miércoles, 15 de junio de 2016

Los desastres nuclear y el cine



Los desastres nuclear y el cine

Resultado de imagen de El desastre nuclear y el cineCinco años después del desastre ecológico Fukushima en el Japón cuyas consecuencias trágicas son más que evidentes, ha vuelto a abrir  una nueva oleada de cuestionamiento del uso de la energía nuclear. De entrada con manifestaciones un poco en todas partes, dejando una situación abierta en la que nadie puede tener duda de la importancia central del ecologismo en cualquier respuesta alternativa, por supuesto en la de Podemos. Otra cosa es

que resulta de la mayor importancia la información didáctica, un terreno en ekl que el cine en general y el género documental en concreto, puede ayudar muy especialmente…
En esta nueva fase, las movilizaciones deberán de ir acompañada de un trabajo en profundidad que debe de llevar la denuncia y el debate a cada escuela, cada barrio, allá donde sea posible. En este trabajo sería primordial contar con equipo de gente preparada en un tema que hasta ahora ha parecido campo propio de los especialistas, y en este sentido se tratará de aprovechar todos los medios posibles y el cine es, sin lugar a dudas, no de ellos. Cuando digo cine digo tano películas de ficción como documentales, sobre todo de estos que los hay, mucho y buenos. De hecho, el medioambientalista se ha erigido en los últimos tiempos como el “gran tema” del mejor documentalismo, y los ejemplos son abundantes. 
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Baste mencionar títulos como Microcosmos, Tierra, Nómadas del viento, Deep Blue, Génesis, Guadalquivir, etcétera. En todas ellas se ofrece un cierto informe de la degradación del planeta, sobre los desastres provocados por las enfermedades burguesas: la codicia, la competitividad por encima de cualquier otra consideración que no sea el beneficio rápido. Hay algunos sobre la crisis alimentaria como El mundo según Monsanto,..
Este documental nos ofrece un informe exhaustivo. Dos horas que denuncia los efectos negativos mundiales que provocan los productos agroquímicos y las semillas de soja transgénica que comercializa la empresa más grande del mundo en el rubro. El trabajo expone además las consecuencias que tiene para el ambiente y el suelo el monocultivo de la soja transgénica. También retrata los efectos en la salud humana de la utilización del Roundup, un herbicida sospechado de producir cáncer. En síntesis, expone la cara más oscura de la lógica económica neoliberal, a través de la realidad agrícola de América del Norte y del Sur, especialmente de Argentina…El trabajo embiste directamente a la empresa de Saint Louis –made in USA- que en más de un siglo de existencia fue fabricante del PCB (piraleno), del “agente naranja” usado como herbicida en la guerra de Vietnam y de hormonas de incremento para la producción láctea prohibida en Europa. Actualmente, Monsanto sigue siendo el primer semillero de soja, maíz, algodón y productor de agroquímicos del mundo. Quien dice semilla, dice Monsanto, pero también dice alimentos. Es la empresa norteamericana que maneja el mercado mundial de la soja. Es la misma empresa que fabricó PCB, y ocultó durante 50 años que ese aceite era cancerígeno. Ahora es empresa que produce y que patentó las semillas de soja genéticamente modificadas, para resistir agroquímicos y tempestades.   El trabajo de investigación de la canadiense Marie Monique Rubin, nos demuestra lo que es capaz de hacer una buena periodista que no se arredra ante las instituciones cómplices.
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No menos valiente es la impresionante “The Cove”, un testimonio de lo peor del Japón, concretamente sobre lo que está sucediendo con los delfines en la Taiji, población consagrada a la matanza de delfines y ballenas de piel luminosa por encima de convenciones y normas internacionales. La investigación está planteada como lo que es, la investigación de un crimen organizado con todas sus telas de arañas. Hay un momento en el que los responsables de la película, avanzan una conclusión derivada de su propia experiencia como defensores de los derechos de los animales: no hay nada que hacer en el engranaje de las instituciones, de los organismos internacionales que crean comisiones de apariencia democrática que acaban dándole la vuelta al propósito liberador para acabar en manos de los intereses creados. Son por lo demás películas que vale la pena de “disfrutar” como buen cine, aunque la ira está garantizada.
En los últimos años, Hollywood ha mostrado una poderosa atracción por los temas apocalípticos, y como es ya habitual: ha producido de lo peor pero también de lo mejor…Entre lo mejor citemos The Road (La carretera, John Hillcoat), adaptación de una novela de Corman McCarthy con un sólido reparto encabezado por Viggo Mortensen, y también el “remake” de Últimatum a la tierra…Son películas conocidas, comerciales, pero de gran caldo, dignas de ser revisadas y reconsideradas.
