miércoles, 8 de junio de 2016

DEBORAH KERR, UN SUEÑO DE MUJER



DEBORAH KERR, UN SUEÑO DE MUJER
Aunque es incuestionable que Deborah Kerr fue lamentablemente desaprovechada en alguna que otra película, y me viene a la memoria una estúpida llamada Divorcio a la americana (1965), junto con Sinatra y Martin, y en la que los mexicanos eran comparsas tontos, estas
fueron excepción, y de hecho ya no recuerdo más, aunque las debe de haber entre las que no nos han llegado. Pero fueron excepciones, y por supuesto a pesar de ella, y sé de lo que hablo porque la Kerr siempre fue para mí un motivo añadido para ver una película, de ahí
que su filmografía me resulte familiar comenzando por Major Barbara (1941), su debut a los 20 años en una adaptación de G. B. Shaw llevada a cabo por su "fan" nº 1 en el cine británico: Gabriel Pascal.
Su consagración llegó dos años más tarde La vida y la muerte del coronel Blimp (1943), que aquí se estrenó como Coronel Blimp y que posiblemente sea la película menos militarista que se haya hecho jamás en tiempos de guerra, tanto fue así que cuando la vio Wiston Churchill montó en cólera. Trata de la larga amistad entre un oficial británico (Roger Livesey), y otro germano (Anton Walbrook que habría pasado a la historia del cine solamente por su papel en La Ronde, de Max Ophuls). Está narrada a través de una sucesión de flashback que parten de 1942, y a sus directores y guionistas, Michael Powell y Emeric Presburger, lo habrían fusilado en otros países. Deborah Kerr encarna a todas las mujeres de las que Blimp se enamora, y dudo que no le pasara lo mismo a cada uno de los espectadores.
Con el mismo equipo hizo ya como primera protagonista, Black Narcissus (1947), en la que encarna a la hermana Clodagh en la película religiosa más extraña que recuerdo. De entrada porque el convento está situado en un nido de águilas situado en el Himalaya, justamente a la misma altura que el Everest, y su mantención es un desafío a la autoridad de Mister Derar (David Farrar), el residente británico que no está de acuerdo, una tarea ardua considerando además que, aparte de lo extraordinario del lugar, también tienen graves problemas con algunos de sus alumnos. Nadie diría que está rodada íntegramente en decorados, y es que la fotografía de Jack Cardiff era lo que faltaba para que la película fuese una obra maestra.
Su debut en Hollywood lo hace como esposa de Clark Gable (20 años mayor) en Tha Huckster (que aquí se estrenó por TV como Los vencedores), otra película extraña que estuvo dirigida por el veterano Jack Comway No recuerdo quienes fueron sus guionistas, pero servidor la recuerda casi como n panfleto anticapitalista. Hay un momento en que Gable se dirige a unos empresarios y les habla casi como Don Carlos, supongo que una de las cosas propias de una época en la que la libre empresa estaba muy desprestigiada. Dos años más tarde la diferencia de edad del matrimonio se repetiría con Spencer Tracy (igualmente 20 años mayor) en Edward mi hijo (1949), un melodrama dirigido por George Cukor que los había y los hizo mejores. Deborah se encontrará en la misma situación en tantas películas, con Gary Cooper por ejemplo, con el que trabajó en la penúltima película de éste, Sombras de sospechas (Tha Nake Edge, 1960), un filme que tenía que haber hecho Alfred Hitchcock y que acabó haciendo el anodino Michael Anderson. Deborah fue también pareja de Gary Grant, quince años mayor, pero claro en el cine esto no es nada ya que, por citar un ejemplo, Joyce Royce Landis, la actriz que hacia de su impertinente madre en Con la muerte en los talones, era más joven en realidad que Grant.
Se ganó el mote de "Primera Dama de Hollywood" por su clase, que demostró en toda clase películas incluyendo las de aventuras, así fue una delicada y etérea amazona en Las minas del rey Salomón (1950), seguramente el título que le dio mayor popularidad; una no menos bella y etérea esclava cristiana llamada Lygia que no se despeinaba ni con los leones en Qvo Vadis (1951), pero sobre todo, fue una reina más delicada y hermosa que Sissi en la una singular exaltación monárquica, el prisionero de Zenda (1952), la obra maestra de Richard Thorpe, nuevamente con Stewart Granger en su mayor gloria. Digo singular porque resulta que en el reino de Ruritania, la aristocracia conspira y está liderada por malvados del peso de James Mason y Robert Douglas, y el rey bueno, el que enamora a la princesa, es en realidad el gemelo plebeyo, mientras que el legitimo más bien parece un Borbón.
