Fundació Andreu Nin, una pequeña historia
No hay más que darse una
vuelta por el mundo para comprobar que la memoria insumisa tiene un gran peso
en todos los movimientos insumisos, y basta registrar los ejemplos de Emiliano
Zapata, Augusto Sandino, Farabundo Martí, Malcom X, la bandera rioja y negra,
Lenin en Rusia, Gramsci y Rosa en todas partes, etcétera…Personas
emblemáticas
como tantos otros y otras para apreciar que la historia no es un territorio
más. No es pues en vano que las derechas, que poseen unos sentimientos de clase
mucho más profundo que el de la inmensa mayoría de la gente trabajadora,
dediquen tanto esfuerzo en tratar de demostrar que “el problema” no fueron las
tiranías y las injusticias sino las tentativas por cambiar las cosas, todo
dentro de la lógica invertida según la cual los nuevos mandarines nos quieren
persuadir que por citar un ejemplo, “el problema” de América Latina no son los
abismos sociales sino el tratar de salir del neoliberalismo.
Es la misma lógica que
por estos lares atribuye connotaciones “desestabilizadota” a cualquier
movilización social o democracia, la que inspira las acusaciones de Ángel
Acebes de querer “volver atrás” (o sea a la guerra) por el mero hecho de querer
enterrar dignamente a los republicanos asesinados como perros rabiosos en las
cunetas o en las tapias de los cementerios. Es la lógica que entiende el “nunca
más” a todo lo que puede ir (comunismo, socialismo, populismo) en dirección
contraria del desorden existente; la misma que nos sigue obligando a archivar
la “memoria” de los movimientos obreros, de la propia República defendida por
los que la querían social, democrática e internacionalista.
UNA MEMORIA NECESARIA
Aunque desde la
izquierda se haya tendido a veces a minimizar la cuestión, los guardianes del
orden y de la nueva historia oficial nunca lo han hecho, de ahí la furia
desatada contra manifestaciones altermundialista-, y encuentro que no deja de
resultar significativo que Ken Loach, el cineasta más representativo de este
movimiento al que había contribuido con el éxito de algunas de sus películas
más combativas (la del ciclo anti-Thatcher, las mejores sin dudas) era
justamente el que realizaba la coproducción angloespañola Tierra y Libertad
siguiendo la estela del Homenaje a Catalunya, que contra todo pronóstico fue un
éxito, hasta se puede decir que un pequeño fenómeno social, y esto al margen de
la discusión sobre sus valores o debilidades fílmicas. Recuerdo que el día que
asistí a su estreno pude comprobar que los canosos no éramos mayoría, ni mucho
menos; algo estaba cambiando y al fin aparecía nueva gente. Esta senda abierta
por Loach prosiguió con otras aportaciones cinematográficas próximas como Asaltar los cielos o Libertarias,
demostrando que respondía a unas exigencias sociales concretas que se expresaba
incluso entre cierta crítica cinematográfica que la acogió con entusiasmo, como
la que representada en El País por Ángel Fernández Santos tan distantes en este
punto de los “historiadores de la casa” del tipo Antonio Elorza, convertido en
comisario PRISA (1). Inopinadamente,
el historial del POUM volvía a estar presente al menos en el ámbito editorial,
y para mi estupor, la edición de sus Cuadernos
de Barcelona de Mary Low (Alikornio), que había sido rechazado en los años
ochenta a pesar de los elogios vertidos por Orwell, encontraba una amplia
resonancia mediática.
Su éxito facilitaría el
la singularidad de una aportación feminista marxista a través de la Low así como de Otilia
Castellvi (De les txeques de Barcelona a
l´Alemania nazi), de Mitka Etchébehere (Mi
guerra de España. Testimonio de una miliciana al mando de una milicia del POUM),
las memorias de Teresa Rebull, a las que habría que añadir la edición digital
(en las Webs de la Fundación
y de Viento Sur) de Una vida bien vivida, de Mª Teresa García Banús, partes
significativas de un cuadro autobiográfico muy extenso (2). Otra apuesta ganada serían las dos ediciónes del auténtico
compendio de Wilebaldo Solano El POUM en
la historia (Libros de la
Catarata/Fundación Andrés Nin), que viene a ser como el
legado de la persona que se ha mantenido fiel al POUM durante setenta años, y
que todavía sigue.
El libro además está
considerablemente enriquecido por un trabajo de notas encomiable y se ha
convertido en un “manual” para muchos jóvenes ya fascinado por la película de
Loach Aquí también se sitúa otro “clásico” Nuestros años treinta, las memorias
que Francecs del Cabo trató de editar en vida y que resulta al parecer el libro
más vendido de la modesta editorial Sepha, con el apoyo de la Fundación Andrés
Nin madrileña. Se puede hablar de una presencia del POUM en la literatura,
concretamente en novelas de Joan Sales (Incierta
gloria), Juan Marsé (Sí te dicen que
caí), Manuel Vázquez Montalbán (El
pianista) y Javier Marías (Tu rostro
mañana) y sobre todo en la laboriosa investigación de Ignacio Martínez de
Pison sobre el “caso Robles” y John Dos Passos en Enterrar los muertos. Hace
tiempo que el POUM dejó de ser una nota en muchos libros de historia.
Ahora es parte crucial
gracias a una significación política obvia que resulta central o de primer
orden en obras como la recopilación de José Mª Zavala, En busca de Andrés Nin, el estudio de Reverte sobre La batalla del Ebro, pero sobre todo en
el magnífico estudio de Chris Ealham La
lucha por Barcelona. Clase, cultura y conflicto, 1898-1939 (Alianza, 1995),
en cuya página final se evoca el asesinato de Nin como evento que marca el fin
de una revolución por abajo que fue recuperada por arriba. Aquí cabría hablar
igualmente de unos primeros estudios locales como por ejemplo Lleida y Girona,
y en otros pueblos y ciudades donde el POUM actuó como fuerza hegemónica o tuvo
una importancia de primer orden, sin olvidar las referencias indirectas como
ocurre en las recientes “memorias” de Noam Chomsky. Cada mes la página Webb de la Fundación ofrece nuevas
informaciones sobre libros, artículos, actos públicos, etc.
