reproducida en medios –digamos- comunistas tradicionales,
y que sea utilizado como “réplica” en unas páginas pluralistas como KAOS, dice
mucho de sus responsables. Que hasta se haya podido emplear como un “libro de
cabecera” entre los jóvenes, no es para tomarlo a broma. Sobre todo por la
miseria cultural y moral que proyecta, como puede verse en la mayor parte de
las notas airadas insertadas en el foro abierto de KAOS, obra de exaltados que
adolecen de una formación política elemental. Que reproducen el inquisitorial
de los “buenos tiempos”. Tanto es así que les resulta poco menos que imposible
decir dos cosas sin incluir algún exabrupto del tipo “intelectualillo pequeño
burgués”, o agente de la CIA”,
eso cuando no te mencionan a la madre. El caso es que, aunque sean expresión de
unas minorías exiguas –sobre todo si las comparamos con los “tiempos de
gloria”-, este rebrote estaliniano no puede dejarse pasar sin provocar cuanto
menos un debate que no deje lugar a dudas sobre la naturaleza del estalinismo,
y que deje a personajes como Egido en plena evidencia.
Un debate que advierta a
todas las corrientes socialistas que comparten este consenso antiestalinista.
Que ponga de manifiesto que parte del cáncer que había arruinado los países mal
llamados socialistas y al movimiento comunista internacional, seguía
infectando, e informar de las tentativas de puestas al día de aquellos
criterios con los se exterminó a la vieja guardia bolchevique y se llevó a cabo
el asesinato de Nin y la persecución del POUM, sin duda el episodio más trágico
y más sucio de toda la historia republicana. Dejando claro que desde el momento
en que no se trata de un debate más entre los mil y uno que nos dividen (para
mal, pero también para bien ya que la pluralidad puede ser expresión de
riqueza), sino que se estamos hablando de algo mucho más fuerte desde el
momento en que consagra una verdad absoluta (el marasmo leninismo pensamiento
Stalin y/o Mao), y por la misma, todos su adversarios queden automáticamente
clasificados como agentes de la
CIA, del imperialismo, “quinta columna” del militar-fascismo,
etcétera. O sea desde el momento en que asume el método del desprecio y de la
calumnia como sistema.
Considerando el cambio
de la práctica totalidad de antiguos militantes que en tiempo atrás habían
defendido en mayor o menor medida cierto estalinismo, este debate también
resulta importante y necesario para muchos jóvenes inducidos a creer que han
encontrado la piedra filosofal, y que puedan creer en la mayor escuela de
falsificación que haya conocido la historia. No hay más que tomar como ejemplo
lo que el estalinismo llegó a hacer con las fotografías...
1. El antiLenin. El
“Informe” de José Antonio Egido comienza con una profesión de fe. “Trotsky
–dice-fue de 1904 a 1914 un declarado enemigo de Lenin”.De entrada deja por
sentado, primero que Lenin es incuestionable, segundo, que Trotsky fue
–siempre- algo así como el antiLenin, una variante del antiCristo.
Semejante canonización
tiene mucho más que ver con la tradición religiosa más oscurantista que con la
racionalidad, pero además es falsaria ya que se trata de una canonización
acondicionada a su “continuidad” estaliniana. Lenin provoca una discusión, pero
en realidad está “secuestrado”, su estado le impide sobrepasar la enjambre de
funcionarios que le rodean. Existe un ”debate Lenin” que se sitúa fuera de este
ámbito de consagración eclesiástica (que ya planteo en otros trabajos, por
ejemplo en el artículo ¿Hay que linchar a Lenin?, aparecido
en la Web de L´Espai Marx), pero para dejar claro
este punto valgan las siguientes notas: Las biografías de Lenin nos hablan de
una rica y variada evolución, de numerosas rectificaciones, de avances muy
grandes desde 1914, y sobre todo desde 1917. Es una trayectoria marcada por el
debate y la controversia, en no pocos casos con sus propios partidarios, y
llevada con un lenguaje muy duro. Polemizó por ejemplo con Rosa Luxemburgo por
las mismas cuestiones que con Trotsky, y admiró sin reservas a Kautsky hasta
1914 (en un principio no se creyó que éste apoyara la política del SPD ante la
guerra).
