POR QUÉ
SE PERDIÓ LA GUERRA
Ángel
GARCÍA PINTADO (*)
- Por qué se perdió la guerra?
-¿Las luchas intestinas en la retaguardia republicana fueron, a su juicio, tan
decisivas para el desastre?
decisivas para el desastre?
- Sí, sí, desde luego... Pero esa sería una razón demasiado general. Lo que yo creo es que los esfuerzos hechos por contener la revolución han
debilitado ésta y han
preparado su derrota.
- Unos lo achacan a la hegemonía del estalinismo, otros a la falta de cohesión organizada que caracterizó a las organizaciones revolucionarías como CNT, FAI, POUM…. ¿Usted, como trotskista,
claro está, debe de tener sus ideas?
- Sí, sí…La desorganización y la ausencia de centralización necesaria en una guerra
fueron en gran parte culpa de las tradiciones anarquistas; ellas facilitaron la
tarea de los estalinistas, quienes tuvieron así ocasión de utilizar la necesidad de centralización, que era evidente, para practicar una centralización de tipo contrarrevolucionario.
-¿Cómo podría haber evitado la izquierda la insurrección
rnilitar- fascista?
- Si hubiese
existido una orientación
clara en la dirección de los partidos obreros, tal vez habría podido hacerlo, Una orientación
que hubiese cuestionado, lo más rápidamente
posible, la posición del Ejército.
Sí, es un poco como la experiencia chilena... Cuando se cree que el Ejército es constitucional, que es legalista, que obedecerá…entonces nos atamos las manos y quedamos desarmados. No sé
si el golpe militar se hubiera podido evitar como digo, pero en todo caso, al menos, se habría afrontado en condiciones menos
desiguales.
- ¿La guerra civil tiene aún tantos misterios no aclarados?...
- Por una parte hay aún
muchos puntos oscuros, y por otra, una línea general que está bastante clara. Puntos oscuros son, por
ejemplo, la actuación de la GPU soviética, o la posición
que en ciertos momentos pudo adoptar el anarquista
Durruti con sus declaraciones, contradictorias, sobre la relación entre guerra y revolución;
más oscuridad, o claridad dudosa: las mismas circunstancias de
la muerte de Durruti... Hace poco recibí una larga
protesta por escrito de
uno que fue alto funcionario de la misión económica alemana, replicándome a lo que yo había escrito sobre la
intervención nazi en el bando franquista. Bueno, cogí y mandé a Barcelona,
al centro de investigación sobre la guerra civil, estos documentos. Allí pueden prestar más servicio que si me los guardo yo, ¿no cree
?... Hay que abrir sin condiciones los archivos a todos los investigadores.
Ayer hablé con un representante de la Fundación Pablo iglesias
y me contaba los esfuerzos que
hacen para reconstruir los
archivos socialistas, una
gran parte está destruida. En cuanto a los archivos
oficiales, ahí están los de Salamanca, muy
mal clasificados por cierto y
difícilmente abiertos. Además, no sé
si sabrá que falta una parte de ellos. Sí, parece que es el señor De la
Cierva...,
que se la ha llevado a su domicilio;
actuaciones como ésta no creo que se hagan con el ánimo de facilitar la tarea de los demás
investigadores, ¿verdad?
-¿Y el caso Nin? ¿Ese asesinato del que aún hablamos y hablaremos por algún tiempo y que
Claudín calificó de "ultraje al comunismo"?... ¿Es parcialmente un misterio o está todo muy
claro?...
- No, no se puede decir que todo esté claro. Faltan precisiones, fechas, lugares,
hechos... Y, sin
embargo, al mismo tiempo, todo está bien claro. Nin fue detenido la
Policía
de la Generalitat
y entregado a la
Policía
privada que los estalinistas habían organizado; éstos,
a su vez, tenían agentes
en la
Policía
republicana. Esperaban que
el jefe del POUM confesara crímenes que no habla cometido para preparar un proceso como el de Moscú. Como Nin no confesó, tuvieron que matarle. El argumento es nítido. Pero hay más casos Nin en esta guerra. Ahora me carteo con una familia israelí que perdió a uno de sus miembros: un joven
alemán, a quien llamaban Moulin, que era
trotskista y estaba en relación con los amigos de
Durruti en Barcelona
cuando las jornadas de mayo. Fue detenido y desapareció de la misma manera que Nin. También está el caso del ex secretario de Trotsky, el eslovaco Wolf, desaparecido de igual modo.
En mis investigaciones he conocido a un hombre a quien no puedo nombrar, pues se lo he prometido; ha escrito sus Memorias, que habrán de ser
publicadas después de su muerte. Se trata de un alemán que pertenecía a los servicios secretos del PC alemán, aunque en realidad su trabajo era
con el servicio exterior de la GPU; ha desempeñado un papel en el
asunto Nin,
porque gracias a
una llamada también anónima de un informador halló en una
librería de Lérida algunos de los documentos
que sirvieron para la acusación posterior
contra Nin. Entre esos documentos, un
plano de Madrid con un mensaje hecho
con tinta simpática firmado con una N
y que era falso, claro es. Este alemán, que se hizo con esos papeles
empleados en la campaña contra Nin, fue quien detuvo también a Wolf. Más adelante, el alemán fue a su vez victima de sus métodos y rompió con el estalinismo.
También pienso que si los señores Carrillo
y Lister quisieran hablar sinceramente, nos
enteraríamos de muchas cosas. En el
caso Nin creo que el buró político
del PC español fue informado. Yo quisiera
saber dónde se encuentran los
archivos de la Policía republicana durante la guerra, si han sido
utilizados o si se los llevaron de aquí. He preguntado ahora en este viaje si se pueden encontrar. Sería el único modo de investigar con seguridad, nos aportaría
hechos nuevos.
- ¿Militar en un partido como usted lo hace
puede ser un obstáculo a la objetividad
necesaria para un historiador o, por el contrario,
favorece la labor de investigación?
- El militante es el hombre que pretende hacer la
Historia; por consecuencia, no tiene una visión fatalista y es muy útil no tener esa clase de visión cuando se escribe la
Historia como
historiador, porque entonces no se
intentan justificar los hechos
consumados, sino comprender las diferentes
posibilidades en tal o cual momento y explicar por qué es una y no otra la que ha prevalecido. Bajo este punto de vista,
ser militante es muy eficaz para la actividad
intelectual del historiador, para sus
exigencias. Ahora bien, la condición de
militante te crea también obstáculos materiales.
Por ejemplo, tal historiador franquista
que considera que lo que yo he escrito es porno-historia, procurará
ponerme todos los obstáculos para que yo acceda a los documentos. Entonces si, claro, resulta contradictorio ser militante e historiador. Pero yo sigo creyendo que esta dualidad reúne mayores ventajas y hace mi trabajo más positivo.
- Usted le ha dedicado en su vida mucha
atención al
parlamentarismo,
¿cree que España tendrá
a través de él una salida más airosa que en los demás países del Occidente europeo, donde parece
haber cumplido una
función de adormidera para tos ciudadanos, para la lucha de clases?
- Sí, si..., de adormidera, es cierto. Concretamente en España creo que ha sido el medio de consolidar el centralismo español en relación con el problema de las nacionalidades, que es hoy un elemento explosivo para el Estado centralizado.
- Después de Franco, ¿había otra solución?
- No sé... Creo que esta era la solución buena para la burguesía española. Sin duda la salida más
razonable. El movimiento obrero español necesita un plazo, que me es difícil estimar ahora, para reconstruir sus fuerzas, sus instituciones... En mi libro hablo de las casas del pueblo, de sus
periódicos y de tantas cosas confiscadas
por el franquismo, ¿qué ha
sido de ellos? Esta
pérdida es una gran dificultad. Los movimientos
han sido despojados de su pasado, de sus
conquistas históricas, de sus
realizaciones... Y reconstruir es uno de los factores
que más pesan en la lucha de los movimientos
obreros. Mi opinión personal es que el boicot a las elecciones hubiese
sido una medida susceptible de impedir los esfuerzos de normalización del Gobierno. Si los partidos obreros se hubieran negado a participar en la maniobra, ésta se habría vuelto inoperante.
- ¿Cree en la posibilidad de que España pueda aportar un modelo más avanzado dentro de la democracia burguesa europea?
- No, no lo creo. Porque no creo que la sociedad española tenga la fluidez suficiente, la economía y los recursos que permitan dar a luz un modelo de esa democracia en nuestro tiempo.
- Pero algo ha cambiado...
- SI, por supuesto. Desde el año cincuenta y dos no venia a España. Y aparte de otros cambios he apreciado
sobre todo un
talante menos agresivo en las Fuerzas de
Orden Público, menos represivo que aquel
que conocí entonces... Recientemente estuve en
Canadá en un coloquio sobre la guerra de España que se celebró en Montreal. España envió a unos militares que aparte de algunas explosiones se portaron como buenos demócratas, o al menos intentaron hacerlo, dando la imagen de una España reconciliada. ¡Hombre¡ me dije, esto empieza a no ser lo mismo. •
(*)
Publicada en el número 254 de Cuadernos para el Diálogo (sábado, 11 de marzo de
1978)
Nota. En la presentación de Pierre Broué
(1923-2005), Ángel lo describe como, “tal vez cincuentón, campechano profesor
de Grenoble”, señala su filiación “trotskista lambertíano”, lo cual dejó de ser
tiempo más tarde, y lo sintió como una liberación de los corsés sectarios de
los que también participó. Habla de “escrupuloso historiador”,
algo que nadie le podrá negar, y la obra arriba citada (de la que existen
varias ediciones en castellano en Fondo de Cultura Económica de México, sin
olvidar otras “piratas” durante los años setenta, por ejemplo la OICE hizo una edición). En su
momento (principios de los sesenta), representó un serio esfuerzo por situar la
guerra española desde una perspectiva de guerra de clases.
Broué era un trabajador incansable,
investigador que cuidaba el detalle, responsable de una obra enciclopédica
centrada en la historia del comunismo en las primeras décadas del siglo XX,
sobre todo en algunos de los apartados en los que León Trotsky tuvo un
protagonismo. Fue el más prolífico editor y estudioso de la vida y la obra de
Trotsky, siempre a contrapelo de las audacias de Isaac Deutscher. En la
presentación de la entrevista se dice que “Broué y sus camaradas
están empeñados en reconstruir la IV Internacional y trabajan
activamente en la reunificación con el trotskismo de Ernest Mandel,
esperando superar pronto una escisión que se produjo hace veinte años. Las bases para el
entendimiento ya están puestas. ("ambas partes
hacemos esfuerzos por lograrlo"). Esta fue una información optimista
que expresaba posiciones que Broué defendió años más tarde.
La
nota también detalla que “Broué, con militantes de ambos partidos, ha formado
un
equipo que investiga para recopilar todos los escritos”, lo que se refería al
Instituto León Trotsky que durante los años ochenta y parte de los noventa
publicó una abundante colección de ‘Cahiers Léon Trotsky’ dedicados a la
historia del trotskismo, y entre los cuales hubo al menos tres relacionados con
la crisis española de los años treinta, y en los que colaboramos diversos
especialistas hispanos como Pelai Pagès, Andy Durgan, Javier Maestro, Agustín
Guillamón, y yo mismo.
Pepe Gutiérrez-Álvarez.
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