En los años siguientes, Deborah se paseó por varias obras de primera magnitud, y si lo fueron, fue en buena medida por su presencia. Fue el caso de De aquí a la eternidad (1953), donde demostró que además de delicada e inteligente sabía hacer de mujer deseada y deseosa al lado de un pletórico Burt Lancaster ambos dirigido por Fred Zinnemann que también la dirigió en otra película notable, y en la que Deborah muestra un registro muy diferente. Me refiero a Tres vidas errantes (1960), la historia de una familia trashumante en la Australia ovejera, con personajes muy elaborados como el formado por el matrimonio entre la Kerr y Robert Mitchum que ya habían coincidido en una de las películas más modesta pero más intensas de John Huston: Sólo Dios lo sabe (1957). Se trataba de una historia de amor de las más delicadas que se han visto en el cine, y es que Deborah reinaba en las películas románticas aunque marcadas por el dolor y los desencuentros.
Pasará el tiempo, y películas como Tú y yo (1957), de Leo McCarey, con Gary Grant, seguirá viéndose como una de las más hermosas historias de amor que ha dado el cine, y no es en vano que haya dado lugar a diversos "remakes" que en el mejor de los casos, no molestaron demasiado en la comparación con el original. Deborah era de una belleza tranquila detrás de la cual se encontraba una mujer llena de inquietudes y contradicciones, alguien muy especial como la mujer casada que trata de comprender al muchacho homosexual en Té y simpatía (1956), una de las obras más delicadas de Vincente Minnelli, y uno de los primeros grandes títulos del cine que aborda abiertamente esta categoría sexual, lo que la convierte en una película "revolucionaria" para su época. También mostró sus dotes para la comedia, especialmente en Página en blanco (1960), una película de mucha más materia de la que puede parecer a primera vista, amén de una composición casi genial de sus cuatro protagonistas: Gary Grant, Deborah Kerr, Jean Simons y Robert Mitchum.
También supo mostrar su parte oscura con esa manera tan suya de evitar los subrayados, de desarrollar el personaje a través de los gestos y de las miradas. En este punto es de justicia revindicar la obra maestra de Jack Clayton aquí titulada burdamente Suspense (1961), aunque originalmente se llamaba The Inocents, y se trataba de una impresionante adaptación de la novela de Henry James, Otra vuelta a la tuerca, cuya lectura recomiendo, y que pro cierto, ha sido llevada varias veces en el cine (dos en España, una por Eloy de la Iglesia), y ha inspirado muchas películas (como Los otros, de Amenazar), pero en ningún caso alcanza la fuerza oscura del original. Se me quedó grabada cuando la pude ver en su estreno barcelonés, y luego la ha podido ver otras dos veces, curiosamente cada vez con una compañera distinta, y me consta que pasó a engrosar entre las favoritas de ellas.
En 1969 hizo sus dos últimas grandes interpretaciones, fue la amante desnuda de Burt Lancaster en Los temerarios del aire en lo que fue un homenaje al recuerdo de De aquí a la eternidad, amén de una de las obras mayores aunque menos reconocidas de John Frankenheimer. Aunque aparentemente puede parecer una película sobre las aventuras de los especialistas en acrobacias aéreas, en realidad se trata de una historia de amore tardíos, el retrato de un hombre que lamentara no haber amado establemente a una mujer como ella, y ella una mujer que lamentará haberse encontrado con otro que la subestima. Luego sería la paciente pero también crispada esposa de El compromiso, la penúltima película de Elia Kazan, el drama de un ejecutivo en crisis (Kirk Douglas) con sus raíces (es como el nieto del armenio que llegó América, América), con su repulsivo trabajo de publicista, y como hombre que sueña a destiempo con una nueva vida.
Deborah hizo un pequeño papel en 1985, y se retiró a su vida privada. Nunca había ejercido de estrella, tampoco trabajo en ninguna película infame. A pesar de que hasta seis veces candidata al Oscar a la mejor actriz, solo consiguió finalmente en 1994 uno honorífico de la Academia de Hollywood, aunque la verdad es que si hubo algún honor, ese fue para la Academia. 
Se definió a sí misma una vez como "un clown por dentro", también dijo en otra ocasión: "Soy muy limpia y ordenada. Odio que todo esté patas arriba. Puede decirse que estoy limpia por dentro y por fuera".
Descanse en paz, que nosotros seguiremos disfrutando con mucha de sus grandes interpretaciones.

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