La revolución irlandesa y el cine
Aparte de la mexicana, dudo de que exista una
"revolución" tan filmada como irlandesa, entre otras cosas porque el
tema interesó especialmente a los irlandeses que hicieron carrera en Hollywood
como John Ford..
En ello concurren al menos dos
factores. Primero, el hecho de que se trata de una "revolución" que
se ha manifestado a través de mucho tiempo, con un capítulo inicial al calor de
la toma de la Bastilla.
De entonces podemos quedarnos con una frase de Percy B.
Shelley: "Un país que oprime a otro no puede ser libre", y al menos
con una película, Orgullo de raza, estúpido nombre español de Captain
Lighfoo (USA, 1954), de Douglas
Sirk...Segundo, por el peso de los irlandeses emigrados o exiliados (la diferencia a veces es nimia) en Hollywood, con John Ford a la cabeza.
Ford, hombre curioso y ambivalente,
un conservador que defendió la
República española, un romántico del Séptimo de Caballería
que defendió a Mankiewicz contra los inquisidores, regresó en numerosas
ocasiones a Irlanda y en alguna de las cuales adaptó obras de escritores
nacionalistas revolucionarios irlandeses y además comunistas al final, como lo
fueron Liam Flaherty, autor de la soberbia Insurrección y del que adaptó El
delator (The informer, USA, 1935), con una inolvidable interpretación
de Víctor McLaglen, y Sean O´Casey, del que hizo un doblete, primero con la
clásica y poco conocida La estrella y la osa mayor (The
Plough and the Star, USA, 1936), que contaba con un reparto encabezado por
Barbara Stamwyck y Preston Foster, y con un vigoroso "biopic" El
soñador rebelde (Young Cassey, USA, 1965), que fue su penúltima
película y que tuvo que concluir Jack Cardiff. Protagonizada con convicción por
Rod Taylor, Julie Christie, Maggie smith y Michael Redgrave, no está entre las
buenas del autor de El hombre tranquilo, pero tiene sus puntos de atracción.
Ford no esconde la rabia social de
Sean, el autor de Rosas rojas para ti, que fue un éxito en los escenarios
españoles en los años setenta, entre otras cosas por sus cargas bien destiladas
por la traducción de Alfonso Sastre.
En una lista bastante extensa cabe
evocar (por su atrevido y "subversivo" significado político), una
gran producción como Parnell (John M. Stahl, Usa, 1937),
un "biopic" del famoso revolucionario-posibilista que fue encarnado
por Clark Gable, y que sin embargo fue un fracaso en taquilla. Quizás porque
Stahl ofreció medio Pernell, porque entero habría sido demasiado subversivo.
Todos estos personajes, Flaherty, O´Casey, Pernell, y no digamos Jim
O´Connolly, son muy ricos, y por lo tanto, dignos de estudiar y conocer.
La lista es casi interminable con
títulos -todos distinguidos- de H. C. Potter: (Adorable enemiga; Beloved enema, USA, 1936); Carol
Reed (Larga es la noche; Odd Man out, GB, 1947); Michael Anderson (Luces de
rebeldía; Shake hands with the devil, USA, 1959)... En los tiempos recientes,
Neil Jordan (Juego de lágrimas; Michael Collins), Jim Sheridan (En el
nombre del padre, El prado; The boxer), Terry George
(En
nombre del hijo), Pat O´Connor (Fools of fortune; Tiempo de Ira; Cal...),
Roger Mitchell (Titanic Town), Paul Greengrass (Bloody Sunday), Peter
Mullan (Las hermanas de la
Magdalena), una de las películas más fuertes que se
hayan hecho sobre la mentalidad machista y esclavista de la Iglesia católica que, pro
cierto, no queda muy bien librada en la película de Loach. Es la que define con
mayor claridad la diferencia entre reformistas y revolucionarios...