Llegados aquí es de
justicia dejar constancia que Madrid ha mantenido la antorcha en solitario
durante años con una Webb (me constan que bastante) conocida por todo el
personal que quiera saber algo sobre el POUM y por su entorno en el que
aparecen -aparte de los consagrados de Nin, Trotsky u Orwell-, todos los
nombres del POUM: Joaquín Maurín, Juan Andrade, Wilebaldo Solano, Mª Teresa
García, “Quique” Rodríguez, así como un largo etcétera que abarca igualmente
numerosas ramificaciones internacionales, en particular la francesa, con un
amplio repertorio de trabajos de y sobre Pierre Broué, el autor que mejor ha
reflejado la evolución del sector más evolucionado de la tradición trotskista
mediante la ampliación del conocimiento de los datos históricos, y esto que
partía inicialmente desde un acentuado trotsko-fundamentalismo.
Broué llegó a un
poumismo digamos critico, por lo que se puede decir que sí el Jaurés
historiador confesaba que se habría sentado junto con Robespierre, Broué lo
habría hecho al lado de Nin, aunque fuese discrepando, aunque en eso no habría
estado solo ni mucho menos. Esto era algo que también ha hecho toda una
generación que se había formado con los textos “concluyentes” de Trotsky, Félix
Morrow, G. Munis, o Borten-Casanova (3). Gracias a este “recalentamiento” la Fundación catalana ha
podido resurgir recuperando buena parte del equipo anterior en combinación con
una militancia joven, y ocupar un escenario que pedía a gritos tal
recuperación.
El acto conmemorativo
del día de la creación el POUM (29 de septiembre de 1935 en casa de Francecs de
Cabo y de Carlota Durany, la misma en la que fue raptado Kurt Landau),
celebrado en la sala de actos del Ateneo barcelonés, congregó a no menos de 130
personas en un ambiente de optimismo generalizado. Se trata de una buena
noticia. Recordemos que entre finales de los años ochenta y principios de los
noventa, la Fundación
Andreu Nin de Barcelona llegó a tener una cierta resonancia,
incluso mediática, y se editaron al menos una docena de “dossiers” al tiempo
que se realizaron toda clase de debates y conferencias, hasta que desapareció
(como el Guadiana).
Al menos dos factores
influyeron en este trance, uno fue el declive cronológico de la generación
poumista (en particular del brioso Francecs del Cabo y de Viçens Ballester,
ambos fallecidos). Otro fue el ambiente de desánimo que cundió en la siguiente
promoción, no en vano por esta época desaparecen últimos exponentes
representativos de la izquierda radical, en particular la LCR. El ambiente era
bastante desolador, y como decía Marti i Pol, el fuego de antaño ya no
calentaba. Tampoco calentaba el fuego del momento, en tanto que el fuego de
mañana se nos antojaba que no se veía por ninguna parte. Parecía que la
restauración conservadora era irreversible por mucho tiempo, y hasta los más
jóvenes ofrecían la sensación de estar cansados, a veces más incluso que los
antiguos poumistas que seguían añorando sus veinte años. Sin embargo, el fuego
del mañana al parecer no estaba tan lejano y ha comenzado a calentar aunque
todavía sea poco, y se puede hablar de una nueva etapa, ahora animada por un
nuevo aliento reivindicativo, el que reclama el derecho a la verdad histórica.
UNA SUPERVIVENCIA OBSTINADA
No deja de resultar
curioso que estemos asistiendo a un auténtico “revival” del POUM, un partido
que es historia desde hace mucho tiempo. Este “revival” resulta todavía más
singular sí tenemos en cuenta el olímpico olvido que rodea a otras expresiones
más políticas más numerosas e incluso más recientes, y me viene a la cabeza un
ejemplo que me parece pertinente, el de los maoísmos que a lo largo de los años
setenta trataron de representar el partido comunista “auténtico” con el apoyo
de la poderosa China de Mao Tse Tung y de la Albania de Enver Hoxa, y que cayeron o se
suicidaron (políticamente) dilapidando de paso un notable capital militante,
sin que nadie parezca interesado en escribir un mal testimonio, sino más bien
al contrario, ocultando en lo posible su vinculación.
Esto resulta patente en
las memorias (que llama “optimistas” en vez de llamar “optimizadas”) del más
popular de entre ellos, el “padre de la patria” y más tarde ministro de cultura
de Felipe González, Jordi Solé Tura, y en las que apenas si se ofrece alguna
que otra referencia inocua sobre Stalin y Mao (4).
Este gran interés
–ligados a editoriales combativas- se situaba en una zona que podemos
diferenciar de los trabajos animados por Víctor Alba y los “bloquistas”
instalados en el PSC, y cuya identificación con el POUM tenía –por decirlo así-
una doble vuelta, una fidelidad cuando miraban hacia el propio pasado, y un
filtro anticomunista ulterior, teñido por una adopción muy particular de un
agradecido “American Way Life” sobre el que todavía sabemos muy poco. La labor
de difusión de este equipo encontró acomodo en la editorial Laertes que, por su
amplitud de su producción poumista retomaba en buena medida la antorcha, que
después de la mítica Ruedo Ibérico, habían alimentado Fontamara y Júcar (5).
Victor Alba/Laertes
aparecen ligados a algunas de las empresas editoriales más importantes sobre la
historia del POUM, comenzando por sugestivos trabajos de divulgación como el de
la recopilación titulada La aventura del militante que recoge un inventario de
anécdotas y acciones de muy diverso calado, que supone un modesto pero vivo
testimonio muy a ras de tierra. También hay que reconocerle aportaciones de
primer rango, como la edición de las (voluminosas) actas de El proceso del
POUM. Documentos judiciales y policiales extremo sobre el que ya existía una
aproximación escrita en el fragor de los acontecimientos y con una indignación
moral y revolucionaria extraordinaria (6).
Pero la edición más
valiosa ha sido sin duda El Bloque Obrero y Campesino (1930-1936), un modelo de
trabajo que cuida el más mínimo detalle a cargo de un antiguo miembro de la Fundación, Andy Durgan,
que además es un minucioso historiador británico que ha dedicado muchos años a
la tarea de reconstruir en detalle la historia de esta organización hasta
“entrar” en el POUM. Este trabajo supone la mayor contribución a la historia
del génesis del POUM desde que Pelai Pagés escribió su ya lejana Historia del
movimiento trotskista en España (1930-1935). Entre otras cosas, Durgan pone en
evidencia la debilidad de la caracterización que el trotskismo clásico había
hecho del “maurinismo”, y realza la labor de “acumulación de fuerzas” del BOC
al tiempo que detalle su actuación trascendental de la tentativa de la Alianza Obrera de
la que Maurín resultó el principal arquitecto.
