DEBORAH KERR, UN SUEÑO DE MUJER
Aunque es incuestionable
que Deborah Kerr fue lamentablemente desaprovechada en alguna que otra
película, y me viene a la memoria una estúpida llamada Divorcio a la americana
(1965), junto con Sinatra y Martin, y en la que los mexicanos eran comparsas
tontos, estas
fueron excepción, y de hecho ya no recuerdo más, aunque las debe de haber entre las que no nos han llegado. Pero fueron excepciones, y por supuesto a pesar de ella, y sé de lo que hablo porque la Kerr siempre fue para mí un motivo añadido para ver una película, de ahí
que su filmografía me resulte familiar comenzando por
Major Barbara (1941), su debut a los 20 años en una adaptación de G. B. Shaw
llevada a cabo por su "fan" nº 1 en el cine británico: Gabriel
Pascal.fueron excepción, y de hecho ya no recuerdo más, aunque las debe de haber entre las que no nos han llegado. Pero fueron excepciones, y por supuesto a pesar de ella, y sé de lo que hablo porque la Kerr siempre fue para mí un motivo añadido para ver una película, de ahí
Su consagración llegó
dos años más tarde La vida y la muerte del coronel Blimp (1943), que aquí se
estrenó como Coronel Blimp y que posiblemente sea la película menos militarista
que se haya hecho jamás en tiempos de guerra, tanto fue así que cuando la vio
Wiston Churchill montó en cólera. Trata de la larga amistad entre un oficial
británico (Roger Livesey), y otro germano (Anton Walbrook que habría pasado a
la historia del cine solamente por su papel en La Ronde, de Max Ophuls). Está
narrada a través de una sucesión de flashback que parten de 1942, y a sus
directores y guionistas, Michael Powell y Emeric Presburger, lo habrían
fusilado en otros países. Deborah Kerr encarna a todas las mujeres de las que
Blimp se enamora, y dudo que no le pasara lo mismo a cada uno de los
espectadores.
Con el mismo equipo hizo
ya como primera protagonista, Black Narcissus (1947), en la que encarna a la
hermana Clodagh en la película religiosa más extraña que recuerdo. De entrada
porque el convento está situado en un nido de águilas situado en el Himalaya,
justamente a la misma altura que el Everest, y su mantención es un desafío a la
autoridad de Mister Derar (David Farrar), el residente británico que no está de
acuerdo, una tarea ardua considerando además que, aparte de lo extraordinario
del lugar, también tienen graves problemas con algunos de sus alumnos. Nadie
diría que está rodada íntegramente en decorados, y es que la fotografía de Jack
Cardiff era lo que faltaba para que la película fuese una obra maestra.
Su debut en Hollywood lo
hace como esposa de Clark Gable (20 años mayor) en Tha Huckster (que aquí se
estrenó por TV como Los vencedores), otra película extraña que estuvo dirigida
por el veterano Jack Comway No recuerdo quienes fueron sus guionistas, pero
servidor la recuerda casi como n panfleto anticapitalista. Hay un momento en
que Gable se dirige a unos empresarios y les habla casi como Don Carlos,
supongo que una de las cosas propias de una época en la que la libre empresa
estaba muy desprestigiada. Dos años más tarde la diferencia de edad del
matrimonio se repetiría con Spencer Tracy (igualmente 20 años mayor) en Edward
mi hijo (1949), un melodrama dirigido por George Cukor que los había y los hizo
mejores. Deborah se encontrará en la misma situación en tantas películas, con
Gary Cooper por ejemplo, con el que trabajó en la penúltima película de éste,
Sombras de sospechas (Tha Nake Edge, 1960), un filme que tenía que haber hecho
Alfred Hitchcock y que acabó haciendo el anodino Michael Anderson. Deborah fue
también pareja de Gary Grant, quince años mayor, pero claro en el cine esto no
es nada ya que, por citar un ejemplo, Joyce Royce Landis, la actriz que hacia
de su impertinente madre en Con la muerte en los talones, era más joven en
realidad que Grant.
Se ganó el mote de
"Primera Dama de Hollywood" por su clase, que demostró en toda clase
películas incluyendo las de aventuras, así fue una delicada y etérea amazona en
Las minas del rey Salomón (1950), seguramente el título que le dio mayor
popularidad; una no menos bella y etérea esclava cristiana llamada Lygia que no
se despeinaba ni con los leones en Qvo Vadis (1951), pero sobre todo, fue una
reina más delicada y hermosa que Sissi en la una singular exaltación
monárquica, el prisionero de Zenda (1952), la obra maestra de Richard Thorpe,
nuevamente con Stewart Granger en su mayor gloria. Digo singular porque resulta
que en el reino de Ruritania, la aristocracia conspira y está liderada por
malvados del peso de James Mason y Robert Douglas, y el rey bueno, el que
enamora a la princesa, es en realidad el gemelo plebeyo, mientras que el
legitimo más bien parece un Borbón.