Un método al que Egido
resulta totalmente fiel ya que se ha limitado a unas fuentes bibliográficas
casi exclusivamente estalinianas, en su mayor parte soviéticas, sin olvidar
claro está a Ludo Martens, pero olvidando a todos y cada uno de los antiguos antiestalinista
que rompieron con la escuela. Así por ejemplo no menciona ni una sola fuente
española olvidando a Jesús Hernández, Enrique Castro Delgado, Fernando Claudín,
Jorge Semprún, y un largo etcétera. En otra nota afirma que bajo la dictadura
se “publica ampliamente propaganda trotskista mientras aplica una férrea
censura y prohíbe toda idea progresista, democrática y antifascista”, citando a
Gorkin que había abandonado el POUM a mitad de los años cuarenta, y citando
solo el caso de la biografía de Stalin escrita por Trotsky cuyos derechos tenía
Harper. Si Egido se hubiera quitado las orejeras estalinianas podría haber
comprobado que bajo la dictadura se pudieron publicar muchas cosas. Sin ir más
lejos, en 1967, la prensa y las editoriales ofrecieron numerosas aproximaciones
“prosoviéticas” con ocasión del 50 aniversario de la revolución de Octubre...
Entre otras cosas más
del mismo tipo, Egido dice que en “ julio de 1917 el Partido Comunista de Rusia
(es decir, tres meses antes de la revolución) acepta el ingreso del grupo
heterogéneo que lidera Trotsky llamado Meyrayontsi formado por 4 mil
militantes”, detalle al que cabría añadir al menos dos consideraciones: una,
que en julio los bolcheviques pasaban un bache muy duro (Lenin se tuvo que
refugiar en Viborg), y dos, que Lenin llevaba una batalla muy dura contra los
bolcheviques (Zinóviev, Kamenev Stalin), opuesto a la ruptura con el gobierno
provisional.
Por otro lado, si se
considera que la revolución de Octubre fue una revolución democrática que
“transcreció” a proletaria por la incapacidad de la burguesía de hacer “su”
revolución (como defendían Plejanov y los mencheviques de derechas), y por el
protagonismo obrero en una alianza obrero-campesina, la historia pasó más cerca
de la teoría de la revolución permanente...Pero en realidad, Egido perpetra un
anacronismo ya que el debate que menciona a continuación se desarrolló después
de la muerte de Lenin, y la teoría del “socialismo en un solo país” (y “a paso
de tortuga”), que teorizado por un Bujarin desconcertado. Stalin la hizo suya,
lo mismo que antes había hecho con la sistematización del “leninismo” por parte
de Zinoviev, Kamenev y el mismo Bujarin.
La nota “El 5 de marzo
de 1920 Trotsky ordena el exterminio de los marinos revolucionarios de
Kronstadt levantados contra el gobierno bolchevique”, se puede considerar como
delirante, no solamente porque no es cierta, sino también porque este hecho ha
sido utilizado habitualmente por la escuela anarquista para subrayar unos
presuntos nexos de Trotsky con Stalin. Tal como lo explica parece que se
tratara de una orden en exclusiva, esto ni Stalin se atrevió a decir algo así.
Un poco más adelante se
limita a citar al señor Casas en los siguientes términos: “...famoso proceso de
Moscú del 2 al 13 de marzo de 1938, seguido por observadores y periodistas de
los países capitalistas, ha revelado la actividad de los agentes de Trotsky con
las redes nazis y reaccionarias preparando la invasión de la URSS y el derrocamiento del
poder estalinista...”Semejante recurso privado solo puede tener una
explicación: Egido no encontrará la menor fuente ajena al estalinismo más duro
que refrende semejante acto de fe, que pase tan alegremente sobre un evento que
costó la vida a decena de miles de personas, en buena parte comunistas,
incluyendo partidos extranjeros. Y para rematar la faena el Monsieur Casas
también le dijo a Egido que –supongo que el cambio de régimen, que el párrafo
no está nada claro- “nunca hacerse por la fuerza sino sólo por el entrismo y la
descomposición interna del estalinismo, después del Marxismo-Leninismo, lo que
ha tenido como resultado entregar la
URSS a la mafia actual salida del “Gulag”...Igual Monsieur
Casas ya no coordinaba muy bien porque no se entiende lo que dice Egido que
dijo. A ver, fue el “entrismo” (cual, ¿el trotskista?, ¿en el PCUS?), más las
citadas “descomposiciones” las que...Ahora resulta que Putin y compañía
salieron del ¡Gulag¡.
2. El trotskismo como un virus del Averno. Con esta claridad
expositiva y con semejantes fuentes de información, Egido pasa al capítulo del
“trotskismo” con el mismo rigor que caracteriza todo lo antes escrito.
De entrada, resulta
cuanto menos singular que para una escuela que considera que el “revisionismo”
cumplió los designios restauracionistas que representaban Trotsky y los demás
inculpados en los “procesos de Moscú”, no deja de resultar paradójico que cite
un “diccionario soviético” (eso ya de por sí vale, como si se tratase de una Encíclica),
y que allá se puede leer que “el trotskismo es una corriente
política-ideológica oportunista pequeño-burguesa hostil al Marxismo
Leninismo”,un lenguaje cuyo carácter escolástico nos retrotrae hasta los
tiempos de Santo Tomás de Aquino...lo achaca “a una reacción a la etapa
leninista de desarrollo del marxismo”. En realidad el concepto fue acuñado por
la derecha monárquica para distinguir las posiciones del Soviet de Petrogrado
de 1905. Cabría añadir que confiere al “leninismo” un cuerpo sacro desde el
primer momento, como se tratara de una “revelación” y no de un proceso. El
propio Lenin llamaba a tirar “la camisa vieja” en sus Tesis de Abril en referencia al viejo
bolchevismo...
En otra ocasión cita la
revista germano occidental Die Neue Gessellschaft publicada en mayo de 1962 y
echa mano de una cita Hitler en la que éste dice “Trotsky le enseñó muchas
cosas”. En su biografía de Adolf Hitler, Der Fürher, Konrad Heiden afirma que
en 1930 el jefe nazi blandió el libro de Trotsky Mi vida ante
sus correligionarios gritando:”He aprendido mucho (con la lectura del libro) y
vosotros también podéis aprender”. Egido desconoce por supuesto que hay un
estudio muy serio, el de Allan Bullock en el que se hace un estudio comparado
entre Hitler y Stalin, y por supuesto, también desconoce la conversación entre
Hitler y el diplomático vichysta Coloudre. Éste le advierte del riesgo que
podría conllevar la invasión de la
URSS, provocando un cataclismo en el régimen, y con ello el
posible regreso de Trotsky al que Hitler veía sobre todo como el jefe del
Ejército Rojo. La respuesta fue que había sopesado ese riesgo y que lo había
tenido en cuenta.
Y volviendo a la nota
sobre la socialdemocracia. Después de citar algunos casos cogidos de aquí y de
allá, concluye que los “trotskistas” son: “Aliados entusiastas de la
socialdemocracia europea”. Por esta regla de tres, ¿qué no se podría decir del
movimiento comunista internacional donde la evolución hacia la socialdemocracia
ha sido de partidos enteros?.En cualquier caso, el estilo es el hombre, y con
semejante elasticidad se puede llegar no importa donde.
No hay más que leer las
notas insertas en el “foro” por los creyentes que lo ven todo como una
gigantesca conspiración amasada por millones de dólares. Esta es la gran
“llave” que explica la caída del “socialismo real”, y a lo mejor hasta lo de
China. Es curioso que con tanto poder y tantos millones no hayan logrado algo
tan simple como hacer callar por ejemplo a personalidades tan molestas como
Noam Chomsky o James Petras en los propios Estados Unidos.
Metido a experto del
virus trotskiano Egido “coge” dicha historia por el punto que mejor le va. Así
entra liza y llanamente por los que abandonaron el ideario, y cita el caso de
Max Shachtman como sustituto de cualquier otro punto de análisis. En líneas
generales, aquí no miente, lo que no se entiende donde quiere ir. Porque si se
trata de renegados lo del trotskismo fue una mera anécdota en comparación con
los poderosos partidos comunistas. Los abandonos y los cambios de lealtades
fueron tantas y tantas que Malraux llegó a decir que al final de todo la lucha
sería entre comunistas y excomunistas. Pero en las cuentas de Egido los
excamaradas no cuentan y sigue “resumiendo” la historia que promete contar uno
por uno todos los casos de renegados sin olvidar por supuesto a James Burham y
a otros, siempre como si se tratara de una exclusiva...
Pero también en este
punto cita alguien no debe (es natural caminando a ciegas), como en los casos
de C.L.R. James y de la ex secretaria de Trotsky, Raya Dunayevskaya de la que
dice que fundó una “secta” matriarcal en Detroit. Con un poco más de cultura,
Egido sabría que C.L.R. James es el autor de una obra capital como Los jacobinos negros (y si quiere consultar fuentes
fiables, que lea a Edward Saïd en Colonialismo y cultura),
en tanto que Raya, aunque sus ideas pueden ser controvertidas, lo cierto es que
fue una respetada filósofa feminista, autora de un ensayo marxista muy
reputado, Dialéctica y revolución, que aquí editó Siglo XXI.
La parte española es tan
sucinta como repulsiva. Comienza diciendo que el
POUM “de influencia trotskista tiene una triste historia”, sin considerar tan siquiera que la “triste historia” radica en la persecución que fue objeto por parte del aparato estalinista con la connivencia del PCE-PSUC, capítulo sobre el que –no hay que olvidarlo- ya se dieron disculpas y autocríticas bastante severas.
POUM “de influencia trotskista tiene una triste historia”, sin considerar tan siquiera que la “triste historia” radica en la persecución que fue objeto por parte del aparato estalinista con la connivencia del PCE-PSUC, capítulo sobre el que –no hay que olvidarlo- ya se dieron disculpas y autocríticas bastante severas.
Lo acusa de dar “un
golpe de estado en Barcelona en mayo de 1937”, lo que “favorece objetivamente
al fascismo” y añade algo que ningún historiador mínimamente riguroso
aceptaría, que: “Diversas pruebas documentales implican a dirigentes del POUM
con los franquistas”. La atrocidad alcanza cimas todavía más alta cuando afirma
que “Andreu Nin es detenido, interrogado y ejecutado por los servicios de
seguridad de la República”,
cuando todo el mundo sabe que eran los servicios paralelos “soviéticos”. Siguiendo
con una suma delirante de cargos añade la historia de Maurín con la de Gorkin,
y así, sin un respiro, se pasa del “hitlerotrotskismo” a los de agentes de la CIA, capítulo que incluye al
“trotskista inglés George Orwell”, presentado como un “activo colaborador del
imperialismo”, al que denunció vehementemente en su obra sobre Birmania.
Al final del recuento de
horrores, Egido añade la siguiente coletilla: “Los veteranos del POUM han
pasado también al PSOE”. Lo correcto habría sido “algunos”, algo tan cierto como
que eso ocurrió en 1977 y el PSOE tenía otro discurso, y que no fue otra cosa
lo que harían también innumerables comunistas de todos los pelajes, trotskos
incluidos.
