Peter Camejo, el rostro
de la Internacional.
Aunque en los primeros
tiempos podía parecer que la crisis entre las dos tendencias era un conflicto
local, no pasó mucho tiempo sin que los primeros extendieran sus dardos a la
línea general del IX Congreso de la Internacional, aquel que se celebró en la ciudad
de Rimini en la primavera de 1969 bajo el envoltorio de un Congreso de
Sociología o algo por el estilo.
Por entonces ya se había
dejado atrás la época del “entrismo”, se impuso la línea de las “ligas” o sea
pequeños grupos que no eran partidos pero que aspiraban a serlo. En eso no
había discusión, pero sí empezó a darse sobre las líneas que apostaban por
iniciativas –armadas en algunos países de América Latina siguiendo la estela
del “Che” aunque con otros criterios- que, apoyadas en las nuevas vanguardias
permitieran dar un
salto en situaciones en las que la revolución se veía venir.
El conflicto se daba entre una lectura digamos más clásica y otra que apostaba
por una mayor audacia. Para los primeros, el referente estaba situado en
el rejuvenecido Trotsky de la segunda
mitad de los años treinta,
el mismo que había
iniciado la confrontación contra el “centrismo” –las formaciones que se
situaban entre los reformistas y los revolucionarios siendo el ejemplo más
conocido el del POUM-, que había apostado por crear la Internacional en
oposición a los que lo hacían por un proceso más prolongado y más amplio. Su
principal punto de apoyo en este periodo fue el Socialista Worker Party (SWP),
el mismo que ahora lideraba la alternativa más clásica –la del frente único de
los trabajadores en base al cual podíamos ganarle a los reformistas-, por lo
que las conexiones no tardaron mucho en establecerse y actuaron como un
reconstituyente para un grupo que gustaba de sentirse internacionalista en el
sentido más pleno de la palabra.
Si no recuerdo mal, esta
conexión se manifestó de entrada con una primera visita de un camarada
norteamericano de los veteranos, del que recuerdo una intervención en un
Central para explicarnos que estamos hablando de alguien con un problema
psicológico como sí no se tratara de una enfermedad…Pero el delegado genuino
del SWP entre 1972 y 1976, tuvo en nuestro escenario el rostro y el porte
inconfundible de Peter Miguel Camejo Guanche (Nueva York, 1939–California,
2008), alguien que estaba situado en el corazón mismo de los grandes
movimientos y debates que se daba en la nueva izquierda norteamericana en un
momento en el que la “contracultura” ocupaba las calles, pero sobre todo las
universidades, algunas de las cuales como la de la universidad de Berkeley, había tenido su propio mayo del 68.
Se
trataba con toda certeza del líder más
reconocido de la formación, un cuadro abierto y caluroso con capacidad de
tratar de los temas más variados, de mostrarse brillante pero también paciente
y didáctico, cualidades obligadas en un país con una clase dominante tan
poderosa que había conseguido que algunos sindicatos se manifestaran a favor de
la guerra del Vietnam. Personalmente no asistí a las reuniones de alto nivel,
pero sí me convertí en su
acompañante más habitual, tarea que fuese porque tenía más tiempo, porque
gozaba de una presencia más “elegante” (uno de los buenos consejos del Pedra) o
porque era alguien con quien se podía hablar, el caso es que me ocupé dicho
papel casi en todas las ocasiones, tanto fue así que en poco tiempo pasé de
“Pedro” a “Piter”, nombre con el que todavía algunos preguntan por mí cuando
llaman por teléfono a casa. Por entonces a nadie se le ocurrió hablar de la vida
de un camarada, al menos no más allá de cuatro datos. Ha sido con ocasión de la
noticia de sus he encontrado algunos datos personales, por ejemplo en algunos
casos sitúan su nacimiento en los EEUU, en otros en Venezuela, todos coinciden
que sus padres eran de este país, que creció en Venezuela y que incluso formó
parte del equipo olímpico venezolano en 1960.
