Brecht
y el cine. Unas notas en el 60 aniversario de su muerte
Se
cumple el 60 aniversario del fallecimiento de dramaturgo alemán Bertold
Brecht (Ausburg, 1898-Berlín, 1956), un motivo como cualquier otro para hablar
de una de los mayores referentes culturales de la izquierda crítica del siglo
XX, eso sí, con todos los matices que se quiera. Tomando el aniversario como
pretexto, quizás valga la pena anotar algunos detalles sobre su vida, por ejemplo
que después de interrumpir sus estudios de medicina, Brecht expresa en su primera obra teatral Baal, su protesta contra los acontecimientos de la guerra de 1914-1918 de los que había sido testigo, un rasgo que es común a toda una generación, y esto es importante subrayarlo porque parece como si la que
prometieron como “la guerra que iba a acabar con todas las guerras”,no
hubiera existido (si nos atenemos al guión de la historiografía neoliberal), y
si existió que las democracias parlamentarias no tuvieran nada que ver con
ella, que el culpable fue una cosa llamada “nacionalismo”. que después de interrumpir sus estudios de medicina, Brecht expresa en su primera obra teatral Baal, su protesta contra los acontecimientos de la guerra de 1914-1918 de los que había sido testigo, un rasgo que es común a toda una generación, y esto es importante subrayarlo porque parece como si la que
Luego
le seguirían Tambores
en la noche (1922), y más
tarde, En la selva de las ciudades (1923).
Se trata de dos obras fuertemente marcadas por el expresionismo, y que pueden
considerase como el precedente de una concepción propia del teatro épico, que
maduraría poco a poco, y que influiría decisivamente en buena parte del teatro
moderno creado después de la
Segunda Guerra Mundial. El “irresistible” ascenso de Hitler
(en nombre del capital financiero) al poder, supuso para él persecución en
tanto que comunista y autor subversivo.
El
exilio llevará a Brecht, primero en Viena, después a París, y más tarde a
Dinamarca, donde estuvo en contacto con Wilhem Reich, “trotskista” en aquel
período. A continuación marcha a Estados Unidos, que aparte de ser una
democracia (la conquistó el pueblo), también es el país más rico del mundo, y
está lejos de los escenarios de la guerra que viene, como ya lo estuvo en
1914.En el ámbito teatral hay un momento célebre, y es cuando el inmenso
Charles Laughton (aparte de actor, el director de esa maravilla llamada La noche del cazador, la única que pudo realizar), representó en
1947 Galileo Galilei bajo
la dirección del cineasta Joseph Losey., que al año siguiente debutaría con la
película El muchacho de los cabellos
verdes, una título clásico que nos acerca con extrema sensibilidad a lo que
significa ser “diferente” en una sociedad como la norteamericana. Este
encuentro Brecht-Laughton-Losey quedó como un hito en la historia del teatro
universal. Se puede decir que hay algo de éste Galileo –obra escrita en
1937-1938, en pleno apogeo de las purgas estalinianas- en otra película de
Losey: El asesinato de Trotsky, realizada en 1972 .1/
Años
más tarde el propio Losey realizó una adaptación de Galileo (RU,
1974), con el apoyo de un amplio reparto totalmente aprovechado: Topol (El
violinista sobre el tejado), Edward Foz, Colin Blakely, y Giorgia Brown. Losey
efectuó una suerte de “homenaje” a la célebre versión con Laughton, y destaca
sobre todo por la naturalidad cinematográfica tonel que está adaptada luna
representación teatral. Aquí fue estrenada en la TV (se puede encontrar en DVD), y gracias a la
capacidad de Losey de ajustar los cambios de tiempo, la sobriedad y justeza de
los decorado, la convierten en una película notable, muy fiel además en una
erudita y convincente clave brechtiana.
También
el del mayor interés señalar que Brecht estaba trabajando como guionista en
Hollywood cuando fue llamado a comparecer ante la Comisión de Actividades Antiamericanas,
una maniobra de gran alcance cuyo propósito primordial era restringir la
izquierda norteamericana al partido demócrata, creando un formativa ideológica
según la cual todo voz crítica con el triunfal-capitalismo yanqui era un
“agente de Moscú”, un “totalitario”. Esta situación obligó al autor de Madre
coraje a marchar a Berlín Este pasando por Suiza. Allí crearía el legendario
grupo Berliner Ensemble y montaría piezas teatrales que transformaron el
panorama del arte dramático, obras teatrales que se siguen escenificando en
todo el mundo, aunque en la URSS
apenas si se llegó a representar.
Pero
a lo que íbamos. En el cine, el trabajo de Brecht fue más bien marginal,
indirecto y hasta cierto punto decepcionante, entre otras cosas porque sus posibilidades
fueron muy escasas. Pero no por eso deja de ser un capítulo importante.
De
un lado estás las adaptaciones de su obra de las, pro cierto, renegó
especialmente de La Comedia de la vida (Die Dresgroschenoper, Alemania-USA,
1931), una adaptación realizada por el injustamente olvidado G.W. Pabst, que
empero está considerada como una de las mejores de éste. Manuel Aguilar dice
ella: “...futura fuente de inspiración de más de un filme y toda una afrenta
para el entonces incipiente régimen nacional-socialista (en el momento de su
difusión, PG-A). La historia de amor entre el jefe de los ladrones de la ciudad
de Londres y la bellísima hija del rey de los mendigos de idéntica ciudad. Pese
a los esfuerzos del nazismo Ens. contra, ha sobrevivido hasta nuestros días,
siendo gustosamente considerada como uno de los clásicos de la historia del
cine” 2/. .En el Diccionario del cine, se
precisa: “...L´Opera de quat´sous),
en la que Pabst se niega a elegir entre fascinación y lección política, lo que
le costará al director un proceso por parte de B. Brecht”. /3 Pabst había realizado el mismo año
su obra más “roja”, Carbón, que causó verdadero entusiasmo entre
los afiliados a la CNT.
Brecht
también renegó de Herr Puntila un sein
Knetch Maffi (Puntila y su criado Maffi) rodada por el inquieto cineasta
brasileño Alberto Cavalcanti, que hizo la mayor parte de su carrera en Francia
y en Gran Bretaña,aunque esta la realizó en Austria en los años cuarenta, y
cuenta igualmente con buenas críticas.
En
Hollywood, Brecht tuvo la oportunidad de colaborar en varios guiones, entre los
que destacan Arco de triunfo (Arch of Triumph, 1948), que adaptaba
a Erich Maria Remarque, una película antifascista injustamente menospreciada,
entre otras cosas porque sufrió un montaje reductor que la convirtió en
extraña, prácticamente incomprensible. Interpretada por un elenco encabezado
por Ingrid Bergman, Charles Boyer, Charles Laughton y Louis Calhern, ha ganado
con el tiempo gracias a la existencia de un nuevo montaje que ha incorporado
casi cuarenta más, de tal manera que se precisan detalles como la furiosa
descripción de unos agentes franquistas en París, que, ni que decir tiene,
desaparecieron en su estreno español.
Mucho más eficaz fue su
colaboración con Fritz Lang, en particular con Hagmen Also Die!, que aquí se
estrenó décadas más tarde por TV con el título de Los verdugos también mueren. /4 Como pueden comprender los lectores, solamente por el título fue
“tabú” para la censura franquista. Brecht hizo para esta
película su aportación cinematográfica más importante, aunque descontento por
el enfoque de Lang, hizo retirar su nombre como guionista. Todo comenzó el 28
de mayo de 1942, justo día siguiente al del atentado contra Heydrich, Bertolt
Brecht y Lang iniciaron conversaciones en torno a un posible argumento cinematográfico
que contemplara las represalias por aquel hecho, con acento en los rehenes.
Ello dio lugar a unos primeros textos de ambos, aunque con redacción de Lang,
bajo el título 431!, que correspondía al número de individuos fusilados
entonces por los nazis.
Brecht trabajó en el
guión con un ayudante que escribía en inglés lo que ideaba el anterior. Pero al
empezar agosto Lang, en vista de que Brecht no era ducho en la arquitectura de
un libreto fílmico, llamó a John Wexley, entre cuyas acreditaciones figuraba la
correspondiente al guión final de Confesiones de un espía nazi. Wexley se
cuidaría de dar las estructuras idóneas a los conceptos de Brecht; se reunían
en casa de éste por la noche y el primero escribía durante el día. En contra de
Brecht, Lang sostuvo siempre que, entre otras escenas importantes, aquél había
creado algunas tan decisivas como la del profesor recomendándole a su hija que
no hablara absolutamente a nadie acerca de la identidad del ejecutor de
Heydrich, y también aquélla entre los mismos personajes en que el profesor
comunicaba a su hija (a fin de que lo memorizase y transmitiese) un mensaje
para su segundo descendiente, un niño de once años. También fueron de Brecht
(en alemán) los versos recitados por un rehén y adaptados a letra de canción en
inglés por Sam Coslow.