3. Hitlerotrotskistas...De esta manera, saltando de un caso a otro, se llega a la 2ª guerra mundial donde “algunos trotskistas aplican mecánica y dogmáticamente los mismos análisis que hacían los marxistas en la 1ª guerra mundial”, esto que podía ser un error de apreciación que Egido podía comparar con el acierto de Stalin que desoyó los informes de Leopold Treper y de la “Orquesta Roja” sobre los preparativos de invasión, y no aceptó que era verdad hasta que los ejércitos alemanes ya estaban en Rusia (incluso se fusiló a los primeros que se atrevieron a desmentir a Stalin. Egido repite las viejas calumnias de que los trotskistas“ fraternizaban con las tropas invasoras los trotskistas luchaban en Francia“, esto precisamente cuando buena parte de los militantes de la Cuarta fueron a parar a campos de concentración, y buena parte de ellos no sobrevivieron.
No le tiembla la pluma a
escribir mentiras tan descabellados como que los trotskistas“ se opusieron a la
“insurrección nacional” antinazi y al Frente Popular”. Desde su fanática noche
oscura asegura que en “Francia y Grecia la resistencia fusila a varios
trotskistas acusados de colaborar con el ejército hitleriano”; un detalle, en
Grecia no fueron unos cuantos, y las matanzas fueron más bien después de la
derrota del ocupante nazis. Los delirios prosiguen con la misma tónica,
acusaciones nauseabundas sin la menor base documental, sin siquiera citar
fuentes de la época que actualmente son rechazadas desde el propio partido
comunista francés.
Egido no puede evitar la
tentación de escribir cosas como:
”En esa época a los trotskistas se les conocía como los ”hitlero-trotskistas”,
un término acuñado por los servicios estalinistas que fue debidamente archivado
durante el periodo del pacto “de sangre” entre la URSS y la Alemania nazi. Pacto en
el que, entre otras cosas, la
URSS de Stalin se anexionaba “imperialmente”, diversos
territorios. Stalin fue tan leal con Hitler que no dudó en entregarlo a los
comunistas germanos refugiados en la
URSS.
Como su reino es el de
la fe y no tiene que demostrar ni analizar nada, afirma por ejemplo que “El
secretariado trotskista de París” cuando fue el conjunto de la IVª Internacional que “apoyó el
fracasado golpe fascista de Hungría en contra del gobierno comunista y de la República Popular
de 1956 llamándolo “revolución”, concepto que el coincide todos los
historiadores dignos de este nombre que se han acercado a aquel acontecimiento.
No deja de resultar significativo que algunos de mis artículos sobre el 50
aniversario de dicho acontecimiento haya sido reproducido por numerosas Web de
izquierdas, y que gente como Egido no sea capaz más que dictar sentencias como
la aquí citada. Siguiendo las teorías del “verdadero marxismo-leninismo” del
belga Ludo Martens, Egido dice con la alegría de un titular de prensa amarilla
que los trotskistas son “Activos agentes de la contrarrevolución burguesa que
destruyó el campo socialista”.
Un dato que al parecer
demuestra un poder demoníaco que ya habrían querido para sí las brujas de
Salem. Un poder infernal que también se puede deducir de las siguientes líneas”
“Michel Pablo fue asesor del presidente Ben Bella, lo que fue una de las
razones que dio el grupo de izquierda del FLN y del Ejército Nacional Argelino
dirigido por Houari Boumedián, Buteflika y otros para el derrocamiento de Ben
Bella en 1963. Pablo presumía de haber ayudado a redactar la ley de reforma
argelina y de haber inspirado la “autogestión” de Ben Bella”. También podría
haber presumido de haber estado en primera línea de los “activistes” que dieron
un apoyo incondicional a la revolución argelina, hasta el extremo de crear para
ellos una fábrica de armas, y de haber defendido la insumisión de los soldados
franceses en contra de la dirección del PC francés...