Esta Alianza fue una
experiencia de aplicación de una política de frente único cuyo fracaso –en el
que concurren casi en parte iguales la izquierda socialista y la CNT-, sería fatal para el
movimiento obrero, y facilitó la restauración de la coalición
republicano-socialista ahora con el nombre de Frente Popular y con el apoyo
entusiasta del PCE y del Komintern, pero en realidad como una variación
derechista del antifascismo y cuyas miserias políticas quedarían –teóricamente-
más evidente todavía en el caso francés (7).
Aunque se trata de un
tema hartamente problemático, en honor a la verdad y a la claridad no se puede
escamotear el hecho de que, inmerso en una doble derrota y tratados como
“apestados” por el estalinismo, un sector del poumismo se fue alejando de sus
ideas marxistas revolucionarias. Esta evolución fue bendecida desde Nueva York
por otro Joaquín Maurín que había efectuado una drástica rectificación de su
trayectoria anterior, o sea que ya no era en absoluto el mismo que el cayó en
manos de los facciosos (8).
A finales de los años
cuarenta, un sector abandonó el POUM para engrosar las filas del Movimiento
Socialista de Cataluña (MSC, los “músicos”, que fue fundado por poumistas como
Josep Rovira), principal embrión del PSC, y sus objetivos y medios ya no eran
los mismos. Se trataba de un giro hacia la derecha. El caso más extremo de esta
evolución queda registrado en el segundo volumen de las memorias de Víctor
Alba, y en menor grado en las recopilaciones que la Fundación de Madrid ha
efectuado de escritos y obras de Julián Gorkin y de Ignacio Iglesias, los tres
ligados –como Enrique Adroher “Gironella”-, todos ellos componente del
tristemente célebre Congreso por la
Libertad de la
Cultura, en una variación del esquema del “renegado” con una
particularidad común: una fidelidad al pasado poumista que servía perfectamente
para cualquier inventiva anticomunista que hacían (obviamente con matices)
extensible a Trotsky, como será notorio en los casos de Víctor Alba e Ignacio
Iglesias (9).
No hicieron pues lo
mismo que los renegados que provenían directamente del estalinismo como Arthur
Koestler, Margarete Buber-Neuman, Frank Borkenau o “nuestro” Enrique Castro
Delgado; los poumistas mantuvieron una diferencia parecida a la que Isaac
Deutscher subrayaba en Ignazio Silone (que fue gran amigo de Nin y Maurín, y
del POUM) en relación a los otros firmantes de los diversos testimonios de
arrepentimiento recogidos por Richard Crossman en El Dios que cayó. Ellos compartían una experiencia revolucionaria
de masas, formaban parte de un movimiento que se había opuesto al estalinismo,
y asumían la defensa del historial del POUM en su integridad. Sin embargo, esto
no fue obstáculo para optar por el llamado “mundo libre”, o dicho de otra
manera, por la política exterior norteamericana que algunos –certeramente a mi
juicio- definían como el “fascismo exterior”, palpable en el Vietnam o en
Chile, sin olvidar el apoyo a la
España de Franco.
Semejante compromiso
tuvo un implicación especial en América Latina donde Gorkin ejerció de patético
“embajador” del sudicho Congreso, mientras que Alba escribió páginas bastante
oscuras, él mismo ofrece un buen muestrario en las citadas memorias. Pero sí en
América Latina era difícil conciliar la opción norteamericana con un referente
de izquierda, en la España
de Franco (que tenía a los Estados Unidos como su principal aliado, y en donde
no se permitía nada a la izquierda del partido demócrata), no lo era
precisamente menos. Lo milagroso es que ambas personalidades convivieron en una
bien extraña combinación, no obstante, la conexión sirvió para renovar en el
ambiente “campista” (prosoviético) parte de la fobia antitrotskista, y todavía
alguien tan respetable como el finado Eduardo Haro Teglen recuerda de tanto en
tanto al “trotskista Gorkin” (lo que nunca fue cierto) y sus oscuras conexiones
con la CIA; de
ahí que para Víctor Alba la revista Triunfo fuera un “nido de comunistas”.
En los años sesenta y
mitad de los setenta, este tipo de acusaciones fue empleada un tanto
grotescamente, y llegó a adquirir caracteres un tanto paranoicos. Llegó un
momento en que los “agentes de la
CIA” fuimos legión. No resultaba ni resulta fácil imponer el
rigor en esta auténtica ceremonia de la confusión, distinguir entre hasta que
punto personajes tan complejos como Víctor Alba, un material ambivalente digno
para un buen novelista y que tenía algo del Pepe Carvalho de Vázquez Montalbán.
Siempre habrán dudas sobre hasta qué punto la conexión con el pasado del POUM
no contribuyó en crear bastante “mal rollo” entre mucha gente para la que el
PCE-PSUC eran liza y llanamente los partidos que más habían contribuido a
reconstruir el movimiento obrero y el antifranquismo desde abajo, lejos de
pantomimas como la de Munich en la que tomaron parte Gorkin, Iglesias y
Gironella; recordemos por ejemplo lo mal que sentó entre los “felipes” la
presencia como observador de Ignacio Fernández Castro.
A mediados los años
setenta, setenta acusaba a la
Assemblea de Catalunya de ser otro “nido de comunistas” y
caracterizaba al PSUC como un partido de “extrema derecha” porque no permitía
en su interior la “libertad de expresión”. Parecía como si el poumismo le
sirviera de coartada para buscar taras estalinistas, algo por cierto bastante
común. A mi juicio se trataba de un ejercicio de lo que Sartre llamaba “reificación”,
o sea definiendo algo complejo y contradictorio desde un único aspecto. Se
trataba de una estalinofobia que unificaba el comunismo” como una cosa
codificada como “totalitarismo” peor que cualquier otro, sobre todo sí era
aliado de los Estados Unidos.
Quizás sea este el lugar
de registrar la reproducción del conflicto entre el POUM y la última hornada
alineada con el trotskismo que para tantos historiadores –incluyendo los más
serios- era lo mismo que el POUM, y no digamos para tanta gente sometida bajo
la dictadura que raramente tenían ocasión de enterarse y de analizar, un
privilegio normalmente limitado a los jóvenes universitarios o a los obreros
más cultos, normalmente conectados con resistentes que habían vivido la
historia; creo que mi libro Memorias de un bolchevique andaluz contribuye en
alguna medida a situarnos sobre esta controversia que a veces adquiere forma de
laberinto (10).
En esta ceremonia de la
confusión cabe registrar un nada desdeñable componente derechista creado al
calor de la “guerra fría” que fue asumido sin dificultad por el aparato
propagandístico del franquismo como ya comenzó a ser patente entre cierta
intelligentzia franquista, en revistas tan equívocas como Índice o en
operaciones ministeriales de Fraga Iribarne como la primera edición de El gran
camuflage, de Burnett Bollotten, hasta llegar a larga lista de mercenarios
neoliberales de aquí y ahora de la “estirpe” de Jiménez Losanto, Horacio
Vázquez Rial o Carlos Semprún Maura, el primero elogiando a Víctor Alba como un
maestro del anticomunismo.
Y todos y cada uno de
ellos utilizando el nombre de Andreu Nin en vano en una variación más sobre el
mito de que todas las revoluciones que –cuando son tales y no productos del
neolenguaje- resultan fatalmente traicionadas y que acaban devorando a sus
propios hijos. Mitos que ya se forjaron con la revolución francesa que –por
cierto, sigue ahí mientras que las modas denigratorias pasan sin necesidad de
que ningún hijo las devore. Evidentemente, la derecha ataca al comunismo por su
“eslabón más débil” o mejor dicho por su parte más oscura, aunque, hablando
razonablemente, podemos afirmar que Stalin ha sido –indudablemente- el mayor
anticomunista de la historia, lo mismo que podemos decir que la campaña contra
el POUM y el asesinato de Nin y otros fueron ante todo atentados contra el
comunismo, contra “otros” comunistas, los que miraron Octubre y la URSS de frente, no de
rodillas.
Y que por lo mismo,
actualmente nadie puede emplear el concepto “comunismo” sin ajustar las cuentas
contra Stalin, Mao o Pol Pot, y sin olvidar que quienes –incluso con su mejor
fe y buena voluntad- creyeron en estos, tendrán que afrontar esta realidad o
sea que no hacían “comunismo” sino más bien todo lo contrario: hacían
anticomunismo, lo desprestigiaban desde dentro, incluso con toda la “buena fe”,
como podía ser el caso de Cristino García al que el Ayuntamiento gaullista de
París dedicó una calle por su actuación en la Resistencia y al que
se le atribuye el asesinato de Gabriel León Trilla, por cierto un “comunista”
que pasó por el estalinismo y sobre el que los anticomunistas hablan bien, y
está claro porqué, les sirve.
3. RETOMAR EL HILO
Ni que decir que este
“revival” retoma una vieja batalla iniciada en plena guerra civil, prolongada
en el exilio, y que tuvo una gran importancia en el tardo franquismo. En esta
última fase, la recuperación de la memoria del POUM conoció una considerable
revitalización. Desde la segunda mitad de los años sesenta hasta el “tejerazo”,
se publicó todo lo publicable, se habló del POUM, de Orwell y de Nin incluso en
los Congresos del PCE (la LCR
lo incluía en sus salutaciones cuando era invitada), obligando a los líderes
tanto del PCE-PSUC a responder a la defensiva, iniciándose así una línea de
rectificaciones importante, pero empero todavía inconclusa como lo han venido a
demostrar unas infortunadas declaraciones del amigo Manuel Monereo o el
reciente homenaje a José Díaz.
Este tipo de actitudes
rebelan a un PCE negándose a dar pasos que el PSUC viu sí ha dado aunque, según
como se puedan considerar insuficientes, y lo que está claro es que la línea
del “avestruz” solo lleva a dar más pábulo a los que intentan instrumentalizar
un legado que si corresponde a alguien será –como ha declarado Pelai Pagés- a
las nuevas generaciones que rechazan el desorden neoliberal (11). En los años rugientes de la Transición, el POUM
conoció un agitado epílogo que se desvaneció ya en la legalidad democrática.
Esta recuperación se dio cuando se unificó con Acción Comunista, y trató de
hacer valer una propuesta de “unificación de los marxistas revolucionarios que
no prosperó, cabe pensar que lamentablemente, algunos no pusimos el acento en
la pluralidad hasta años después.
En medio de este curso,
siempre queda pendiente entre sus amigos la discusión sobre si para “los del
68” hubiera valido la pena apostar por su reconstrucción en base a estas
posiciones de “adaptación” a la época y con una amplia libertad de tendencia y
fracción, retomando de esta manera un capital cuyo valor está resultando más
apreciable en la medida en que pasan los años Sin embargo, el caso es que el
hilo organizativo no se anudó. Y que ahora, desde otra perspectiva histórica
nos encontramos con una reactualización que llega inmersa en el creciente
clamor por la recuperación de la memoria popular.
Recobrando el “derecho a
la memoria”, a una verdad sacrificada a las exigencias de la Santa Transición,
de su nueva “historia oficial” creada entorno a la Constitución y a la
monarquía como pilar de una democracia enfrentada a las “aventuras” por la
izquierda... Como es bien sabido, la izquierda más beneficiada de dicho “Pacto”
sería la que se había mostrado más “pragmática”, y que supo combinar el
prestigio histórico con el europeo entre otras ventajas menos loables como la
financiación germana, sin olvidar el servir de cauce de promoción administrativa
para sectores sociales opuestos al régimen pero que, por lo general, habían
permanecido ajenos a los riesgos del combate clandestino. El PSOE no dudó en
amputar parte de su propia historia, ni en establecer un tipo de relación con
su pasado de honradez “pablista” (de Pablo Iglesias claro) en unos términos que
definiría magistralmente Máximo en uno de sus viñetas más acertada en la que se
puede leer en el frontispicio de un monumento a Pablo Iglesias: “Unas ideas
maravillosas, pero totalmente inaplicables”.