Desde
estos ámbitos nos quedan muy lejos algunas de las realizaciones en las que
Brecht estuvo cerca como Kühle Wampe, obra de un tal Slatan Düdow que fue
interpretada por su esposa Helene Weigel, y por el que era considerado el mejor
actor brechtiano, Ernst Busch. Los libros hablan también de algunas
adaptaciones fieles, tan fieles que fueron filmadas en el mismo escenario en la
que se representaba: La
madre y Madre Coraje y sus hijos, ambas rodadas en el escenario
del Theater am Schiffbauerdamm y representadas por el Berliner Ensemble. Es
conocida la desconfianza de Brecht hacia la adaptación verdaderamente
cinematográfica de esta última obra.
Al
morir dejó sin terminar una adaptación llevada a cabo por el más importante
cineasta germano de la inmediata postguerra, Wolfgang Staudte (autor de la
inolvidable Los asesinos están entre
nosotros, de 1946, y como os podéis imaginar, nunca estrenada entre
nosotros). La madre fue una coproducción germano-francesa magníficamente
interpretada por Simone Signoret y Bertrand Blier, que, no hay que decirlo,
tampoco nos llegó. Brecht desconfiaba del cine, sobre todo de sus procedimientos
tradicionales. Creía que estaban en contradicción inmediata con sus propias
teorías, que pretendían establecer una distancia entre los componentes del
espectáculo (sobre todo entre el espectáculo y el espectador). No obstante, Brecht
fue un consumado espectador de películas. Sus biógrafos /5, cuentan que le gustaban mucho la versión
original de tres horas de Madame Bovary (1933) de Jean Renoir, de la que
quedaron finalmente hora y media.
A
título de curiosidad, anotemos que algunos procedimientos y episodios
dramáticos de Puntila o de La increíble
ascensión de Arturo UI parecen
haber sido extraídos de Luces
de la ciudad y de El gran dictador, ambas de
Chaplin, a quien Brecht consideraba un genio. Y tenía razón. Lo que no sabemos
que opinaba Chaplin de Brecht, pero bien podría haber dicho lo mismo.
Notas
1/ “La reacción de Bertold Brecht fue similar (a la de Malraux en relación a los “procesos de Moscú”, de los que decía que “así como la Inquisición no denigró la fundamental dignidad del cristianismo, lo procesos de Moscú no denigran la fundamental dignidad” (del comunismo), nota PG-A. El había abrigado ciertas simpatías por el trotskismo y las purgas lo sacudieron moralmente; pero no fue capaz de llegar al rompimiento con el estalinismo. Se rindió ante éste con una gran carga de dudas en su mente, igual que habían hecho los capituladotes oscuras (extrotskistas como Rádeck) en Rusia; y expresó artísticamente su propia situación y la de aquellos en Galileo Galilei. Fue a través del prisma de la experiencia bolchevique como Brecht vio a Galileo arrodillado ante la Inquisición por “necesidad histórica”, por la inmadurez espiritual y política del pueblo. El Galileo de su drama es Zinoviev, o Bujarin o Rakovsky con ropaje histórico. Le obsesiona el martirio “infructuoso” de Giordano Bruno, y ese terrible ejemplo lo induce a capitular ante la Inquisición, del mismo modo que la suerte corrida por Trotsky indujo a tantos comunistas a capitular ante Stalin. Y el famoso diálogo de Brecht: “Dichoso el país que produce tal héroe” y “Desdichado el país que necesita tal héroe” resume con oda claridad el problema de Trotsky y la Rusia estalinista más bien que la incertidumbre de Galileo en la Italia renacentista”(Isaac Deutscher, Trotsky, el profeta desterrado (ERA, México,1967, p. 347).
2/ Guía del video-cine (Cátedra, Madrid, 1990).
3/ Ed. Rialp, Madrid,
1991.
4/ Ver, Javier Coma, Aquella guerra desde aquel Hollywood (Alianza, Madrid,1998)
5/ Cf.Ronald Hayman, Brecht. Una biografía (Argos Vergara, Barcelona, 1985), y Klaus Völker, Crónica de Brecht. Datos sobre su vida y su obra (Anagrama, Barcelona, 1976)
5/ Cf.Ronald Hayman, Brecht. Una biografía (Argos Vergara, Barcelona, 1985), y Klaus Völker, Crónica de Brecht. Datos sobre su vida y su obra (Anagrama, Barcelona, 1976)
Ciertamente, Eugen
Bertolt Brecht desconfiaba del cine, sobre todo de sus procedimientos
tradicionales y creía que estaban en contradicción inmediata con sus propias
teorías, que pretendían establecer una distancia entre los componentes del
espectáculo. En sus entrevistas del Messingkauf, refiriéndose a la dramaturgia
shakespeariana, insistía en que en el teatro no hay solución de continuidad
entre la vida y el pensamiento, como no la había entre la taberna y la
academia. El escenario era, al igual que la vida, como una mina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario