viernes, 24 de junio de 2016

Panait Istrati. Una introducción



Panait Istrati. Una introducción
Resultado de imagen de Panait Istrati.Vagabundo rumano, autodidacta, activista y sindicalista, gran escritor en la lengua de Víctor Hugo y en su propia lengua rumana, hombre de conciencia que tomó el camino de los perdedores, Panait Istrati consiguió una repentina y fulgurante celebridad entre 1923 y 1935, y luego tras los grandes cataclismos, su nombre se fue apagando en el olvido. Nacido en 1884 en la provincia de Braíla, Rumania, falleció en 1935 lejos de mundanal ruido. En los últimos tiempos, muy pocas voces se  levantaron para recordarnos al que, en expresión del novelista francés Joseph Kessell, "fue "un milagro" de la literatura (1), y
entre ellas menos todavía surgieron de por aquí, gracias a excepciones como Jame Vidal Alcover –que prologó una antología de sus obras en catalán- y Juan Eduardo Zúñiga...Alguna que otra edición aquí y allá  contribuyeron en pequeña proporción a la recuperación de un verdadero clásico de la literatura.        
Resultado de imagen de Panait Istrati. Como se ha dicho ya en numerosas ocasiones, la mejor novela de Panait Istrati fue sin duda su propia vida, que, por otro lado, fue la fuente casi exclusiva de su obra iniciada cuando había cumplido los cuarenta años y concluida trágicamente apenas diez años después. Hijo de un contrabandista griego y de una campesina rumana que se ganaba la vida haciendo de lavandera, Panait conoció el dolor y la miseria desde su más tierna infancia. Aunque quería enormemente a su madre, la abandonó cuando cumplió los doce años y se lanzó a recorrer el ancho mundo. De su primer trabajo en una taberna, escribió en una de sus obras:   "Diecinueve horas al día, horas de cansancio, de preocupaciones, de levantarse y estar en pie desde las seis de la mañana hasta la una de la noche...Un día libre en Pascuas y otro en Navidad....Palabras bárbaras, juramentos obscenos, tormentos sádicos, tirones de orejas sin cuento. Arroyo de lágrimas, una rebelión oscura, sueños desaparecidos, anhelos de huir..."(2).
 Durante cerca de treinta años Panait  trabaja en los oficios más diversos y recorre numerosos países. Explotado de forma despiadada, toma parte activa en las luchas sindicales dentro del movimiento socialista rumano que dirige un marxista de leyenda: Christian Rakovsky. Después de esta trayectoria -durante la cual Panait "devora" a los clásicos de la novela rusos y europeos-, hasta que su vida llega a un punto de inflexión densamente dramático: "cansado de la vida", decide cortarse el cuello cuando en 1921 se entera del fallecimiento de su madre. Antes de este intento suicida, había escrito una larga carta a Romain Rolland, uno de los escritores más reputados de su tiempo. Esta carta, que Panait guardaba en una vieja maleta, la hizo llegar al citado escritor el director del hospital de Niza en el se debatía entre la vida y la muerte. Un poco más tarde, el propio Rolland explicaba al prologar, Kyra Kyralina, el primer libro de Panait:   “La leí y me sentí conmovido ante la aparición de un genio. Un viento devorador que barría las estepas. El reconocimiento de un nuevo Gorki de los Balcanes. Éste genio del relato es tan exigente, que la víspera de su intento de suicidio le hizo interrumpir por dos veces sus quejas desesperadas para escribir alegres episodio s de su vida anterior"(3).
 El encuentro con Romain Rolland decidió el curso de la vida de Panait. Lo había pescado-en "las profundas aguas del océano social" y le animó para emprender su carrera: "Lleva usted a cabo su obra, le dijo, más esencial que usted, más duradera que su vida". El éxito llegó de inmediato, y con el tiempo, su prestigio y su vigencia superarían al del flamante Premio Nobel galo, hoy en día olvidado casi completamente.
Resultado de imagen de Panait Istrati.  Panait escribió su obra en lengua francesa, y abrió una brecha en la literatura de su tiempo. Desde la aparición de Gorki, la literatura europea no había conocido un escritor en el que la vida irrumpiera con tal ímpetu en sus páginas. Se trataba de una literatura que recordaba vigorosamente a los antiguos relatos como Las mil y una noches, pero no se trataba de fantasías sino de realidades impresionantes, desarrolladas sin seguir ninguna regla tradicional, sin los adimentos que proporcionan la cultura y la tradición, pero que tenía la fuerza de los hechos vivos de un pueblo que la intelligentzia desconocía. No hay idealismo, ni concesiones populistas, pero si hay sensibilidad, piedad, identificación, empatía...Panait vierte con su pluma sus recuerdos el curso de las historias acumuladas, sus personajes casi le dictan, y su conciencia le hace despreocuparse del arte para centrarse en el corazón, en la lucha.
