EL VIENTO Y EL LEÓN. ABD EL-KRIM Y LA LUCHA CONTRA EL
COLONIALISMO ESPAÑOL
Seguramente el único nombre
"moro" contemporáneo que llegaron a aprender buena parte de los
españoles fue el de Abd El-Krim, caid de la tribu rifeña de los Beni Uryagil
(Ajdir, Rif, 1882-El Cairo 1963), al menos mis abuelos los mencionaban a menudo
como jefe de los "cafres" o de las "kábilas" (cuando
alguien era muy malo se decía que era "muy kabila"). Hombre
ilustrado, estudió en España, y durante un tiempo albergó la sincera ilusión de
que el colonialismo podría traer el progreso a su atrasado país, y cuando era
cadí de Melilla estuvo al servicio de España hasta 1921,
sin embargo no tardó en decepcionarse; el colonialismo venía a llevarse no a traer. Entonces organizó la sublevación en masa contra los españoles, agrupó varias tribus bajo su mando y predicó la guerra santa, recurriendo al Islam como un elemento
unificador.sin embargo no tardó en decepcionarse; el colonialismo venía a llevarse no a traer. Entonces organizó la sublevación en masa contra los españoles, agrupó varias tribus bajo su mando y predicó la guerra santa, recurriendo al Islam como un elemento
Al igual que los británicos en
Kartúm o contra los zulúes, y los franceses en Vietnam, el colonialismo español
conoció una estruendosa "debacle", el conocido como El desastre de
Annual. Han tenido que pasar más de 75 años para que se empiece a hablar del
Desastre de Annual cuando el Ejército español en África fue destrozado por los
rebeldes rifeños. Ni siquiera se sabe bien cuántos españoles murieron. Se
valora entre 8.500 y 13.000. y no se sabe porque el número de soldados
destinados en África había sido hinchado: algunos oficiales se quedaba con el
dinero de las pagas. La corrupción reinante, además de la cobardía, la
ineptitud y la absoluta infamia de gran parte de los mandos fueron los verdaderos
causantes del desastre. La carnicería duró veinte días, y hubo escenas
dantescas, horripilantes. Algunos oficiales se comportaron (y murieron) con
increíble heroicidad; pero muchos otros huyeron en los coches rápidos
(vehículos a motor) dejando a las tropas atrás.
Con la victoria de Annual (julio
1921) sobre el general Silvestre, creció su poderoso e influencia, que culminó
con la captura de su rival Raysüli (1925). Abd el-Krim decidió entonces atacar
la zona francesa de Marruecos, para apoderarse de Fez. Temerosos de su avance,
los gobiernos de Francia y de España acordaron una acción militar conjunta
contra el jefe rifeño, y se llevó a cabo el desembarco de Alhucemas,
"gesta" que fue conmemorada en una película con el mismo título de
1948, y en la que el heroísmo hispano no deja espacio ni para los franceses, ni
por supuesto para los rifeños. Dirigida por el veterano José López Rubio
(1903), cineasta, dramaturgo y académico, fue interpretada, por Nani Fernández,
Julio Peña y ofreció a Sarita Montiel uno de sus primeros papeles. En realidad,
todo se redujo a una aplastante superioridad en el armamento, ya que mientras
las tropas coloniales contaban con varias escuadras y con armamento moderno,
los rifeños apenas si contaban con unos pocos rifles, y fueron traicionados por
el sultán Mulay Yussef. La ofensiva, desencadenada en febrero de 1926, dio como
resultado la derrota total de las fuerzas rifeñas y la rendición sin
condiciones de Abd el-Krim (mayo de 1926), que se entregó a los franceses.
Entonces fue deportado a la isla
de La Reunión,
donde permaneció hasta 1947. Se le permitió entonces regresar a Francia, pero
se fugó durante el viaje y pidió asilo al rey Faruk de Egipto. Desde El Cairo
prosiguió la lucha contra el dominio francés en Africa, como presidente del
«Comité para la liberación de Africa del norte».. Desde entonces, la figura
carismática del emir rifeño simbolizó la insumisión y la resistencia a todo
poder foráneo, incluida la dinastía alauí, en el norte del país, y no ha sido
hasta fechas reciente que ha sido reconocido....
Su presencia en el cine no podía
llegar ni por parte española ni por parte magrebie. Pero sí aparece como un
audaz e inteligente jefe guerrillero que pone contra las cuerdas a los
franceses en "Marchar o morir", y lo volverá a hacer en una modesta
aportación italiana al cine de "legionarios", "El sargento Klems" (Sergente Klems, 1971), obra del
todoterreno Sergio Griego (también conocido como Terence Hathaway) con el luego
famoso Peter Strauss. Éste interpreta a un joven oficial alemán que es
confundido con un espía durante la Gran Guerra, consigue escapar adoptando la
personalidad del sargento Klems, se alista en la Legión Extranjera
y después de diversas peripecias es capturado por las tropas de Abdelkrim (Pier
Paolo Caponi) que es representado como un nacionalista que tiene toda la razón
contra los ocupantes. Se trata de una película en absoluto menospreciable en la
que la aventura y el toque de erotismo (servido por la malograda Tina Aumont,
hija de María Montez), van de la mano de un ambientación agobiante en la que la
arena y hostilidad de las tribus rifeñas complementan el sentimiento de
tragedia que acompaña al protagonista.
Y lo hará igualmente en una
ambiciosa coproducción anglonorteamericana con Sir Lew Grade al frente y con
Dick Richards detrás de la cámara: Marchar
o morir (March o die, 1977). Éste acababa de realizar con un buen acabado
técnico sus dudosos «homenajes» al «western» en Sangre, sudor y pólvora y al
«thriller» con una revisitación de Adiós muñeca (1975), con Robert Mitchum, y
desembarca ahora en una evocación de la Legión tratando de recuperar la fascinación de un
cine que suscitaba nostalgia. La
Legión es un último lugar donde coincidían aventureros y
otros personajes más que dudosos, pero la historia comienza mal centrando su
atención en uno de ellos, el temible irrisorio Terence Hill (a) de Mario
Girotti, ésta vez sin Bud Spencer, con el que había protagonizado algunos de
los éxitos más deleznables de la historia del cine europeo. Haciendo el
gracioso, trata de enterrar su pasado bromeando con todo el mundo, pero a la Legión no le gustan las
bromas.
El mando obliga a los recién
llegados a superar las terribles pruebas de un entrenamiento brutal y
despiadada amén de soportar el clásico despotismo de los mandos. Situada en el
sur de Marruecos en las postrimerías de la I Guerra Mundial, cuenta una «historia real», la
del comandante Foster (Gene Hackman) que recibe la orden de mandar un cuerpo
expedicionario destinado a proteger una expedición arqueológica con un
obstinado arqueólogo (Max Von Sydow) y su señora (Catherine Deneuve), que
tratan de excavar una tumba de valor histórico incalculable. Foster sabe que el
cuerpo que le precedió fue destruido por las tribus beréberes comandadas por el
mítico El Krim (Iam Holm). Perfectamente ambientada, con una escenas de
batallas muy cuidadas, Richards, como hijo de su tiempo, nos ofrece una óptica
desencantada de cuerpo legionario liderado por un mando sin escrúpulos, e
incluso exalta la lucha épica de los nacionalistas,. Sin embargo, fuese por la
presencia de Terence Hill y/o las debilidades del guión, la película no resultó
y pasó al olvido. De paso se llevó a su director que ya no volvió a dirigir. Lo
mejor quizás sea la música de Maurice Jarre.
Más tarde, el ejército
colonial se rehizo y se reafirmó en su despiadada crueldad, utilizando contra
los rifeños armas químicas prohibidas e imponiendo un tipo de ejército y una
manera de hacer la guerra que entre 1936 aplicarían en sueño español contra el
pueblo republicano.
Esta victoria explica que una
pequeña producción titulada "El
desastre del Annual" (1970), de Ricardo Franco rodado en 16 mm, su autor fue incluso
detenido con ocasión de su presentación en el Festival de Benalmádena, y la
película para a convertirse con el tiempo en un título tan «maldito» que ni tan
siquiera se ha podido ver en las sesiones nocturnas de TVE. Mártinez Torres la
considera en su Diccionario del cine español «como una obra muy personal sobre
la decadencia de una familia burguesa envuelta en los recuerdos del desastre
sufrido por el ejército español en 1921 en Marruecos» (1994).
Después del liderazgo de Abd
El-Krim (que acabó con él), el otro líder rifeño que adquirió una gran
importancia en el contexto de la ocupación española del norte de África fue
Raisüni o Raisüli (1875-1925), que en cine sería encarnado por un pletórico,
descabellado y excesivamente distante Sean Connery en la importante producción El viento y el león (The wind and the
Lion, USA, 1975), con el que se enmarca un enfrentamiento entre el viento
(salvaje) encarnado por este destacado líder de la tribu de Beni Arós, el
cherif Muley Ahmed el Raisüni, y el león, que representa el presidente Teddy
Rooselvelt (Brian Keith), algo así como dos mundos opuestos. En la realidad,
Raisüni era descendiente del santo patrón de Marruecos, Muley Idris, y por
tanto formaba parte de la teocracia que gozaba de toda clase de privilegios,
pero su familia había perdido gran parte de su fortuna cuando fue atacada por
una familia rival, y siguiendo una tradición de la zona, se "vio
obligado" a dedicarse por entero al bandidaje, con la intención de
recuperar las riquezas de su familia.
Encarcelado en unas condiciones
espantosas por el sultán Mulay Abdel Aziz en 1895 y liberado en 1900, Raisüni
apareció en la primera década del nuevo siglo como el cabecilla más poderoso
del noroeste, en un momento en que el Imperio marroquí se encontraba en plena
desintegración, y levantó la bandera del nacionalismo y del Islam contra los cristianos.
El Sultán trató primero de doblegarle, pero no tuvo más remedio que reconocer
su autoridad, y le nombró Caid de la región que rodea Tánger y pachá de su
propio territorio en Arcila. Una de sus hazañas más atrevidas fue secuestrar a
Walter Harris, a Sir Harry McLean (ambos, diplomáticos ingleses) y al
millonario grecoamericano Ion Perdicaris (junto a su yerno). Todos pasaron
varios días cautivo en el cuartel general de Raisüni en las montañas, hasta que
fueron liberados a cambio de sustanciosos rescates y de toda clase de
concesiones, y una muestra de la importancia añadida de estos personajes es que
hasta el propio Theodore Roosevelt se involucró en el rescate, y envió dos
cruceros de guerra a las costas marroquíes para asegurarse de la liberación de
Perdicaris. En este caso, el lugar de los legionarios lo ocupan los
"marines", y la joven e impulsiva bandera norteamericana sobresale
sobre la de los venales colonialistas que comparten la corrupción de los
poderosos del lugar
Partiendo de esta realidad histórica, el guionista de "El viento y el león", impuso una serie de modificaciones haciendo que el caudillo berberisco, raptara a una viuda norteamericana y sus dos hijos que asisten atónitos a una brillante trama político-aventurera en la que, entre otras cosas, se ponen en juego la idea del intervencionismo estadounidense, y la amenaza de una conflagración mundial tomando a Marruecos como centro neurálgico. A pesar de sus limitaciones, El viento y el león resultó un titulo bastante apreciado en su momento, cuando apareció como una apuesta renovadora del cine de aventuras sobre el contexto árabe, con un nacionalista audaz como protagonista, lleno de propósitos liberadores, aunque vista más en perspectiva dicha impresión necesita ser muy matizada.
Partiendo de esta realidad histórica, el guionista de "El viento y el león", impuso una serie de modificaciones haciendo que el caudillo berberisco, raptara a una viuda norteamericana y sus dos hijos que asisten atónitos a una brillante trama político-aventurera en la que, entre otras cosas, se ponen en juego la idea del intervencionismo estadounidense, y la amenaza de una conflagración mundial tomando a Marruecos como centro neurálgico. A pesar de sus limitaciones, El viento y el león resultó un titulo bastante apreciado en su momento, cuando apareció como una apuesta renovadora del cine de aventuras sobre el contexto árabe, con un nacionalista audaz como protagonista, lleno de propósitos liberadores, aunque vista más en perspectiva dicha impresión necesita ser muy matizada.
Como película de aventura, su
inicio está pleno de energía. Unas olas estrellándose contra una playa y el
vuelo de unas gaviotas constituyen la tarjeta de presentación de un grupo de
jinetes berberisco que cabalgan hacia Tánger; las olas hablan de su ímpetu, las
gaviotas de su naturaleza de hombres libres, en su audacia avanzan
impetuosamente por las calles modernas de Tánger. su objetivo se encuentra en
un jardín de un palacete mientras se oye en off la conversación que mantienen
un hombre y una mujer; ella, Eden Pedecaris (Candice Bergen), es una viuda
norteamericana que no pierde de vista a sus dos hijos. Cuando se dispone a
tomar el té, su hijo es testigo atónito de la súbita muerte del mayordomo
cargado con la bandeja. Los berberisco irrumpen el ágape, y cuando el
espectador aún no ha tenido tiempo de respirar, se llevan a los dos niños y a
la mujer. Entonces descubren la presencia electrizante del Raisuli (Sean
Connery), el caudillo de la tribu. Desde entonces se establece un contrapunto
entre ambos, a ella le importan sus hijos, a él el rescate que ayudará a su
causa, ella lo trata de «bárbaro», a lo que él responde con orgullo que es un
guerrero, el jefe de un pueblo oprimido, y que su justicia es más limpia que la
que impone la civilización de ella. Dirigida por en un principio prometedor
(Dillinger), pero luego cada vez más siniestro John Milius que en sus delirios
ultraconservadores realizaría una de las películas más brutales y fascistas de
la época "Amanecer rojo" (Red dawn, USA, 1984).
Se puede decir que esta película pertenece todavía a la primera fase, pero su comienzo prometedor, defrauda cuando la acción se detiene para ofrecer una alternancia metafórica en la tanto sus aguerridos berberisco como la señora Eden se ajustan a clichés cinematográficos convencionales, y el enfrentamiento de caracteres Eden-Raisüli, está resuelto con escasa elegancia a base de recurrir a lugares comunes y de agudizar verbalmente unas diferencias que parecen entresacadas de otras películas, y en las que la "brillantez" desplaza cualquiera verosimilitud. Aunque Milius toma decididamente partido por Raisuli y los secuestrados (es decir, por el viento y por quienes se inclinan a favor del viento), y arremete contra el presidente norteamericano o a sus hijos (recuérdese que la hija mayor de Roosevelt le pide a éste que lleven allí a Raisuli encadenado), también su descripción del sultán de Tánger y de los militares de una y otra nacionalidad resulta claramente sarcástica. En resumen, se trata de un explosivo cóctel cuyo efecto se malogra por culpa de una realización que no acierta a extraer provecho de las muchas posibilidades de la historia y de un guión que pone excesivamente el acento sobre aspectos que están bastante explícitos sin necesidad de recurrir a subrayados verbales.
Se puede decir que esta película pertenece todavía a la primera fase, pero su comienzo prometedor, defrauda cuando la acción se detiene para ofrecer una alternancia metafórica en la tanto sus aguerridos berberisco como la señora Eden se ajustan a clichés cinematográficos convencionales, y el enfrentamiento de caracteres Eden-Raisüli, está resuelto con escasa elegancia a base de recurrir a lugares comunes y de agudizar verbalmente unas diferencias que parecen entresacadas de otras películas, y en las que la "brillantez" desplaza cualquiera verosimilitud. Aunque Milius toma decididamente partido por Raisuli y los secuestrados (es decir, por el viento y por quienes se inclinan a favor del viento), y arremete contra el presidente norteamericano o a sus hijos (recuérdese que la hija mayor de Roosevelt le pide a éste que lleven allí a Raisuli encadenado), también su descripción del sultán de Tánger y de los militares de una y otra nacionalidad resulta claramente sarcástica. En resumen, se trata de un explosivo cóctel cuyo efecto se malogra por culpa de una realización que no acierta a extraer provecho de las muchas posibilidades de la historia y de un guión que pone excesivamente el acento sobre aspectos que están bastante explícitos sin necesidad de recurrir a subrayados verbales.
Y de momento, eso esto. Hasta el
momento el cine español no ha mostrado el menor interés sobre estas historias,
y cabe suponer que el de Marruecos tampoco. Lamentablemente, el tema
anticolonialista no suscita entres nosotros, o sea en el pueblo de izquierdas,
ni la mitad de atención que merecería. Quizás el cine pueda ayudar algo, sobre
todo sí se le utiliza como plataforma para hablar de temas como estos, tan importantes,
tan ignotos...
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