lunes, 20 de junio de 2016

Mayo del 68 y el FLP


Mayo del 68 y el FLP

Resultado de imagen de liga comunistaEl mayo del 68 fue un acontecimiento que confirmó a muchos de nosotros que la clase obrera podía tener la última palabra. En los medios radicales fue como un relámpago en la medianoche, una gesta deslumbrante
que irrumpió en nuestra vida como un torrente incontenible a través de diarios y revistas. Sería determinante para delimitar la división entre los sectores más gradualistas y los que apostaban por una revolución. Algunos no se lo pensaron dos veces. Desde la distancia, “Carapalo”,  vivió las jornadas como le era propio, leyendo todo lo que le caía en las manos.
Por aquel tiempo, los felipes había iniciado una evolución hacia la izquierda que acabaría dando lugar a un encuentro al mayor nivel con el trotskismo de la “promoción Krivine”, sí bien en extraña coexistencia al menos durante una fase, con otras lecturas, entre ellas la de Louis Althusser, entonces en su apogeo.
En este sentido, García Alcalá recoge el testimonio de Meritxell Josa que se presentó en la cuarta y última conferencia del FOC que se celebró, como era propio, en una iglesia, y lo hizo “con un libro de Trotsky bien visible, para que se supiera claramente lo que pensaba. En realidad, lo que hacía era provocar la expulsión” (2001; 255). Este era, al parecer, un motivo suficiente, ya que en el FLP se había empezado a desconfiar de los grupos trotskistas que ya estaban emergiendo como competidores. El mismo autor recoge una versión según la cual a mediados de 1967,  el grupo de Colomar intervino en una asamblea sobre las Comisiones Obreras Juveniles en la Escuela del Clot, “sólo sabían que hablar de Trotsky y del Ejército Rojo” (2001; 221), sin duda un testimonio exagerado ya que lo propio entonces era argumemtar sobre cosas concretas por más que se citara a Trotsky y a otros clásicos.
Resultado de imagen de Meritxell Josa
Carapalo se convirtió entre nosotros en uno de los primeros estudiosos de Trotsky. Lo muestra el detalle contado por Miguel Romero “Moro”, uno de los felipes más destacados, que le recuerda una intervención “magistral” en una asamblea de Madrid hablando de las reivindicaciones democráticas, la asamblea constituyente y todo lo demás, o sea la conexión del programa democrático radical con el programa de transición que permitiría pasar de la crisis social a la revolución. Todo un entramado que fue presentado por Juan sin citar fuentes y que a los presentes les pareció apabullante…hasta que les llegó el ejemplar de los Escritos de España de Trotsky, en la flamante edición de Ruedo Ibérico descubrieron que aquel discurso no era cosecha propia como había dejado entender en un gesto bastante habitual entre algunos líderes de aquel tiempo. De Juan se solía decir –sobre todo los que no lograban convencer por igual- que tenía una “buenas biblioteca”, de lo que no había la menor duda. Estaba al tanto de todo lo que se publicaba tanto aquí como en Francia.
Aunque las lecturas de Juan eran bastante diversa (incluía mucha literatura, en especial la novela negra) y por más que Lukács no se encontraba entre sus héroes favoritos, creo que sí tenía un libro de cabecera ese era Lenin. La coherencia de un pensamiento (1924). Se trataba de un título clave del joven Georg Lukács. Al menos a mí, muchas de las afirmaciones doctrinales que escuché a “Roberto” me sonaban claramente a la letra de la obra que, como era propio entonces, tenía prolijamente subrayada. Había sido editado primero en Francia por Maspero (que corría entre el personal que leía francés) y luego en castellano la recién creada “colección 70” de Grijalbo. Por error o por por ironía, a veces se citaba como el Lukács de Lenin.  En aquella fase, Lukács representaba la gran cultura marxista y entre las élites, citar su Estética aparecía como el colmo del refinamiento de izquierdas. De ahí que, años más tarde, un periodista de izquierda  citaba unas palabras escuchadas a señor en una salida del Liceo, !Y que no nos vengan ahora con la Estética del Lukács¡, como muestra del cambio de paradigma en la que se entraba en los ochenta.
Resultado de imagen de Lenin. La coherencia de un pensamientoÉste libro –complementario de Historia y conciencia de clase-, lo escribió Lukács en la fase de impaciencia revolucionaria (1918-1923) que siguió al Octubre ruso,  en plena expansión de  la III Internacional, una fase que se saldaría con una suma de derrotas, sobre todo en Alemania (donde hubo sacudidas revolucionarias fallidas en 1918, 1921 y 1923) y con el aislamiento de la joven república soviética y  la emergencia del fascismo en Italia.