En los años siguientes,
Deborah se paseó por varias obras de primera magnitud, y si lo fueron, fue en
buena medida por su presencia. Fue el caso de De aquí a la eternidad (1953),
donde demostró que además de delicada e inteligente sabía hacer de mujer
deseada y deseosa al lado de un pletórico Burt Lancaster ambos dirigido por
Fred Zinnemann que también la dirigió en otra película notable, y en la que
Deborah muestra un registro muy diferente. Me refiero a Tres vidas errantes
(1960), la historia de una familia trashumante en la Australia ovejera, con
personajes muy elaborados como el formado por el matrimonio entre la Kerr y Robert Mitchum que ya
habían coincidido en una de las películas más modesta pero más intensas de John
Huston: Sólo Dios lo sabe (1957). Se trataba de una historia de amor de las más
delicadas que se han visto en el cine, y es que Deborah reinaba en las
películas románticas aunque marcadas por el dolor y los desencuentros.
Pasará el tiempo, y
películas como Tú y yo (1957), de Leo McCarey, con Gary Grant, seguirá viéndose
como una de las más hermosas historias de amor que ha dado el cine, y no es en
vano que haya dado lugar a diversos "remakes" que en el mejor de los
casos, no molestaron demasiado en la comparación con el original. Deborah era
de una belleza tranquila detrás de la cual se encontraba una mujer llena de inquietudes
y contradicciones, alguien muy especial como la mujer casada que trata de
comprender al muchacho homosexual en Té y simpatía (1956), una de las obras más
delicadas de Vincente Minnelli, y uno de los primeros grandes títulos del cine
que aborda abiertamente esta categoría sexual, lo que la convierte en una
película "revolucionaria" para su época. También mostró sus dotes
para la comedia, especialmente en Página en blanco (1960), una película de
mucha más materia de la que puede parecer a primera vista, amén de una
composición casi genial de sus cuatro protagonistas: Gary Grant, Deborah Kerr,
Jean Simons y Robert Mitchum.
También supo mostrar su
parte oscura con esa manera tan suya de evitar los subrayados, de desarrollar
el personaje a través de los gestos y de las miradas. En este punto es de
justicia revindicar la obra maestra de Jack Clayton aquí titulada burdamente
Suspense (1961), aunque originalmente se llamaba The Inocents, y se trataba de
una impresionante adaptación de la novela de Henry James, Otra vuelta a la
tuerca, cuya lectura recomiendo, y que pro cierto, ha sido llevada varias veces
en el cine (dos en España, una por Eloy de la Iglesia), y ha inspirado
muchas películas (como Los otros, de Amenazar), pero en ningún caso alcanza la
fuerza oscura del original. Se me quedó grabada cuando la pude ver en su
estreno barcelonés, y luego la ha podido ver otras dos veces, curiosamente cada
vez con una compañera distinta, y me consta que pasó a engrosar entre las
favoritas de ellas.
En 1969 hizo sus dos
últimas grandes interpretaciones, fue la amante desnuda de Burt Lancaster en
Los temerarios del aire en lo que fue un homenaje al recuerdo de De aquí a la
eternidad, amén de una de las obras mayores aunque menos reconocidas de John
Frankenheimer. Aunque aparentemente puede parecer una película sobre las
aventuras de los especialistas en acrobacias aéreas, en realidad se trata de
una historia de amore tardíos, el retrato de un hombre que lamentara no haber
amado establemente a una mujer como ella, y ella una mujer que lamentará
haberse encontrado con otro que la subestima. Luego sería la paciente pero
también crispada esposa de El compromiso, la penúltima película de Elia Kazan,
el drama de un ejecutivo en crisis (Kirk Douglas) con sus raíces (es como el
nieto del armenio que llegó América, América), con su repulsivo trabajo de
publicista, y como hombre que sueña a destiempo con una nueva vida.
Deborah hizo un pequeño
papel en 1985, y se retiró a su vida privada. Nunca había ejercido de estrella,
tampoco trabajo en ninguna película infame. A pesar de que hasta seis veces
candidata al Oscar a la mejor actriz, solo consiguió finalmente en 1994 uno
honorífico de la Academia
de Hollywood, aunque la verdad es que si hubo algún honor, ese fue para la Academia.
Se definió a sí misma
una vez como "un clown por dentro", también dijo en otra ocasión:
"Soy muy limpia y ordenada. Odio que todo esté patas arriba. Puede decirse
que estoy limpia por dentro y por fuera".
Descanse en paz, que
nosotros seguiremos disfrutando con mucha de sus grandes interpretaciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario