Tampoco deja de resultar
significativo que la nueva escenificación de Marat-Sade
(1964). sea otro paso hacia adelante de la compañía Animalario ligados a
la magnífica campaña teatral contra la guerra de Irak, y a una obra como La
boda de Enrique y Ana, el retrato valle-inclanesco de una boda que
parecía coproducida por la familia Aznar-Botella y las revistas llamadas “del
corazón”. Como ya se viene comentando entre la gente que bajo ningún concepto
habríamos sido invitado a dicha boda, se trata de no perderse esta coproducción
entre el irreverente grupo madrileño y el Centro Dramático Nacional (CDN) que
también recoge el testigo de Un
enemigo del pueblo, de Ibsen, en el Tívoli sobre el que también habría tanto que hablar Hay que agradecer que Animalario haya reunido a sus pesos pesados para este monumental espectáculo de tres horas de duración que también puede considerarse un homenaje al que en pleno 68 montó el mejor Adolfo Marsillach, que tanta conmoción teatral y social provocó en su día No hay que decir que la adaptación del insigne autor de La indagación siguió la versión de Alfonso Sastre, la misma que llega al teatro barcelonés, otro detalle para quienes lo sepan apreciar.
Al parecer fue Gerardo Vera,
responsable del CDN, quien encargó a Andrés Lima, director habitual del
grupo, esta puesta en escena de este Marat-Sade que éste -según hemos
leído- aceptó con una sola condición: "Que me facilitaran la posibilidad
de desarrollar un taller de investigación previo". Para ello, Lima
recurrió a sus cómplices escénicos inmersos ahora en un auténtico desafío de
esta en una gran obra que referencia de toda una época, la misma que ahora se
quiere cargar Sarkozy. La amplia familia de Enrique y ana estarán que arden.
El taller se desarrolló en visitas al Sanatorio Esquerdo de Madrid con el
objetivo de observar la conducta de enfermos mentales, y también a la cárcel de
mujeres de Alcalá, donde está la compañía teatral Yeses.
Como ya he contado en otro artículo
para Kaos, cuando Peter Weiss escribir Persecución y asesinato de Marat lanzó
una piedra desde 1789 que llegaba a los años 60. “Nosotros pretendemos que esa
piedra rebote y alcance el siglo XXI", dice Lima, y motivaciones no le
faltaran. El texto del autor de La estética de la resistencia,
recrea una representación de los internos del manicomio de Charenton, en París,
donde el marqués de Sade pasó sus últimos años hasta su muerte en 1814. Weiss
presenta a los locos de Charenton haciendo una obra, dirigida por el “divino
Sade”, sobre los días finales del director de El Amigo del Pueblo,
Jean-Paul Marat, que murió en 1793 apuñalado en su bañera por la aristócrata
Charlotte Corday. En la obra, Marat es el revolucionario, el político, el
idealista. Sade, el individualista, el artista, el libertino. Ahí radica la
dialéctica de una obra que es un juego de teatro dentro del teatro a partir de
un hecho real. Una obra que aúna ramas capitales de la dramaturgia moderna: el
teatro del absurdo, el teatro épico de Brecht y el teatro de la crueldad de
Artaud, y que precede a Trotsky en el exilio, que teatralmente no conseguirá la
misma repercusión por más que a nadie le escapa su dimensión política, sobre
todo considerando que Weiss provenía de la cultura comnista y era bastante
apreciado en la URSS.
.
Sin desdeñar un ápice todo lo que
Sade ha significado para la cultura -pienso en el surrealismo-, creo que si se
trata de escoger hay que hacerlo Jean Paul Marat, uno de los
portavoces más célebres de las corrientes más igualitarias de 1789 (Boudry,
condado de Neuschâtel, 1743-París, 1793). Médico y veterinario, se le han
atribuido muchas cosas que no siempre coinciden con la verdad, por ejemplo que
desautorizó a Jacques Roux y a los «enrâges». «Llegó a la revolución con las
ideas hechas», antes, había escrito una novela Las aventuras del conde
Potawsky, y varios libros tales como Ensayos filosóficos sobre el hombre, Las
cadenas de la esclavitud, Del hombre, o los principios de las leyes de la
influencia del alma sobre el cuerpo y del cuerpo sobre el alma.
Marat pertenecía a una familia
modesta de origen vardo llamada Mara. Estudio medicina en Francia y luego se
trasladó a Gran Bretaña. En 1773 fue premiado por la Academia de Rouan por su
memoria acerca de la electricidad médica. Durante la revolución comenzó a
publicar El amigo del pueblo, el periódico más famoso de toda esta época.