Para “Carapalo” se trataba de retomar la tradición leninista para un proyecto revolucionario que se fundamentaba tanto en el análisis concreto de la realidad concreta como en el debate abierto. Su persistencia y dedicación a este proyecto llevaría a algunos a considerarlo como “nuestro Lenin”, un síndrome de líder indiscutido que sí existió en el caso de Colomar tuvo que ser bastante atemperado por la sorna destilada por algunos como el que escribe. 
Con mayor o menor fe, con mayor o menor nivel teórico, el síndrome del Lenin providencial estuvo detrás de no pocos de los líderes de los grupos de la época. Este fue el caso señalado en algunos de los grupos maoístas ya que no en vano el culto al líder providencial era una característica de esta corriente, muy afirmada en la idea del partido “monolítico”. Esta concepción era inherente a la tradición comunista, una tradición que el maoísmo llevó a un extremo delirante, llegando a atribuir a Mao una categoría religiosa. Se dio el caso de un importante científico de la Universidad de Barcelona que llegó a teorizar sobre sus capacidades curativas inherentes a su condición de “guía”...
Carapalo no tenía a Trotsky como su Mao ni mucho menos, no lo justificaba en todo, pero sí asumía su legado en sus trazos antiestalinistas. Aquí, las tradiciones obreristas clásicas se habían perdido con la derrota de la república y estábamos huérfanos de referencias. El Mayo y todo lo demás en su opinión, nos había servido para conectar con la tradición bolchevique representada por Don León,  la  respuesta no podía ser más sencilla: había que atarlo de nuevo. Colomar lo contaba con un tono  muy propio, como diciendo esto es muy elemental. En otras ocasiones, el ejemplo lo tomaba de un revolucionario que estaba aislado en tal lugar, ¿qué debía de hacer?, pues aprender el programa y conectar con la gente, con el pueblo…La clave estaba en el Programa de Transición, de su adaptación correcta, luego lo importante era marcar camino con la “propaganda por el hecho”, por acciones callejeras fulgurantes durante las cuales un grupo decidido podía ponerse literalmente a destrozar entradas de edificios simbólicos, o lugares tan emblemáticos como la calle Tuset y el Bocaccio, el enclave de lo que Joan de Segarra llamó con ingenio la “gauche divine” y que, a la postre, sería la que acabaría produciendo mayor bibliografía sobre la época.
Resultado de imagen de Lenin. La coherencia de un pensamientoEn la Liga de entonces existía una hostilidad per se contra aquel ambiente. Claro, salvo que se tratara de alguien que, a pesar de todo, fuese un simpatizante, alguien que ayudara económicamente, dejara locales para las reuniones y cosas así. Entonces el concepto adquiría connotaciones más simpáticas, era el típico “esteta”, pero no había que olvidar los inapreciable favores que algunos nos facilitaban. Y no solamente ellos, resultaba que Colomar tenía algunas amistades juveniles en la jerarquía con mala conciencia, por lo que ofrecían colaboraciones puntuales como la edición del “Combate”. Uno de ellos que trabajaban en la CNS de Cornellá era como un “agente doble” y llegó a estar organizado.
A principios de 1972, la Liga  celebró en Tarragona su primer congreso, y en un ambiente pleno de entusiasmo adoptó por unanimidad solicitar su adhesión como sección española de la IV Internacional que fue la que les “proporcionó una visión general del ascenso revolucionario mundial desde 1968 y elementos estratégicos”, gracias a  los cuales, escribe que supieron “situar dentro del mismo la crisis del capitalismo español, acelerada desde comienzos de la pasada década”. Aún y así, por mucho que estos avances fuesen importantes, al final resultaron “netamente insuficientes”, todo el esfuerzo por crear un partido cuya fracción inicial se dividía  nada más comenzar a andar…Se abría una encrucijada estratégica  y por lo tanto ahora no se trataba de proseguir la marcha –de la continuidad mejorada-  sino de llevar a cabo una rectificación radical que nos permitiera llegar a ocupar un espacio central en la clase trabajadora radicalizada.
Inmerso en esta lógica, la discusión se hacía enrevesada y casi imposible.
Resultado de imagen de liga comunistaUna vez más, como sucedió con la mayoría de grupos de la época tras un primer despegue, lo que había servido antes ya no servía. Después de este arranque, no se podía seguir a fuerza de entusiasmo, ahora se contaba con una experiencia en base a la cual debatir. “En marcha” insistía en que lo importante era rectificar en la necesidad de crear un ariete como parte de la “vanguardia amplia”, “encrucijada” trataba de retomar el hilo de la tradición papa poner el acento en el protagonismo de la clase obrera, y en la necesidad del frente único, e iniciaba su camino de oposición con unas razones sobre las que parecía que Colomar era capaz de ofrecer elucubraciones magistrales, por ejemplo, las lecciones del “pinochetazo”, sobre como una revolución a medias podría dar lugar a una situación similar.