Resultado de imagen de El desastre nuclear y el cineAún así, en la misma opción temática subyace un sentimiento generalizado de que podemos asistir al suicidio del planeta. Este sentimiento ya está instalado en el público, la hipótesis ya fue avanzada por autores como Carl Sagan en su obra Cosmos a la que hemos podido volver a acceder nuevamente en DVD gracias a una promoción de Público. Ahora no se trata de pesadillas como las creadas con el crack de 1929 que están detrás de todo el ciclo de cine fantástico y de terror de la Universal en los años treinta, ahora se trata de un diagnóstico fundamentado, aceptado por la comunidad científica, que además no se olvida en subrayar que no se trata de ninguna maldición, ni tan siquiera de lo locura del “género humano”, sin que se trata de la consecuencia de la dictadura que las grandes corporaciones han conseguido imponer en las llamadas democracias liberales, en países dirigentes como los Estados Unidos donde la política se expresa por un partido único con dos alas y que o son más que las proyección de los grandes negocios. Sobre todo esto recomiendo fervorosamente el documental La hora once, un documental excepcional, muy superior a Una verdad incómoda, producido por un actor comprometido con la cusa como Leonardo DiCapro, y sobre el cual ya escribí un pequeña trabajo no hace mucho.
En relación al tema nuclear derivado de Hiroshima y Nagasaki, me remito a un artículo sobreLluvia negra, una de las obras maestras de Sohei Imanura. Este es un capítulo de la historia de la infamia que suele ser soslayado en nuestros diarios (como es sabido, todos “independientes”), tan pronorteamericanos como sea posible, y en los que apenas se suelen ofrecer reflexiones sobre todo lo que significaron estas dos famosas bombas. Curiosamente, esta siendo ahora cuando la “memoria histórica” de Hiroshima y Nagasaki está siendo recuperada, sobre todo a la luz de la suma de tragedias que están asolando Japón, unos de orden natural, pero otras derivadas de ese cáncer social que representa el “lobby” pronuclear.
En cuanto a los desastres de las nucleares, la filmografía existen es bastante pobre, quizás habría que hablar de algunos títulos de gran valor testimonial como Skilwood (USA, 1983), de Mike Nichols, con Maryl Streep y Cher, mucho más interesante por su trasfondo de denuncia que por su convencional puesta en escena, y la olvidada Delitto d'amore (Italia, 1974) de Luigi Comencini, que narra los amores de un joven anarquista y una chica sin ideario político y de mayores raíces religiosas son el tema de esta película sobre un trasfondo laboral radioactivo…Una de esas películas a revisar.
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En cuanto los desastres derivados de las instalaciones nucleares, en general se trata de telefilmes realizado en los Estados Unidos y que aquí han llegado en programas de sobremesa y también con una oscura distribución en formato video. El más famoso de todos, y también el más recurrente, es sin duda El síndrome de China (The China Syndrome, 1979) del muy mediocre James Bridges, producida y   protagonizada por actores considerados como “progresistas” en los Estados Unidos, tales como Jane fonda, Michael douglas y Jack Lemmon. El título de la película viene de la hipótesis extrema de la fusión de un reactor nuclear, cuyo material radiactivo nuclear podría hipotéticamente atravesar la corteza de la Tierra y alcanzar China, las antípodas de Estados Unidos. La película se estrenó en marzo de 1979, doce días antes del cadente nuclear de Three Mile Island de Harrisburg en Pensilvania. Cuando se estrenó muchos consideraron que lo que contaba era una exageración, pero dos semanas después los estadounidenses comprobaron que la amenaza nuclear era cierta. Curiosamente en la película un científico decía que el accidente habría podido dejar inhabitable “una área del tamaño de Pensilvania”. A pesar de que la película venía a demostrar por enésima vez que gracias a la tenacidad y abnegación, todo se soluciona. Que se trata de un canto a los planteamientos individualistas que acaban siempre triunfando por más grandes que sean los molinos de viento (en este caso, las siniestras multinacionales que pagan a Michael Crichton, José Mª Aznar o Felipe González), lo cierto es que, como es dicho, a pesar de su pobre esquema argumental y de su plana realización,   al menos quedó como una vehemente denuncia de los peligros de la energía nuclear.
No es gran cosa, pero sí suficiente para situar la cuestión –entreteniendo-, y dar pie a una buena explicación, y en lo posible a un buen debate porque –no lo olvidemos-, las multinacionales que están destruyendo la tierra, se apoyan en el individualismo insolidario y la ignorancia.
El “Apocalipsis” está en la portada de los diarios, en las noticias de la “Tele”, y por lo mismo en la calle. El comentario callejero no tarda en pasar al nudo de la cuestión: al cinismo de los responsables. De los clónicos defensores del pase lo que pase de la energía nuclear, los que no conciben la vida sin sus beneficios, los que pueden decir y hacer barbaridades con la seguridad de la impunidad y con la cobertura de los medios…en TVE aparece una señora que es la responsable,  insiste en lo que ahora toca decir: aquí no estamos en Japón…
