martes, 21 de junio de 2016

USA: el macartismo contra el movimiento obrero



USA: el macartismo contra el movimiento obrero

Resultado de imagen de el macartismo y la caza de brujasLa descomposición del llamado “socialismo real” ha dado lugar a una creciente hegemonía del modelo anti-social norteamericano que amenaza el modelo social europeo, o sea el de un capitalismo reformado por un conjunto de reformas y derechos sociales que fueron victorias parciales producto de siglo y medio de luchas obreras y populares.

El modelo anti-social norteamericano, ni tan siquiera reconoce el derecho a una seguridad social, y se apoya en una idea según la cual el “perdedores” un individuo no competitivo que si tiene que ser algo, es luchar por sus propias oportunidades.
Dicho modelo fue el que funcionó hasta el desastre del “crack” bursátil de 1929 (la crisis más cinematográfica de todas, recordemos El gran salto, de los Cohen Brothers), y fue reformado por una cierta socialdemocracia que tuvo su momento más avanzado en la época del “New Deal” de Franklin d. Rooselvelt, una política social hacia el interior, que no cuestionaba por supuesto la política exterior…Dicha política tuvo una doble consecuencia, de un lado significó mejoras para importantes sectores de la clase trabajadora (la que aparecía con su coche en el garaje y con su vivienda propia en el cine), pero de otro, también implicó la integración de una franja de la izquierda en la administración y en el sistema. Fue, obviamente, el producto del miedo a “la revolución”, y a las luchas obreras. También sirvió como política de “unión nacional” durante la II Guerra, pero ya no servía para la “guerra fría”.
Primero, porque Estados finidos necesitaba un “malo” para configurar su propio papal como guardián del mundo, según, tenía la ocasión de neutralizar y dejar bajo mínimos a una izquierda que, más allá de sus errores y aciertos, significa un adversario potencial tanto en el orden social interno como para sus exigencias políticas de expansión…
Será en este contexto –normalmente descuidado por analistas e historiadores del macartismo-, en el que se desarrollan las actividades de Joe McCarthy, un personaje siniestro, como tantos otros miserables de la historia, un paradójico gay homófono, justo lo mismo que su complementario Edgar J Hoover, que dedicó mucho más atención a la represión del movimiento obrero (o sea de los “comunistas” o “rojos”), que a los “capos” de la Mafia, no menos interesados que él en este trabajo, no en vano el gangsterismo tuvo su mejor negocio en el trabajo sucio contra los trabajadores insumisos. Esta realidad se trasluce en una película como El FBI contra el imperio del crimen (1959), obra del antiguo izquierdista Mervin LeRoy…
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Pues bien, Joe MacCarthy, quien personalmente no participó directamente en el Comité de Actividades Antiamericanas, acabó siendo destituido en 1954, cuando ya había hecho la faena más desagradable y en sus delirios, empezaba a molestar a la propia clientela, algo parecido a lo que está sucediendo a Jiménez Losantos. El propio presidente Eisenhower consideró que había llegado demasiado lejos, y que ya no era necesario. Se deshizo de aquel mostrenco sudoroso, entre otras cosas porque la izquierda ya estaba vencida. Al fin y al cabo, McCarthy resultó también un muñeco roto de la oligarquía yanqui, consumiéndole el cáncer en 1957.
El escenario más famoso fue la meca del cine, que ya nunca volvió a ser la de aquellos años, en los que un grupo de locos decidió poner el celuloide al servicio de las grandes mayorías, y hasta celebrados conservadores como John Ford o Cecil B. DeMille, pudieron realizar películas con aspectos antiburgueses y de sentimiento colectivistas. La “caza de brujas” ya había acabado con los sueños de toda una generación, arruinando el propio futuro de los EEUU. Seguramente, nadie lo dijo tan claro como el penetrante y comprometido Orson Welles al declarar en una frase ya célebre: “Lo malo de la izquierda americana es que traicionó para salvar sus piscinas. Y no hubo unas derechas americanas en mi generación. No existían intelectualmente. Sólo había izquierdas y estas se traicionaron. Porque las izquierdas no fueron destruidas por Mac Carthy; fueron ellas mismas las que se demolieron dando paso a una nueva generación de nihilistas”.
Welles pone el énfasis en la integración: para salvar sus privilegios, algunos renunciaron a sus ideales, a lo mejor de sus vidas, abandonaron su compromiso con la vida y con los suyos, y lo que es peor, dejaron en la cuneta a amigos y parientes. Lee J. Cobb respondió a un antiguo camarada que le pedía ayuda: “Que te ayude la revolución”. Perdió la conciencia, ganó el bolsillo, y se redituaron como pudieron en el sistema. Nadie podrá negar que algunos prosiguieron haciendo cosas, el mismo Lee J. Cobb fue un gran actor siempre, incluso contribuyó a hacer películas muy estimables, pero había perdido su dignidad, y no podía mirar a la cara a aquellos otros que se mantuvieron firmes, frente a la ignominia, y salieron adelante como pudieron.