En la misma lógica
conservadora se inscribe la explicación del pasado “extremista” de algunos de
sus líderes en una variación del esquema brandtiano (de Willy Brandt, por
cierto, en los años treinta un marxista “brandleriano” que luchó junto con el
POUM), según el cual quien a los veinte años no era “anarquista” no tenía
corazón, pero quien no se convertía en conservador después podía considerarse
un imbécil, un lema sobre el que se ha arrodillado más de una generación de
intelectuales alejados al socialismo.
Aquí hay que hablar de
la antaño escuálida socialdemocracia catalana (antifranquista) que encontró un
poco de sangre viva desde finales de los años cuarenta en el grupo de poumistas
que creó el Movimient Socialista de Catalunya (Rovira, Pallach, Clop, etc), la
misma en la que militarían Maragall, Raventós, Obiols y otros que acabarían
liderando el PSC-PSOE. Después, en la medida en que el POUM no conseguía
levantar cabeza, y algunos de sus representantes acabaron en el mismo dique,
como si se hubiese tratado de una “unificación” política cuando en realidad se
trataba de una renuncia.
Empero, creo que resulta
injusto confundir con este sector con otro poumismo militante que se mantiene
hasta que al final de los setenta, encontraron un acomodo con el que no dejarían
de mostrar desacuerdos aunque fuesen puntuales. En este tramo se pueden citar
los casos de Ramón Fernández Jurado, “Pep Jai”, Teresa Rebull, Manel Alberich,
Carmel Rosal, Antonia Adroher, que ofrecerían constantes testimonios de
decepción, aunque está claro que su hora militante ya había pasado La
frustración de una reconstrucción poumista no fue en nada ajena a esta tardía
evolución -¿o jubilación?- socialdemócrata (12).
Y lo que nadie podrá
negar a los líderes socialistas es experiencia e inteligencia en estos
menesteres. Al inicio de la
Transición, mientras se beneficiaban de un trato privilegiado
por parte del gobierno Suárez, y pudieron celebrar un multitudinario acto
público en Barcelona, colocaron junto con las banderas rojas con el puño y la
rosa los nombres señeros de toda la tradición socialista-comunista catalana
comenzando por el genial cabetiano Narcís Monturiol, continuando por Francecs
Layret, hasta llegar entre otros a Andreu Nin, además hermanado con Joan
Comorera, no en vano habían sabido integrar a los partidarios de éste, o sea al
titoísmo catalanista. Así pues, el PSC sacó todo el brillo que pudo a este
sector, les ofreció homenaje, puestos reconocidos (algunos como “Pep Jai” y
Fernández Jurado tuvieron su escaño), y los utilizó sin reparos como un
referente resistente, “socialista democrático” y además víctima del estalinismo
o sea del PSUC, aunque por lo general decían del comunismo.
Este juego daba en su
momento bastante cancha en medio de una confusión generalizada. Baste el
siguiente ejemplo: en la reedición de la obra de Burnett Bollotten sobre la
guerra civil (en Grijalbo) se dice que el POUM fue un partido marxista
anticomunista al igual que en una webb que ofrece un retrato de Julio Cerón
definen el Frente de Liberación Popular (FLP) como “anticomunista”. Repetimos:
la confusión es considerable, y por supuesto, no siempre es imputable al
estalinismo. Aunque solamente sea por los años, se puede decir que el último
gesto del PSC hacia este sector expoumista ha sido organizar un acto –ampliamente
publicitado- de homenaje “de primera” para el 29 de octubre, justo el día de la
constitución del POUM.
El acto “institucional”
de entrega de medallas que se anunciaba en la Web del PSC después del tema del Estatut, contaba
con la presencia de Isidre Molas, de Manuela de Madre y del mismísimo señor
ministro Montilla (¿queda alguien que vea la más mínima brizna de socialismo en
este buen amigo de los grandes inversores?), sin invitar a nadie que pudiera
desentonar. Empero, el día ya se presentó mal desde el momento que el más
destacado entre los expoumistas, el antaño vehemente resistente Manel Alberich
no pudo asistir por enfermedad. Luego, el ponente que le sustituía, Salvador
Clop, sufrió un infarto fatal.
Que el POUM de su
juvenurd les quedaba en realidad muy lejos se demostraba desde el momento en
que en ninguna de las múltiples esquelas sobre Clop auspiciadas por el PSC y la UGT no se hacía referencia al
partido que era presunto objeto del homenaje para el que –según todas las
indicaciones- habían “encargado” una filmación para el celebrado programa de
TV3 “30 Minust” bajo la dirección de Montse Armengou, autora de uno de los
reportajes más valientes que se hayan emitido desde la pequeña pantalla entre
nosotros sobre la actuación exterminista del franquismo: Las foses del silenci.
Previsto para combinar
un breve repaso histórico y sendas alusiones a los actos del PSC y de la Fundación Nin, la
frustración del primero se ha traducido por una reducción “obligada” a la parte
histórica...En la justificación ofrecida por la señora Armengou al autor de
estas líneas, el fallecimiento de Clop les habría obligado (sic) a operar este
cambio. Una excusa más bien peregrina. Lo más justo habría sido decir que
aunque filmaron los dos, al no poder emitir el oficialista no había lugar para
el nuestro Con todo, justo es reconocer que el evento de la calle Nicaragua ha
acabado beneficiando al POUM y por lo tanto, a la Fundación que reapareció
en Barcelona en el momento justo. Cuando las nuevas generaciones se habían
convertido en el público mayoritario de los pases de tierra y Libertad, cuando empezaron
a aflorar ediciones tras ediciones en un tour de force que proyecta al entorno
del POUM a la altura de las grandes formaciones del movimiento obrero español.
Por aquellos momentos
tratamos de hacernos socios de l´espai lliure, de una suerte de Ateneo
libertario amplio y lo hicimos a través de los amigos de la revista Pôlémica en
la que algunos como yo mismo, éramos colaboradores. Después de dos reñidas
votaciones se impuso el veto de aquellos que nos atribuían la intención “de
reflotar el POUM” o sea, un partido marxista, un pecado lo suficientemente grave.
UN LEGADO INEQUÍVOCO.
