Los desastres nuclear y el cine
Cinco años después del
desastre ecológico Fukushima en el Japón cuyas consecuencias trágicas son más
que evidentes, ha vuelto a abrir una nueva oleada de cuestionamiento del
uso de la energía nuclear. De entrada con manifestaciones un poco en todas
partes, dejando una situación abierta en la que nadie puede tener duda de la
importancia central del ecologismo en cualquier respuesta alternativa, por
supuesto en la de Podemos. Otra cosa es
que resulta de la mayor importancia la información didáctica, un terreno en ekl que el cine en general y el género documental en concreto, puede ayudar muy especialmente…
En esta nueva fase, las
movilizaciones deberán de ir acompañada de un trabajo en profundidad que debe
de llevar la denuncia y el debate a cada escuela, cada barrio, allá donde sea
posible. En este trabajo sería primordial contar con equipo de gente preparada
en un tema que hasta ahora ha parecido campo propio de los especialistas, y en
este sentido se tratará de aprovechar todos los medios posibles y el cine es,
sin lugar a dudas, no de ellos. Cuando digo cine digo tano películas de ficción
como documentales, sobre todo de estos que los hay, mucho y buenos. De hecho,
el medioambientalista se ha erigido en los últimos tiempos como el “gran tema”
del mejor documentalismo, y los ejemplos son abundantes.
Baste mencionar títulos
como Microcosmos, Tierra, Nómadas
del viento, Deep Blue, Génesis, Guadalquivir, etcétera. En todas ellas
se ofrece un cierto informe de la degradación del planeta, sobre los desastres
provocados por las enfermedades burguesas: la codicia, la competitividad por
encima de cualquier otra consideración que no sea el beneficio rápido. Hay
algunos sobre la crisis alimentaria como El mundo según Monsanto,..
Este documental nos
ofrece un informe exhaustivo. Dos horas que denuncia los efectos negativos
mundiales que provocan los productos agroquímicos y las semillas de soja
transgénica que comercializa la empresa más grande del mundo en el rubro. El
trabajo expone además las consecuencias que tiene para el ambiente y el suelo
el monocultivo de la soja transgénica. También retrata los efectos en la salud
humana de la utilización del Roundup, un herbicida sospechado de producir
cáncer. En síntesis, expone la cara más oscura de la lógica económica
neoliberal, a través de la realidad agrícola de América del Norte y del Sur,
especialmente de Argentina…El trabajo embiste directamente a la empresa de
Saint Louis –made in USA- que en más de un siglo de existencia fue fabricante
del PCB (piraleno), del “agente naranja” usado como herbicida en la guerra de
Vietnam y de hormonas de incremento para la producción láctea prohibida en
Europa. Actualmente, Monsanto sigue siendo el primer semillero de soja, maíz,
algodón y productor de agroquímicos del mundo. Quien dice semilla, dice Monsanto,
pero también dice alimentos. Es la empresa norteamericana que maneja el mercado
mundial de la soja. Es la misma empresa que fabricó PCB, y ocultó durante 50
años que ese aceite era cancerígeno. Ahora es empresa que produce y que patentó
las semillas de soja genéticamente modificadas, para resistir agroquímicos y
tempestades. El trabajo de investigación de la canadiense Marie Monique
Rubin, nos demuestra lo que es capaz de hacer una buena periodista que no se
arredra ante las instituciones cómplices.
No menos valiente es la
impresionante “The Cove”, un
testimonio de lo peor del Japón, concretamente sobre lo que está sucediendo con
los delfines en la Taiji,
población consagrada a la matanza de delfines y ballenas de piel luminosa por
encima de convenciones y normas internacionales. La investigación está
planteada como lo que es, la investigación de un crimen organizado con todas
sus telas de arañas. Hay un momento en el que los responsables de la película,
avanzan una conclusión derivada de su propia experiencia como defensores de los
derechos de los animales: no hay nada que hacer en el engranaje de las
instituciones, de los organismos internacionales que crean comisiones de
apariencia democrática que acaban dándole la vuelta al propósito liberador para
acabar en manos de los intereses creados. Son por lo demás películas que vale
la pena de “disfrutar” como buen cine, aunque la ira está garantizada.
En los últimos años,
Hollywood ha mostrado una poderosa atracción por los temas apocalípticos, y
como es ya habitual: ha producido de lo peor pero también de lo mejor…Entre lo
mejor citemos The Road (La carretera, John Hillcoat),
adaptación de una novela de Corman McCarthy con un sólido reparto encabezado
por Viggo Mortensen, y también el “remake” de Últimatum a la tierra…Son películas
conocidas, comerciales, pero de gran caldo, dignas de ser revisadas y
reconsideradas.
Aún así, en la misma
opción temática subyace un sentimiento generalizado de que podemos asistir al
suicidio del planeta. Este sentimiento ya está instalado en el público, la hipótesis
ya fue avanzada por autores como Carl Sagan en su obra Cosmos a la que hemos
podido volver a acceder nuevamente en DVD gracias a una promoción de Público.
Ahora no se trata de pesadillas como las creadas con el crack de 1929 que están
detrás de todo el ciclo de cine fantástico y de terror de la Universal en los años
treinta, ahora se trata de un diagnóstico fundamentado, aceptado por la
comunidad científica, que además no se olvida en subrayar que no se trata de
ninguna maldición, ni tan siquiera de lo locura del “género humano”, sin que se
trata de la consecuencia de la dictadura que las grandes corporaciones han
conseguido imponer en las llamadas democracias liberales, en países dirigentes
como los Estados Unidos donde la política se expresa por un partido único con
dos alas y que o son más que las proyección de los grandes negocios. Sobre todo
esto recomiendo fervorosamente el documental La
hora once, un documental
excepcional, muy superior a Una
verdad incómoda, producido por un
actor comprometido con la cusa como Leonardo DiCapro, y sobre el cual ya
escribí un pequeña trabajo no hace mucho.
En relación al tema
nuclear derivado de Hiroshima y Nagasaki, me remito a un artículo sobreLluvia
negra, una de las obras maestras de Sohei Imanura. Este es un capítulo de la
historia de la infamia que suele ser soslayado en nuestros diarios (como es
sabido, todos “independientes”), tan pronorteamericanos como sea posible, y en
los que apenas se suelen ofrecer reflexiones sobre todo lo que significaron
estas dos famosas bombas. Curiosamente, esta siendo ahora cuando la “memoria
histórica” de Hiroshima y Nagasaki está siendo recuperada, sobre todo a la luz
de la suma de tragedias que están asolando Japón, unos de orden natural, pero
otras derivadas de ese cáncer social que representa el “lobby” pronuclear.
En cuanto a los
desastres de las nucleares, la filmografía existen es bastante pobre, quizás
habría que hablar de algunos títulos de gran valor testimonial como Skilwood (USA, 1983), de Mike Nichols,
con Maryl Streep y Cher, mucho más interesante por su trasfondo de denuncia que
por su convencional puesta en escena, y la olvidada Delitto d'amore (Italia, 1974) de Luigi Comencini, que
narra los amores de un joven anarquista y una chica sin ideario político y de
mayores raíces religiosas son el tema de esta película sobre un trasfondo
laboral radioactivo…Una de esas películas a revisar.
En cuanto los desastres
derivados de las instalaciones nucleares, en general se trata de telefilmes
realizado en los Estados Unidos y que aquí han llegado en programas de
sobremesa y también con una oscura distribución en formato video. El más famoso
de todos, y también el más recurrente, es sin duda El síndrome de China (The China Syndrome, 1979) del muy
mediocre James Bridges, producida y protagonizada por actores
considerados como “progresistas” en los Estados Unidos, tales como Jane fonda,
Michael douglas y Jack Lemmon. El título de la película viene de la hipótesis
extrema de la fusión de un reactor nuclear, cuyo material radiactivo nuclear
podría hipotéticamente atravesar la corteza de la Tierra y alcanzar China,
las antípodas de Estados Unidos. La película se estrenó en marzo de 1979, doce
días antes del cadente nuclear de Three Mile Island de Harrisburg en
Pensilvania. Cuando se estrenó muchos consideraron que lo que contaba era una
exageración, pero dos semanas después los estadounidenses comprobaron que la
amenaza nuclear era cierta. Curiosamente en la película un científico decía que
el accidente habría podido dejar inhabitable “una área del tamaño de
Pensilvania”. A pesar de que la película venía a demostrar por enésima vez que
gracias a la tenacidad y abnegación, todo se soluciona. Que se trata de un
canto a los planteamientos individualistas que acaban siempre triunfando por
más grandes que sean los molinos de viento (en este caso, las siniestras
multinacionales que pagan a Michael Crichton, José Mª Aznar o Felipe González),
lo cierto es que, como es dicho, a pesar de su pobre esquema argumental y de su
plana realización, al menos quedó como una vehemente denuncia de los
peligros de la energía nuclear.
No es gran cosa, pero sí
suficiente para situar la cuestión –entreteniendo-, y dar pie a una buena
explicación, y en lo posible a un buen debate porque –no lo olvidemos-, las multinacionales
que están destruyendo la tierra, se apoyan en el individualismo insolidario y
la ignorancia.
El “Apocalipsis” está en
la portada de los diarios, en las noticias de la “Tele”, y por lo mismo en la
calle. El comentario callejero no tarda en pasar al nudo de la cuestión: al
cinismo de los responsables. De los clónicos defensores del pase lo que pase de
la energía nuclear, los que no conciben la vida sin sus beneficios, los que
pueden decir y hacer barbaridades con la seguridad de la impunidad y con la
cobertura de los medios…en TVE aparece una señora que es la responsable,
insiste en lo que ahora toca decir: aquí no estamos en Japón…
No hace más que nos
cuantos días que el Japón de hoy no existía, y de buen seguro que los
responsables de las nucleares repetían su discurso: Japón no es Chernobill, los
de Chernobill decía que eso sólo pasaba en los países capitalistas. El caso es
que Japón no era Japón, en esta zona no pasaban estas cosas. Ya estaban
saliendo los primeros escapes de radioactividad cuando Rajoy todavía seguía
proclamando que as nucleares estaban provocando las primeras alarma decía
viva voz en un mitin que nos dejásemos de “demagogia” al respecto. También
estaba ya en esa el “lobby” mal llamado socialista, Felipe González ya trabajado
en ello…
Son capaces de cualquier
cosa. Un ben ejemplo lo tenemos en el caso de Estado de miedo(State of fire), un best-seller de encargo, Michael Crichton,
millonario escritor estadounidense cuyos libros no pocas veces terminan en la
pantalla grande: Jurassic Park y su secuela El
Mundo Perdido, El Hombre Terminal y Sol Naciente, todas ellas con su
consiguiente adaptación cinematográfica. Como lo tuvo igualmente Acoso (Dscloure, USA, 1994), escrita
y orientada por encargo para demostrar que…las mujeres también podían acosar a
los hombres. La protagonista era Demi Moore, señalada “neocon” que interpretaba
a una ejecutiva con unos rasgos dominantes claramente masculinos, una señora
que bien podía figurar en el estado mayor del PP.
Pero a lo que iba… Estado de miedo también
parecía destinada a resultar una cara producción made in Hollywood, pero no
parece que de momento haya animado ni tan siquiera a Sylvester Stallone, y
después de lo de Fukushima, no parece que vayan a estar muy dispuesto aunque,
como dice El Roto, no parece que en “lobby” pronuclear se den grietas.
Estado de miedo tuvo desde antes de aparecer el apoyo entusiasta de los
grandes medios de desinformación que avasallan cada día los Estados Unidos.
Desde el punto de vista de las grandes corporaciones que financian el discurso
contra lo que se ha venido a llamar “cambio climático”, la obra es una
maravilla: la de la vuelta a los hechos, y los culpables son…los ecologistas
.Describe la historia de de cuatro personas, un abogado ambiestalista, la asistente
de un magnate ambientalista y dos agentes de la Protección Ambiental Agencey (EPA), recorren el mundo
intentando sabotear una serie de atentados ecoterroristas. Es una novela
“comprometida” a la manera que Vargas Llosa entiende este concepto, abiertamente
política y que crea una situación en la que los movimientos
ambientalistas son los malos. De hecho son terroristas: inventan todo el
discurso social acerca del calentamiento global y producen artificialmente sus
consecuencias. Están ocupados de abarcar la mayor prensa posible, seducir a los
“liberales” de Hollywood que tratan de "salvar el planeta", y lograr
de esta manera cifras millonarias donaciones para hacer sus investigaciones,
sus seminarios y mantener un estilo de vida de ricos y famosos.
Hay una parte de la
novela es, que ofrece, la clave, y da el título a la obra. Un sociólogo,
catalogado de busca-problemas por los mandamases ambientalistas, irrumpe en un
seminario para insistir con su teoría de que todo eso es una patraña
comunicacional barata, desarrollada únicamente por las fuerzas de control
social que intentan mantener un estado de miedo en la población, el “socialismo
de estado” que han argüido los agitadores de las corporaciones aseguradoras que
se han movilizado contra la pequeña reforma sanitaria ofrecida pro el gobierno
de Obama. Así es que, todo lo que se opone a las grandes empresas no puede ser
más que una forma de “populismo” o “totalitarismo” según los criterios
establecidos por Michael Crichton, que ha muerto con más millones de los que
podía contar.
Como lector de los
suplementos culturales, y persona atenta a las tribunas incluyendo las más
aborrecidas, y después de darme un paseo por la Red, no he encontrado vestigios de una crítica.
Por supuesto, Michael
Crichton, no considera para nada el consenso a que ha llegado la (por lo
general, más bien conservadora) comunidad científica sobre el
calentamiento global, y sobre las razones de fondo que lo motivan: la voracidad
empresarial, el modo de vida americano, ese modo de vida instalado en la
mentira y la corrupción, y que es capaz de cualquier cosa, hasta la más viles,
como puede ser escribir una novela como esta. Una obra en la que al autor le
importa un bledo la verdad porque lo importante para él es amasar dinero y fama,
aparecer en el las carteleras, y tener tantas mansiones al menos como
Vargas Llosa.
La historia me recuerda
un comentario lejano de John Le Carré, en el que este comentaba que hablando
con un personaje del laborismo sobre los desastres del capitalismo, éste
respondió, “Bueno, bueno, no serán tan malos”, lo que el autor de el paciente
inglés, contexto: “No, son mucho peores”.
No hay más que verlos
con lo que está sucediendo estos días
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