Esto sin olvidar, claro está, el
propio Ken Loach que sobrevivió al ostracismo al que querían condenarlo con Agenda
oculta (Hidden agent,. GB. 1990), con la que obtuvo el Premio especial
del jurado en Cannes. Agenda...conmovió la Gran Bretaña
bienpensante con una denuncia política que fue rudamente denostada desde los
medias, pero en absoluto contradicha por los hechos. Loach se adentró en el
terreno de la denuncia política concreta (con pelos y señales), desvelando las
implicaciones de los servicios secretos británicos en un crimen de Estado en el
Ulster, y de paso en una maniobra desestabilizadota que contribuiría a la
decisiva victoria de Margaret Thatcher, la misma que En nombre del hijo aparece
citado a Francisco el de Asís, y cuyos intereses quedaron en evidencia cuando
se comprometió para salvar...a Pinochet. Agenda... es una película que conviene
revisar (para eso está el DVD, y las salas de proyección en muchas entidades),
comprobar como la frase de Shelley sigue siendo pertinente.
Mientras que en Agenda...Loach cuenta con una técnica que
parece casi de un documental, la investigación de un policía inglés (Brian Cox)
en el Ulster sobre la muerte de un simpatizante del IRA y de un norteamericano
defensor de los derechos humanos, para descubrir una trama de guerra sucia.
Loach, en El viento agita la cebada, la historia retrotrae décadas atrás
(Irlanda, 1920) pero mantiene el mismo hilo de investigación e indignación
moral (y política), que tanto molesta a una derecha como la británica, fuera de
toda sospecha, pero con un historial sobre el que solo recientemente se está
hablando a fondo...El viento...nos hala de unos campesinos que se unen para formar
un ejército de guerrilleros voluntarios y enfrentarse a las tropas ocupante
llamadas Black and Tans -Negro y Caqui, por el color de sus uniformes-, tropas
británicas enviadas para sofocar las aspiraciones independentistas irlandesas
de cualquier manera. Una historia que -obviamente- oculta no produce
indignación, y ya sabe, no hay que mirar hacia atrás con ira. No sea que se
molesten en el “pantano” del centrismo termidoriano
Con El viento...Loach ha
vuelto a ser galardonado en Cannes, por un Jurado que seguro no pertenecía a la IV Internacional
o algo así. Para sorpresa de los integrados y de los críticos exquisitos, se
premiaba a una película "militante" que cuenta una página de la
"revolución" que fue la lucha por la independencia de Irlanda a
principios del siglo XX, concretamente en 1920 como ya lo había sido en Pascua
de 1916, con el impresionante Jim O´Connolly, al frente. Es una historia que
destila violencia, y que ha sido interpretada como un elogio al IRA, como si
éste hubiera surgido de la nada, como una mera expresión de los
"subversivos".
No nos ahorra realidades que fueron
tan ciertas como que hay noche y día: torturas, palizas, asesinatos, goles de
la guerrilla y contraguerrilla. Por medio, se hace notar la presencia de un
rudo sacerdote católico bendiciendo las acciones, confesando a los
nacionalistas irlandeses. Que habla con autoridad en las discusiones intestinas
del nacionalismo irlandés tras el Tratado con Gran Bretaña de 1922. Una
realidad que hemos podido conocer también documental en obras clásicas como El
rumor irlandés, ¿guerra de religión o lucha de clases?, de Jean-Pierre Carasso
(Siglo XXI, Madrid, 1972), o el muy reciente, Sinn Fein. Un siglo de historia
irlandesa, de Brian Feeney (Edhasa, Barcelona, 2005). Unas lecturas que
evidencia el rigor documental del guión de Paul Laverty.
Naturalmente, Loach ha recibido toda
clase de acusaciones, y habrá que distinguir entre las que se hacen desde el
cine por el cine (un terreno en el que las opiniones suelen ser muy variadas),
y las que se instan hacia la descalificación política (que a veces se disfraza
de crítica cinematográfica. De entrada, el autor de Ladybird, Ladybird nos
habla de algo que molesta profundamente, y lo hace con una seriedad y una
sinceridad incuestionable. No añade la menor exageración a los episodios de la
represión inglesa en la región de Cork. Tampoco las opciones políticas que
plantea están sacadas de la manga, fueron así. Cierto que son posibles otros
enfoques, Lean por ejemplo reparte responsabilidades: Hay británicos que actúan
por disciplina, e irlandeses que traicionan, crueldad en una parte y otra. Pero
eso no excluye que unos fueron los ocupantes y otros los resistentes. Podíamos
seguir, pero como diría el propio Loach en una lejana entrevista sobre tierra y
Libertad en El Viejo Topo, es hace estas películas con la intención de provocar
el debate. De servir como plataforma para un forum en el que caben todas las
opiniones. Y deben de haber muchas, porque la película ha sido un éxito, y la
tenemos ya en DVD.
No hay más que darse una vuelta por
los medias de "nuestra derecha" para descubrir que Ken Loach es una
cineasta bastante molesto. De hecho, la mayor parte de producción anterior a
Agenda oculta (que provocó las iras del stablishement británico cuando fue
premiada en Cannes), permanece inédita entre nosotros con excepción del alegato
antifamiliar de Family Life (luego "missing"), y solo los que seguimos
la programación televisiva hemos tenido puntualmente acceso a títulos como Miradas
y sonrisas, Black Jack, y la maravillosa Kes...El
"mosqueo" que provocó entre nuestros historiadores oficialistas (esos
que según una editorial de El País deben de ser los "responsables" de
la "memoria histórica") Tierra y Libertad, fue como una
patada en...
El estreno en su día de El
viento que agita la cebada puso de los nervios de punta al mismo Establishment siempre tan dispuesto a ver la
barbarie en el ojo ajeno, pero que no quiere ver las vigas en el propio. Vigas
como las de Kenia o la de Irlanda, eso por no hablar de las connivencias entre
los conservadores británicos con el ascendente nazi-fascismo. Solamente
cambiaron de opinión cuando Hitler no solamente invadió la URSS sino que también trató
de invadir la Gran
Bretaña. Pero lo que el "desvela (es) el secreto feroz
de la colonización británica", una realidad sucia y criminal, ocupada por
tropas especiales y torturadores sobre los que el guión de Paul Laverty no se
ha inventado nada, al menos en lo que a la represión británica se refiere.
Ken Loach es lo que se llama un
cineasta "comprometido". Está persuadido que el deber de escritores y
directores de cine es "seguir tocando las heridas mal cicatrizadas" y
eso es precisamente lo que vuelve a hacer en ésta su última película, El viento
que agita la cebada, que para escándalo de fariseos viene avalada por la Palma de Oro en Cannes 2006,
concedida por un Jurado formado por personalidades sumamente reconocida del
cine europeo. Esta película que nos llega a hora con colas en los cines nos
habla del conflicto de un viejo conflicto, el de la lucha por la independencia
de Irlanda, una aspiración que ya en 1916 había dado lugar a la célebre
insurrección de Pascua (en la que murió Jim O´Connolly, uno de los socialistas
revolucionarios más avanzados de su tiempo). Loach (como sus guionistas
habituales, Jim Allen y Laverty), es también tildado de "trotskista"
(los fachas de Libertad Digital hacen una broma macabra al respecto), y eso
significa -entre otras cosas- una fracción marxista británica que hizo suya la
divisa del poeta Shelley: "Un pueblo que oprime a otro pueblo no puede ser
libre". Con esta película todos pueden contemplar ese secreto atroz del
Imperio británico", subrayaría Loach en unas declaraciones en el momento
de su estreno.
Con este filme, Loach vuelve a
narrar con fuerza y rigor una crónica de guerra, como ya lo hiciera en Tierra
y libertad, y regresa a una país que ya visitó con la cámara en Agenda
oculta, un alegato sobre el terrorismo de Estado -británico- contra la gente
del IRA, y una denuncia sobre la existencia de una conspiración detrás del
irresistible ascenso de Margaret Thatcher, la novia de Pinochet, y la virgen a
la que reza Especulación Aguirre. Con El
viento...se han aproximado a un problema más a su historia, al momento en
que se planteó el dilema entre reforma y revolución entre la gente
revolucionaria que fundó aquel IRA de los años veinte. Un nueva oportunidad que
acabó malograda pòr la propias contradicciones entre los resistentes
irlandeses, una tema que está detrás de otra película importante: Michael
Collins, de Neil Jordan.
La trama nos lleva hasta un grupo de
campesinos en la Irlanda
de 1920, quienes hartos de miseria y de opresión, se unieron para luchar contra
las tropas británicas encargadas de sofocar las aspiraciones independentistas,
que eran igualmente unas aspiraciones sociales. El joven Damien abandona su
carrera de médico y se une al grupo de guerrilleros capitaneados por su hermano
Teddy. Loach no se va por "terceras vías", y arremete contra la
creencia infundida de que el Imperio británico fue "una institución de
caridad", cuando en realidad "se basó en la violencia y la
explotación". Loach precisó en sus declaraciones que "Esto es lo que
enfada a la derecha". Una segunda lectura sobre esta colonización nos
enseña que este produjo la brecha y la creación de dos bandos en Irlanda.
Por supuesto, ni Loach ni Laverty
apoyan "todo" lo que el IRA ha hecho en estos años pero sí han
querido mostrar "la justicia de su reclamación". No toda la historia
del IRA es trigo limpio, ni mucho menos, pero hay algo básico: su derecho a la
resistencia.
Desde este punto de vista la
historia que cuenta en El viento que agita la cebada es "universal".
"Es la historia de un Imperio tras otro y ahora le toca a EE UU. Es
siempre la misma pauta: los estados se mueven con la riqueza, la gente se opone
y, tras luchas sangrientas, los imperialistas tienen que retirarse",
explicó el director, poniendo como ejemplo el escenario de Irak en la
actualidad.
Laverty, por su parte, contó que el
guión se gestó antes de la guerra de Irak, pero que las semejanzas son
inevitables ya que en aquella época y en la actual se da "la misma
retórica en los discursos de Churchill y Bush". "La psicología de la
ocupación es muy similar", destacó el guionista, puntualizando que Loach y
él querían hablar de temas "muy dolorosos y traumáticos sin romantizar la
violencia".
Como es ya habitual con Loach, la
crítica más "cinéfila" se ha dividido, y en algunos casos ha acusado
al autor de Riff-Raff de maniqueísmo, lo que a mi parecer no es en absoluto
cierto. Se trata de una aproximación mucho más ajustada que la mostrada
ambiguamente por ejemplo en La hija de Ryan (David Lean, 1970), más
"neutral" ya que reparte más o menos equitativamente errores y
maldades, como si se tratara de analizar una comunidad de vecinos con aquella
manera tan popular de distinguir que en todas partes hay gente buena y mala al
margen del hecho mismo de la ocupación "manus militari". Una
generalidad que supone una medida que tiende a olvidar lo más elemental: que
los británicos eran los ocupantes, que estaban armados y legitimados para
aterrorizar a la población, y que los irlandeses eran unos resistentes obreros
y campesinos mal armados, y cuando mataban a un ocupante por medios
"irregulares" eran tachados de "terroristas". Una vieja
historia que en la época de la señora Thatcher los conservadores británicos
aplicaron con su falta de escrúpulos habitual a Nelson Mandela. Y a la
resistencia contra el "apartheid", un sistema que por cierto, fue
profundamente admirado por el general Montgomery, y muy respetado por Wiston
Churchill.
Un cine pues que molesta, una
película que no tiene nada que ver con la basura imperante, una historia que
hará vibrar a irlandeses (y palestinos), y que resulta francamente recomendable
para una actividad cine-clubista que quiera combinar buen cine con temas de
apasionante actualidad por más que hablen de una historia que todavía se puede
tocar con las manos.
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