No hace más que nos cuantos días que el Japón de hoy no existía, y de buen seguro que los responsables de las nucleares repetían su discurso: Japón no es Chernobill, los de Chernobill decía que eso sólo pasaba en los países capitalistas. El caso es que Japón no era Japón, en esta zona no pasaban estas cosas. Ya estaban saliendo los primeros escapes de radioactividad cuando Rajoy todavía seguía proclamando que as nucleares estaban provocando las primeras alarma decía  viva voz en un mitin que nos dejásemos de “demagogia” al respecto. También estaba ya en esa el “lobby” mal llamado socialista, Felipe González ya trabajado en ello…
Son capaces de cualquier cosa. Un ben ejemplo lo tenemos en el caso de Estado de miedo(State of fire), un best-seller de encargo, Michael Crichton, millonario escritor estadounidense cuyos libros no pocas veces terminan en la pantalla grande: Jurassic Park y su secuela El Mundo Perdido, El Hombre Terminal y Sol Naciente, todas ellas con su consiguiente adaptación cinematográfica. Como lo tuvo igualmente Acoso (Dscloure, USA, 1994), escrita y orientada por encargo para demostrar que…las mujeres también podían acosar a los hombres. La protagonista era Demi Moore, señalada “neocon” que interpretaba a una ejecutiva con unos rasgos dominantes claramente masculinos, una señora que bien podía figurar en el estado mayor del PP.
Pero a lo que iba… Estado de miedo también parecía destinada a resultar una cara producción made in Hollywood, pero no parece que de momento haya animado ni tan siquiera a Sylvester Stallone, y después de lo de Fukushima, no parece que vayan a estar muy dispuesto aunque, como dice El Roto, no parece que en “lobby” pronuclear se den grietas.
Estado de miedo tuvo desde antes de aparecer el apoyo entusiasta de los grandes medios de desinformación que avasallan cada día los Estados Unidos. Desde el punto de vista de las grandes corporaciones que financian el discurso contra lo que se ha venido a llamar “cambio climático”, la obra es una maravilla: la de la vuelta a los hechos, y los culpables son…los ecologistas .Describe la historia de de cuatro personas, un abogado ambiestalista, la asistente de un magnate ambientalista y dos agentes de la Protección Ambiental Agencey (EPA), recorren el mundo intentando sabotear una serie de atentados ecoterroristas. Es una novela “comprometida” a la manera que Vargas Llosa entiende este concepto,   abiertamente política y que crea una situación en la que   los movimientos ambientalistas son los malos. De hecho son terroristas: inventan todo el discurso social acerca del calentamiento global y producen artificialmente sus consecuencias. Están ocupados de abarcar la mayor prensa posible, seducir a los “liberales” de Hollywood que tratan de "salvar el planeta", y lograr de esta manera cifras millonarias donaciones para hacer sus investigaciones, sus seminarios y mantener un estilo de vida de ricos y famosos.
Hay una parte de la novela es, que ofrece, la clave, y da el título a la obra. Un sociólogo, catalogado de busca-problemas por los mandamases ambientalistas, irrumpe en un seminario para insistir con su teoría de que todo eso es una patraña comunicacional barata, desarrollada únicamente por las fuerzas de control social que intentan mantener un estado de miedo en la población, el “socialismo de estado” que han argüido los agitadores de las corporaciones aseguradoras que se han movilizado contra la pequeña reforma sanitaria ofrecida pro el gobierno de Obama. Así es que, todo lo que se opone a las grandes empresas no puede ser más que una forma de “populismo” o “totalitarismo” según los criterios establecidos por Michael Crichton, que ha muerto con más millones de los que podía contar.
Como lector de los suplementos culturales, y persona atenta a las tribunas incluyendo las más aborrecidas, y después de darme un paseo por la Red, no he encontrado vestigios de una crítica.
Por supuesto, Michael Crichton, no considera para nada el consenso a que ha llegado la (por lo general, más bien conservadora)   comunidad científica   sobre el calentamiento global, y sobre las razones de fondo que lo motivan: la voracidad empresarial, el modo de vida americano, ese modo de vida instalado en la mentira y la corrupción, y que es capaz de cualquier cosa, hasta la más viles, como puede ser escribir una novela como esta. Una obra en la que al autor le importa un bledo la verdad porque lo importante para él es amasar dinero y fama, aparecer en el las carteleras, y tener tantas mansiones al menos  como Vargas Llosa.
La historia me recuerda un comentario lejano de John Le Carré, en el que este comentaba que hablando con un personaje del laborismo sobre los desastres del capitalismo, éste respondió, “Bueno, bueno, no serán tan malos”, lo que el autor de el paciente inglés, contexto: “No, son mucho peores”.
No hay más que verlos con lo que está sucediendo estos días

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