El liberar el legado del
POUM de esta apropiación indebida es una de las tareas asumidas en su nueva
andadura por la
Fundación Andreu Nin catalana que ha tenido su primera prueba
de fuego en el acto celebrado en el Ateneo de Barcelona el mismo día 29 de
septiembre. Se temía que el predominio mediático del homenaje en la calle
Nicaragua (sede del PSC), se añadiera a las dificultades propias de la
debilidad estructural agravadas por los desencuentros del verano. Entre los
diarios barceloneses, solamente El
Periódico se hizo eco (de ambos actos). Sin embargo, hubo una cierta
movilización en las algunas webb como la Fundación Andreu
Nin o Revolta Global, sin olvidar otras independientes tan activas como Vilawebb, y en algunos casos se
subrayaba la impostura de las “autoridades” socialistas por hablar del POUM en
vano.
A la hora convenida, el
lugar se había puesto especialmente animado, y a los más veteranos nos llevaba
a recordar tiempos pasados, cuando después de la muerte del dictador estas
cosas suscitaban tantas expectativas. Conviene recordar que una de las
características más obvias y combativas del antifranquismo fue precisamente la
recuperación de la memoria histórica, de la historia pluralista del movimiento
obrero, un terreno en el que para la izquierda revolucionaria se interpretaba
como capital la defensa de Nin y del POUM frente el estalinismo ya en retirada,
algo que resultaba patente cuando a los viejos militantes se les explicaba las
“burócratadas” de los años sesenta como si fuesen algo muy grave, respondían
que comparadas con las que ellos sufrieron eran meras bagatelas. Ya lo hemos
dicho: algunas organizaciones marxistas minoritarias desarrollaron sobre este
punto una actividad intensa y continuada.
Sin ánimo de hacer
patriotismo, no hay más que repasar la colección del Combate y el Demá de
Catalunya para certificar que para la
LCR este combate por la historia fue primordial.
Desdichadamente, la presencia de antiguos poumistas en el acto del Ateneo
barcelonés fue muy escasa.
El tiempo no pasa en
balde, y solamente se pudo contar, entre otras menos conocidas, con compañeras
como la animosa Mary Arbonés, una de las protagonistas de otro hermoso libro
sobre las mujeres del 36, Nou dones i una guerra...Aquí tampoco se dejaron
notar los años, y el principal orador, Wilebaldo Solano tampoco pudo asistir
por problemas salud aunque envió un texto para ser leído que por la claridad de
su exposición fue muy apreciado por el personal asistente menos familiarizado
con la historia de un partido con una historia lejana pero que había tenido un
protagonismo muy por encima de sus posibilidades, que había reunido –al decir
de Pelai Pagés- “el gótico y el románico” del movimiento obrero catalán y
español…
Se había tenido tantas
cosas que decir sobre temas palpitantes como lo eran la cuestión nacional (en
Catalunya además), el fascismo, la reforma agraria, el anarquismo y el
caballerismo, que había fascinado ha escritores como Orwell, Benjamín Peret,
Ignacio Silone, André Breton, Edmund Wilson, etc. Un partido de comunistas de
primera hora (Nin, Maurín, Andrade, Portela, Bonet, Rebull, Gorkin, Loredo
Aparicio, Arquer, Esteban Bilbao, etcétera), que había suscitado las esperanzas
de todas las minorías comunistas que se batían contra el estalinismo…
Así no lo contaron Pierre
Broué (Comunistas contra stalñin), las memorias de la viuda de Bujarin, así nos
lo explicó el antiguo “trotsko” vietnamita Ngo Van al presentar su Memoria
escueta parta Octaedro, un testigo que encarnaba el comunismo contra Stalin
décadas antes que otros descubrieran que el estalinismo había sido un error
pero sobre todo un horror.
Algo de esta luz está
volviendo a alumbrar, y está siendo reconocida incluso por los que fueron sus
adversarios y que no pueden encontrar ningún referente sólido entre los que
fueron “cómplices”. Algo de esto se vislumbra en anécdotas como la que narra el
coautor de Operación Nikolai, Llibert Ferri en su libro de conversaciones
barcelonesas con Wilebaldo Solano que nos lleva hasta un encuentro con Manuel
Azcarate le dejó a éste un libro de Andreu Nin, Las dictaduras de nuestro
tiempo, y cuando se lo volvió a encontrar y le preguntó qué le había parecido,
Azcarate le contestó: “!Hay que ver todo lo que nos hemos perdido¡”. Nada más
comenzar su nuevo rodaje, la
Fundación pues está recuperando la iniciativa perdida, y está
ofreciendo conferencias en diversas localidades catalanas, prepara un nuevo
acto en Ateneu (12-12-05 a las 19:30) en homenaje a Pierre Broué que servirá
probablemente para poner en orden algunos debates que hoy aparecen más
centradas. También se está planteando una línea de difusión que comenzará con
la edición del brillante prólogo que Juan Andrade escribió a la antología de
textos de Andreu Nin en Ruedo Ibérico con el título Los problemas de la
revolución española. En resumen, que el historial del POUM ha vuelto para
quedarse a través de toda clase actividades.
Actividades que se han
estabilizado de manera muy efectiva en Asturias, y que han encontrado
plataformas de agitación cultural un poco en todas partes. En Andalucía,
Valencia, Murcia, Euzkadi, Mallorca, Canarias (a pesar de la alerta roja),
Navarra…
En los años siguientes,
a pesar de su debilidad estructural, la
FAN ha demostrado que se pueden hacer muchas cosas cuando
tienes un prestigio cultural, unas razones que acaban siendo reconocidas
incluso por los adversarios del pasado que no han dudado en realizar su autocrítica,
cuando desarrollas actividades en temas nuevos como lo es (y muy significativamente)
la recuperación de la memoria femenina, de la aportación sobre las libertades
nacionales, y con toda una amplia gama de detalles en los que, por citar un
ejemplo, cabe destacar su conexión con las vanguardias artísticas. La herencia
de Nin y del POUM se ha erigido en uno
de los puentes de encuentro más sólidos entre las izquierdas. Líderes y bases
de las mareas y el Podemos catalán, de la CUP y de los municipalismos nos han escatimado
sus reconocimientos…
Es una manifestación más
de que las derrotas pueden a la larga, resultar ejemplares….
.
