Ernest Borgnine, un tipo del pueblo
Acaba de
fallecer Ermes Effron Borgnino, más conocido como Ernest Borgnine, uno de los
últimos grandes característicos del mejor cine norteamericano. Fue el rostro
irrepetible de muchas películas inolvidables…
Nacido en Hamden (Connecticut) en 1917 en una modesta familia de inmigrantes italianos procedentes de Módena, Borgnine era dueño de uno de los rostros más expresivos del cine moderno. Los diarios ofrecen diversos detalles sobre su biografía, se formó en la televisión, y se inició en el cine con una película de aventuras olvidada, China Corsair (1951), de Ray Nazario. Fue un hombre afortunado, trabajó en lo que más le gustaba, actuar, y fue premiado con
Cuando se habla de
alguien con la filmografía, supongo que se trata de hacerlo para la gente que
le gusta el cine, sobre todo para la juventud que se acerca a los
clásicos desde la única pantalla posible, la pequeña. Lo mejor entonces quizás
sea diferenciar entre las grandes películas, y la morralla, no en vano Borgnine
comenzó su carrera en la fase crepuscular del Hollywood clásico, y atravesó
toda su larga agonía, haciendo películas hasta este año que ha rodado El hombre
que chocó la mano de Vicente Fernández y no todas le merecían. Entonces lo hizo
como un secundario notorio en películas como De aquí a la eternidad (donde
encarnó al brutal sargento Fatso Judsonde el papel que le dio a conocer), Veracruz y Johhny Guitar, que
suelen aparecer citadas, pero hay otras de interés, por ejemplo aparece en
algunos de los de los seis títulos que Randolp Scott rodó con el tercer
tuerto de Hollywood, André de Toth.
Como
todo el mundo sabe, su mayor fama se debe a Marty (1955), la primera película basada
en un telefilme que llegó a los premios de la Academia, abriendo una
fase de “neorrealismo” norteamericano, una veta que encontró su brecha en medio
de la época del Cinemascope y gracias a la pluma de un escritor, Paddy
Chayefsky. Paddy fue autor de los guiones de varias películas del mismo tipo,
entre ellas, The Catered Affaire (1956;
aquí llegó por TVE), cuyo guión recuerda al de lloviendo piedras, de Ken Loach,
y en la que Borgine es un taxista que tiene que trabajar más que un reloj para
cumplir el sueño de su mujer (Bette Davis) y su hija (Debbie Reynolds), que
apuestan por una “boda inolvidable”. Detalle: Ernest hizo de padre de actores
de su misma edad, así sucede por ejemplo en Los vikingos, donde
está impresionante.
Marty fue una película
“descubierta” en el Festival de Cannes, que luego se convirtió en un éxito
inesperado (fue de largo en la película más rentable de la Lancaster-Hetch),
sobre todo desde el momento en el triunfó en los Oscar, y Ernest inmortalizó su
diáfana sonrisa con una estatuilla que hasta entonces raramente se había
acordado de los segundones. El meollo de la película son los
problemas de un trabajador, un humilde carnicero, que está convencido de
que a él no le va querer nadie por ser más bien poco agraciado. Pero a partir
de ahí, Marty es
un modelo de cine que te reconcilia con la vida cotidiana, y con la gente
normal. También suele suceder que al hablar de la película se cita el
Oscar, pero no se cita a la chica, Betsy Blair, que ganó el premio a la mejor
actriz en Cannes. Betsy era conocida como una de las “rojas” de l cine y el
teatro, se unió al Sindicato de Actores y simpatizó con causas “comunistas”, de
manera que a la hora de la “caza de brujas”, la
incluyeron en la lista negra. Como la investigaban por roja, estuvo a punto de
perder el papel en Marty. Cuando terminó la película se fue de Estados
Unidos, se divorció de Gene Nelly, pero antes Betsy trabajó en la mejor
película de Juan Antonio Bardem (Calle Mayor), y con
Antonioni (El grito).
Desde entonces, la carrera
de Borgnine fue siempre importante, no era lo que se dice una estrella, pero
podía figurar como el contrapunto de estas. Trabajó en Italia, algo que le
encantaba porque se sentía medio italiano. Lo hizo en producciones de todo
tipo, muchos de ellos no han resistido la prueba el tiempo, pero otros desde
luego que sí. Entre estos destacan las cuatro películas que hizo con Robert
Aldrich, sobre todo en la ambivalente Doce del patíbulo (después
fue el actor enseña de las tres secuelas míseras que le siguieron), y El emperador del Norte (1973), la mejor a mi parecer, un
auténtico retrato del la depresión, con un duelo entre Lee Marvin y Borgnine
lleno de fuerza y de simbolismo. También trabajó con Sam Peckinpah en títulos
tan memorables como Grupo Salvaje.
Seguramente el último
gran papel que interpretó fue en el episodio en verdad minimalista que dirigió
Sean Penn para la evocación colectiva 11´09´01, que como todo el mundo sabe, evoca desde
diversos ángulos la tragedia de las Torres Gemelas, y la hace con un
penetrante parábola que recuerda la historia atribuida a Diógenes, aquella
según la cual, cuando se le acercó Alejandro el Magno para preguntarle que era
lo que quería, Diógenes le respondió: “Pues, que no me quietes el sol”. Era
justo lo que hacían las dichosas torres sobre un pequeña apartamento en el que
un viudo enamorada trataba de mantener viva una planta a la que las Torres le
quitaban toda la luz del sol. Una buena demostración de cómo se puede hacer
grandes películas con poco tiempo y menos presupuesto, y en no poca medida un
homenaje al actor.
Un actor de los grandes
que, al menos por lo que se sabe, era un buen tipo.
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