Perseguido por los moderados, pero apoyado por el pueblo, Marat llamó a la
insurrección en 1790. Situado en la izquierda jacobina defiende la reforma
agraria, la supresión de la monarquía y la extensión de la propiedad para los
sansculottes. En su Plan de legislación criminal establece que el derecho a la
existencia es previo al derecho de propiedad. En un folleto, La Constitución o
Proyecto de declaración de derechos, escribe: «Sin una determinada proporción
entre las fortunas, las ventajas que obtiene del pacto social quien carece de
propiedades se reducen a casi nada... La misma libertad que nos consuela de
tantos males no le sirve para nada...Sea cual sea la revolución que llegue al
poder, no disminuye su dependencia, estando encadenado como lo está -el
trabajador- a su trabajo agobiante». Como teórico de la revolución, Marat es
como Robespierre y Saint-Just un discípulo aventajado de Rousseau.
Su participación contribuyó
decisivamente a la caída de los girondinos (2 de junio de 1793), pero agotado
por la enfermedad y por las luchas contra sus adversarios, no logró sacar
partido a su victoria. Murió asesinado por una admiradora de los girondinos,
Carlota Corday, el 13 de julio de 1793. Fue objeto de un verdadero culto por
parte de los sansculottes, simbolizado por la célebre pintura de David,
Marat asesinado, una de las más emblemáticas del arte de la revolución. Sus
restos fueron trasladados al Pantheon, pero la reacción acabó convirtiéndolo en
un símbolo del terror, y fue retirado. Su muerte truncó su proyección ulterior
y lo convirtió en un mito. Existe una lejana edición de sus Textos
escogidos, precedidos de una introducción biográfica de Michael
Vovelle (Labor, col. Maldoror, 1977, BCN)..
Peter Weiss lo ha utilizado como
símbolo de la integridad revolucionaria en su célebre obra de Peter Weiss,
Marat-Sade Masaya de su fama de mero instigador del Terror.
Al hilo de lo que comentas en tu artículo sobre la relación
entre el derecho a la existencia y el de propiedad, os voy a
recordar una frase de Robespierre que puede parecer malsonante a sus
descendientes de la burguesía neoliberal:: "Los bienes necesarios al
hombre son tan sagrados como la vida misma. No pueden estar sometidos a la
propiedad privada. Son propiedad común." Además acuña el término
"economía política popular" e introduce en el proyecto de
Constitución el siguiente pronunciamiento:
"Los hombres de todos los países son hermanos y los
diferentes pueblos deben ayudarse mutuamente como los ciudadanos de un mismo
Estado. El que oprime a una nación se declara enemigo de todas"¡Cuanto
debió aprender Marx de ellos! Eso quiere decir que la revolución burguesa
ya contenía en su seno el germen de la lucha final del socialismo que
irrumpiría años después. Claro está que el marxismo enseña, como diría Buero
Vallejo, que solo se tiene razón cuando se tiene razón a tiempo. Por ello es
que la revolución de 1789 en Francia puso cuidado en mandar a la guillotina a
los elementos "comunistas" que ya ondearon la bandera roja bajo la
acusación de contrarrevolucionarios. Al respecto esto recuerda la novela de
Hermann Hesse "El lobo estepario" en la que se hacía mención a esa
tragedia de la que nadie es culpable (¿hay mayor tragedia que ésta?): las cosas
son como son: el que se adelante tiene como destino lógico el morir
vilipendiado (en la obra de Hesse se señalaba el caso de los artistas, es
decir, los artistas que abren caminos nuevos).
En lo de Marat parece razonable que se cree una línea
divisoria entre la lucidez de su pensamiento y su actuación como el sanguinario
que fue. No hay forma de crear al Hombre nuevo partiendo de la base de un
hombre aterrorizado, viviendo en un marco de delación; allí solo es
posible un pobre espantajo movido por el terror y no por la razón.
Igualmente parece conveniente separar al Sade literato (genial liberato apartando a un lado las cuestiones éticas) del aristócrata caprichoso prototipo del que aprovechaba su poder para dar rienda suelta a sus fantasías, y del hombre que apoyó a la revolución siempre y cuando no se transformase en la orgía de sangre colectiva que finalmente acabó por erigir una adoración al Ser Supremo. Creo que solo presentándonos a ambos personajes como símbolos se justifica la simplificación del drama de Peter Weiss, simplificación que como toda no deja de ser un tanto injusta (acordémonos del personaje de Salieri en el drama y su posterior adaptación cinematográfica con el título "Amadeus")
Igualmente parece conveniente separar al Sade literato (genial liberato apartando a un lado las cuestiones éticas) del aristócrata caprichoso prototipo del que aprovechaba su poder para dar rienda suelta a sus fantasías, y del hombre que apoyó a la revolución siempre y cuando no se transformase en la orgía de sangre colectiva que finalmente acabó por erigir una adoración al Ser Supremo. Creo que solo presentándonos a ambos personajes como símbolos se justifica la simplificación del drama de Peter Weiss, simplificación que como toda no deja de ser un tanto injusta (acordémonos del personaje de Salieri en el drama y su posterior adaptación cinematográfica con el título "Amadeus")
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