  El grueso principal de su malograda obra -cuya labor apenas si sobrepasa la década-, lo forma la serie La vida de Adrián Zograffi, que comprende los siguientes títulos: Kyra Kyralina, Codine, Mijhail y La casa Thuringer, un conjunto de libros encajados y relacionados unos con otros con una coherencia que recuerda las historias contadas por experimentados vagabundos alrededor de una fogata...Adrián Zograffi es, sin duda, el retrato del propio Panait que se define a sí mismo como "un joven que ama el Oriente Es autodidacto, busca la instrucción donde quiera que se halle. Vive, sueña, desea muchas cosas. Más tarde tendrá el valor de decir que muchas cosas están mal hechas, tanto por los hombres como por el Creador". Panait no necesitó ninguna declaración de principio para ser considerado como un escritor revolucionario. Sus novelas son  por si mismas un cuadro vivo y vindicativo de los conflictos que sacuden a su pueblo natal, de las luchas nacionales y de las revueltas obras y campesinas...En Istrati encontramos el abigarrado mundo del Oriente, el tráfago de los bazares, de los muelles, de la vida nocturna, de los marginados, la dura vida de la
gente sencilla. A veces se detiene para gritar, como cuando escribe: “Y vosotros queréis ser legisladores, vosotros, ogros de la hermosa infancia! ¡Vosotros taberneros, tenderos, comerciantes, vosotros, grandes propietarios de fincas cuya tierra es negra como vuestra alma!. Y vosotros tenéis academias, tenéis cátedras de moral, tenéis iglesias que predican la compasión al estrépito ensordecedor de las campanas, tenéis Parlamento y no sabéis lo que se oculta en el pecho de un niño, no sabéis nada de toda esa vida que podría ser tan hermosa y que vosotros prostituís”.
  Otra obra importante de Panait Istrati que no se puede olvidar es Los aiducs. Los "aiducs" son los hombres y las mujeres que no soportan la opresión, ni a los criados, viven en el bosque y luchan contra los "perros guardianes" de los ricos. Florea Codrilor, capitana de los "aiducs" se presenta como "una amante del bosque, amiga de los hombres libres, justiciera de la injusticia". Son los bandidos rebeldes que por la justicia, la tierra, la libertad, que luchan en una guerra irregular contra los grandes señores feudales y contra su soldadesca para vengar a los débiles a pesar de la apatía de las masas campesinas.
Resultado de imagen de Panait Istrati. Aunque Rumania consiguió su independencia en 1912, la lucha contra la opresión griega y turca mantuvo muchas espadas en alto, en el campo tomando formas tan antiguas como la de los bandidos populistas, en las ciudades mediante las luchas obreras animadas por los socialistas. Los señores feudales y los burgueses habían colaborado estrechamente con las fuerzas de ocupación y la vida de las masas populares, que tan bien había conocido Panait, fue algo parecido a un infierno. Ya en 1907, bajo la influencia de la revolución rusa de 1905, los campesinos de Moldavia se sublevaron. Años más tarde, alentados por la revolución de Octubre, el partido agrario de Stambolouski, sostenido par un potente movimiento campesino, intentó desarrollar una reforma agraria en provecho del campesinado pobre.  En 1923 viene el fracaso.  El líder agrarista es asesinado y acusado de "bolchevique", y los campesinos rumanos volvieron a caer en la apatía y en las tinieblas, por su parte, los grandes señores agrarios y los burgueses se opusieron a cualquier "veleidad liberal" y echaron mano del militarismo y del fascismo.
   Cuando Panait Istrati publicó Los aiducs en 1926, el movimiento campesino y obrero rumano parecía aplastado y la revolución social conocía un poderoso reflujo después del gran período revolucionario de1917-1923, al tiempo que la revolución rusa comenzaba a demostrar su curso burocrático. La  nota pesimista con la que se acaba la novela es un poco el reflejo de esta situación. Uno de los bandidos rebeldes constata tristemente que en todas partes los tiranos continúan reinando, incluso entre los propios "aiducs" vaciados de un apoyo real de las masas.
  Pero al margen de su tono pesimista, un canto a la revuelta contra la opresión, una llamada para comenzar de nuevo de nuevo la lucha, escrita con el lirismo y la poesía de un narrador nato. Después de haber abandonado el libro, sus personajes siguen vive en nuestros recuerdos: Florea Codrilor que no soportaba el tedio y la mediocridad, el obispo y el boyardo Dimitraki, violador y asesino de muchachos, el sorprendente Splica, el monje que se convierte en “aiduc" después de la muerte de su novia en manos de un terrateniente, y finalmente, Movila el Vataf que huye con todo su pueblo...Todos quedan impresionados en nuestra mente como los personajes de las viejas leyendas. El localismo de Panait nos aparece aquí más universal que nunca, muy próximo a nosotros, ya que como escribió Blasco Ibáñez: ”Rumania es un país de origen latino y los relatos orientales de este gran escritor balcánico, por cuyas venas corren diversas sangres, tienen a veces el colorido vigoroso de una novela española. Algunos de sus episodios, especialmente aquellos en el que aparecen los "bandidos generosos" de Rumania, heroicos y justiciero, recuerdan nuestros romances populares" (4).