Entre otros menesteres,
Peter era un emisario que viajaba de aquí para allá, sobre todo por América
Latina como sí fuese por su casa y que te hablaba al detalle de Hugo Blanco,
Yon Sosa u otros guerrilleros que se estimaban próximos o aliados a nuestra
pequeña internacional, de los debates en la sección argentina o de los acuerdos
de la última reunión del Secretariado Unificado. Durante siete años, Camejo se
ocupó dentro de su partido de la
movilización contra la intervención norteamericana en Vietnam contra la que
estaba la mayoría de la gente aunque en las instituciones parlamentarias
únicamente se escuchaba la voz de James Fullbrigth; luego se centró en la ayuda
a los presos políticos en América Latina…
Desde diciembre de 1974,
fue Peter Camejo for president, una
aventura que nos explicó con el mayor entusiasmo, obviamente no exento de
ironía. Para acceder a semejante objetivo tuvo que superar varias etapas. La
primera fue la ratificación de su candidatura por el Congreso de su partido, en
agosto de 1975. Después vino el renombre que le dio el FBI, al clasificarle
como “persona peligrosa para la seguridad nacional”. La misma organización
multiplicó su popularidad al saberse, a finales del pasado mes de marzo del
mismo año, que el propio FBI había robado en las oficinas del SWP nada menos
que 92 veces. Sobre este recuerdo que nos contó que había visto numerosas
fotografías de sus visitas a Barcelona, por lo que, dado mi papel, me advirtió
que no se me ocurriese viajar a los Estados Unidos porque me detendrían en la
aduana. De todo esto se desprendía que la formación preocupaba a unas
autoridades habituadas a desarrollar la “guerra sucia” contra las lucha social
y contra las minorías cuando estas comenzaban a levantar la cabeza.
Entre las
anécdotas e historias que nos contaba estaba
una que resultaba de un error en
los recuentos que hizo que en un pueblo de Ohio apareció el SWP como ganador.
Entonces se creó una alarma extraordinaria. La prensa conservadora –esto es un
pleonasmo- habló del “soviet” del lugar, aunque lo único que sucedió es que el
SWP tuvo un porcentaje inusualmente alto. En otro momento declaró: “Todos los
candidatos de los dos grandes partidos representan a los ricos”. Manifestaba
que había que “romper con esta situación (…) Creemos, además, que ello puede
suceder más pronto de lo que muchos opinan. Hasta hace poco el capitalismo
norteamericano podía dar mucho a la clase obrera, pero ahora ya no; y está en
crisis. Los datos económicos son irrebatibles: hoy en día los obreros
norteamericanos ganan el 6 por 100 menos que en 1962. El negro obtiene como
salario promedio, el 56 por 100, de lo que gana el blanco y la mujer el 57 por
100 de lo que obtiene el hombre. Estas diferencias, además, se han incrementado
en los últimos años. A todo ello hay que agregar la existencia de un 7,5 por
100 de parados”.
En una de
sus elocuciones Peter declaraba que el socialismo que ellos propugnaban “para
los Estados Unidos no implicaría una disminución de las actuales libertades
cívicas, sino que, por el contrario, significaría su potenciación. La
revolución rusa no resultó, esencialmente, porque el país estaba muy atrasado
y, además, había el peligro de las invasiones extranjeras. Pensar en una
invasión de los Estados Unidos es, en cambio, imposible”. A su parecer, “la
humanidad desea el socialismo, pero también las libertades democráticas”.
Estaba muy ilusionado ya que en “la
anterior campaña presidencial -declaró- obtuvimos medio millón de votos,
estando presentes en diez Estados. Este año lograremos una cifra muy superior,
ya que estaremos en 32 ó 33 Estados….
Estas
cifras los colocaban inmediatamente después del candidato demócrata y del
republicano, así como muy por encima del candidato del Partido Comunista
norteamericano”, un aspecto de la cuestión que, a mi entender, no se podía
planear unilateralmente desde el ángulo de la competencia. No era lo mismo el
USAPC del impresentable Earl Browder –un tipo especialmente odiado por los
maoístas que lo tomaban como ejemplo supremo de revisionismo”- del que Peter
contaba que, en plena “caza de brujas”, había declarado que la persecución
habría estado justifica contra los “trotskistas”, por la sencilla razón de que
estos sí seguían tomando parte de “una internacional”.
En una de
sus visitas Camejo nos trajo el principio de un acuerdo con los libros del fondo de la editorial
Pathfinder. En este fondo había una
parte significativa ya vertida al castellano. Aparte de las obras clásicas
editadas con primor, me llamaron la atención la presencia de una antología de
los monólogos del corrosivo Lenny Bruce (que Dustin Hoffman interpretó en el Lenny de Bo Fosse, en 1974), así como
una primea antología de discursos de Malcom X, producto de la estrecha que éste
mantuvo con George Breitman que, por lo demás, era el principal especialista
norteamericano en la obra de Trotsky así como el responsable de algunas de las
primeras ediciones científicas de sus escritos…El encuentro editorial tuvo sus
frutos, tanto fue así que hasta se barajó la posibilidad de que yo trabajara en
una larga entrevista a Peter que aparecería como libro. La idea surgió de una
reunión en la que desarrollé una información de manera especialmente minuciosa,
tanto fue así que los presentes quedaron sorprendidos. Eran un espejo de mi
interés por saber detalles sobre el pasado y el presente del SWP, interés que
se expresaba con toda clase de preguntas, singularmente sobre su significado de
gran reserva de la contrarrevolución mundial su papel de guardián del orden
establecido en Latinoamérica, su patio interior, su actuación como refuerzo en la Europa decadente.
Supongo que
se me notaba que había leído, entre otras cosas, al Mandel del Proceso al desafío americano y también
la obra de Daniel Guérin sobre el movimiento obrero, esto aparte de las
referencias cinéfilas y literarias. Todo un informe que se prolongó durante un buen rato. Fue entonces cuando
“Monchi”, que lamentaba que yo no supiera escribir mejor porque podría trabajar
en obras de encargo, por ejemplo sobre el Chile de Allende o la revolución de los claveles, temas para
los que preparé algunas guías de formación, el que sugirió el proyecto, aunque no pudo ser porque Peter
tenía que aprovechar su tiempo y no tardaría en marchar.
Entre mis
recuerdos registro dos respuestas diferenciadas por parte de Camejo y de Ernest Mandel en sendas conferencias en el
Paraninfo de la Central
a tope A la pregunta sobre los acontecimientos de Kronstadt, el primero se reafirmó aunque con matices en
las concepciones clásicas de Trotsky, en tanto que el segundo introdujo
rectificaciones autocríticas importantes. Más tarde, leyendo las memorias de
Tariq Ali en Años de lucha en la calle
(Foca, Madrid, 2007), ofrece una reflexión sobre el toque sectario –de
resistencia propia de los años más duros- que respiraba la base del SWP, al
tiempo que anota que esto no se percibía por la gran categoría política de
Joseph Hansen, que junto con George Novack, mantuvieron la herencia de James P.
Cannon. No obstante, en mi trato con Camejo no percibí tal característica. Me
parecía un camarada con una gran capacidad crítica, dotado de una capacidad de
reflejo y análisis que nos dejaba pasmados. Claro que por esta época el ángel
del sectarismo volaba sobre nuestras inseguras espaldas con toda naturalidad.
La historia del SWP se
puede dividir en varias fases, siendo seguramente las más importantes, la
inicial, la de los años treinta y finalmente, la que estábamos tratando y que
resultó ser algo así como su punto final en un país que se sentía el pueblo
elegido, y cuyo desarrollo había coincidido con el nacimiento, desarrollo y
apogeo del capitalismo. Uno de los
aspectos más sobresaliente del siglo XX era el que no explica como la “lucha
final” se dirimió entre el “mundo libre” o sea el Imperio y el “comunismo” o
sea los países que habían tratado de superar su abismal atraso echando mano al
ideal socialista…Esta lucha había estado precedida por diversas guerras
sociales en la que el “talón de hierro” que, utilizando tanto la mano derecha
de la represión como la izquierda de la integración, acabó destruyendo a la
socialdemocracia clásica –cuyos restos acabaron integrados en el partido
demócrata-, al los “wobblies” después de luchas sindicales soberbias, a los
comunistas en sus dos variantes, un episodio que no se puede entender sin el
papel nefasto jugado por el estalinismo.
No hay que decir que
igualmente pudieron con aquella pequeña sección empeñada en cortar el nudo
gordiano de la revolución internacional, sobre todo con su punto más fuerte
que, a la larga, resultó ser el más débil: el de los intelectuales. Tanto fue
así que tanto en la época de la “guerra fría cultural”, como en la fase del
auge de los neocons, los renegados de
una época y otra ocuparon el escenario.
En el último caso se llegó a decir que
no se podía ser un buen neocon sin haber sido antes trotskista.
En el curso de la crisis
del SWP, Camejo se distanció de esta formación e incluso lo hizo del marxismo,
una evolución que desconozco en su detalles, únicamente he podido leer una
información en la que Peter declara a los marxistas como “sectarios”. Sin
embargo, sí se atuvo a una vieja idea estratégica del SWP, la que apostaba por
la creación del tercer partido o sea por algo así como un Labour Party
diferenciado del asfixiante bipartidismo, un partido que permitiera
democráticamente una ala izquierda socialista, obrerista, verde, feminista,
antirracista…Con este planteamiento, nuestro hombre fue candidato del Partido
Verde a la gobernación de California en tres ocasiones, 2002, 2003 y 2006. En
2002, recibió 5,3% de los votos y desplazo al candidato republicano en San
Francisco. En las elecciones revocatorias de 2003 quedo en cuarto lugar entre
135 candidatos.
En 2004 se lanzo a la
candidatura a la vicepresidencia del país como compañero de formula de Ralph
Nader…Dejó sus actividades cuando su salud las hizo imposibles, se apartó muy
afectada por un agresivo del cáncer y falleció después de un largo combate
contra la enfermedad. Sentí su muerte como la de un lejano camarada o sea, de
un amigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario