Un
siglo del Alzamiento de Pascua en Irlanda. Unas notas cinéfilas.
Se cumple un siglo del Alzamiento 1/ de Pascua, una insurrección nacionalista y plebeya
que tuvo lugar en la Irlanda
oprimida contra el Imperio o sea contra Gran Bretaña. Sucedió el lunes de Pascua
de abril de 1916. La insurrección constituyó el más conocido intento de tomar
el control del país por parte de los republicanos para lograr la independencia
nacional, una historia que durante lo que ve desde entonces ha conocido
numerosos capítulos, pero que todavía no se pueda dar por
concluida..
Los lectores podrán encontrar una buena lista
sobre este acontecimiento ya que pocas revoluciones han sido tan filmadas como
la irlandesa. En ello concurren al menos dos factores. Primero, el hecho de que
se trata de una “revolución” que se ha manifestado a través de diversos plazos,
con un capítulo inicial al calor de la toma de la Bastilla.
De entonces podemos quedarnos con una frase de
Percy B. Shelley: “Un país que oprime a otro no puede ser libre”. Eso era algo
que sentían muy en el fondo los
irlandeses emigrados o exiliados (la diferencia a veces es nimia) en Hollywood,
con John Ford a la cabeza. Ford regresó en numerosas ocasiones a Irlanda y en
alguna de ellas adaptó obras de escritores nacionalistas revolucionarios
irlandeses (y comunistas al final) como Liam Flaherty (The Informer,
EEUU, 1935), y Sean O´Casey (The Plough and the Star, EEUU, 1936). A
éste último autor lo retrató en su penúltima película, El soñador rebelde (EEUU, 1965). En una lista bastante
extensa cabe evocar (por su atrevido y “subversivo” significado político), una
producción como Parnell (John M. Stahl, EEUU, 1937), un
“biopic” del famoso revolucionario-posibilista que fue encarnado por Clark
Gable.
La lista es casi interminable con títulos –todos
distinguidos- de H. C. Potter (Beloved Enemy, EEUU, 1936), Carol Reed (Odd Man
out, GB, 1947), Michael Anderson (Shake hands with the devil, EEUU,
1959), David Lean (Ryan´s Daughter, GB, 1970)... Más recientemente, Neil
Jordan (Juego de lágrimas; Michael
Collins), Jim Sheridan (En el nombre del padre; El prado; The boxer), Terry George (En
nombre del hijo), Pat O´Connor (Fools of Fortune), Roger Mitchell (Titanic
Town), Paul Greengrass (Bloody Sunday), Peter Mullan (Las
hermanas de la Magdalena)...Y
claro está, el propio Ken Loach que sobrevivió al ostracismo al que querían
condenarlo con Agenda oculta (GB, 1990), con la que obtuvo el Premio
especial del jurado en Cannes. Agenda
oculta conmovió la
Gran Bretaña bienpensante que fue rudamente denostada desde
los medios de comunicación, pero en absoluto contradicha por los hechos. Loach
se adentró en el terreno de la denuncia política concreta (con pelos y
señales), desvelando las implicaciones de los servicios secretos británicos en
un crimen de estado en el Ulster.
De paso en una maniobra desestabilizadota que
contribuiría a la decisiva victoria de Margaret Thatcher, la misma que En nombre del hijo aparece citando a Francisco el de
Asís, y cuyos intereses quedaron en evidencia cuando se comprometió para
salvar... a Pinochet. Agenda
oculta es una película que
conviene revisar (para eso está el DVD, y las salas de proyección en muchas
entidades) y comprobar la rabiosa actualidad de la inmortal frase de
Shelley.
En Agenda
oculta, Loach cuenta, con una
técnica que parece casi de un documental, la investigación de un policía inglés
(Brian Cox) en el Ulster sobre la muerte de un simpatizante del IRA y de un
norteamericano defensor de los derechos humanos. Finalmente, este policía
inglés acaba por descubrir una trama de guerra sucia.
En cambio, en El
viento que agita la cebada, Loach retrocede algunas décadas (hasta 1920),
pero mantiene el mismo hilo de investigación e indignación moral (y política),
que tanto molesta a una derecha como la británica, y a más de una izquierda
acomodaticia. El viento que
agita la cebada nos habla de
unos campesinos que se unen para
formar un ejército de guerrilleros voluntarios y para enfrentarse a las tropas
ocupante llamadas Black and
Tans -Negro y Caqui, por el
color de sus uniformes-, tropas británicas enviadas para sofocar las
aspiraciones independentistas irlandesas de cualquier manera
Loach ha vuelto a ser galardonado en Cannes, por
un Jurado que a buen seguro no pertenecía a la IV Internacional
o algo así. Para sorpresa de los integrados y de los críticos “exquisitos”, se
premió a una película “militante” que cuenta una página de la “revolución” que
fue la lucha por la independencia de Irlanda a principios del siglo XX,
concretamente en 1920 como ya lo había sido en Pascua de 1916, con el
impresionante Jim O´Connolly, al frente, para quien la independencia se basaba
en la lucha de clases. De él es esta conocida frase: “La causa irlandesa es la
causa de los trabajadores”.
Es una historia que destila violencia, y que ha
sido interpretada como un elogio al IRA, como si éste hubiera surgido de la
nada, como una mera expresión de los “subversivos”. No nos ahorra realidades que fueron tan ciertas como
que hay noche y día: torturas, palizas, asesinatos, golpes de la guerrilla y de
la contraguerrilla. Por medio, se hace notar la presencia de un rudo sacerdote
católico bendiciendo las acciones, confesando a los nacionalistas irlandeses.
Que habla con autoridad en las discusiones intestinas del nacionalismo irlandés
tras el Tratado con Gran Bretaña de 1922. Una realidad que hemos podido conocer
también documentalmente en obras clásicas como El rumor irlandés, ¿Guerra de
religión o lucha de clases?, de
Jean-Pierre Carasso (Siglo XXI, Madrid,
1972), o el muy reciente, Sinn
Fein. Un siglo de historia irlandesa, de Brian Feeney (Edhasa, Barcelona, 2005). Unas
lecturas que evidencian el rigor documental e histórico del guión de Paul
Laverty.
Naturalmente, Loach recibió en su momento toda
clase de críticas, y habrá que distinguir entre las que se hacen desde el cine
por el cine (un terreno en el que las opiniones suelen ser muy variadas), y las
que se decantan hacia la descalificación política (que a veces se disfraza de
crítica cinematográfica). De entrada, el autor de Ladybird, Ladybird nos habla de algo que molesta
profundamente, y lo hace con una seriedad y una sinceridad incuestionable.
No añade la menor exageración a los episodios de
la represión inglesa en la región de Cork. Tampoco las opciones políticas que
plantea están sacadas de la manga. Loach reparte responsabilidades: hay
ingleses que actúan por disciplina, e irlandeses que traicionan, crueldad en
una parte y en otra. Pero eso no debe ocultar jamás que unos son los ocupantes
y otros los resistentes. Podíamos seguir, pero como diría el propio Loach en una
lejana entrevista sobre Tierra
y Libertad que editó El Viejo Topo, estas películas
se hacen con la intención de provocar el debate. Y debe haber muchas opiniones,
porque la película está siendo un éxito.
Notas
1/ Este sí
que fue el ALZAMIENTO, una palabra hermosa donde las haya prostituida por el
franquismo como tantas otras.
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