Pero sobre todo, “Carapalo”  insistía en que sí no existía un partido potente, los reformistas y los oportunistas que aparecían en toda crisis revolucionaria; podrían hurtar la victoria al pueblo para  imponer una componenda desfavorable a este.
Pasado el tiempo, me he preguntado en ocasiones, ¿qué fue lo que hizo la ruptura irreversible? Ambas fracciones estaban de acuerdo en la necesidad de operar importantes cambios. Además, resultaba que la orientación de la IV Internacional reunificada consistía en dejar atrás el fraccionalismo para favorecer una línea de acuerdos (un criterio que acabó imponiéndose por mayoría en 1977). Siendo Colomar el líder indiscutido de su fracción, ¿hasta qué punto él resultó ser responsable?
Resultado de imagen de jose borras liga comunistaHay un dato interesante,  fue invitado a debatir la crisis en Bruselas pero no asistió y, al final, la ruptura llegó como una suerte de maldición inherente a la escuela. Tengo la foto viva de nuestro hombre la mañana que se consumó la ruptura. Era una gélida mañana de invierno, bastante temprano a finales del 72, el lugar estaba en el quinto pino, en medio del campo  y había corros dispersos aquí y allá. Creo que el malestar era generalizado o al menos a mi me lo pareció. Se imponía decir algo y lo hizo él con la solemnidad propia de las circunstancias. Nos dijo que era un hecho lamentable, pero que él ya lo había visto venir. Para él era evidente que  “en marcha” no aceptaba convivir con una mayoría. Ahora de lo que  se trataba era de seguir adelante. 
“Carapalo” insistió una y otra vez en atribuir toda la responsabilidad a los otros pero, al mismo tiempo, se  cuidó de representar una actitud abierta, de darse una ruptura  no sería por su parte sino por la de los demás… Suyo fue sin duda, el siguiente llamamiento publicado en el Combate  nº 11: “Camaradas de la fracción minoritaria, el II Congreso de la LCR no es un congreso fraccional, sigue siendo el vuestro y el nuestro. Su preparación está en marcha. Vosotros tenéis un puesto para discutir en el mismo. No a través de un representante para discutir sobre la escisión, sino mediante una representación proporcional a vuestras fuerzas y para realizar el debate trotskista que la ruptura ha interrumpido. Con vistas a la representación democrática en este Congreso, renovamos nuestra propuesta de comisión paritaria en la que deben incluirse un representante de cada tendencia de la IV Internacional. Por nuestra parte, está el convencimiento de que, a pesar de esta ruptura contra la que hemos luchado con todas nuestras fuerzas, el debate sigue siendo posible y necesario”.
No obstante, en el curso del congreso de constitución de la Liga Comunista (LC), “Carapalo” se mostró especialmente desabrido contra unos pocos  que insistimos en que había que tener todas las vías abiertas…En aquella ocasión argumentó lo mismo que haría después en otras crisis: que la metodología acabaría creando dinámicas opuestas. Se trataba, ante todo y sobre todo, de las interpretaciones. Por su parte no había dudas posibles. Estábamos al tanto de “la única vía que posee un grupo pequeño para devenir partido revolucionario de masas (…) sólo si dominamos los principios y los métodos de transición contenidos en el “Programa” de 1938, podremos avanzar en su concreción a condiciones determinadas a la evolución de las mismas, a los cambios de relación de fuerzas entre las clases y a las nuevas experiencias de las masas, mediante la elaboración detallada y minuciosa del programa de la revolución española, íntimamente ligada a la inserción creciente del grupo trotskista en el proceso revolucionario de las masas, en su capacidad de trabar lazos de dirección con ellas”.
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En perspectiva,  el cisma se puede interpretar desde un doble punto de vista. Primero, como una muestra más de las sempiternas crisis  de los grupos revolucionarios que, tras un primer avance con unas fórmulas que resultan por un tiempo (y las de la primera Liga funcionaron como revulsivo, como expresión de una audacia teórica y militante), pero se fueron creando dos tendencias opuestas. Una que busca aproximarse a las mayorías para no perder el compás de los movimientos y otra, la de la LC, que opta por una reafirmación de la tradición, por los criterios “principistas”...
Algunos de los que le habían acompañado desde  los tiempos del FOC, un colectivo (Martí Caussa alias “Enrique”, Miquel Puig alias “El Muerto”, Joan Font, etc.) con vida propia que se opone a Colomar,  que ya no  aceptaba su tutelaje como antes. En no poca medida, este colectivo  antecedió la “revuelta” del siguiente,  pero no es cuestión de adelantarse.


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