lunes, 6 de junio de 2016

Ernest Borgnine, un tipo del pueblo



Ernest Borgnine, un tipo del pueblo
Acaba de fallecer Ermes Effron Borgnino, más conocido como Ernest Borgnine, uno de los últimos grandes característicos del mejor cine norteamericano. Fue el rostro irrepetible de muchas películas inolvidables…

Nacido en  Hamden (Connecticut) en 1917 en una modesta familia de inmigrantes italianos procedentes de Módena, Borgnine era dueño de uno de los rostros más expresivos del cine moderno. Los diarios ofrecen diversos detalles sobre su biografía,  se formó en la televisión, y se inició en el cine con una película de aventuras olvidada, China Corsair (1951), de Ray Nazario. Fue un hombre afortunado, trabajó en lo que más le gustaba, actuar, y fue premiado con
una vitalidad asombrosa, una energía que nunca le abandonó.  Se casó varias veces, una con una estrella de Broadway,   Ehel Merman (trabajó con Marilyn en Luces de candilejas), y otra con Katy Jurado, una de las grandes del cine mexicano (El bruto, de Luís Buñuel) y de Hollywood (la más en consonancia fue quizás Lanza rota, donde fue la india casada con el personaje encarnado por Spencer Tracy, pero también estuvo en Sólo ante el peligro como la “fulana” que no tenía el miedo que domesticaba a los buenos ciudadanos que no querían problemas ni cumplir con sus compromisos). Ernest y Katy ambos trabajaron juntos al menos en un par de títulos importantes: Arizona, ciudad federal (un estimable “western” que adaptaba el argumento de La jungla del asfalto), y en Barrabás, el “peplum” más oscuro de la historia del género, y otra historia de cobardes que no cumplen.
Cuando se habla de alguien con la filmografía, supongo que se trata de hacerlo para la gente que le gusta el cine,  sobre todo para la juventud que se acerca a los clásicos desde la única pantalla posible, la pequeña. Lo mejor entonces quizás sea diferenciar entre las grandes películas, y la morralla, no en vano Borgnine comenzó su carrera en la fase crepuscular del Hollywood clásico, y atravesó toda su larga agonía, haciendo películas hasta este año que ha rodado El hombre que chocó la mano de Vicente Fernández y no todas le merecían. Entonces lo hizo como un secundario notorio en películas como De aquí a la eternidad (donde encarnó al brutal sargento Fatso Judsonde el papel que le dio a conocer), Veracruz y Johhny Guitar, que suelen aparecer citadas, pero hay otras de interés, por ejemplo aparece en algunos de los de los seis títulos que Randolp Scott rodó con  el tercer tuerto de Hollywood, André de Toth.
Como todo el mundo sabe, su mayor fama se debe a Marty (1955), la primera película basada en un telefilme que llegó a los premios de la Academia, abriendo una fase de “neorrealismo” norteamericano, una veta que encontró su brecha en medio de la época del Cinemascope y gracias a la pluma de un escritor, Paddy Chayefsky. Paddy fue autor de los guiones de varias películas del mismo tipo, entre ellas, The Catered Affaire (1956; aquí llegó por TVE), cuyo guión recuerda al de lloviendo piedras, de Ken Loach, y en la que Borgine es un taxista que tiene que trabajar más que un reloj para cumplir el sueño de su mujer (Bette Davis) y su hija (Debbie Reynolds), que apuestan por una “boda inolvidable”. Detalle: Ernest hizo de padre de actores de su misma edad, así sucede por ejemplo en Los vikingos, donde está impresionante.
Marty fue una película “descubierta” en el Festival de Cannes, que luego se convirtió en un éxito inesperado (fue de largo en la película más rentable de la Lancaster-Hetch), sobre todo desde el momento en el triunfó en los Oscar, y Ernest inmortalizó su diáfana sonrisa con una estatuilla que hasta entonces raramente se había acordado de los segundones.  El meollo de la película son los problemas  de un trabajador, un humilde carnicero, que está convencido de que a él no le va querer nadie por ser más bien poco agraciado. Pero a partir de ahí,  Marty es un modelo de cine que te reconcilia con la vida cotidiana, y con la gente normal.  También suele suceder que al hablar de la película se cita el Oscar, pero no se cita a la chica, Betsy Blair, que ganó el premio a la mejor actriz en Cannes. Betsy era conocida como una de las “rojas” de l cine y el teatro, se unió al Sindicato de Actores y simpatizó con causas “comunistas”, de manera que a la hora de la “caza de brujas”,  la incluyeron en la lista negra. Como la investigaban por roja, estuvo a punto de perder el papel en Marty. Cuando terminó la película se fue de Estados Unidos,  se divorció de Gene Nelly, pero antes Betsy trabajó en la mejor película de Juan Antonio Bardem (Calle Mayor), y con Antonioni (El grito).
Desde entonces, la carrera de Borgnine fue siempre importante, no era lo que se dice una estrella, pero podía figurar como el contrapunto de estas. Trabajó en Italia, algo que le encantaba porque se sentía medio italiano. Lo hizo en producciones de todo tipo, muchos de ellos no han resistido la prueba el tiempo, pero otros desde luego que sí. Entre estos destacan las cuatro películas que hizo con Robert Aldrich,  sobre todo en la ambivalente Doce del patíbulo (después fue el actor enseña de las tres secuelas míseras que le siguieron), y El emperador del Norte (1973), la mejor a mi parecer, un auténtico retrato del la depresión, con un duelo entre Lee Marvin y Borgnine lleno de fuerza y de simbolismo. También trabajó con Sam Peckinpah en títulos tan memorables como  Grupo Salvaje
Seguramente el último gran papel que interpretó fue en el episodio en verdad minimalista que dirigió Sean Penn para la evocación colectiva 11´09´01, que como todo el mundo sabe, evoca desde diversos ángulos la tragedia de las Torres  Gemelas, y la hace con un penetrante parábola que recuerda la historia atribuida a Diógenes, aquella según la cual, cuando se le acercó Alejandro el Magno para preguntarle que era lo que quería, Diógenes le respondió: “Pues, que no me quietes el sol”. Era justo lo que hacían las dichosas torres sobre un pequeña apartamento en el que un viudo enamorada trataba de mantener viva una planta a la que las Torres le quitaban toda la luz del sol. Una buena demostración de cómo se puede hacer grandes películas con poco tiempo y menos presupuesto, y en no poca medida un homenaje al actor.
Un actor de los grandes que, al menos por lo que se sabe, era un buen tipo.

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