Resultado de imagen de Panait Istrati. También se acerca a nosotros por su voluntad de llegar a la gente. Panait no concebía otro tipo de literatura que la que surgía de la experiencia de la vida, que la estaba al servicio del pueblo. "Antes que escritor, diría, tengo que ser hombre", y cuando como tal hombre se ponía a escribir era incapaz de olvidarse de los suyos”. Por eso, con toda naturalidad y coherencia, Panait se sintió identificado desde el primer día con la revolución rusa y con el bolchevismo triunfante.
Considerado como un comunista sin carné, Panait fue uno de los pocos escritores europeos invitados a la celebración fastuosa del décimo aniversario de Octubre de 1917. La invitación provino de Christian Rakovsky, a la sazón diplomático revolucionaria y considerado como la mano derecha de Trotsky, el líder de la Oposición de izquierda. En Rusia se encontró con Víctor Serge, el escritor ruso-francés que hizo pronto amistad con Panait. Es evidente que ambos influye ron en la evolución de Panait durante su estancia en la URSS, pero lo que determinó su opción antiburocrática y antiestalinista fue su extraordinaria sensibilidad ante la prueba de los hechos y su opacidad antela escolástica de los funcionarios y de los escritores domesticados que querían hacerle ver que mediante la doctrina lo blanco podía convertirse en negro y viceversa.
  Panait inició su periplo por la Rusia soviética ebrio de entusiasmo. Declara que no piensa criticar unos defectos que posiblemente existan porque con ello ayudaría a la campaña incesante de la contrarrevolución. No obstante, poco a poco, este entusiasmo se va convirtiendo en desilusión. No se trataba por su parte de ningún prejuicio político, no desarrolló ningún análisis crítico. De la misma manera que escribió sus novelas, partiendo de la realidad desnuda, Fue conociendo directamente como funcionaba el Estado "socialista" en plena superindustrialización burocrática, como actuaban los funcionarios arribistas ante las masas y frente a los viejos revolucionarios...Intentó hacerse oír, pero no le escucharon. Por el contrario, le advirtieron que por ahí sólo iba hacia el enfrentamiento con el comunismo oficial, a desaprovechar las ventajas del generoso mercado editorial que había hecho callar y otorgar a autores como Arthur Koestler.
 Su aproximación a la Oposición de izquierda fue también muy "a su manera", a través de los hechos y del corazón, pero no por ello menos firme. Su contribución a la crítica que ésta desarrollaba contra el estalinismo se concretó en un libro, Vers l' autre flamme (traducida al castellano como Rusia al desnudo), que apareció con su firma aunque, en realidad, fue escrito, en su segunda y tercera parte, por Víctor Serge y Boris Souvarine respectivamente, a la sazón destacados líderes de que ya se empezaba a llamar "trotskismo" la publicación de este libro escrito con la intención de recuperar el ideal socialista del barro en que la burocracia lo estaba hundiendo, significó el inicio de una vio lenta campaña animada por el comunismo oficial.
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  Durante el tiempo que le quedaba de vida y recluido enfermo en su país, el nombre de Panait Istrati se convirtió en anatema. Se le acusó de haber roto con la URSS porque durante su visita no se aceptó las presiones económicas del estalinismo (que lo podía enriquecer con la edición de sus obras en la URSS), ni la tentación de  cambiar de barricada por la gloria, y al final, hasta a fuerza de repetirlo en la prensa, se llegó a creer que en su retito se avino a colaborar con el fascismo rumano, una mentira que llegó a calar en los medios libertarios donde ra profundamente admirado. Recluido en Rumania, sin apenas amigos, desilusionado aunque firme en sus convicciones revolucionarias, Panait no pudo contrarrestar esta campaña. Había sido un adelantado en la denuncia de la "revolución traicionada' y no fue comprendido. A una detrás de otra, todas las calumnias fueron desmontadas. Pero cuando esto ocurrió, habían pasado varias décadas y Panait era ya un autor sobre el que habitaba el olvido.
 Sin los acondicionamientos políticos de antaño -en pro o en contra-, la figura de Panait Istrati ha ido resurgiendo hasta ir ocupando el lugar que merece: el de un clásico de la novela y el de un verdadero revolucionario que no claudicó ante el estalinismo.

Notas

(1) Citarlo por Alexander Talex, prólogo de Le pèlerin du coeur, obra que reúne los textos autobiográficos de Panait Istrati (Gallimard, París)." Talex  fue uno de los escritores franceses que más trabajaron en los años ochenta del siglo pasado por la “rehabilitación” de Panait, lo que llegó a ser un hecho incluso en su país natal al menos desde poco después de la liberadora muerte de Stalin, mientras que en Francia, su país adoptivo, surgió una animosa entidad llamada "Els Amics de Panait Istrati" que llevó a cabo la edición actualizada de toda su obra en el curso de la ciada década.
(2) Ibidem, p. 55.
(3) Nota prólogo de Kyra Kyalina, Ed. Lux, Barcelona, 1925. p.
(4) Ibidem. p. 4.

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