Notas
(1) Creo que el mayor compendio de descalificaciones posestalinistas contra el POUM es el que ofrecen Antonio Elorza y (más extrañamente por) Marta Bizcarrondo en Queridos camaradas. La Internacional comunista y España (1919-1939), en la que tratan de demostrar –entre otras cosas-, a) que el POUM se limitó a reproducir miméticamente los esquemas bolcheviques (mientras que Stalin los adaptó “casi perfectamente” a la realidad española; b) no se preocupó del esfuerzo de guerra; c) se ganó la represión que sufrió con su actitud subversiva...El propio Elorza en unas páginas aparecida en L´Unitá, el órgano del PCI (julio, 1986) efectuaba una apología de la actuación comunista oficial...sin cuestionarse el estalinismo en nada. Ni que decir tiene que Tierra y Libertad se le atragantó, y así lo manifiesta en el mismo libro, hasta le opone Orwell (lo mismo que opone a Nin el “sentido común” de Maurín). Elorza se sitúa actualmente en el “fín de la historia” (no hay vida más allá de la democracia liberal) y en el área de la derecha del PSOE, especialmente en la cuestión nacional vasca. Reseñemos que en la Webb de la Nin se puede encontrar una penetrante crítica a este libro por parte de Pierre Broué.
(1) Creo que el mayor compendio de descalificaciones posestalinistas contra el POUM es el que ofrecen Antonio Elorza y (más extrañamente por) Marta Bizcarrondo en Queridos camaradas. La Internacional comunista y España (1919-1939), en la que tratan de demostrar –entre otras cosas-, a) que el POUM se limitó a reproducir miméticamente los esquemas bolcheviques (mientras que Stalin los adaptó “casi perfectamente” a la realidad española; b) no se preocupó del esfuerzo de guerra; c) se ganó la represión que sufrió con su actitud subversiva...El propio Elorza en unas páginas aparecida en L´Unitá, el órgano del PCI (julio, 1986) efectuaba una apología de la actuación comunista oficial...sin cuestionarse el estalinismo en nada. Ni que decir tiene que Tierra y Libertad se le atragantó, y así lo manifiesta en el mismo libro, hasta le opone Orwell (lo mismo que opone a Nin el “sentido común” de Maurín). Elorza se sitúa actualmente en el “fín de la historia” (no hay vida más allá de la democracia liberal) y en el área de la derecha del PSOE, especialmente en la cuestión nacional vasca. Reseñemos que en la Webb de la Nin se puede encontrar una penetrante crítica a este libro por parte de Pierre Broué.
(2) Esta “singularidad”
había permanecido más bien oculta ya que el POUM no era diferente a otras
organizaciones revolucionarias de la época. En su primera fase, la Fundació editó un
“dossier” de los textos sobre la cuestión de la mujer en la prensa poumista, y
un poco antes Mary Nash le dedicaba en amplio capítulo en Las mujeres y el
movimiento obrero en España (Fontamara, 1981)...Un detalle: mientras que en el
BOC habían bastante mujeres, no fue hasta la unificación que se creó el
Secretario femenino en el cual destacaron antiguas trotskistas como Mª Teresa,
Carlota Durany y Katia Landau. Recientemente se han publicado diversas obras
sobre el feminismo revolucionario que abordan aunque sea tangencialmente, como
Con voz y voto. Las mujeres y la política en España (1931-1945), de Carmen
Domingo (Lumen, Barcelona, 2004)...
(3) Para más detalles sobre este cuestión, me remito a mis notas sobre la bibliografía castellana de Broué publicadas en la webb de la Fundación Nin.
(4) Resulta curioso que el grupo municipal del PSUC responsable de la “crisis” relacionada con cambio del texto de la lápida conmemorativa a Andreu Nin que convertía a éste en “víctima de la incomprensión” en vez del “víctima del estalinismo”, estaba presidido por dos antiguos “banderas rojas” (luego “banderas blancas”), o sea Jordi Solé Tura y Jordi Borja quienes apenas unos pocos años antes reivindicaban la historia comunista “auténtica” de la época estalinista en detrimento de la “revisionista” surgida del XX Congreso del PCUS. Claro que dicha “crisis” evidenciaba también la actitud del PSC-PSOE así como la de los antiguos poumistas que se adaptaron a las imposiciones de la mayoría socialista municipal.
(3) Para más detalles sobre este cuestión, me remito a mis notas sobre la bibliografía castellana de Broué publicadas en la webb de la Fundación Nin.
(4) Resulta curioso que el grupo municipal del PSUC responsable de la “crisis” relacionada con cambio del texto de la lápida conmemorativa a Andreu Nin que convertía a éste en “víctima de la incomprensión” en vez del “víctima del estalinismo”, estaba presidido por dos antiguos “banderas rojas” (luego “banderas blancas”), o sea Jordi Solé Tura y Jordi Borja quienes apenas unos pocos años antes reivindicaban la historia comunista “auténtica” de la época estalinista en detrimento de la “revisionista” surgida del XX Congreso del PCUS. Claro que dicha “crisis” evidenciaba también la actitud del PSC-PSOE así como la de los antiguos poumistas que se adaptaron a las imposiciones de la mayoría socialista municipal.
(5) Estas editoriales
conforman un grupo privilegiado de promoción poumistas, empero desde ópticas un
tanto diferentes Ruedo Ibérico editó a Nin, Maurín y a Iglesias. Fontamara lo
hizo con al sector más trotskista, casi todo Nin, Andrade, los Arenillas (en
ediciones de Pelai Pagés), la antología de la revista Comunismo; Júcar en sus
“Crónica general de España” lo hizo con Manuel Grossi, Molins i Fábrega (ambos
sobre la crisis revolucionaria de 1934), Maurín (su viuda dio a conocer su “vía
crucis” en la “zona nacional”), a Iglesias (contra Trotsky), y sobre todo
antologías de Víctor Alba, sobre la Alianza Obrera, la colección de La Nueva Era, y de La
revolución española en la práctica, que recoge textos poumistas. La
“inspiración” de Laertes ha venido más por parte de Víctor Alba del que ha
publicado la casi totalidad de sus últimos libros, y ha contribuido a la
edición del resto.