Seguramente el caso más conocidos y más controvertido sea el de Elia Kazan Bastantes décadas habían transcurrido desde la delación. Algunos creían que su actitud de genuflexión ante el Comité de Actividades Antiamericanas había sido olvidada, entre otras cosas porque, efectivamente, Kazan realizó en los años siguientes a La ley del silencio, una serie de películas de gran valor, tanto artístico como crítico. Pero, finalmente, Elia Kazan no pudo disfrutar de su Oscar honorífico en olor de multitudes. Se le abucheó, una parte del público presente en la ceremonia no se dignó a aplaudirle. Obviamente, volvieron a resucitar sus víctimas, marginadas y perseguidas desde su confesión, y hablaron. Corría el año 1999, Kazan tenía 89 años y era uno de los últimos supervivientes de aquella tragedia usamericana: la caza de brujas, el maldito macartismo, cegado además por un empecinamiento inadmisible.
Entre los que estaban todavía vivos se encontraba Abraham Polonsky. Su carrera quedó destrozada tras negarse a denunciar a sus compañeros. En este caso, la dignidad prevaleció sobre el miedo. Polonsky pudo haber sido uno de los grandes maestros del cine negro, pero la industria le vetó hasta finales de los sesenta, cortando de raíz una prometedora trayectoria que no consiguió remontar por más que Robert Redford le brindó una nueva oportunidad en El valle del fugitivo, un “western” antirracista demasiado esquemático. Abraham vivió lo suficiente para contemplar, horrorizado, la entrega de la estatuilla a Kazan. No era verdad que Roma no pagaba traidores. En su juventud, Polansky dirigió una notable crítica el engranaje del capitalismo, La Fuerza del Destino (1948), un “clásico” que hoy se puede encontrar en DVD, y que estuvo protagonizado por John Garfield, astro de la pantalla y hombre de simpatías izquierdistas. Sobre Garfield ya escribí una breve semblanza: destruido por la maquinaria macartistas, se negó a delatar, a arrodillarse. Esto le costó incluso la vida. Como ya he contado, apartado de los rodajes, murió de trombosis el 21 de mayo de 1952, a los 39 años.
Resultado de imagen de el macartismo y la caza de brujasLa historiografía sobre el evento deja claro que la irrupción de la “cruzada” encabezado por el senador Joseph McCarthy en el panorama político de los EEUU supuso un verdadero cataclismo, para la cultura y la vida artística del Imperio; pero especialmente para crear un ambiente social en el cualquier huelga podía aparecer como obra de la “subversión comunista”. Ya antes, coincidiendo con los últimos compases de la Guerra Mundial, la paranoia anticomunista se había instalado en la agenda política de las élites de Washington que tenía claro que Rooselvelt había llegado demasiado lejos en su “liberalidad”. Esta paranoia fue fomentada especialmente por el denominado Comité de Actividades Antiamericanas, formado en el seno de la Cámara de Representantes para combatir el nazismo en 1938, y que acabó siendo utilizado para cercenar los derechos civiles de miles de ciudadanos, que no tuvo sola. Personajes como Nixon, JFK, y Reagan, tomaron parte activa en su apoyo.
Resultado de imagen de el macartismo y la caza de brujasLo que vino después fue un vacío, y luego llegó la “contestación” de los años sesenta-setenta. En ella tomaron parte restos de las viejas izquierdas, liberales y radicales de antaño, comunistas democráticos enlazados con lo que se llamó nueva izquierda, y se trató de un 68 prolongado cuya mayor victoria fue detener la guerra del Vietnam. Ante estos el sistema tuvo y supo resistir, pero no consintió el reame organizativo, de ahí los montajes policíacos para acabar con los camaradas del SWP, y sobre todo la conspiración criminal contra los “Black Panthers”. Sabían de sobras que esta era la única manera de imponer una discontinuidad en los movimientos, de dispersar el izquierdismo hacia las posiciones nihilistas, sin duda molestas, pero ni la mitad de peligrosa que un movimiento democrático radical organizado para la lucha y la difusión de las ideas día tras día.
Uno de los problemas que tuvo la izquierda y que no es particular a los EEUU. fue el nacionalismo y el patriotismo. Si los marxistas y los anarquistas pretendemos que los proletarios no tenemos patria, se nota todos los días que los proletarios y las clases sociales "inferiores" no comparten este punto de vista y el sistema norteamericano, como todos los sistemas lo hacen,   se sirvio de ello. Las capas sociales inferiores son particularmente sensibles al nacionalismo y al chovinismo y aprueban fácilmente una política imperialista. Se vio en los medios obreros norteamericanos, en los cuales por principio la izquierda debería haber estado  mas implantada, una fuerte agitación en favor de la guerra del Vietnam. Fueron las universidades y no los obreros, y en particular los estudiantes, es decir los mismos que militaron para los derechos cívicos, los que se opusieron a la guerra, mientras que el “sistema” encontró sus apoyos más firmes en los medios obreros, es decir en los grupos disponiendo de las rentas más pequeñas…
Después de la ”caza de brujas”, los gobierno norteamericanos trataron a sindicalistas y huelguistas como “comunistas”. El USAPC fue infiltrado por el FBI hasta extremos increíbles. La lucha pues tuvo que proseguir pero por otras vías. No ha sido hasta fechas recientes que el movimiento obrero norteamericano ha comenzado a levntar la cabeza…


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