A veces la cosa resulta
involuntariamente cómica(no hay el menor indicio de humor voluntario ni de
sentimiento del ridículo), es lo que ocurre en relación a la revolución
boliviana de abril de 1952, acusa al POR trotskista, entonces con cierta
influencia en los sindicatos, de dar “apoyo crítico” al gobierno burgués de Paz
Estenssoro, que fue exactamente lo que hizo incondicionalmente el partido
comunista que aplicaba la teoría estalinista de la “revolución por etapas”. La
misma que les llevó a oponerse al Che Guevara. Lo que hicieron los del POR, es,
en ausencia de una alternativa obrera, dar un apoyo acondicionado a toda una
serie de medidas. En 1967, el POR hizo lo posible por dar cobertura social a
las guerrillas, aún sin estar enteramente de acuerdo con el planteamiento
“foquista”.
Egido trata de desmentir
la declaración de Oliver Besancenot según la cuales "Che" era
anti-estalinista. Sin embargo el "Che" sentía gran respeto por la
figura del líder comunista Stalin. En 1953 escribió:”He jurado sobre un retrato
del viejo y lamentado Stalin que no descansaré hasta que sean destruidos estos
pulpos capitalistas”. En 1964 escribió:”El padrecito Stalin es quien me ha
llevado al comunismo y no vendrá nadie a decirme que no puedo leer a Stalin”.
Se trata de frase aisladas que apuntan a su aproximación juvenil al comunismo,
pero que no tiene en cuenta los criterios desarrollados por el Che en relación
a la construcción del socialismo en Cuba, su coincidencia con Mandel (por
cierto, ampliamente publicado en Cuba), ni sus planteamientos
internacionalistas, amén de unas concepciones humanistas que resultan una
rotunda negación del estalinismo.
En realidad todo resulta
tan delirante que en el saco de Egido cabe todo.
Nos encontramos por
citar un ejemplo, con la siguiente perla: “La Universidad
anticomunista y proimperialista de Harvard dispone hace años de un archivo
Trotsky que ha sido muy útil durante la guerra fría contra el comunismo. Es
curioso observar cómo los dirigentes e ideólogos trotskistas no tienen ningún
problema en desarrollar carreras en las universidades burguesas anticomunistas
alcanzando incluso puestos de responsabilidad. Es el caso de Daniel Bensaïd,
Pierre Broué, Fougeyrollas, Catherine Samary y Pierre Naville en Francia, de
Ernst Mandel y Roland Lew en Bélgica, de Ramón Zallo en la UPV-EHU, de Jaime Pastor
en la UNED
española...” Egido no sabe, no quiere saber que el archivo Trotsky permaneció
sellado durante cuatro décadas, y que solamente Isaac Deutscher logró permiso
gracias a Natalia Sedova. En cuanto a este referencia a los “profe”
universitarios cabe pensar en algo extrapolítico, una perdida de cualquier
realidad, porque, ¿vamos a ver?, ¿qué harían los de EHK si algún “profe”
universitario les pide el carné?. La respuesta no puede ser otra que, lo
vigilaron no sea que argumentando-argumentando les vaya introducir la funesta
manía de pensar, y con el ella el virus del trotskismo.
Toda una “summa” que
tiene la virtud de resultar tan clara como la historia de Ramón Mercader, al
final un sacrificado despreciado por todos.
Uno se restriega los
ojos, y se pregunta, ¿cómo es posible?. Pues debe serlo puesto que todavía
queda gente que cree en Belcebú, y que recurre a los exorcistas. Y José Antonio
Egido es el más aplicado de los exorcistas de estos andurriales, claro que,
¿mira si un día se descubre que él ha sido poseído y no es más que un
trotskista camuflado que quiere desprestigiar el marxismo-leninismo?. Desde
luego, como hipótesis no es nada descabellada.
Históricamente, las
izquierdas aquí y en todas partes ha luchado de manera muy especial en el
ámbito de las ediciones. En una batalla de siempre que se comenzó abandonar en
los años ochenta, paradójicamente, cuando el socialismo españolo accedió al
gobierno...
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