(6) Me estoy refiriendo
al libro de Ignacio Iglesias que editó en Ruedo Ibérico con el seudónimo de
Andrés Suárez; ulteriormente se ofrecieron algunas selecciones como Barcelona
no fue Moscú. editada por la
Fundación barcelonesa (1989) con textos de Solano y de Cabo
(y estudio de Carmen Claudín-Urondo), como la incluida en, y de todo ello se
puede encontrar amplia documentación en la biografía de Nin de Pelai Pagés así
como en la presuntamente “demistificadora” de Francecs Bonamusa. Sobre Ignacio
Iglesias me remito a mi trabajo publicado a raíz de su fallecimiento en París,
y aparecido en la web de Viento Sur.
(7) Víctor Alba escribió
la única monografía en castellano sobre el frente populismo en clave
reduccionista “made in Moscú” (Planeta, 1977) que no explica el interés y la
actuación de socialdemócratas y liberales; también ofreció en su recopilación
de La Nueva Era
(Júcar) algunos artículos críticos del Frente desde las filas poumistas. Aunque
este no sea el lugar apropiado, opino que el POUM tuvo que firmar como Trotsky
firmó Brest-Listovk, porque no hacerlo hubiera significado aparecer ante las
masas como la única formación contraria a la unión de las izquierdas y por lo
mismo, a la libertad de los casi 40.000 detenidos de la crisis de 1934...
(8) Como es sabido,
Maurín fue capturado por los fascistas y sobrevivió en condiciones casi
“milagrosas”; aunque tal como cuenta Solano, fue de los que pensó que la
victoria aliada sería el fin de Franco. Esta consideración “revisionista” es la
que “guía” del estudio académico El pensamiento político de Joaquín Maurín
firmado por Antonio Monreal (Península, Barcelona, 1979), pero existe una pista
evidente en el prólogo que Maurín escribió para la reedición de Hacia la
segunda revolución (1934) titulada Revolución y contrarrevolución en España
(Ruedo Ibérico, 1967), y cuyas páginas representan a mi entender la mayor
aportación de análisis concreto sobre la realidad concreta de la crisis
española de los años treinta. .
(9) Ni que decir tiene
que esta evolución facilitó la renovación de la fobia antitrotskista en los
medios comunistas oficiales. El más popular de todos, Julián Gorkin llevó la
confusión hasta extremos extravagantes, afirmando por ejemplo en su libro sobre
el asesinato de Trotsky, que él rompió con el comunismo...en 1930, fecha en la
que fue expulsado del PCE por “trotskista” para pasar a crear la Agrupación Comunista
Madrileña que más tarde se unificaría con el Bloc...Durante la guerra civil,
Gorkin esgrimió una ortodoxia leninista contra Stalin (y Trotsky).
(10) Las diatribas de
Trotsky contra el POUM, su tono descalificador, la manera de actuar ante
camaradas como Juan Andrade, y el hecho de que fuesen paralelas a la situación
de persecución que sufrían, exacerbó el rechazo por parte de los poumistas,
sobre todo cuando desde el trotskismo oficial aparecían como mucho más
convincente los argumentos teóricos que cualquier razón práctica, y por lo
tanto reproducían, y algunos todavía reproducen, su lógica descalificadora. Ni
que decir tiene que esto contribuyó a “envenenar” unas relaciones, y enturbió
unas relaciones que solamente fueron haciéndose más abiertas en el trato y la
discusión personal. En este contexto se sitúa el famoso libro de Ignacio
Iglesias sobre Trotsky y España...El libro a su vez fue utilizado por sectores
que tenían cuentas pendientes con el trotskismo por su implicación
“constructiva” con la “causa comunista” que autores como Deustcher expresaba de
una manera bastante acentuada...La historia está llena de nudos por aclarar.
Deutscher por ejemplo cuenta que se encontró personalmente con Antonov Ovseenko
cuando éste ya aparecía como un el funcionario estalinista que conocieron en
Barcelona, y le contó que Stalin lo tenía “cogido” con la familia, lo cual fue
algo bastante usual, como cualquier gangster sometió a muchos opositores, de lo
cual se desprende que el cónsul soviético en Barcelona era un autómata que
representaba una función.
(11) En el “biopic” de Jose´Mª Forn, Companys,
un procés a Catalunya, se hace decir a un presunto poumista (el POUM
clandestino jugó un papel decisivo en la difusión de los textos de dicho
“proceso”) que la izquierda únicamente se unía en la cárcel, lo cual fue
trágicamente cierto en muchos momentos, aunque el estalinismo significó algo
sin parangón, entre otras cosas porque sus “cómplices” también fueron víctimas
(Trilla, Comorera, Monzón, etc). Hay mucha “ironía de la historia” en detalles como
el de Víctor Alba tachando de “estalinista” o de “exfalangista” a Manuel
Sacristán, culpable al parecer de pertenecer a un partido que en otro tiempo
actuó como estalinista. Conviene señalar que el PSUC se había refundado en los
años sesenta desde abajo, y que en dicha refundación contribuyeron gente como
Miguel Núñez y Otavi Pellissa, que había contribuido decisivamente en la
reconstrucción del movimiento obrero y popular en Cataluña...Al reducir el
debate a la historia de la guerra, abstrayendo todo el marco histórico se
pueden cometer barbaridades. He tratado esta cuestión más a fondo en mi libro,
Elogio de la militancia. La historia de Joan Rodríguez, comunista del PSUC (El
Viejo topo, Barcelona 2004).
(12) Esto es lo que expresará un dirigente tan
notorio como Juan Portela en una entrevista a Joaquín Jordá publicada en un
lejano Viejo Topo. Por mi amistad con parte de ellos pude ser testigo de
algunas de sus declaraciones airadas y de alguna que otra ruptura. Recuerdo en
particular un encuentro en El Vendrell con ocasión del 50 aniversario del
asesinato de Nin, en pleno felipismo, y como al calor del “revival” poumista,
los viejos revolucionarios recuperaban el aliento bramaban contra una
socialdemocracia que ni tan siquiera respondía como tal. Claro que no eran
estas conversaciones las que definían una actuación que raramente dio problemas
a la jerarquía socialista. Exceptuando la minoría proveniente del MSC, la
mayoría se fueron integrando en el PSC después de la muerte de Franco, en un
período en el que verbalmente esta corriente se situaba a la “izquierda” del
PCE-PSUC. Algunos lo hicieron después de que la tentativa de reconstrucción
poumista se viera afectada por una retorcida escisión de carácter “lambertista”
en la que tomaron parte veteranos como Sebastián García y el legendario Manuel
Grossi.
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